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La batalla de Marengo (14 de junio de 1800) fue una de las batallas más importantes de la carrera militar de Napoleón Bonaparte (1769-1821). No sólo ayudó a poner fin a las guerras revolucionarias francesas, sino que también contribuyó enormemente a consolidar la nueva posición de Napoleón como primer cónsul de la República Francesa. La batalla se convirtió en una de las piedras angulares propagandísticas del régimen bonapartista.
Trasfondo
En los meses posteriores a su toma de poder en el golpe del 18 de brumario, el primer cónsul, Napoleón Bonaparte, estaba lejos de contar con una posición segura. Muchos todavía lo veían como un corso con ínfulas y oportunista, y tampoco tenía escasez de rivales (tales como Jean Bernadotte y Jean Victor Moreau) que estarían encantados de presenciar su caída en desgracia. Asimismo, la República Francesa seguía enzarzada en la impopular guerra de la Segunda Coalición (1798-1802) contra una alianza de potencias antifrancesas, entre las que se contaban Austria, Rusia, Reino Unido, el Imperio otomano y Nápoles. Este conflicto fue parte de las más amplias guerras revolucionarias francesas (1792-1802), lo que quiere decir que Francia había estado sumida en guerra perpetua durante gran parte de la década. Con la mayoría de la población cansada por y de la guerra, Bonaparte sabía que tenía que hacerse con una victoria rápida y decisiva si quería ganarse el apoyo de su pueblo.
BONAPARTE ORDENÓ A LAS PRINCIPALES UNIDADES DE CAMPAÑA QUE ADOPTASEN EL SISTEMA DE CORPS D’ARMÉE, QUE DIVIDE CADA EJÉRCITO EN CUERPOS MÓVILES Y SEMIINDEPENDIENTES.
Su primer paso fue ordenar la creación de un ejército de 30.000 hombres con cuartel general en Dijon, conformado principalmente por soldados que servían en guarniciones provinciales. Aunque Napoleón pretendió en todo momento llevar a su ejército a través de los Alpes para luchar contra los austríacos en el norte de Italia, su verdadero propósito se debía ocultar; se le llamó Ejército de Reserva y el mando recayó en su confiable jefe de Estado mayor, Louis-Alexandre Berthier.
Mientras los espectadores coetáneos creían que esta treta se trataba simplemente de una fuerza de reserva, Napoleón estaba preparando en secreto al ejército para una campaña. Se entrenó a los soldados con el sistema de “cantinas”, en el cual ocho veteranos y ocho reclutas marchaban, comían y montaban el campamento juntos, fomentando un sentimiento de camaradería y permitiendo a las reclutas aprender más rápido. Mientras tanto, Bonaparte trabajaba con el ministro de Guerra, Lazare Carnot, para procurar 100.000 pares de botas, 40.000 uniformes y dos millones de raciones de galletas para el ejército en Dijon. El primer cónsul también ordenó a las principales unidades en campaña que adoptasen el sistema de corps d’armée, que divide cada ejército en unidades móviles y semiindependientes; este sistema se convertiría en uno de los cimientos de la guerra napoleónica.
Mientras su ejército se preparaba, Bonaparte estudiaba mapas minuciosamente para decidir dónde cruzaría los Alpes. Tomó la decisión de llevar la mayor parte de su ejército a través del paso del Gran San Bernardo (que contaba con 2.469 metros, 8.100 pies) mientras una división bajo al mando del general Adrien Moncey atravesaría el paso de San Gotardo. En una reunión sobre estrategia, Bonaparte supuestamente preguntó a su secretario, Bourriene, dónde pensaba él que se daría la batalla decisiva una vez que los franceses hubiesen cruzado los Alpes. “¿Cómo demonios lo voy a saber?”, preguntó Bourriene, a la vez que el primer cónsul clavaba un alfiler en el mapa, en las llanuras del río Scrivia. “Me enfrentaré a él aquí”, dijo Bonaparte. Era el punto exacto en el que libraría la batalla de Marengo tres meses después; una demostración de la mente rápida y perspicaz de Bonaparte (Roberts, 252; Chandler, 275).
El asedio de Génova
En 1799, las fuerzas de la Coalición habían conquistado la mayoría del norte de Italia, deshaciendo casi todos los logros de la campaña italiana de Napoleón de 1796-7. Esto fue principalmente obra del general Aleksandr Suvorov, quien nunca perdió una batalla, aunque fue llamado de vuelta a San Petersburgo; el mando de las fuerzas aliadas en Italia ahora recaía en el general austríaco Michael von Melas, que tenía a 97.000 tropas a su disposición al comienzo de la campaña de 1800. Resuelto a concluir lo que Suvorov había comenzado, Melas planeó capturar Génova antes de adentrarse en Francia y sitiar Tolón, una ciudad portuaria importante.
El 5 de abril, Melas lanzó su ofensiva mucho antes de lo esperado y cogió totalmente por sorpresa al general francés André Masséna y su ejército, que se había extendido demasiado. En cuestión de días, Masséna fue obligado a replegarse a Génova con sólo 12 000 hombres, y allí se vio bajo asedio por 24.000 austríacos del general Karl von Ott y bajo bloqueo naval de la Royal Navy. Las condiciones en Génova empeoraron rápidamente: tanto soldados como civiles no tenían otra opción que alimentarse de gatos, perros, incluso ratas; miles murieron de inanición, pero Masséna se negó a rendirse durante semanas: ordenó a sus hombres que disparasen a genoveses que se reunieran en grupos de más de cuatro personas por miedo a que intentasen abrir las puertas al enemigo.
Napoleón cruza los Alpes
Al darse cuenta de que Francia corría el riesgo de invasión si Génova caía, Bonaparte supo que era el momento de actuar. El general Moreau, a cargo del Ejército del Rin, comenzó una ofensiva contra los austríacos en Alemania el 25 de abril, mientras que el Ejército de la Reserva se desplazó discretamente a Ginebra. En lo que respecta a Bonaparte, se quedó atrás en París para ultimar los preparativos; incluso realizó una inspección pública de sus tropas peor equipadas para engañar a posibles espías austríacos.
Al fin, después de ir a la ópera la noche del 5 de mayo, Bonaparte abandonó la capital sigilosamente y llegó a Ginebra a las 3 de la madrugada del 9 de mayo. Mientras mandaba órdenes a Masséna de que resistiese lo máximo posible, Bonaparte preparó a su ejército para la travesía, dando a cada soldado 40 proyectiles y raciones para nueve días. En la madrugada del 15 de mayo, la vanguardia francesa liderada por el general François Watrin comenzó a ascender el paso del Gran San Bernardo, seguido a escasa distancia por los cuerpos de los generales Jean Lannes, Claude Victor-Perrin y Philibert Duhesme. Bonaparte fue el último, a lomos de una mula, acompañado por su Guardia Consular de élite.
Aunque muchos ejércitos ya habían cruzado los Alpes desde los días de Aníbal Barca, ninguno moderno había intentado nunca cruzar un paso tan elevado tan temprano en el año, entorpecido por todo un tren de suministros y artillería. La ruta estaba cubierta por montones de nieve y hielo, y abundaban “cuestas empinadas, desfiladeros angostos y glaciares amenazadores” (Chandler, 276). Los soldados tenían que marchar en fila india en algunos de los lugares más estrechos y debían proseguir al alba, todos los días, para reducir el riesgo de sufrir avalanchas. En el pueblo de St. Pierre, la ruta se hizo impracticable para la artillería, cuyas ruedas eran grandes y pesadas. Los cañones se colocaron en troncos cuyo interior había sido vaciado y de los cuales tiraban cien hombres con cuerdas, mientras que los carros se desmontaron y se llevaban sus partes por separado. Cuando llegaron al puerto del paso, se detuvieron para descansar en el famoso hospicio de San Bernardo, donde los monjes del lugar les dieron vino, pan y queso. A pesar de ciertas dificultades, la travesía se llevó a cabo en sólo once días y el clima se mantuvo relativamente clemente.
Cuando los franceses llegaron a la entrada del valle de Aosta, frenaron ante el fuerte de Bard, guarnecido por 400 soldados húngaros comandados por el capitán Joseph Bernkopf. El fuerte de Bard tardó 12 días en caer, lo que refrenó el avance del ejército francés a Italia y le obligó a usar munición muy necesitada. Aun así, Napoleón consiguió cruzar los Alpes a un precio más o menos escaso. “Hemos caído como un relámpago”, escribió a su hermano José, “el enemigo no nos esperaba y parece que apenas puede creérselo” (Chandler, 281).
Preludio a Marengo
Llegados a este punto, habiendo reagrupado a su ejército en Ivrea, todos esperaban que Napoleón se apresurase al auxilio de Masséna y levantase el asedio de Génova. En su lugar, se dirigió hacia el este, hacia la ciudad de Milán, que no contaba con defensas; reacio a plantear batalla, Napoleón intentó apoderarse del depósito de suministros de Milán y cortar la línea de retirada de Melas al río Mincio. A las 6 y media de la tarde del 2 de junio, Napoleón entró en Milán y se instaló en el palacio archiducal, en el que presidió la corte hasta las 2 de la madrugada.
Melas entró en pánico y ordenó al general Ott que abandonase el asedio de Génova para que pudiese concentrar sus fuerzas. Ott se negó, ya que Masséna acababa de pedirle negociar la rendición. Génova estaba en las últimas tras haber aguantado todo lo posible: 30.000 de sus anteriores 140.000 habitantes habían muerto, junto a 4.000 soldados franceses (Roberts, 257). Ott permitió a los franceses rendirse con los honores de la guerra el 4 de junio. Al escuchar esta noticia, Napoleón se preguntaba frustrado por qué Masséna no había podido resistir unos días más, mientras que Masséna jamás perdonó del todo a Bonaparte por haberlo abandonado en Génova.
Gracias a una serie de informes erróneos, el primer cónsul estaba convencido de que los austríacos intentaban escapar.
Aunque los franceses habían perdido Génova, Napoleón seguía estando en una posición ventajosa: la toma de Milán lo ubicó detrás del ejército de Melas, y colocó a sus divisiones en sus posibles rutas de escape. El 9 de junio, el general Lannes obtuvo una victoria ante el general Ott en la batalla de Montebello, lo que obligó a Ott a retirarse a Alessandria a través del río Scrivia, donde se unió a Melas. El Ejército de la Reserva se acercaba, y el primer cónsul y 28.000 de sus tropas llegaron a Stradella el 11 de junio entre aguaceros constantes; Bonaparte escribió a su esposa Josefina de Beauharnais, quejándose de que tenía “un maldito resfriado”. Ese mismo día, a los franceses se incorporó el general Louis Desaix, uno de los comandantes más capaces de la campaña de Napoleón en Egipto y Siria que acababa de volver de Egipto. A Desaix se le otorgó el mando de un cuerpo de forma inmediata.
En este momento, Napoleón estaba actuando bajo el falso supuesto de que los austríacos se estaban preparando para retirarse al norte, conjetura que había afirmado el agente doble Francesco Tolli. En realidad, Melas estaba listo para el combate. Sin dicha información, y con una confianza excesiva por la victoria de Montebello, la principal preocupación de Bonaparte era impedir que los austríacos escaparan; a tal efecto, ordenó a Desaix que se desplazase con su división al sur, a Novi Ligure, para detener a los austríacos que intentaban retirarse a lo largo de la carretera entre Génova y Alessandria.
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Entretanto, envió a 3.000 hombres bajo el liderazgo del general La Poype al norte del Po con el fin de vigilar los vados del lugar. Los generales Victor y Gardanne tenían órdenes de capturar el pueblo de Marengo, a 3,2 km aproximadamente (2 millas) del este de Alessandria, lo cual cumplieron el 13 de junio después de expulsar a sus 4.000 defensores austríacos. A estas alturas, Napoleón estaba intranquilo; durante cuatro días no recibió ninguna noticia precisa referente a movimientos enemigos. No obstante, gracias a una serie de informes erróneos, el primer cónsul estaba convencido de que los austríacos intentaban escapar. En consecuencia, no estaba preparado para el contraataque austríaco que llegaría a la mañana siguiente.
Batalla de Marengo
Cuando el sol empezó a alzarse a las 4 y media de la madrugada del sábado 14 de junio de 1800, estaba claro que iba a ser un día abrasador. Sólo 15.000 soldados franceses, la mayoría pertenecientes al cuerpo de Victor, durmieron en los campos de Marengo; Bonaparte y su Guardia Consular pasaron la noche en Torre Garofoli, a 5 km (3 millas) de distancia. Los austríacos, casi 31.000 y ataviados en sus uniformes blancos, se pusieron lentamente en posición cruzando el río Bormida a través de puentes de pontones construidos la noche anterior. A las 9 de la mañana, los austríacos expulsaron a los franceses de sus puestos avanzados y comenzaron el bombardeo de sus posiciones con 92 cañones. Una columna de 18.000 austríacos bajo el mando de Melas cayó sobre Marengo mientras otra columna de 7.500 soldados, dirigida por Ott, se dirigía al oeste hacia Castel Ceriolo, donde los austríacos pensaban que se concentraba un gran contingente francés.
Los franceses, sorprendidos, tomaron posiciones precipitadamente. El general Gardanne consiguió alinear a sus seis batallones detrás del arroyo de Fontanone, frente al pueblo de Marengo. Tras haber sufrido numerosas bajas del fuego de artillería austríaco, la línea de Gardanne se mantuvo firme contra la carga austríaca compuesta por la división del general Hadik; los austríacos, obligados a retroceder a un cuello de botella debido al terreno escarpado y el arroyo, acabaron por batirse en retirada después de abatir a Hadik. A las 10 de la mañana, llegó el general Lannes con refuerzos justo a tiempo para ayudar a rechazar una segunda carga austríaca encabezada por la división del general Kain. El fuego intercambiado a lo largo del arroyo Fontanone duró dos extenuantes horas: hacía tanto calor que los soldados hubieron de orinar en sus mosquetes para prevenir que se sobrecalentasen.
Napoleón llegó al campo de batalla a las 11 y captó de inmediato lo peliaguda que era la situación: los cuerpos de Ott todavía amenazaban con caer sobre el flanco derecho francés, mientras los hombres de Victor y Lannes adolecían de escasez de munición. Napoleón envió cartas a Desaix y La Poype, exhortándoles a volver a Marengo. “Mi plan era atacar a Melas, pero él me atacó primero”, escribió Napoleón a Desaix. “Por el amor de Dios, vuelve si todavía puedes” (Blanning, 223). La Poype estaba demasiado lejos y no recibiría el mensaje hasta que acabara la batalla, pero Desaix se encontraba sólo a 20km (12 millas) al sudeste del campo de batalla, al otro lado de un río crecido. Al recibir el mensaje de Bonaparte, Desaix giró en redondo y se dirigió rápidamente a Marengo, con la esperanza de llegar a tiempo.
La llegada de Desaix
Entre el mediodía y la 1 de la tarde, se hizo el silencio en el campo de batalla mientras ambos bandos se reagrupaban. El cuerpo de Victor estaba agotado y mermado por haber sufrido el mayor golpe del ataque enemigo. En vez de reforzar a Victor, Napoleón ordenó a sus reservas, incluida la Guardia Consular, que atacasen Castel Ceriolo para mantener ocupada a la columna austríaca del general Ott. La ofensiva francesa comenzó a las 2 de la tarde, la misma hora a la que los austríacos se lanzaron a un nuevo asalto al arroyo Fontanone. Esta vez, el cuerpo de Victor no pudo resistir la presión, y los franceses se batían en retirada hacia San Giuliano, con lo que Marengo cayó en manos austríacas.
Llegados a este punto, parecía que la batalla ya estaba ganada. Melas, que había sufrido una herida en su antebrazo y había perdido dos caballos, decidió volver a Alessandria. Dejó a su jefe de estado mayor, el general Anton von Zach, a cargo de finiquitar cualquier resistencia francesa restante. Hubo otra pausa en el combate cuando Zach formó a sus hombres en una enorme columna que perseguiría al general Victor, quien estaba reagrupando a sus hombres desesperadamente en San Giuliano. En el flanco derecho, los austríacos consiguieron por fin capturar al general francés Achille Dampierre, cuya pequeña fuerza de 300 tropas se había escondido en zanjas y arroyos desde los cuales disparaban a los austríacos todo el día. La Guardia Consular apenas resistió una carga de caballería, tras lo cual murieron 260 de sus integrantes. La situación parecía verdaderamente desalentadora para los franceses.
Fue en este momento cuando, a las 3 de la tarde, llegó al fin el general Desaix y se reunió con Bonaparte a las afueras de San Giuliano. “Bueno, ¿qué te parece?”, preguntó Napoleón a Desaix, a lo que supuestamente contestó: “Bueno, esta batalla está completamente perdida, pero son solo las dos. Todavía hay tiempo para ganar otra” (Chandler, 293). Tras un breve consejo de guerra, el general Auguste de Marmont reunió todos los cañones disponibles de las divisiones y desencadenó un bombardeo de 20 minutos en las posiciones de la artillería enemiga. Resultó ser muy eficaz: se dañaron muchas baterías austríacas y se hicieron agujeros en la columna concentrada de tropas de Zach. A través del humo se abalanzaron las 6.000 tropas frescas de Desaix directamente contra las conmocionadas líneas austríacas. Casi al instante, una bala atravesó a Desaix, quien tuvo la oportunidad de decir una sola palabra: “Mort”. Después, su cadáver cayó de la silla de montar.
A medida que los soldados de Desaix combatían a los austríacos, el general François-Étienne de Kellermann, comandante de la caballería francesa, vio una oportunidad. Por iniciativa propia, cargó directamente contra el flanco izquierdo de la columna de Zach; junto con la acertada llegada de Desaix, la carga de Kellermann convirtió la victoria austríaca en una derrota. Los soldados austríacos, presos del pánico, se apresuraban al río Bormida y el general Zach fue capturado, así como miles de sus hombres. La reñida batalla de Marengo se había acabado y Napoleón había ganado, pero por los pelos. La derrota de los austríacos no fue tan decisiva como había esperado, y también perdió a Desaix, uno de sus generales más capaces. “¿Por qué no se me permite llorar?”, preguntó Bonaparte cuando oyó la noticia de la muerte de Desaix. Aunque la propaganda bonapartista afirmaría después que las últimas palabras de Desaix fueron “Id y decidle al primer cónsul que muero arrepentido de no haber hecho suficiente para vivir en el recuerdo de la posteridad”, esto es completamente falso, ya que Desaix murió casi de forma inmediata.
Repercusiones
La batalla de Marengo fue costosa para ambos bandos: de los 28.000 soldados franceses con los que se comenzó la batalla, 5.000 fueron bajas, mientras que los austríacos perdieron a 6.000 entre muertos y heridos, además de 8.000 prisioneros y 40 cañones capturados. La noche de la batalla, Melas pidió un armisticio, y Napoleón le permitió retirarse a la orilla este del río Trincio, siempre y cuando rindiese todas las fortalezas de Piamonte y Lombardía. Con el fin de la campaña italiana, Napoleón disolvió el Ejército de la Reserva el 23 de junio, y sus unidades se incorporaron al Ejército de Italia.
La batalla de Marengo no dio a Napoleón el triunfo total que ansiaba, ni derrotó completamente a Austria en la guerra; los austríacos seguirían combatiendo durante seis meses más hasta la batalla de Hohenlinden (3 de diciembre de 1800), en la que el general Moreau les infligió la última derrota. Sin embargo, fue la primera gran victoria de Napoleón como jefe de estado y, como tal, favoreció enormemente la consolidación de su posición como primer cónsul y logró asegurar la legitimidad del nuevo régimen. Asimismo, la batalla pronto se convirtió en sustento para los propagandistas de Bonaparte, y tendría un papel fundamental en la emergente leyenda napoleónica. Los acontecimientos de la batalla se reescribieron tres veces durante el gobierno de Napoleón, cuya propia participación fue exagerada en estas versiones. Las ramificaciones políticas de Marengo llevaron al historiador francés François Furet a citar la afirmación de un agente realista: “Marengo fue el bautismo del poder personal de Napoleón” (Blanning, 226).
La batalla de Marengo se libró el 14 de junio de 1800.
¿Quién luchó en la batalla de Marengo?
En la batalla de Marengo se enfrentaron un ejército francés de 28.000 hombres comandado por Napoleón Bonaparte y un ejército austríaco de unos 31.000 hombres dirigido por Michael von Melas.
¿Dónde tuvo lugar la batalla de Marengo?
La batalla de Marengo tuvo lugar en Italia, en los alrededores de la ciudad de Marengo, situada cerca de la ciudad de Alessandria, en Piamonte.
¿Cuál es la importancia de la batalla de Marengo?
La batalla de Marengo contribuyó a la derrota de Austria en la guerra de la Segunda Coalición y consolidó el poder de Napoleón en Francia. También fue una importante pieza de propaganda durante el gobierno de Napoleón.
Estudiante en la Universidad de Oviedo por Lenguas Modernas, apasionado de los idiomas y la Historia e iniciándose en el mundo de la traducción. Su gato, Maviş, es su secretario personal.
Mark, H. W. (2023, junio 06). Batalla de Marengo [Battle of Marengo].
(S. V. Muñoz, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2245/batalla-de-marengo/
Estilo Chicago
Mark, Harrison W.. "Batalla de Marengo."
Traducido por Sergio Vigil Muñoz. World History Encyclopedia. Última modificación junio 06, 2023.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2245/batalla-de-marengo/.
Estilo MLA
Mark, Harrison W.. "Batalla de Marengo."
Traducido por Sergio Vigil Muñoz. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 06 jun 2023. Web. 24 dic 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Harrison W. Mark, publicado el 06 junio 2023. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.