La Revolución Industrial fue testigo de una oleada de cambios tecnológicos y sociales en muchos países del mundo en los siglos XVIII y XIX, pero comenzó en Gran Bretaña por una serie de razones específicas. Gran Bretaña disponía de energía barata gracias a su abundante suministro de carbón, y la mano de obra era relativamente cara, por lo que tanto inventores como inversores se vieron atraídos por la posibilidad de obtener beneficios si se podían fabricar máquinas que funcionasen con carbón y ahorrasen mano de obra.
En la Revolución Industrial, la máquina de vapor hizo funcionar por primera vez las bombas de las minas. La energía del vapor permitió que máquinas como el telar mecánico sustituyeran a la costosa mano de obra cualificada y aumentaran masivamente la producción textil. El vapor se utilizó como fuente de energía para trenes y barcos. Incluso en la agricultura, aparatos como la trilladora podían sustituir al trabajo humano. Las fábricas mecanizadas sustituyeron a las industrias artesanales y aceleraron el ritmo de urbanización. Alrededor de las grandes cuencas mineras se desarrollaron ciudades enteras. Aumentan los salarios y se crean nuevos puestos de trabajo, aunque a menudo menos cualificados que antes. Los habitantes de los pueblos y ciudades querían entonces bienes de consumo manufacturados, al igual que los mercados extranjeros, y así se perpetuó y aceleró el proceso de industrialización. Este proceso, con algunas variaciones, terminó sucediendo en muchos países, pero Gran Bretaña lo experimentó primero.
Los siguientes factores presentes en Gran Bretaña en ese momento explican por qué albergó la Revolución Industrial en primer lugar:
- agricultura eficiente
- el carbón como combustible barato
- urbanización significativa
- alto costo de la mano de obra
- oportunidades de comercio intercontinental
- apoyo gubernamental a las empresas
- innovación y espíritu empresarial
- inversores de capital riesgo
- nuevas técnicas de venta y marketing
Antes de examinar Gran Bretaña, quizá merezca la pena señalar qué significó la industrialización y cuál fue su escala temporal en general. La Encyclopedia of the Victorian World (Enciclopedia del Mundo Victoriano) define la industrialización del siguiente modo:
Término genérico para los procesos económicos y sociales por los que una sociedad pasa de una base agrícola a una base manufacturera dependiente de la maquinaria moderna. En Gran Bretaña, la revolución había terminado en los primeros años de la era victoriana, con un floreciente sistema fabril, una gran población urbana trabajando y una poderosa clase capitalista floreciente. Para las demás potencias occidentales, sin embargo, la revolución industrial no había hecho más que empezar. Francia la experimentó después de 1830, Alemania después de 1850 y Estados Unidos después de 1865... En otros lugares (Rusia, China, Japón y lo que ahora se llama el mundo en desarrollo) se convertiría en un hecho en el siglo XX. (235)
El costo del trabajo
La pregunta es: ¿por qué Gran Bretaña fue la primera en industrializarse? El primer aspecto que hay que examinar para responder a esta pregunta es el nivel de los salarios en Gran Bretaña. La población de Gran Bretaña aumentó espectacularmente en el siglo XVII, sobre todo en Londres y otras ciudades. Solo en los Países Bajos se produjo una urbanización similar a la que se observó en Gran Bretaña en este período. Los salarios aumentaron porque la cantidad de tierra cultivable era fija. La agricultura se vio obligada a ser más eficaz para hacer frente al aumento de la población, tanto en el uso de equipos como en la organización, como los cercamientos de tierras que destinaban las tierras comunales a usos agrícolas. Estos dos factores: el crecimiento urbano y la mayor eficacia de la agricultura (lo que algunos historiadores han denominado revolución agrícola) provocaron un aumento de la demanda de mano de obra y, por tanto, de los salarios. Un factor adicional en el encarecimiento de la mano de obra fue la necesidad de los terratenientes de atraer mano de obra y evitar que se trasladara a las crecientes zonas urbanas. Este fenómeno no se daba en la Francia, Italia y España contemporáneas, donde los salarios y el nivel de vida estaban bajando. Cuando los salarios eran bajos, la inversión de capital en maquinaria resultaba mucho menos atractiva, ya que el ahorro de costos que suponía la mecanización de la producción sería mucho menor o nulo.
Un tercer factor del aumento de los costos laborales fue el comercio intercontinental, que creó más demanda de bienes y, por tanto, de mano de obra. Gran Bretaña había establecido colonias o centros comerciales en Norteamérica, el Caribe y en Bengala y otras partes de la India. Otros países europeos también tenían imperios que proporcionaban beneficios comerciales, pero no todos los países europeos los tenían, sobre todo Alemania. España extrajo grandes riquezas de América (menos del comercio y más de la adquisición directa), pero esto resultó perjudicial para su propia economía, ya que la consiguiente hiperinflación hizo que ninguna manufactura pudiera ser rentable allí en esas condiciones laborales. Gran Bretaña ganó mucho dinero con el comercio colonial de materias primas, productos manufacturados y esclavos. Este dinero podía reinvertirse en nuevas tecnologías. Además, el Imperio británico creció hasta convertirse en un enorme mercado para los productos de fabricación británica, como maquinaria y textiles. Los gobiernos protegieron este comercio suprimiendo la competencia local, restringiendo la venta de determinados productos a y por los colonos, manteniendo alejadas a las potencias imperialistas rivales mediante la fuerza o la amenaza de ella, y bloqueando determinadas exportaciones a Gran Bretaña, como la carne y los productos lácteos irlandeses.
Una vez iniciado el ciclo de industrialización y creado un mercado de consumo, los salarios elevados perpetuaron el proceso, como explica aquí el historiador económico R. C. Allen:
Los salarios altos aumentaron la oferta de tecnología británica, así como su demanda. Los salarios altos significaban que la población en general estaba en mejores condiciones para comprar educación y formación que sus homólogos de otras partes del mundo. Las elevadas tasas de alfabetización y aritmética contribuyeron a la invención y la innovación. (137)
Innovación, espíritu empresarial y apoyo estatal
Otra razón de la temprana industrialización de Gran Bretaña fue el fuerte espíritu empresarial. A diferencia de lo que ocurría, por ejemplo, en Francia, donde el patrocinio gubernamental de los inventos solía limitarse a fines militares o a un beneficio directo para el Estado, en Gran Bretaña los inventores de todo tipo eran alentados por inversores privados. Se trataba de propietarios de empresas o de personas que simplemente buscaban un buen rendimiento de una inversión de capital. A estos últimos se los llamaba entonces "proyectistas"; hoy los llamaríamos capitalistas de riesgo. Los inversores buscaban inventores que pudieran crear cualquier medio para aumentar la eficacia de la producción y, por tanto, los beneficios. También había algunos inventores que se autofinanciaban y estaban motivados por la búsqueda de beneficios o por crear un beneficio para la sociedad, o por ambas cosas.
Los inventores también se vieron favorecidos por las políticas estatales de impuestos relativamente bajos (en este ámbito, pero no en otros) y por el hecho de que los tipos de interés eran más bajos en Gran Bretaña, lo que significaba que los préstamos podían adquirirse más fácilmente para la investigación y el desarrollo. También existía un sistema de fuerte protección de las patentes. En consecuencia, se animaba a los inventores. En la otra cara de la moneda, los gobiernos ayudaban considerablemente a los capitalistas que podían comprar los inventos con restricciones impuestas por leyes del Parlamento a los derechos de los trabajadores (por ejemplo, a formar sindicatos o a que emigraran los maquinistas cualificados). Al mismo tiempo, se produjo una relativa apertura del Estado y de los inventores a las ideas procedentes de cualquier lugar, incluido el extranjero. Los inmigrantes aportaron cualificaciones que aumentaron la productividad, lo que no siempre ocurrió en algunos de los Estados europeos más cerrados y autoritarios de este período. Otro factor favorable a la industrialización de Gran Bretaña fue su estabilidad política, que aumentó la confianza de los inversores. La combinación de todos estos factores políticos y económicos animó a los inversores a arriesgarse con las nuevas tecnologías y a capear cualquier reacción de los trabajadores contra la mecanización, más que en otros países.
La forma más sencilla de aumentar los beneficios era aumentar las cantidades de producción manufacturera o minera y, al mismo tiempo, reducir el número de trabajadores necesarios. Las máquinas podían lograr ambos objetivos. Una vez establecidas fábricas de tamaño considerable, se financió a más inventores para que encontraran aún más ahorros de costos, y así el proceso de industrialización se extendió cada vez más. Los inventores británicos tampoco tardaron en imitar y mejorar los inventos que encontraban en otros países. A veces, aparecía una nueva tecnología en países donde no se explotaba plenamente, por razones económicas o de otro tipo, pero la industrialización británica significaba a menudo que estas innovaciones podían funcionar o funcionar mejor en el entorno económico de Gran Bretaña. Los ingenieros británicos, en particular, se convirtieron en expertos en desarrollar y mejorar inventos realizados por primera vez en otros lugares. Gran Bretaña destacaba en esta faceta de la invención, más que en la creación de nuevas máquinas desde cero.
Al igual que existía un entorno de inversión financiera en nuevas ideas, también había un espíritu de invención, o mejor dicho, un entorno en Gran Bretaña que de alguna manera fomentaba las nuevas ideas y, lo que es más importante, su fructificación en la realidad práctica. Una opinión tradicional es que "la ciencia newtoniana, la Ilustración y el genio [fueron importantes] a la hora de proporcionar conocimientos que los tecnólogos pudieran explotar, hábitos mentales que mejoraron la investigación, redes de comunicación que difundieron ideas y chispas de creatividad que condujeron a avances que no se habrían logrado con la investigación y el desarrollo ordinarios" (Allen, 138). Sin embargo, Allen señala que el genio de los inventores en sí no era exclusivo de Gran Bretaña. Como ya hemos señalado, eran necesarios otros factores para que el genio prosperara y fuera útil a los industriales que sacaban las nuevas ideas de la mesa de dibujo y las llevaban a la fábrica. En resumen, la adopción fomentaba la invención.
El proceso de industrialización se vio perpetuado por una mayor demanda, impulsada por el aumento de la población, la urbanización, la educación y el consumismo. Conflictos como las guerras napoleónicas (1792-1815) también impulsaron la innovación. Muchos fabricantes británicos (Josiah Wedgwood es quizá el ejemplo más claro) fueron pioneros innovadores en el uso de herramientas de venta y marketing, como el uso de vendedores itinerantes, la oferta de elegantes salas de exposición, la entrega de muestras gratuitas a ricos y famosos para que las promocionaran, la creación de una gama de productos que reflejaba los nuevos gustos de la moda y la concesión de descuentos y posibilidades de reembolso. Todas estas técnicas juntas ayudaron a conseguir más ventas, lo que impulsó aún más la producción, lo que significaba que había más capital para invertir en más innovaciones en la industrialización.
Combustible barato
Inventar una máquina era una cosa, pero hacerla funcionar a bajo costo era a menudo otra fase del desarrollo. Un factor crucial en la cuestión de si las máquinas podían reducir los costos de producción era el costo del combustible que necesitaban para funcionar. En este aspecto, Gran Bretaña tenía una enorme ventaja sobre varios otros países europeos (pero ni mucho menos sobre todos). Gran Bretaña era rica en carbón. Además, contaba con otros recursos naturales importantes, como mineral de hierro de alta calidad, plomo, cobre y estaño. La minería se había practicado durante siglos, pero había aumentado antes de la Revolución Industrial debido a la deforestación y a la escasez de madera. El carbón se convirtió en una alternativa barata a la combustión de madera. No es casualidad que muchas de las nuevas ciudades que crecían en Gran Bretaña estuvieran cerca de yacimientos de carbón. Estos yacimientos de carbón estaban convenientemente situados cerca del agua para el transporte, otra gran ventaja natural que tenía Gran Bretaña.
La larga historia de la minería en Gran Bretaña significaba que ya existía el conocimiento tecnológico de cómo explotar los minerales de la tierra, lo que significaba que cuando las nuevas máquinas necesitaron más carbón del que se había extraído antes, fue una cuestión de aumentar la producción en lugar de la cuestión más problemática de empezar de cero, como era el caso en algunos otros países. Una vez más, cuando las primeras máquinas, normalmente las de vapor, ya estaban instaladas y en funcionamiento, se fomentaba un mayor desarrollo tecnológico para hacerlas aún más eficientes en cuanto al consumo de combustible y así, de nuevo, aumentar los beneficios.
Las minas aceleraron tanto el crecimiento de la urbanización como el aumento de los costos laborales. Además, el combustible barato a menudo compensaba con creces los elevados costos de la mano de obra británica, por lo que las exportaciones podían ser competitivas.
Conclusión
En resumen, pues, varios países europeos tenían las ventajas de que gozaba Gran Bretaña en cuanto a la creación de una plataforma sobre la que podía construirse un rápido proceso de industrialización, pero solo Gran Bretaña disfrutaba de todos los factores necesarios, o más beneficiosos, juntos. Algunos países tenían bazas. Había más oro en España, más carbón en Alemania, mayor urbanización en los Países Bajos, etc., pero, en general, Gran Bretaña tenía la sartén por el mango para decidir en qué parte del mundo occidental despegaría la industrialización. Una vez que las ruedas de la industrialización empezaron a girar, la innovación hizo que lo hicieran aún más deprisa, dejando atrás a la mayoría de los rivales europeos y norteamericanos de Gran Bretaña hasta que se pusieron al día más tarde, en el siglo XVIII o incluso en el XIX. Entre 1750 y 1850, los británicos tenían motivos para llamar a su isla el taller del mundo.