El 10 de mayo de 1796, en las etapas postreras de la Revolución francesa (1789-1799), un grupo de agitadores de izquierda fueron arrestados en París, acusados de conspirar para derribar el Directorio francés. Luego de una serie de juicios, dos de ellos fueron guillotinados y siete fueron deportados, y una vez más se les impidió retomar el poder a los extremistas jacobinos en Francia.
Lo que podría haber sido una intrascendente nota al pie en la historia de la Revolución francesa cobró importancia cuando uno de los conspiradores sobrevivientes, Filippo Buonarroti (nacido en Italia), escribió un libro detallando sus recuerdos de este golpe que quedó en la nada. Este libro, titulado Historia de Buonarroti sobre la conspiración de Babeuf por la igualdad (1828) fue inmensamente exitoso y tuvo más de 50.000 ejemplares. Aseguró la supervivencia de la historia de la Conspiración de los Iguales, como así también de su protagonista, un soñador idealista de nombre Gracchus Babeuf (1760-1797).
La conspiración de Babeuf es famosa no por su impacto en la Revolución francesa, que fue ínfimo, sino por su influencia sobre pensadores políticos y revoluciones futuros. Babeuf es considerado un protocomunista, cuyas ideas salvaron la brecha entre el jacobinismo francés y los movimientos socialistas de los siglos XIX y XX. En vida de Babeuf, las palabras "comunista" y "anarquista" no existían, pero ambos términos han sido utilizados por estudiosos posteriores para describir sus ideas. Babeuf sostenía que la verdadera igualdad solo podía alcanzarse con la completa abolición de la propiedad privada, y que el estado debía distribuir los bienes igualitariamente entre el pueblo. Creía que la sociedad debía ser reestructurada de manera que ningún individuo deseara riquezas ni poder sobre otros. Babeuf y su conspiración fallida serían alabados por Karl Marx por "dar origen a la idea comunista", y Babeuf sería llamado "el primer comunista revolucionario" (Furet, 179).
La juventud de Babeuf
François-Noël Babeuf nació el 23 de noviembre de 1760 cerca del pueblo de Saint-Quentin. Su padre fue un soldado retirado que contrajo matrimonio a una edad avanzada pero engendró una familia numerosa que siempre vivió al borde de la pobreza. De niño, Babeuf recibió algo de instrucción de su padre y asistió algunos años a la escuela primaria, pero fue mayormente autodidacta. Su padre murió en 1780 y dos años más tarde Babeuf se casó y formó su propia familia. Fue un esposo afectuoso y un padre cariñoso para sus dos hijos.
A los 18 años Babeuf comenzó a trabajar como aprendiz de un feudiste, es decir, un tenedor de libros especializado en propiedades feudales. Así, Babeuf llevaba registros de títulos nobiliarios, manejo de haciendas y pagos de obligaciones feudales. Con el paso del tiempo, esta carrera lo llevó a reflexionar sobre las maneras en que la propiedad de la tierra llevaba a desequilibrios de poder y a desigualdades sociales y económicas; como explicaría más tarde en su periódico Le Tribun du Peuple ("El tribuno del pueblo"): "Fue en el polvo de los archivos señoriales donde descubrí los espantosos secretos de las usurpaciones de la clase noble." (Harkins, 434)
En 1786 Babeuf escribió un ensayo para participar de un concurso patrocinado por la Academia de Arras, en el que postulaba que la economía individualista de la sociedad fracasaba en servir al bien común, y que Francia debía ser reestructurada de manera tal que se fomentara la coparticipación económica igualitaria. Casi al mismo tiempo comenzó a escribir su panfleto Cadastre Perpetuel (Indagación permanente), el que descartaría y reescribiría en distintas versiones antes de su publicación en noviembre de 1789. En él, Babeuf aboga por la creación de un estado de bienestar; sus ideas son descritas por el estudioso James Harkins:
La sociedad, para Babeuf, era una gran familia, y dentro de esa gran familia cada miembro contribuiría lo que pudiera de acuerdo a sus habilidades, y a cada uno se le aseguraría todo lo que necesitara. (438)
El panfleto de Babeuf también reclama el acceso igualitario a la educación, ya que la desigualdad en la educación sienta las bases de la opresión y la tiranía. "En la sociedad humana", escribe Babeuf, "no debe haber educación para nadie o debe haber igual acceso para todos" (438). Babeuf también defendía una redistribución igualitaria de la tierra similar a la de las leyes agrarias de la antigua república romana. Los héroes de Babeuf eran los hermanos Graco, los tribunos de la plebe de la antigua Roma que lucharon por reformas agrarias similares y que fueron ambos asesinados por este empeño. Babeuf expresó su identificación con los hermanos, primero a través del nombre de su periódico, Le Tribun du Peuple ("El tribuno del pueblo") y luego a través de la elección de su seudónimo, Gracchus.
Carrera revolucionaria
Babeuf llegó a París al poco tiempo de iniciada la Revolución francesa en mayo de 1789. El 4 de agosto la nueva Asamblea Nacional promulgó los Decretos de agosto, que abolieron las obligaciones feudales, rindiendo así obsoleto el oficio de feudiste de Babeuf. No obstante, Babeuf celebró la decisión y le escribió a su esposa: "cueste lo que me cueste, [los títulos y privilegios feudales] pueden irse al diablo" (Harkins, 434). Decidió incursionar en el periodismo político y viajó al pueblo de Roye en 1790. Escribió en defensa de los pobres y atacó las políticas de los aristócratas de la Asamblea Nacional; su retórica le ganó dos breves estadías en la cárcel en 1790.
En 1792 Babeuf fue designado administrador del nuevo gobierno revolucionario para el Consejo General del Departamento del Somme. Se desempeñó en este cargo hasta que fue descubierto cometiendo una falsificación, lo cual lo obligó a huir a París en febrero de 1793 para evitar el castigo correspondiente de 20 años de prisión. No quedó libre por mucho tiempo: en el otoño de ese mismo año fue arrestado por otros motivos y languideció en una prisión parisina durante seis meses, recobrando la libertad a pocos días de la caída de Robespierre en julio de 1794. Tras su excarcelación, Babeuf inicialmente escribió loas a los conservadores termidorianos por haberle puesto fin al Terror, refiriéndose a Robespierre como "Maximilien el exterminador". Se trata de una reacción interesante, totalmente opuesta al resto de su carrera, y que quizás reflejaba la atmósfera general de alivio que se vivió en París después del Terror, al por fin disiparse la amenaza de la guillotina.
Pero Babeuf pronto volvió a sus anteriores postulados, fundando Le Tribun du Peuple y atacando a los burgueses termidorianos por su conservadurismo. Fue arrestado nuevamente en febrero de 1795 y sus periódicos fueron quemados por los "muscadinos" ("almizcleños"), jóvenes matones de modales afectados que se dedicaban a eliminar el extremismo de izquierda. Babeuf fue transferido a una prisión en Arras donde cayó bajo la influencia de los otros prisioneros radicales. Y lo que es más importante, conoció a Filippo Buonarroti, un italiano de nacimiento que se había convertido en ciudadano francés en 1793 y que había trabajado como administrador de bajo nivel en el régimen de Robespierre. A través de sus conversaciones con Buonarroti, Babeuf se radicalizó aún más. Llegó a la convicción de que la redistribución de la propiedad era insuficiente y que el concepto de propiedad privada debía ser completamente abolido para poder lograr la verdadera igualdad. Fue en torno de esta idea central que se gestó la Conspiración de los Iguales.
Tribuno del Pueblo
Babeuf, Buonarroti y sus asociados fueron excarcelados en octubre de 1795; los realistas conservadores se estaban convirtiendo en una amenaza creciente para el nuevo Directorio francés, así es que el gobierno decidió volver a poner a los agitadores de izquierda en las calles como contrapeso. Babeuf fue excarcelado al comienzo de un crudísimo invierno, que intensificó el sufrimiento de los pobres y pareció resaltar los desequilibrios sociales bajo el Directorio. Babeuf retomó la publicación de Le Tribun du Peuple y les dio voz a ideas incluso más radicales que las políticas más extremistas de los jacobinos. "¿Qué es la Revolución francesa?" escribía, "una guerra abierta entre patricios y campesinos, entre ricos y pobres" (Doyle, 325). La Revolución, alegaba, no debía darse por terminada hasta que llegara a su etapa final, que era una guerra de clases. Babeuf creía que las cosas habían estado encaminadas en esa dirección bajo Robespierre pero se habían descarrilado cuando los burgueses termidorianos tomaron el poder y reestablecieron la sociedad tal como siempre había sido, con los ricos en la cima.
La retórica de Babeuf encontró un nutrido público, especialmente entre los jacobinos y los sans culottes que habían sido desalojados de la escena política. Su periódico era leído en la mayor parte del norte de Francia y tras su primer lanzamiento en pocas semanas fueron vendidos 2000 ejemplares. Luego de la publicación de los primeros dos números, la policía fue enviada a arrestar a Babeuf pero sus seguidores sans culottes lo ocultaron. Para febrero de 1796 eran frecuentes las lecturas apasionadas de su periódico en el Club du Panthéon, donde se reunían los radicales jacobinos tras la clausura del Club Jacobino. Cuando ciertos miembros del Club del Panteón denunciaron a los integrantes del Directorio como tiranos, el club fue clausurado el 27 de febrero por soldados comandados por el general Napoleón Bonaparte.
Esto no disuadió en absoluto a estos neojacobinos, quienes lanzaron una organización secreta a la que nombraron Directorio Secreto de Seguridad Pública. Los integrantes de este grupo incluían a Babeuf y Buonarroti, y también a jacobinos más conocidos por el público; Robert Lindet había sido miembro del Comité de Seguridad Pública en su apogeo, y Marc-Guillaume Vadier había integrado el Comité de Seguridad General durante el Terror. Uno de los miembros, Sylvain Maréchal, era un seguidor de Babeuf que había escrito el Manifiesto de Iguales. Fue de este manifiesto que la sociedad tomó su estatuto: "es nuestra intención de aquí en más vivir y morir como iguales, tal como hemos nacido. Queremos verdadera igualdad o muerte: eso es lo que debemos tener" (Furet, 183). Pronto Babeuf, Buonarroti y otros miembros del Directorio Secreto comenzaron a planificar la Conspiración de los Iguales, que había pasado de ser simple idealismo: los conspiradores planeaban tomar el gobierno.
Conspiración de Iguales
El objetivo de los conspiradores era derribar al Directorio, al que veían como un gobierno corrupto que estaba llevando a Francia hacia atrás, devolviéndola a la opresiva niebla del despotismo. Su conspiración se basaba en la convicción de que la propiedad privada debía ser abolida, y que toda la tierra debía ser comunal; esto requería un gobierno central fuerte y autoritario para asegurar una implementación fluida. El estado sería responsable de la distribución igualitaria de los bienes, que serían asignados de acuerdo a las necesidades de cada individuo.
Los conspiradores no estaban de acuerdo en todo; un tema arduamente debatido fue la declaración de Maréchal: "Que las artes perezcan, si es necesario, mientras perviva la verdadera igualdad". Pero en su mayoría se encolumnaban tras la Constitución de 1793, que había sido escrita por los jacobinos pero nunca implementada y que, desde entonces, se había convertido en bandera de la rebelión izquierdista. También prometían promulgar los decretos de ventoso, otra pieza de legislación jacobina que reclamaba la redistribución de la propiedad. Algunos conspiradores neorrobespierristas también querían orquestar un segundo Reinado del Terror, para castigar al Directorio y sus líderes burgueses. Babeuf y sus seguidores alababan la carnicería de las masacres de septiembre, insistiendo en que algo parecido era necesario para derribar al Directorio.
Los siete principales conspiradores que dirigían la confabulación eran Babeuf, Buonarroti y Maréchal, junto a Augustin-Alexandre Darthé, un agitador radical amigo de Babeuf; Pierre-Antoine Antonelle, un exnoble y antiguo presidente del Club Jacobino; Felix Lepeletier; y Georges Grisel. Los conspiradores desarrollaron sus planes durante marzo y abril de 1796. Plantaron agentes en cada uno de los barrios de París para detectar discretamente apoyo para su golpe, y trabajaron para subvertir a la nueva Legión Policial, que había reemplazado a los Guardias Nacionales como garantes de la ley y el orden en Paris. Eligieron el 19 de mayo como el día para la acción, refiriéndose a él como Día del Pueblo. Elaboraron un borrador de una Ley de Insurrección que proclamaba, en nombre de "la Igualdad, la Libertad y la Felicidad Comunes", que la soberanía del pueblo había sido usurpada por tiránicos agentes burgueses a los que el pueblo tenía que derribar y llevar ante la justicia. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que estos cuidadosos planes fueran malogrados.
La conspiración se desmorona
De hecho, los conspiradores no eran tan discretos como se pensaban. Paul Barras, uno de los cinco integrantes del Directorio, se había enterado del complot por sus informantes ya en las primeras etapas de este, pero había decidido dejar que se desarrollara; se trataba de un astuto político que veía con buenos ojos una amenaza izquierdista que acotara la influencia del sector realista. Pero uno de sus colegas no se contentaba con dejar las cosas como estaban. Lazare Carnot era un exoficial militar que ahora se desempeñaba junto a Barras como integrante del Directorio. De "los Doce que Gobernaban", es decir, los miembros del Comité de Seguridad Pública durante el Reinado del Terror, Carnot era el único que había retenido poder ejecutivo. Aunque él y Robespierre habían compartido el poder, nunca se habían llevado bien, y Carnot deseaba distanciarse del extremismo jacobino.
Carnot supo de la conspiración de boca de uno de los mismos conspiradores: Georges Grisel entregó el plan a cambio de dinero. Carnot consideró que esta era la oportunidad perfecta para limpiar la mancha jacobina que empañaba su reputación y comenzó a preparar el arresto de los complotados. Mientras tanto, el 28 de abril, algunas unidades de la Legión Policial se amotinaron. Si los conspiradores hubiesen aprovechado esta oportunidad para lanzar su golpe, podrían haber sacado rédito del impulso y la confusión; pero decidieron esperar hasta la fecha designada del 19 de mayo. Al hacerlo, perdieron su oportunidad. El amotinamiento policial fue aplastado violentamente con 17 ejecuciones. Poco tiempo después, el 10 de mayo, Babeuf y Buonarroti fueron arrestados por orden de Carnot. Durante los días siguientes fueron arrestadas a raíz de la conspiración otras 128 personas a lo largo y ancho del país, incluyendo a Lindet, Vadier y Jean-Baptiste Drouet, el exoficial de correos y actual integrante del Directorio que había reconocido al rey Luis XVI durante su Fuga a Varennes. Como parte del procedimiento, los hombres de Carnot secuestraron la lista de suscriptores a las publicaciones de Babeuf; todo oficial superior cuyo nombre figurara en la lista fue removido de su cargo.
Babeuf, Buonarroti y los demás fueron inicialmente encarcelados en la Torre del Templo, la misma prisión que alguna vez albergó al rey Luis XVI de Francia. Mientras los conspiradores languidecían en la prisión, los jacobinos de París no abandonaban sus esperanzas de tomar el poder. Había 10.000 soldados franceses acampados en Grenelle quienes, según se rumoreaba, estaban descontentos, mal pagados y hartos del Directorio. El 9 de septiembre de 1796 varios cientos de jacobinos marcharon hacia Grenelle con la esperanza de incitar a los soldados a la rebelión. Pero los jacobinos ignoraban que el Directorio había sido alertado; cuando los jacobinos estuvieron a la vista del campamento militar fueron recibidos, no por soldados simpatizantes, sino con acero. Los soldados cargaron contra ellos con sables desenvainados y despedazaron a 20 jacobinos antes de dispersar a los demás. Treinta de los líderes fueron arrestados y ejecutados. No hubo más intentos de promover la Conspiración de los Iguales.
Juicios, ejecuciones y legado
En febrero de 1797, Babeuf y sus compañeros fueron transferidos a Vendôme en jaulas de hierro para ser enjuiciados. De los 128 hombres arrestados en conexión con la conspiración, se juzgó a 65; de ellos, 56 fueron absueltos. Babeuf había tenido un papel significativo en la conspiración pero nunca había sido su líder. Pero, por razones políticas, recayó sobre él la mayor parte de la culpa y se lo sentenció a muerte el 26 de mayo de 1797. Al oír el veredicto intentó suicidarse asestándose varias puñaladas en la sala del tribunal. Ninguna de las heridas resultó mortal y fue guillotinado al día siguiente, sin posibilidad de apelar la sentencia. Otro conspirador, Darthé, también fue guillotinado, mientras que Buonarroti y otros 6 fueron deportados. Ningún otro fue castigado.
Durante los siguientes 30 años, la Conspiración de Babeuf, como se dio en llamarla, fue recordada como poco más que una nota al pie en la historia de la Revolución francesa. Pero en 1828, Buonarroti escribió su Historia de Buonarroti sobre la conspiración de Babeuf por la igualdad, donde relata sus recuerdos de la conspiración y transmite los principales postulados de las ideas de Babeuf. Surge así el babuvismo, que actuó de puente entre el jacobinismo y el ulterior comunismo. La escritura de este libro representó un enorme riesgo para Buonarroti, por lo que se vio obligado a usar un seudónimo, pero tuvo un gran éxito y vendió 50.000 ejemplares. A través de los esfuerzos de Buonarroti, la Conspiración de los Iguales sirvió de inspiración a pensadores políticos ulteriores; Friedrich Engels y Karl Marx se refirieron a la Conspiración como "la primera aparición de un partido comunista verdaderamente activo", y Leon Trotsky consideraba a Babeuf el fundador del legado comunista.
Así, la conspiración de Babeuf tendría un efecto duradero sobre la historia, aunque el golpe inicial no se haya materializado. Incluso entre los conspiradores había un consenso de que no era práctico esperar que semejante utopía socialista llegara a existir en vida de ellos. En su Manifiesto de los Iguales, Maréchal escribe: "La Revolución francesa es solo la precursora de otra revolución, mucho más grande, mucho más solemne, que será la última." (Furet, 184) Es una afirmación que parece anunciar el surgimiento del bolchevismo y la Revolución rusa del siglo XX.