Los bataneros de la antigua Roma eran los lavanderos que lavaban la ropa de la ciudad y terminaban de procesar la tela que después se usaba para hacer ropa, mantas u otras prendas necesarias. No tenían la mejor de las reputaciones porque usaban orina humana y animal como detergente, pero se contaban entre trabajadores mejor pagados de la ciudad.
El trabajo de batanero tenía una larga historia que se remontaba a Mesopotamia mucho antes de 1600 a.C., cuando se nombra célebremente en la comedia sumeria En la lavandería. Este trabajo era de los más esenciales en Egipto, tenía la misma importancia en Grecia, y se menciona en la Biblia donde, entre otras referencias, se cita a los bataneros en la Transfiguración de Jesús en Marcos 9:3, cuando sus ropas se volvieron de un blanco resplandeciente, "como ningún batanero del mundo podría dejarlas". Este verso hace referencia a la responsabilidad principal de los bataneros: lavar la ropa; y para dejarla tan blanca como fuera posible usaban la orina como un blanqueador natural.
La orina se recogía de los baños públicos, y su casi obsesión por reunir toda la orina posible los acabó relacionando con los desperdicios y la suciedad mucho más que con la limpieza. La orina se vertía en una cuba con la ropa y los bataneros (o sus esclavos) pisaban la tela, igual que lo haría hoy en día una lavadora, para quitar las manchas y los olores. Esta profesión estuvo vigente, sin cambiar la forma en que limpiaban la ropa ni los detergentes, durante cientos de años tras la caída del Imperio romano y hasta la edad moderna, cuando la orina se sustituyó por jabón. Los lavanderos de hoy en día continúan con esta antigua tradición, que es una de las más antiguas del mundo.
Ropa y lavandería romana
Los romanos de la clase alta tenían muy presente que su ropa reflejaba su estatus, por lo que se preocupaban de cultivar una imagen pública impresionante. Incluso sus sirvientes y esclavos vestían bien, y parece ser que las clases bajas también eran conscientes de la importancia de lucir el mejor aspecto posible en público. Se cree que la ropa romana se desarrolló a partir de la ropa griega, lo que permitía crear varios estilos a partir de una sola prenda que se podía llevar de varias maneras diferentes.
Al igual que en Grecia, la ropa en Roma era unisex, y los niños sencillamente llevaban versiones más pequeñas de la ropa de los adultos (normalmente, una simple túnica tanto para niños como para niñas). Las ropas básicas eran:
Ropa interior: calzones para hombres y mujeres y una banda parecida al strophion griego para las mujeres que sujetaba el pecho y se ataba a la espalda.
Túnicas: prendas hasta la rodilla sin mangas que se ataban a los hombros con un broche, o se cosían, y ceñidas a la cintura con un cinturón de tela o cuero. Algunas túnicas llegaban hasta el suelo y tenían mangas largas, pero la mayoría se llevaban cortas para dar más libertad de movimiento. La túnica blanca básica se teñía para indicar el estatus y la ocupación de la persona, al igual que la toga, y los miembros de los equipos deportivos se teñían las túnicas todas del mismo color (así como algunos de sus seguidores). Algunos estilos de túnicas, con mangas más largas y diferentes cuellos, eran más comunes entre las prostitutas, que puede que también las tiñeran para llamar la atención.
Pantalones: normalmente solo los llevaban los soldados, especialmente la caballería, y los gladiadores.
Togas: esta prenda exterior muy conocida de la clase alta romana, normalmente asociada con los hombres pero que también llevaban las mujeres. La toga se llevaba por encima de la túnica o sola. Los expertos Lesley y Roy A. Adkins comentan:
La toga era una prenda cara y pesada de lana blanca natural fina, y los bataneros tenían que limpiarla a menudo. Tenía una forma más o menos semicircular, de unos 5,5 metros (18 pies) de ancho y 2,1 metros (7 pies) de largo. Se envolvía sobre el cuerpo de una manera complicada, y varios emperadores tuvieron que publicar decretos que obligaban a su uso en ocasiones públicas [porque suponían un gran esfuerzo]... La toga mostraba las diferencias del orden social. La toga praetexta (toga con borde) tenía una franja púrpura y la llevaban los magistrados. (344)
Las demás togas tenían franjas de otros colores que indicaban el estatus social del portador. Una mujer soltera de la clase alta habría llevado una túnica hasta la pubertad, que era cuando se esperaba que dejara de lado todas las cosas relacionadas con la infancia y se convirtiera en mujer. A partir de entonces, llevaría una toga blanca sencilla, quizá por encima de una túnica. Las mujeres casadas llevaban una túnica bajo un vestido de cuerpo entero conocido como stola o estola. Adkins comenta:
Las mujeres también llevaban capas. Las ropas de los pudientes se hacían de textiles finos, como muselinas o sedas, y eran de colores vivos. En algunas zonas, las mujeres también llevaban sombreros ajustados y redecillas. (345)
Por supuesto los hombres también llevaban capas de lana o cuero, que al igual que todas las demás prendas mencionadas, había que limpiar regularmente. Los romanos ni se bañaban ni hacían la colada en casa. La mayoría de los ciudadanos no habría podido hacerlo incluso si hubiera querido porque la gente vivía en edificios de apartamentos (insula) que a menudo eran oscuros, con poca ventilación y en la mayoría de los casos no tenían agua corriente. Los acueductos que traían el agua a la ciudad normalmente desembocaban en fuentes públicas, estanques, negocios y termas, no en residencias privadas.
Por lo tanto, todos los habitantes libres de la ciudad tenían que llevar la ropa a lavar a los bataneros, pero a parte de su función primaria los bataneros también teñían las túnicas, las capas y las togas, plisaban la estola de las mujeres casadas y terminaban el proceso de preparación de las telas que luego se usaban para hacer prendas de ropa o revestir una prenda de fieltro para hacerla impermeable.
El proceso
Se recurría a los bataneros para todas estas tareas, pero la principal era limpiar la ropa. El proceso constaba de tres pasos que básicamente son los mismos que hoy en día, solo que se hacían con materiales diferentes. Un cliente llevaba la ropa a la fullonica (en plural: fullonicae), se la entregaba al batanero (en latín: fullones, el que limpia o blanquea la ropa) y le daba instrucciones sobre lo que quería que hiciera, ya sea con cada prenda o con todo el conjunto.
El batanero era el único responsable de la ropa mientras estaba en su poder y si la perdía o la estropeaba la ley decía que tenía que proporcionar una nueva, lo que podía resultar caro. La ropa de cada cliente se mantenía junta durante todo el proceso para que no se mezclara con la de otro y acabara en manos de la persona equivocada una vez terminado el proceso. La ropa de lana en especial se trataba con cuidado porque pensaban que perdía su calidad inicial tras el primer lavado e iba perdiendo calidad cada vez que se volvía a llevar al batanero. Aun así, los clientes seguían llevando la ropa a las tiendas sencillamente porque no tenían otra opción. Roma no era ni la ciudad más limpia ni la que mejor olía, y las tiendas de los bataneros funcionaban casi todos los días del año excepto durante algunos festivales. Una vez que el batanero aceptaba la ropa, empezaba el proceso:
Lavado: El batanero ponía la ropa en una cuba, o varias, ancladas al suelo o sobre una plataforma; añadía el agua y la orina y después se metía él mismo en la cuba. Las cubas estaban separadas las unas de las otras por paredes bajas que el batanero podía usar para mantener el equilibrio mientras pisaba la ropa una y otra vez, descalzo. No se sabe cuánto duraba el proceso de lavado.
Aclarado: Después, se sacaba la ropa y se escurría, bien a mano o con una prensa, y después se golpeaba con una vara para quitar cualquier resto de suciedad. Después se echaba en cuencos de aclarado, en los que se vertía agua limpia del sistema central de la ciudad. Si todavía había manchas aparentes, se volvía a empezar el proceso y si todo estaba limpio, se pasaba al área de secado.
Secado: La ropa se volvía a escurrir bien a mano o con una prensa, y después se extendía en rejillas en un área al aire libre para secarla. Mientras se secaba, los bataneros cepillaban la ropa para quitarle la pelusa, y la ropa blanca se colocaba en armazones de mimbre sobre azufre ardiente para blanquearla. La ropa de colores se frotaba con una sustancia natural conocida como "tierra de batanero", que ayudaba a restaurar el color, mantenía la calidad de la tela y eliminaba cualquier mancha restante. Una vez que la ropa blanca estaba blanqueada, también se frotaba con tierra de batanero.
Cuando ya estaba limpia y seca, cabe suponer que la ropa se etiquetaba con el nombre del cliente para que este la recogiera o para entregársela en su casa, dependiendo de lo acordado. Después, el batanero continuaba el proceso con el siguiente cliente. Obviamente, las cubas para teñir las prendas eran distintas a las que se usaban para lavar o aclarar la ropa, y también había otra área distinta para fieltrar la tela. En las lavanderías grandes, había muchos trabajadores lavando, aclarando, secando, tiñendo y fieltrando, todo a la vez, pero incluso en los locales más modestos normalmente había varios esclavos que eran los que hacían el trabajo propiamente dicho mientras que el dueño se encargaba de las relaciones públicas y de llevar el negocio.
La Fullonica de Stephanus
La tienda de este tipo que mejor se conserva hoy en día es la Fullonica de Stephanus descubierta en Pompeya entre 1912-1914. Esta fullonica fue descubierta durante las excavaciones de la avenida Via dell'Abbondanza, una de las calles principales de la ciudad, y es uno de los negocios en el conjunto de edificios conocido hoy en día como Manzana 6. En esta manzana había casas privadas, algunas de dos pisos, que daban al frente a la Via dell'Abbondanza y en la parte posterior a unos jardines y una calle pequeña.
En ambos extremos de la manzana había dos tiendas de propósito desconocido, que posiblemente pertenecían y regentaban o alquilaban los residentes de las casas conectadas con ellos. Junto a la fullonica había un termopolio, un restaurante de comida rápida, que tenía una sección equivalente a un bar de aperitivos actual en el frente y un comedor en la parte trasera. Se cree que el termopolio pertenecía al residente de la casa contigua, cuya puerta daba directamente al establecimiento y cuya puerta trasera conducía a los jardines y la calle pequeña tras el edificio.
Las excavaciones del lugar sugieren que la fullonica había sido un hogar, con el nivel inferior anexo a la misma, que pertenecía a un tal Stephanus. El experto Brian K. Harvey escribe:
El establecimiento tenía la distribución típica de una casa, pero se añadieron cubas para lavar la ropa en el atrio y el peristilo de la casa, lo que indica que se reconvirtió de hogar a lavandería. (169)
Claramente, Stephanus era un gran hombre de negocios, ya que los indicios señalan que tenían varios empleados, o esclavos, que hacían el trabajo de lavandería mientras Stephanus se dedicaba a llevar el negocio, siguiendo el modelo típico de una fullonica. La página oficial de Pompeya concuerda con la conclusión de Harvey en que la tienda era una casa reconvertida, y también apunta que las excavaciones sacaron a la luz los restos del dueño:
Este establecimiento, diseñado para lavar la ropa sucia y limpiar la grasa de la tela que se acababa de confeccionar se construyó hacia finales de la vida de la ciudad y transformó la estructura de la casa original en un atrio. En el centro del atrio se colocó una cuba grande... y sobre ella se colocó un tragaluz para utilizar la parte superior a modo de terraza para secar la colada. También se instalaron otras cubas en el jardín trasero de la casa. Cuando las excavaciones expusieron la colada, se encontró un esqueleto cerca de la entrada con un botín de monedas. Basándonos en las inscripciones electorales, se supone que Stephanus era el dueño de la lavandería que murió durante la erupción del 79 d.C. mientras intentaba escapar con sus últimas recaudaciones. (1)
La Fullonica de Stephanus es una lavandería industrial típica de la antigua Roma, tal y como indican otras excavaciones en la propia Roma y en Ostia. En Pompeya se han descubierto otras diez fullonicae, casi todas más pequeñas que la de Stephanus, lo que sugiere que puede que su establecimiento fuera el más popular y rentable. Su ubicación, en la bulliciosa Via dell'Abbondanza, sería comparable a cualquier negocio popular en un centro comercial o una calle principal hoy en día.
El estatus social de los bataneros
Aunque los bataneros realizaban un trabajo esencial para la gente de la ciudad, en general estaban mal considerados principalmente por su aparente preocupación por adquirir orina. Harvey apunta:
El detergente más importante usado en el proceso de lavandería era la orina animal y humana por su cualidad de agente blanqueador natural. La orina se recolectaba en los urinarios públicos, unas jarras pequeñas colocadas en las calles por toda la ciudad. La orina era muy valiosa para los bataneros, y el celo con el que la utilizaban era una de las razones principales de la mala reputación que tenían como personas non gratas. En realidad, la orina que necesitaban los bataneros era tan valiosa que el emperador Vespasiano puso un impuesto por usarla. (209)
A pesar de todo, muchos bataneros llevaban vidas acomodadas y tenían suficientes ingresos como para contribuir a las construcciones públicas y los festivales. La deidad patrona de los bataneros era Minerva por su asociación con el telar y las artesanías, y los bataneros celebraban su festival de Quinquatria en sus establecimientos cada año el 19 de marzo (o del 19 al 23 cuando se extendía) y podían contribuir en las celebraciones con comida y bebida. Los bataneros también tenían suficiente poder como para crear su propio gremio y establecer sus propios precios. Harvey apunta:
A pesar de la mala reputación de los que trabajaban en este gremio, era un sector próspero en la antigua ciudad... Muchos eran lo suficientemente ricos como para poder permitirse un enterramiento digno para ellos y sus familias. (209)
La ubicación y el tamaño de la lavandería de Stephanus es el mejor ejemplo de lo bien que le podía ir a un batanero, pero no es el único. Todos los ciudadanos libres de Roma, y del resto del Imperio romano, tenían que lavar la ropa y, tal y como se ha mencionado, no podían, o querían, hacerlo ellos mismos. No sabemos cuánto cobraba un batanero por sus servicios, pero todos los indicios sugieren que ganaban bien.
Conclusión
La profesión de batanero no es más que una de entre varias ocupaciones esenciales para Roma que, aunque los demás ciudadanos las despreciaban, eran básicas para la ciudad. Por ejemplo, a los trabajadores de la limpieza, que limpiaban las calles y mantenían el alcantarillado, también se los despreciaba socialmente o como mínimo eran el objetivo de burlas; pero eran una parte esencial del complejo industrial urbano, que no podría haber funcionado tan bien como lo hacía sin ellos. Adkins escribe:
La mayoría de industrias romanas eran como artesanías bien organizadas y no había distinción alguna entre una artesanía y una industria. Requerían mucha mano de obra, a menudo muy cualificada, y estaban localizadas, aunque algunos productos se comerciaban ampliamente. La organización variaba de unas industrias a otras, desde la producción a gran escala para el comercio hasta la producción a muy pequeña escala para satisfacer la demanda local en lo que hoy consideraríamos un sector artesanal. (314)
Los bataneros se ajustan a la descripción de Adkins de la industria romana a todos los niveles, ya que una fullonica podía ser grande, abastecer un área grande, o ser un establecimiento pequeño que solo se encargaba de la ropa del vecindario. Era una parte tan integral del funcionamiento de la ciudad que, tras la caída del Imperio romano de occidente en torno a 476 d.C. los bataneros siguieron funcionando en Roma como lo habían hecho antes. Esta industria no solo sobrevivió, sino que perduró durante siglos tras sustituir la orina por jabón y detergente en algún momento durante el Renacimiento. Hoy en día este oficio se sigue ejerciendo con orgullo y sus trabajadores saben que son tan indispensables para su clientela como los bataneros de la antigua Roma lo eran para la suya.