Epodos es un libro publicado alrededor del 30-29 a.C., que contine 17 poemas, muchos de los cuales corresponden a la etapa más temprana de Quinto Horacio Flaco, mejor conocido como Horacio (65-8 a.C.). Algunos de estos poemas fueron escritos antes de su amistad con Mecenas, patrón de las artes.
Horacio
Quinto Horacio Flaco nació el 8 de diciembre del 65 a.C en Venusia, un pueblo ubicado en la provincia italiana de Apulia. Hijo de un liberto que se dedicó a las subastas públicas, quien, se presume, fue hecho esclavo durante la guerra social que se llevó a cabo del 91 al 87 a.C.; con la ocupación de Venusia por parte de las fuerzas romanas. A pesar de la condición de liberto de su padre, Horacio asistió a la renombrada escuela de Orbilio en Roma y posteriormente estudió en Atenas junto con los hijos de la élite romana. Horacio nunca se avergonzó de que su padre fuera un liberto.
Durante su estancia en Atenas, Horacio conoció a Marco Junio Bruto (85-42 a.C.), uno de los asesinos de Julio César (100-44 a.C.). Como tribuno militar luchó junto a Bruto en Grecia, en la Batalla de Filipos, sufriendo una terrible derrota a manos de Marco Antonio (83-30 a.C.) y un joven Octavio, el futuro emperador Augusto (c. 27 a.C. - 14 d.C.). A su regreso a Roma se encontró con que había perdido la hacienda de su padre en las confiscaciones del 41-40 a.C.; provocándole un sabor amargo respecto de la guerra en Roma. De esta manera, sin dinero, volcó su amor a la poesía como sustento. De igual forma, corrió con suerte al conseguir (o comprar) un puesto de asistente de quaestor (cuestor).
Aproximadamente en el 38 a.C., de la mano de los poetas Virgilio (70-21 a.C.), autor de la Eneida, y Vario Rufo (74-14 a.C.), conoció a Gayo mecenas, patrocinador de artistas. Mecenas introdujo así a Horacio en un círculo de jóvenes poetas. Posteriormente le daría una granja fuera de Roma, en los Montes Sabinos, que Horacio usaba como un santuario alejado de la vida citadina. A través de sus versos y sus cartas referenció en varias oportunidades su amor por el campo y su desdén por la ciudad.
Por medio de Mecenas conoció al emperador romano. Este, impresionado con las habilidades de Horacio, lo invitó a ser parte del personal imperial; oferta que el poeta rechazó. Posteriormente aceptaría una invitación, en 17 a.C., para escribir las Carmen Saeculares, un himno secular cantado por un coro compuesto por niños, para celebrar los Ludi saeculares (los juegos seculares). La carrera de Horacio como poeta duró 30 años, en los que escribió sus Sátiras, Epístolas, Epodos, Odas y el Arte Poética.
Epodos
En contraste con las Epístolas y las Sátiras, los Epodos son 17 poemas (algunos escritos antes de conocer a Mecenas) que conforman un solo libro, publicado alrededor del 30-29 a.C. El autor y traductor al inglés Stephen Harrison escribe que el libro “toma del ruidoso mundo griego poesía de agresión cruda y camaradería”. Con su poesía, Horacio advierte a sus lectores la necesidad de evitar el estrés y los excesos de sus agitadas vidas (posible influencia de sus estudios de filosofía griega en Atenas). De la mano con la filosofía epicúrea, los poemas de Horacio recalcan el disfrute de la vida y el amor a la naturaleza.
La transición de república a imperio, de alguna manera, influyó en las primeras obras de Horacio. El primer poema de Epodos está dirigido a Mecenas, quien pronto partiría de Roma con Octavio para someterse a los peligros del César. Se refería, probablemente, a la batalla de Accio contra Marco Antonio y Cleopatra. Horacio estaba preocupado por la seguridad de Mecenas (y su propia cordura): “¿Qué he de hacer yo, para quien es grata la vida si tú vives y, si no, una carga insoportable?” (Epodos, I), por suerte Mecenas retorna a salvo. Horacio pregunta: “¿Cuándo he de beber el cécubo guardado para las comidas de las fiestas, feliz por la victoria de César, junto a ti y en tu alta casa? Oh, Mecenas” (Epodos, IX). Hay también indirectas referencias a Cleopatra y Marco Antonio: “Tal como, no hace mucho, cuando el caudillo de la estirpe de Neptuno, acosado por el mar, huyó… vendido como esclavo a una mujer y llevando, como soldado que es, sus postes y sus armas” (Epodos, IX). Y se refiere nuevamente a Antonio al escribir “Por tierra y mar vencido el enemigo, mudó la púrpura por triste sayo” (Epodos, IX) – una posible referencia a la muerte de Cleopatra.
También se mostró preocupado por cómo la guerra estaba siendo llevada a cabo por los romanos:
¿A dónde, a dónde os precipitáis, malvados? ¿Por qué empuñan vuestras diestras las espadas que estaban envainadas? ¿Acaso se ha derramado poca sangre latina por los campos y sobre Neptuno...? ¿Os arrebata una locura ciega, o una fuerza irresistible o vuestra culpa? (Epodos, VII)
Escribió de los romanos que, aun habiendo vencido a los Galos y a Espartaco:
Ya otra generación en guerras civiles se destroza y Roma se derrumba por sus propias fuerzas. A la que no lograron perder los marsos (...) la perderemos nosotros, generación de sangre maldecida, y su solar será de nuevo ocupado por las fieras. (Epodos, XVI)
Horacio escapa de la vida citadina para vivir en el campo:
Feliz aquel que de negocios alejado (...) de toda usura libre (...) evita el Foro y las puertas altivas de los ciudadanos poderosos (...) ¡cómo agrada ver a las ovejas corriendo a casa ya pacidas, ver a los cansados bueyes arrastrando el arado vuelto sobre el cuello lánguido! (Epodos, II)
Extrañamente, estas líneas transcritas no corresponden al discurso de Horacio, sino de Alfio, el usurero:
Una vez que dijo todo esto, el usurero Alfio, que estaba a punto, a punto de hacerse campesino, reembolsó todos su cuartos el día de las idus... y ya busca dónde colocarlos en las calendas. (Epodos, II)
Muchos de sus Epodos son ataques verbales, ejemplos particulares de su habilidad para expresarse. Aun siendo Horacio hijo de un liberto, ignora este antecedente, dirigiéndose a Menas, para reprenderlo:
Cuanta discordia les ha tocado en suerte a lobos y corderos, tanta es la que tengo yo contigo, que tienes los lomos abrasados por las sogas de la Iberia y las piernas por la dureza de los cepos. Aunque andes presumiendo de tus cuartos, el linaje no lo cambia la fortuna. ¿A qué viene llevar tantas naves de pesados espolones contra piratas y bandas formadas por esclavos, cuando éste —sí, éste— es un tribuno que manda a los soldados? (Epodos, IV)
En otro poema Horacio tilda de cobarde a Casio Severo, sin mencionar lo que este ha hecho para merecer el apelativo: “¿Por qué, si eres capaz, no vuelves hacia aquí tus varias amenazas y no me atacas a mí, que sabré devolverte tu mordisco?” (Epodos, VI). Contra el detestado Mevio, Horacio desea que su embarcación incurra en un mal presagio: “que el negro euro, volteando el mar, disperse sus jarcias y sus remos rotos” (Epodos, X). Finalmente reprocha a una mujer anciana que pretende verse más joven, describiéndola de esta guisa: “y al empaparse de sudor ya no le duran la tiza de la cara ni el colorete de cagajón de cocodrilo” y “¡Qué sudor y qué peste brota de todas las partes de su cuerpo!” (Epodos, XII).
En tres poemas Horacio se refiere a Canidia (de cabellos de serpientes, recordando a Medusa). Era la principal de un grupo de brujas que capturaron a un chico indefenso. Cuando es atrapado, dice:
Mis maldiciones os han de perseguir; y la maldición que pone a los dioses por testigos no hay sacrificio que la expíe. Más aún: una vez que, obligado a morir, haya expirado, me apareceré a vosotras cual nocturna pesadilla, y en las sombras me echaré a vuestras caras con curvadas uñas (...) A vosotras la turba os aplastará tras perseguiros a pedradas, por aquí y por allá, de calle en calle, obscenas viejas (Epodos, V)
En los últimos dos poemas de los Epodos Horacio retoma a Canidia, sin un propósito claro. Aparentemente ha hablado mal de ella y esta responde con rabia, maldiciéndolo. Horacio suplica que cesen los ataques ya que ha sufrido lo suficiente a su costa: “Ya, ya me rindo a tu ciencia poderosa… pagaré honradamente la pena para expiarme” (Epodos, XVII). Canidia responde: “a ti te esperan unos hados más lentos de lo que deseas: arrastrarás una vida ingrata, desdichado”. Desea ella que sufra su tortura tanto como Tántalo, Sísifo y Prometeo. Con Horacio suplicando el fin de su tortura, ella manifiesta: “cabalgaré yo sobre tus hombros enemigos, y a mi altivez ha de ceder la tierra” (Epodos, XVII).
Conclusión
Aun cuando fueron publicados mucho tiempo después, muchos de los Epodos corresponden a los primeros trabajos de Horacio. De acuerdo con Edith Hamilton, en su The Roman Way, los primeros trabajos de Horacio se caracterizan por su amargura, incluso brutalidad; algo que eventualmente se superaría. Señala que las palabras y las frases eran su pasión (123). Horacio hizo parte de la edad de oro de la literatura Romana, que terminaría a la muerte de Augusto. En palabras del historiador Nigel Rodgers, Virigilio, Horacio y el desterrado Ovidio crearon un estilo clásico que puede llegar a compararse con el de la Grecia antigua.