La educación de las niñas en la antigua Roma

Artículo

Laura K.C. McCormack
por , traducido por Eva Beltrán García
Publicado el 06 febrero 2025
Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, neerlandés, francés, portugués
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La crianza y la educación de las niñas en la antigua Roma son asuntos que apenas se abordan en las fuentes de la Antigüedad clásica. Las jóvenes romanas de familia acomodada se casaban a una edad muy temprana, a menudo en plena adolescencia, y a las niñas, según la tradición, se las educaba únicamente para casarse y tener hijos. La educación formal de las niñas romanas, dictada principalmente por la perspectiva de un compromiso matrimonial a una pronta edad, era efímera.

"Sappho" fresco, Pompeii
Fresco de Safo (Pompeya)
Carole Raddato (CC BY-SA)

Aunque se consideraba que la educación era crucial para el progreso personal, el sistema educativo romano estaba orientado hacia la «carrera» de los jóvenes en política o en los tribunales romanos. Preparaba a los jóvenes para su entrada en la vida pública y era clave para que obtuvieran una posición destacada en el gobierno y la sociedad romanas.

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El sistema de educación romano

Se consideraba que educar a las niñas consistía más bien en inculcarles la virtud moral, la mejor preparación para la vida como esposas.

La educación formal para los niños y las niñas empezaba en torno a los siete años. Las niñas de las clases sociales acomodadas y pudientes habrían recibido una educación elemental en casa con tutores privados, al igual que los niños. No obstante, si el padre no empleaba tutores privados, los niños y las niñas podían matricularse en escuelas fuera de casa. Esta educación temprana para ambos géneros habría incluido clases de lectura, escritura, matemáticas y literatura griega y latina. Plutarco (c. 45-50 - c. 120-125 d.C.) relata cómo Pompeya, la hija de nueve años de Pompeyo, le recitaba a su padre versos de la Ilíada de Homero con orgullo (Quaest. Conv. 9.1.3).

Una vez superado este nivel elemental, los niños en torno a los 12 años continuaban sus estudios en la escuela del grammaticus, donde desarrollaban y perfeccionaban sus habilidades de expresión oral y escrita; donde además estudiaban filosofía, astronomía y ciencias naturales, y donde también comenzaban a preparar sus estudios de oratoria. Las niñas no asistían a la escuela del grammaticus. Alrededor de los 15 años, tras haber tomado la toga de adulto como parte del rito de tránsito de todo niño romano, los jóvenes proseguían sus estudios en la escuela del rhetor, donde aprendían a ser hábiles oradores y donde estudiaban derecho, política, astronomía, geografía, literatura griega y latina, filosofía y mitología. Los jóvenes adinerados podían ampliar su formación uniéndose a otros estudiantes romanos en Atenas o en otros centros intelectuales del Lejano Oriente. A los 15 años, las jóvenes romanas ya podían casarse y ser madres; si no, se las preparaba para ello.

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El camino tradicional y la educación controvertida

La identidad de la niña estaba intrínsecamente ligada a su familia o a su marido: era la hija, la esposa o la madre de alguien, y el reconocimiento de quién era se determinaba por lo bien que desempeñara estos papeles, no por los logros académicos que consiguiera. En lo que a educación respecta, se pensaba que educar a las jóvenes perturbaría o «echaría a perder» toda preparación personal para el matrimonio y la maternidad. Se consideraba que educar a las niñas consistía más bien en inculcarles la virtud moral, la mejor preparación para la vida como esposas. Los epitafios de mujeres romanas nos permiten comprender los ideales que tenían los hombres sobre las jóvenes y las mujeres, ya que muchas elegías incluían las palabras modesta, casta y ama de casa, expresiones que reflejaban la vida familiar de la antigua Roma.

Seated Female with Child
Mujer sentada con infante
Laura K.C. McCormack (CC BY-NC-SA)

Al fin y al cabo, el papel de la mujer en la antigua Roma consistía principalmente en tener hijos y ocuparse del hogar; se consideraba que una educación liberal podría distraerla de los valores tradicionales de modestia, castidad y domesticidad, lo que la convertiría en una esposa infiel o insufrible. Sin embargo, no sería del todo correcto tachar la educación de inalcanzable. Puede que la temprana edad para contraer matrimonio provocara que la educación fuese menos extensa y más azarosa, pero el acceso a una formación más amplia no tenía por qué estar fuera del alcance de las niñas. La educación de una niña dependía en gran medida de sus circunstancias, como la riqueza y la posición de su familia en la antigua sociedad romana y, por supuesto, de la disposición de la familia a destinar dinero a la educación de su hija. Si los padres así lo decidían, era posible que una joven continuase sus estudios con un grammaticus como parte de su instrucción privada.

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Se conservan pocas pruebas de la educación que recibían las niñas desde el final de la enseñanza elemental hasta el momento en que contraían matrimonio. Lo que sí sabemos es que se trataba de una educación de índole literaria, puesto que la retórica no estaba dirigida a las niñas, sino que se trataba de una disciplina masculina. La formación literaria incluía la escritura en prosa y la lectura, en especial de la poesía griega y romana. El poeta Marcial (c. 38-41 - c. 103 d.C.) consideraba que la poesía épica y trágica eran las más adecuadas para que las «muchachas» cultivasen el sentido de la conducta adecuada (Ep. 8.3.13-16). En algunos círculos, cuanto más tiempo permaneciese la joven sin casarse, más se prolongaba la instrucción literaria que recibía en casa. No obstante, incluso en las situaciones más favorables, el matrimonio a una edad temprana suponía que las jóvenes no recibían una formación tan completa como la de los varones de sus familias, que habrían continuado sus estudios durante varios años más.

¿Educar a las niñas?

El filósofo estoico Cayo Musonio Rufo (30-100 d.C.) defendió la conveniencia de que las jóvenes recibiesen una buena educación, incluida la filosofía. Musonio sostenía que, por alguna razón, se pensaba que los varones debían recibir una educación superior, pero él consideraba que se debía educar a hijos e hijas por igual. Musonio opinaba que se debía estudiar filosofía no solo para cultivar la brillantez de los argumentos o una gran inteligencia, sino también para desarrollar un buen carácter y una mente sensata. Defendía que tanto hombres como mujeres poseían las mismas virtudes y, por tanto, debían recibir la misma formación en filosofía. Sin duda, podemos considerar que las enseñanzas de Musonio merecen ser tomadas en serio como reflejo de al menos una parte de la opinión liberal y culta de la Roma de su época. Los estudios modernos sugieren que los títulos de algunas de las disertaciones de Musonio, como De si hay que educar de la misma manera a las hijas y a los hijos o Que también las mujeres han de filosofar, señalan el hecho de que estas cuestiones se debatían en Roma en aquella época. Sin embargo, Musonio se muestra reacio a cuestionar la esfera tradicional femenina: el papel de una joven seguía estando destinado por tradición a apoyar al marido y a la familia y Musonio consideraba que con un mínimo de educación filosófica se podía moldear a una hija para convertirla en la candidata ideal para el matrimonio.

Los beneficios de una educación superior para una joven o una mujer de la élite social podían, en algunos círculos, haberse considerado una ventaja.

Si se daban las circunstancias adecuadas, las jóvenes y las esposas podían procurarse una educación. En las fuentes principales se menciona a algunas muchachas de clase alta bien educadas, lo que indica que algunas hijas recibían una buena educación. Plinio el Joven (61-127 d.C.) escribió sobre Minicia Marcela, una joven de 13 años que murió poco antes de casarse: Plinio indica que había recibido una educación completa en literatura y artes liberales (Ep. 5.16) y destaca su intelecto y determinación; llama la atención que no destaque su esmerada educación como algo excepcional.

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Los beneficios de una educación superior para una joven o una mujer de la élite social podían, en algunos círculos, haberse considerado una ventaja. En algunos casos, su papel social le exigía que fuera capaz de entablar una conversación culta, que socializara con cierto nivel de confianza intelectual en presencia de según qué compañías y, lo que es más importante, que pudiera ayudar a su marido. Las muchachas casadas podían recurrir a tutores privados para ampliar su educación y algunas pudieron ampliar sus estudios gracias a la instrucción de sus maridos, que solían ser mayores que ellas. Plinio, al escribir sobre su jovencísima tercera esposa, dice que era sumamente inteligente y que se interesaba por la literatura, interés que había desarrollado gracias a la devoción que sentía por él (Epist. 4.19).

Las jóvenes también podían recurrir a la educación autodidacta: podían leer literatura, ir al teatro y a actos culturales para ampliar sus horizontes intelectuales y aprender de las mujeres mayores de su círculo. Quintiliano, retórico y pedagogo, subraya en su obra Instituciones oratorias la importancia de que los padres de su joven orador ideal estuviesen lo más instruidos posible y llega incluso a decir que no limita este comentario exclusivamente a la figura del padre (1.1.6).

Marble Bust of a Roman Woman
Busto de mármol de una romana
Osama Shukir Muhammed Amin (Copyright)

El objetivo de la educación de las niñas era permitirles ampliar las virtudes por las que serían valoradas como futuras esposas. Es cierto que, en algunos círculos, la vida de las mujeres podía ser un juego de malabares para resultar encantadoras y modestas, ayudar a la carrera de sus maridos al comportarse con gracia y dignidad y, para las mujeres que habían sido instruidas, procurar no parecer más inteligentes que sus maridos u otros hombres de su entorno.

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Séneca el Joven (c. 4 a.C. - 65 d.C.), en Consolación a Marcia, habla de la objeción de su padre a que la madre de Séneca estudiara filosofía, ya que le preocupaba que la utilizara para satisfacer su vanidad y no para su progreso académico (17.4). La preocupación por que las mujeres emplearan el intelecto para aparentar más que para profundizar era algo habitual, aunque Séneca rechaza la visión tradicional de su padre y anima a su madre a retomar los estudios. En la Sátira VI, el poeta satírico Juvenal (c. 55-60 - c. 127 d.C.) señala una parte de la sociedad en la que hay mujeres seguras de sí mismas e intelectuales, aunque no especialmente de su agrado, y se queja de la mujer molesta, culta y escandalosa que durante la cena abruma a los invitados con todo su conocimiento.

Conclusión

A pesar de las preocupaciones, una buena educación era signo de riqueza y alto estatus social. Está claro que el matrimonio a una edad temprana y la maternidad ponían fin a la educación elemental de las niñas, pero tanto si era deseo de los padres de la niña o de su marido, la educación posterior seguía siendo una posibilidad. Las jóvenes de algunas familias de la élite podrían haber continuado con sus estudios si se esperaba que fueran compañeras informadas de sus maridos mayores. Los padres de las familias de élite competitivas o de las clases dirigentes procuraban alianzas matrimoniales para sus hijas con el fin de promover sus propios intereses personales o políticos, por lo que aumentar los conocimientos intelectuales de sus hijas ante la posibilidad de establecer determinadas alianzas habría sido beneficioso. El general y estadista romano Pompeyo (106-48 a.C.) tenía una esposa más joven, a la que Plutarco describe como una mujer versada en literatura, en el manejo de la lira y en geometría, además de no ser ajena a los discursos filosóficos (Pomp. 55.1). En la familia imperial, Julia (39 a.C. - 14-15 d.C.), la infame hija independiente del emperador romano Augusto (r. 27 a.C. - 14 d.C.), así como Agripina la Mayor (c. 14 a.C. - 33 d.C.), nieta de Augusto, fueron reconocidas por sus habilidades para la escritura y la composición.

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Sobre el traductor

Eva Beltrán García
Eva tiende puentes entre lenguas y culturas. Traductora de inglés e italiano a español, cuenta con un Máster de Traducción para el Mundo Editorial. Le chifla leer, los idiomas y aprender curiosidades históricas y artísticas.

Sobre el autor

Laura K.C. McCormack
A Laura Kate C. McCormack le gusta investigar y mucho de su tiempo lo dedica a trabajar en proyectos y a viajar a través de Italia. Se interesa principalmente en las lápidas funerarias romanas.

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McCormack, L. K. (2025, febrero 06). La educación de las niñas en la antigua Roma [Education for Girls in Ancient Rome]. (E. B. García, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2629/la-educacion-de-las-ninas-en-la-antigua-roma/

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McCormack, Laura K.C.. "La educación de las niñas en la antigua Roma." Traducido por Eva Beltrán García. World History Encyclopedia. Última modificación febrero 06, 2025. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2629/la-educacion-de-las-ninas-en-la-antigua-roma/.

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McCormack, Laura K.C.. "La educación de las niñas en la antigua Roma." Traducido por Eva Beltrán García. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 06 feb 2025. Web. 26 mar 2025.

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