El héroe mitológico panhelénico Jasón se hizo famoso por su expedición con los argonautas, como se conocía a la tripulación de su barco, el Argo, en busca del Vellocino de oro en la Cólquide, en el mar Negro, una de las leyendas más populares y duraderas de la mitología griega. Puede que el mito refleje algunas expediciones históricas llevadas a cabo por la civilización micénica en el siglo XIII a.C. cuando exploraron las tierras al este del mundo griego.
La juventud de Jasón
Se decía que Jasón fue educado por Quirón, el sabio centauro, en los bosques del monte Pelión. Fue su padre, Esón, quien le encargó la enseñanza al centauro. Pelias, el hermano pequeño de Esón, le había usurpado el trono de Yolco en Tesalia. Cuando llegó a la edad adulta, Jasón participó en la celebrada caza del jabalí de Calidón junto con otros muchos héroes griegos como Teseo, los Dioscuros, Atalanta y Meleagro. Esta enorme criatura estaba aterrorizando la ciudad de Calidonia y el área circundante de Etolia, después de que lo enviara la diosa Artemisa para castigar a Eneo, el padre de Meleagro, por su falta de reverencia al no ofrecerle sacrificios a la diosa.
Cuando cumplió 20 años, Jasón regresó por fin a Yolco para reclamar su reino. En el viaje de vuelta, en algún momento Jasón perdió una sandalia y cuando volvió a entrar en la ciudad Pelias lo vio y se acordó de que hacía algunos años un oráculo le había dicho que perdería la vida a manos de un hombre con una sola sandalia. Al identificar a Jasón como el hombre del oráculo, decidió mandar al héroe en una expedición imposible y probablemente fatal para que trajera de vuelta a Yolco el legendario Vellocino de oro.
El Vellocino de oro
El Vellocino de oro provenía de un carnero alado que pertenecía al dios Hermes. La diosa Néfele envió a este carnero a rescatar a sus hijos, Frixos y Hele, de ser sacrificados porque su celosa madrastra, Ino, había puesto a la gente de Tebas en su contra. El carnero logró salvarlos justo a tiempo y se fue sobrevolando el mar con Frixos y Hele. Por desgracia, durante el vuelo, Hele se cayó del carnero y se precipitó al mar. El lugar en el que cayó, hoy en día los Dardanelos, se llamaría desde entonces Helesponto. Sin embargo, Frixo llegó sano y salvo a la Cólquide, en el mar Negro, y en agradecimiento a los dioses, sacrificó al carnero y dejó el vellón dorado en un bosque sagrado del dios Ares donde se puso una serpiente terrible para vigilarlo.
El Argo
Jasón era el favorito de la diosa Atenea y ella fue la primera en ayudar con la expedición, ya que le pidió al gran artesano, Argos, que construyera un barco rápido y resistente que llevara al héroe a través de los mares hasta la Cólquide. El barco, que se dice que fue el primer barco largo griego, recibió el nombre de su constructor e incluso tenía un tablón de madera sagrada con el don de la palabra que habían tomado del santuario de Zeus en Dodona. El Argo podía transportar a 50 remeros, y Jasón lo llenó con una tripulación de héroes griegos. Entre los más famosos se encuentran Hércules de Beocia, los gemelos Dioscuros de Esparta, Meleagro de Calidonia, Peleo de Tesalia, Anfiarao de Argos, Calais y Zetes, los hijos de Bóreas (el viento del norte) y Orfeo de Tracia.
En su viaje a la Cólquide los argonautas vivieron muchas aventuras. Una de las más notables fue el rescate de Fineo de las arpías en Salmidesos en Tracia. Zeus había enviado a estas temibles criaturas aladas a atormentar al ciego Fineo como castigo por cegar a sus propios hijos siguiendo el consejo de la malvada madrastra de los chicos. Zetes y Calais, que también tenían alas, persiguieron a las arpías, o las mataron, ganándose así la gratitud de Fineo. Este a cambio les dio vientos favorables y les aconsejó sobre la mejor ruta a seguir hasta la Cólquide. Sufrieron más distracciones en la isla de Lemnos, donde las mujeres del lugar querían atrapar a los héroes, en la isla de los Doliones, donde fueron atacados por gigantes salvajes y en la isla de Misia, donde Hércules se salió de la expedición para ir a buscar a su amante, Hilas, que había sido raptada por ninfas del agua.
La Cólquide y el rey Eetes
Cuando por fin llegaron a la Cólquide, el rey Eetes, como es comprensible, no quería entregarle el vellocino a Jasón sin pelear por él. En vez de eso le prometió dárselo solo si llevaba a cabo varias tareas especialmente difíciles y peligrosas. Lo que tenía que hacer era arar un campo con dos toros que escupían fuego y plantar los dientes de una serpiente, para después luchar contra los gigantes que salieran de los dientes mágicos. Por suerte para Jasón, Medea, la hija de Eetes, lo ayudó. Una vez más, Atenea intervino y envió a Eros a hacer que Medea se enamorara del héroe. Medea conocía las artes mágicas y le dio una poción a Jasón para protegerlo del fuego de los toros. Además, le dijo que arrojara una piedra entre los dos gigantes para que se pelearan entre ellos en vez de luchar con él.
A pesar de lograr cumplir con las tareas, el rey Eetes se negó a darle a Jasón el vellocino, e incluso intentó quemar el Argo. Sin embargo, Medea le enseñó a Jasón dónde estaba en bosque sagrado y le dio otra poción con la que drogar a la serpiente que guardaba el vellocino de oro. Jasón se llevó el vellocino de vuelta al Argo y los soldados del rey lo persiguieron, pero Medea los hizo demorarse, llegando a matar a su hermano Apsirto para ello, y huyó de la Cólquide con los héroes.
El viaje de regreso
El viaje de vuelta a Yolco se alargó tanto como el de ida y los héroes volvieron a vivir muchas aventuras. Uno de los episodios más notables fue el encuentro con Talo, el hombre de bronce que Hefesto le regalara al rey Minos, y que corría en torno a la isla de Creta tres veces al día haciendo guardia. Talos intentó evitar que los Argonautas desembarcaran, haciendo enfadar a Medea. Esta acabó con él con otra de sus pociones.
Cuando los héroes llegaron triunfantes a Yolco, aún después de entregarle el vellocino de oro a Pelias, este se negó a renunciar al trono, y se descubrió que incluso había conspirado para matar al padre de Jasón, Esón, mientras el héroe estaba fuera. Así que Medea hizo otra poción, esta vez para convencer a las hijas de Pelias de que si descuartizaban a su padre y lo hervían en la poción entonces sería eternamente joven. Las hijas lo hicieron y, obviamente, Pelias nunca volvió a la vida. Sin embargo, Jasón no se convirtió en rey, sino que decidió instaurar al hijo de Pelias, Acastos, como el nuevo gobernante. Jasón, después de casarse con Medea, se marchó para asentarse en Corinto, que Eetes había heredado de su padre, Helios. La pareja tuvo tres hijos y vivió felizmente durante diez años, hasta que Jasón quedó cautivado por los encantos de Glauca (o Creúsa), la hija de Creonte, el rey de Corinto. Celosa, Medea se vengó asesinando a Glauca (con un manto y una corona envenenados) y a sus propios hijos y huyó a Atenas, según algunas historias en un carro volador tirado por dragones. Este final trágico del mito es el tema de Medea, la tragedia de Eurípides.
Vínculos con la realidad
El mito de Jasón y el vellocino de oro puede que tenga su explicación en las primeras expediciones griegas a Oriente en torno al siglo XIII a.C., en el cénit de la civilización micénica. La historia también tiene ciertas similitudes con un mito hitita sobre un vellocino y el dios Telipinu. Una tercera conexión con Oriente son los indicios históricos que sugieren que el área de la Cólquide cerca de la cordillera del Cáucaso era rica en oro, que a menudo se sacaba de los ríos con pieles de cordero.
El mito en el arte griego
Los mitos sobre Jasón eran un tema popular en el arte de la antigua Grecia. La antigüedad del tema queda patente gracias a una escena en un alabastrón corintio del siglo VII a.C. La representación más antigua del Argo procede de una metopa fragmentaria del Tesoro de los Sicónicos en Delfos, hacia el año 570 a.C. La presencia de varias escenas del mito en la cerámica ática, laconiana, corintia, calcídica y del sur de Italia a lo largo de los siglos V y VI a.C., y la narración de la historia en la Argonáutica de Apolonio de Rodas en el siglo III a.C., son pruebas del enorme y duradero atractivo de este héroe verdaderamente panhelénico.