El concepto que tienen los nativos americanos sobre la tierra es el de un ser vivo que provee, guía, y habla a las gentes, lo cual expresan en numerosas historias, leyendas y tradiciones. Entre ellas se encuentra la leyenda sioux de La colina misteriosa, en la que un cerro se convierte en profeta del pueblo.
Para los sioux y para otras naciones nativas americanas, la Madre Tierra era un ser consciente que había que respetar en la misma forma que una persona respetaría a su madre. Al igual que nadie perjudicaría de manera intencional a su madre, tampoco debía dañarse a la Tierra. Como mantenían una relación de honor y respeto con el entorno, los nativos americanos llegaron a sintonizar con sus mensajes, de manera similar a lo que ocurre con las relaciones familiares y de amistades íntimas, y podían reconocer lo que se les estuviera manifestando, a pesar de que el significado de la comunicación no siempre resultara claro.
El contenido de algunos de los mensajes de la Tierra resultaba bastante comprensible, pero en muchos casos la recomendación tenía que interpretarla un hombre santo de poderosa «medicina», de fuerza espiritual, que se conocía con el nombre popular de curandero o «medicine man». Sin embargo, en la historia de La colina misteriosa, los sioux, tras debatirse en la duda, llegan a reconocer el poder espiritual del lugar, y sus profecías se validan por medio de las experiencias que siguieron a sus encuentros con ella.
El concepto de los nativos americanos sobre la tierra
Historiadores y antropólogos a menudo han escrito acerca de que los nativos americanos consideraban «sagrada» a la tierra, lo cual sin duda es cierto, pero tal definición puede idealizar las interacciones de los aborígenes con su medioambiente, debido al entendimiento generalizado de lo que significa «sagrado», y a las ideas más extendidas de cómo deben tratarse las «cosas sagradas». Se puede llegar a una mejor comprensión del concepto que tenían los nativos americanos sobre la tierra si se emplea la palabra «viviente»: la Tierra está viva, de manera equivalente a los seres vivos que la habitan. Por lo tanto, la Tierra comunica, siente dolor, experimenta alegría y debería abrazarse con gratitud, como se abraza a un ser querido. El académico Larry J. Zimmerman escribe:
En los mitos y rituales que nos siguen hablando de su pasado sagrado, la Tierra vive como el más grandioso de los obsequios cósmicos. Esta relación íntima es la que ha conducido a estereotipar a los indios como seres próximos a la naturaleza. En algún momento se describió a los nativos americanos como «salvajes nobles», pero en años más recientes se les aplica el calificativo de «primeros ecologistas». Parte de su vida cotidiana consiste en proteger la tierra, lo cual muchos entienden como una responsabilidad inconmensurable. De hecho, los indios son ecólogos en el sentido más verdadero; esto es, conocen los ciclos de la naturaleza y comprenden sus tolerancias. Se identifican a sí mismos como parte de la tierra, no superiores a las demás criaturas que viven en ella. Para los aborígenes americanos, la ecología es cuestión de equilibrio y de respeto. (107)
para los nativos americanos, la tierra era un obsequio que nada habían hecho para merecer, y no estaba en su poder venderlA.
A la llegada de los europeos a Norteamérica, surgió un problema importante entre los inmigrantes y la población aborigen a causa de sus concepciones divergentes acerca de los derechos que tenían sobre la tierra. Para los europeos, la tierra debía ser dominada, domeñada, podía comprarse, venderse y poseerse; los nativos americanos no compartían esa idea acerca de la tierra. Para ellos, la tierra era un obsequio que nada habían hecho para merecer, y no estaba en su poder venderla. Cuando los aborígenes americanos «vendían» terrenos a los europeos, entendían la transacción de la misma manera que lo habían hecho antes con otras naciones tribales: un arrendamiento por el uso de la tierra para un propósito específico y no una venta de un terreno, porque la tierra no podía poseerse, y por tanto, no podía venderse.
Más aún, desde el punto de vista europeo se podía cazar o sembrar lo mismo en una zona de la tierra que en cualquier otra, mientras que para los nativos americanos la tierra en la que habían vivido durante miles de años contenía la historia de su pasado y empoderaba su presente. Los rituales y las celebraciones derivaban su poder espiritual del lugar en que las habían efectuado sus antestros generación tras generación; por lo tanto, en ese sentido la tierra era «sagrada», pero además latía de vida con la historia de su pueblo, que cada nueva generación descubría a través de los relatos que se contaban sobre los que la habían conocido antes, y por vía de lo que la propia tierra, esa tierra en particular, les había enseñado y deseaba explicarles a sus descendientes. El concepto se epitomiza en la historia de La colina misteriosa.
El siguiente texto procede de Myths and Legends of the Sioux (Mitos y leyendas de los sioux), publicado en 1916 por Marie L. McLaughlin, una sioux de segunda generación que vivió durante 40 años en reservas y compiló los relatos de la población con el objetivo de preservarlos. Se ha reimprimido en otras colecciones, entre ellas en Voices of the Winds: Native American Legends (Voces de los vientos: leyendas de los nativos americanos), de Margot Edmonds y Ella Clark.
Una vez, hace mucho tiempo, un joven que se encontraba de cacería arribó a una empinada colina. Su ladera oriental caía de improviso en forma de precipicio. Al pararse en el borde notó en la base una pequeña abertura. La examinó en detalle después de bajar la pendiente y halló que en realidad la boca tenía suficiente tamaño para que la atravesaran un caballo o un búfalo. Experimentó sorpresa al constatar que en la pared se habían grabado figuras de diferentes animales.
Se asombró cuando, al entrar, vio que en suelo se encontraban dispersos numerosos brazaletes, pipas, y otros objetos que las gentes empleaban como ornamentos. Parecían ofrendas hechas a un gran espíritu.
Después de atravesar el primer salón, entró en el segundo, donde la oscuridad era tal que no podía distinguir sus manos al extenderlas ante él. Sintió temor. Abandonó con premura el lugar, retornó a su hogar y contó lo que había visto.
Al escuchar la historia del joven, el jefe eligió de inmediato a cuatro de sus guerreros más arrojados para que acompañaran al joven y averiguaran si decía o no la verdad. Al llegar al lugar, el joven se negó a entrar, puesto que a ambos lados de la entrada, ¡las figuras habían cambiado!
Los cuatro que entraron observaron que en el primer salón todo se encontraba en la manera exacta que el joven lo había descrito. Igual ocurrió al echar una primera ojeada en el segundo salón, tan oscuro que nada podía verse. Pero continuaron sus pasos, tanteando el camino por las paredes. Al fin hallaron otra entrada, o quizá una salida. Era tan estrecha que tuvieron que escurrirse de costado para atravesarla. De nuevo, palparon las paredes para descifrar el camino, hasta toparse con otra abertura. Esta se encontraba tan baja que echaron manos y rodillas al suelo y gatearon hasta acceder al siguiente salón.
Era el último. Al entrar, los sorprendió un aroma muy dulce que procedía de la dirección opuesta. En su avance sobre manos y rodillas, mientras palpaban con los dedos a su alrededor, descubrieron un hueco en la tierra. El meloso olor provenía de ese hoyo. Los cuatro guerreros sostuvieron un apurado parlamento y decidieron retornar de inmediato al campamento e informar de lo que habían descubierto.
Al alcanzar la primera sala, uno de los jóvenes dijo, «voy a tomar estos brazaletes para mostrar que decimos la verdad».
«¡No!», exclamaron rápido los otros tres. «Te encuentras en la morada de un Gran Espíritu. Puede acaecerte un accidente si tomas algo que no te pertenece».
«¡Ah!, ¡Parecen viejas, ustedes!». Tomó un precioso brazalete y se lo colocó en la muñeca izquierda.
Cuando los hombres arribaron al poblado informaron de lo que habían visto. El que portaba el brazalete lo mostró, como prueba de que habían dicho la verdad.
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Poco tiempo después los cuatro hombres salieron a preparar trampas para lobos. Como era usual, levantaron uno de los extremos de un pesado tronco, y lo calzaron por debajo con una estaca para sostenerlo. Colocaron un gran pedazo de carne a cerca de metro y medio del leño y cubrieron el espacio entre la carne y el tronco con palos y ramas. En el sitio donde habían puesto la estaca abrieron un hueco de tamaño suficiente para que cupiera el cuerpo de un lobo. Los hombres estaban seguros de que el animal olfatearía la carne y al no poder alcanzarla a causa de los palos y ramas, se apretujaría en el agujero. Luego se abriría paso para apoderarse de la carne. Cuando con su movimiento tumbara la estaca, el lobo quedaría entrampado bajo el peso del tronco.
En lo que el joven del brazalete llevaba a cabo el procedimiento con el gran pedazo de carne, el tronco le aprisionó la muñeca en la que llevaba el adorno. Incapaz de soltarse, voceó con fuerza por largo rato en busca de auxilio. Al escuchar los gritos, sus compañeros se apresuraron a asistirlo. Al levantar el leño se encontraron con que la muñeca del hombre se había roto.
«Ahora te han castigado», dijeron. «Te han castigado por sacar el brazalete de la sala de esa misteriosa colina».
Transcurrido un tiempo, un joven que se dirigió a la colina observó que en la pared estaba grabada la figura de una mujer que asía un poste con la mano. Sostenía con él un gran bulto de carne que se había colocado sobre otro poste que se había partido en dos a causa del peso de la masa. En el muro, en derredor de la figura de la mujer, había huellas de búfalo.
Al día siguiente una enorme manada de búfalos se acercó al poblado, y mataron a muchos. Las mujeres se afanaron largo tiempo en cortar y secar la carne. Hubo más carne de búfalo en aquel campamento que en ninguno otro. Mientras una de las mujeres colgaba la carne del largo poste de la tienda, el soporte se partió en dos. Por esto, tuvo que sostener la carne con otro poste, justo como mostraba el grabado visto por el joven en la misteriosa colina.
Después de aquello, las gentes acudían cada semana a visitar la colina, y allí leían las señales que regentaban sus planes. La colina ha pasado a considerarse la profeta de la banda de sioux que generación tras generación relataba esta historia.
Comentario
Como ocurre con todas las civilizaciones del mundo, pasadas y presentes, las historias de los nativos americanos sirven de entretenimiento, pero además también sirven inculcarle al público los valores culturales del pueblo. Un aspecto de interés de La colina misteriosa es la forma en que trata los conceptos de fe y de incredulidad.
La gente encuentra la colina en tres ocasiones. En la primera ocasión, el joven cazador retorna a su pueblo y cuenta lo que ha visto, pero se duda de él. El jefe elige de inmediato a cuatro guerreros para que regresen con el joven cazador y comprueben si dice la verdad. Cuando llegan, el cazador nota que las figuras grabadas han cambiado y rehúsa entrar, puesto que reconoce que se trata de un lugar sagrado. En esta segunda visita a la colina, uno de los guerreros se mofa de la recomendación de dejar el brazalete en el salón debido a que le pertenece a un gran espíritu; más tarde paga lo suyo cuando se parte la muñeca mientras colocaba trampas. Después de esto, otro joven visita la colina y tiene la visión profética de los búfalos, pero la historia no menciona si se lo había contado a alguien. No obstante, al día siguiente la profecía se vuelve realidad, después de lo cual las gentes consultan cada semana a la colina en busca de guía y orientación.
la intención de la historia es exhortar a que se escuchen los mensajes de la tierra y a que se crea en ellos.
El auditorio que escuchara esta historia se vería motivado a creer en lo que le dice desde el principio la Tierra, sin requerir más pruebas. El relato en sí sirve de comprobación de la eficacia de tener fe en lo que se predice, primero por los guerreros y luego por los grabados. La intención de la narración es exhortar a que se escuchen los mensajes de la Tierra y a que se crea en ellos sin necesidad de corroboraciones ulteriores.
La colina misteriosa trata un concepto que comprenden todas las naciones aborígenes americanas del «pasado presente»: el mundo invisible que discurre en paralelo a, y en el interior de, la realidad observable: el reino de los espíritus, de los antepasados y la voz de la Tierra que solo puede escucharse si se cree en su vitalidad y sensibilidad. El pasado siempre está presente en las creencias de los nativos americanos y está ligado de manera íntima a la tierra en la que tuvieron lugar esas experiencias anteriores. Cuando el pueblo del relato renuncia por fin a su incredulidad y acepta la realidad del mensaje de la colina, solo entonces encuentra guía y equilibrio en el lugar. Al transmitirse la narración a las generaciones posteriores, estas comprenderían el poder de aquel lugar específico y lo que tenía que contarles.
La historia también sirve para resaltar la diferencia entre la cultura de los pueblos nativos de Norteamérica y los que no lo son. Zimmerman observa:
El mensaje de gran parte de la literatura india expresa que las gentes blancas no están en comunidad de sentimientos con la tierra porque su propósito es conquistarla y dominarla, mientras que el enfoque de los nativos es escuchar lo que la tierra tiene que decir y descubrir la manera de vivir en armonía con ella. En un mundo desorientador, el objetivo de este tipo de literatura es provocar que las gentes recobren su integralidad, refiriéndose a los antiguos patrones de orden y significado preservados y apreciados en las historias contadas por la tradición oral. (265)
En el caso de La colina misteriosa, uno de los mensajes que el público podría incorporar sería el de «no seas como el hombre blanco que no puede escuchar lo que dice la Madre Tierra». Al hacer énfasis en la importancia de tener fe en lo que dice la Tierra y de mantenerse a la escucha de sus mensajes, el relato resalta el valor de los preceptos tradicionales del auditorio al que se dirige.
Conclusión
Estos valores, anota Zimmerman arriba, incluyen cuidar de la Tierra como una persona cuidaría a su propia madre. Es cierto que los nativos americanos pueden identificarse como los «primeros ecologistas», pero no como si lo hubieran sido en el pasado y hayan dejado de serlo. Los activistas de entre los nativos americanos continúan abogando por la protección del entorno y enfatizan la importancia de llevar una vida equilibrada, respetuosa de la naturaleza. Zimmerman anota:
Los indios [a lo largo de su historia] han tenido que prestar cuidadosa atención a la capacidad de la tierra de sustentarlos [y a mantener un equilibrio entre las necesidades humanas y las de la naturaleza] … Esta armonía entre los humanos y la naturaleza sufrió un cambio a causa de la colonización de Norteamérica por los europeos. Hacia finales del siglo XIX el búfalo se encontraba casi extinguido. De entonces a acá se talaron los bosques y contaminaron las aguas de las tierras tribales. Muchos indios han dado un paso al frente para denunciar esta profanación y se han convertido en elocuentes portavoces de un amplio espectro de causas contemporáneas vinculadas al medioambiente. (107)
El equilibrio entre las necesidades de las personas y las del entorno constituye otro tema fundamental de La colina misteriosa, abordado en el episodio del guerrero que roba el brazalete de la cámara de la colina. Al no respetar ni honrar lo que pertenece al mundo natural y espiritual, el guerrero trae sobre sí el castigo de la rotura de la muñeca. Por otra parte, se recompensa al joven del final de la historia al hacer que su visión se convierta en realidad, porque escucha lo que la naturaleza tiene que decir, aunque no se lo cuenta a nadie. En la actualidad, los narradores nativos americanos relatan la historia de La colina misteriosa con la esperanza de que el público del presente reconozca que el mensaje de la anécdota resulta hoy tan vital e importante, o más aún, que lo que era cuando se contó por primera vez.
¿Qué dice la leyenda sioux acerca de La colina misteriosa?
La leyenda sioux sobre La colina misteriosa aborda el encuentro con un extraño lugar que demuestra ser un oráculo de un poder superior.
¿Cuál es el tema fundamental de La colina misteriosa?
El relato de La colina misteriosa toca diversos temas, pero en lo fundamental se enfoca en la importancia superior de la fe en lo invisible sobre la incredulidad y la duda.
¿Qué relación hay entre la leyenda de La colina misteriosa con el concepto de los nativos americanos acerca de la tierra?
Los nativos americanos entendían que la tierra era una entidad viviente que "hablaba" y podía transmitir mensajes a las gentes. La leyenda de La colina misteriosa ilustra esta creencia.
¿Cuán antigua es la leyenda sioux de La colina misteriosa?
La leyenda de La colina misteriosa no se puede datar debido a que se transmitió de manera oral durante muchas generaciones hasta que se recogió por escrito en los siglos XIX y XX.
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 21 septiembre 2023. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.