Ramsés II (El Grande, 1279-1213 a.C.) gobernó Egipto durante 67 años. Hasta la fecha, el panorama egipcio todavía mantiene testimonios de la prosperidad de su reinado en los templos y monumentos que construyó en honor a sus conquistas y logros. No hay ningún sitio antiguo en Egipto que no mencione el nombre de Ramsés II y su relato legendario de la Batalla de Kadesh de 1274 a.C. Sin embargo, entre sus mejores hazañas como faraón no se encuentra un acto de guerra sino de paz: la firma del primer tratado de paz de la historia.
Si bien existe un tratado anterior conocido como Tratado de Mesilim, entre las ciudades mesopotámicas de Umma y Lagash, fechado en 2550 a.C., el consenso de los académicos rechaza a este como un verdadero tratado de paz y lo define como un Tratado de Delimitación (es decir, un tratado que establece fronteras y límites). Además, como el Tratado de Mesilim es en realidad un acuerdo escrito entre los dioses de Umma y Lagash y no entre los gobernantes de la ciudad o los representantes de esos gobernantes, no puede considerarse como un tratado de paz real. El Tratado de Kadesh de 1258 a.C., entonces, tiene la distinción de ser el primer tratado de paz del mundo.
La Amenaza Hitita
En el quinto año de su reinado, el joven faraón Ramsés II marchó desde su ciudad Pi-Ramsés ("La Casa de Ramsés") hacia Siria para asegurar la ciudad de Kadesh, una parada valiosa en las rutas comerciales de aquel entonces. El rey de los hititas Muwatalli II (1295-1272 a.C.) había estado realizando incursiones regulares en territorio egipcio durante algún tiempo y, después de haber fortificado Kadesh, se había convertido más en una amenaza que en una molestia para Ramsés II.
Los Hititas de Anatolia habían ido creciendo en poder desde el segundo milenio a.C., hasta que, alrededor de 1530 a.C., reemplazaron a Babilonia como un reino destacado y comenzaron a probar la fuerza de su vecino país Egipto. Algunas cartas de intención fueron enviadas al faraón Akenatón (1353-1336 a.C.) perteneciente a la XVIII dinastía, pero nunca respondió ni se dió cuenta de la actividad hitita a lo largo de sus fronteras. El General de Akenatón, Horembeb (quien se convertiría en faraón de 1320 a 1292 a.C.), había llevado a cabo una campaña sin éxito contra los hititas y en la época de gobierno de Tutankamón (sucesor de Akenatón en 1336 a.C.), se habían vuelto aún más poderosos y eran lo suficientemente audaces como para fortificar las regiones en las fronteras de Egipto o cerca de ella.
Cuando Horembeb se convirtió en faraón en 1320 a.C., inició una política más agresiva contra los hititas y aseguró las fronteras de Egipto, pero nunca resolvió definitivamente el problema de las incursiones hititas. Seti I (1290-1279 a.C.) había asegurado Palestina y Kadesh para Egipto pero, contento con la victoria, no había tomado ninguna medida para mantener la ciudad en su poder. Ahora Ramsés II, de la XIX dinastía tenía que hacer frente al problema de la invasión hitita y en 1274 a.C., reunió a sus fuerzas en Pi-Ramsés para expulsar a los hititas de Kadesh y derrotar a su ejército.
Ramsés a la Marcha
Montado en su carruaje, a la cabeza de cuatro divisiones (20,000 hombres) Ramsés II, completamente confiado en que obtendría la victoria, marchó con su primera división, lo hizo con tanta rapidez que pronto dejó atrás a las otras tres. Cerca de Kadesh, dos beduinos fueron apresados e interrogados para conocer sobre el paradero de Muwatalli II y su ejército; ellos respondieron que el ejército no estaba cerca de Kadesh y que Muwatalli II temía por el poder de Egipto y del joven faraón. Los beduinos en realidad eran espías colocados por los hititas y Muwatalli II ya había fortificado Kadesh con carruajes (3,500 de ellos) y la infantería (37,000 hombres) los estaba esperando justo encima de la siguiente colina.
RamsÉs montó su carruaje a la cabeza de 20,000 hombres, completamente confiado en que obtendría la victoria.
De acuerdo a algunos escritos sobre la batalla, Ramsés II capturó a varios espías más que revelaron la desagradabe verdad de su situación, pero la inteligencia llegó demasiado tarde. En su celo por asediar Kadesh y conquistar al rey de los hititas, Ramsés II se había separado del resto de su ejército. Rápidamente envió mensajeros a las otras tres divisiones justo antes de que los carruajes hititas chocaran contra su campamento. Ramsés II describe su situación en el Poema de Pentaur, el cual, junto con el Boletin, dan el relato egipcio de la batalla:
Ninguno de mis príncipes, de mis jefes y de mis principales estuvo conmigo, ni un capitán ni un caballero; porque mis guerreros y carruajes me habían dejado a mi suerte, nadie estaba allí para tomar parte en la lucha... Aquí estoy, completamente solo; no hay nadie a mi lado, mis guerreros y carruajes temerosos, me han abandonado, nadie oyó mi voz cuando a los cobardes, yo, su rey, pedí socorro. Pero descubro que la gracia de Amón es mucho mejor para mí que un millón de hombres de guerra y diez mil carruajes.
La División Ptah llegó a tiempo para evitar una derrota completa del ejército egipcio y Ramsés II dirigió personalmente al resto de la División Amón repetidamente en la batalla, haciendo retroceder a las fuerzas hititas al río Orontes, donde muchos se ahogaron. En este punto Muwatalli II solo necesitaba marchar desde las murallas de Kadesh para atrapar a las fuerzas de Ramsés II entre su ejército por el río y su avanzada pero, por razones desconocidas, decidió permanecer en la ciudad y nunca comprometió a sus tropas de reserva a la batalla.
Victoria Egipcia
Ramsés II proclamó una gran victoria en Kadesh e hizo que un escriba anotara su relato de la gloriosa batalla; el relato de Muwatalli II difería considerablemente, sobre todo por el hecho de que calificó a la Batalla de Kadesh como una victoria hitita. Ramsés II fracasó en alcanzar su objetivo de asediar a la ciudad, pero destrozó al ejército hitita en el campo, mientras que Muwatalli II retuvo el control de Kadesh pero no pudo aplastar a los egipcios como esperaba. Una de las razones de este fracaso, aparte de su extraña falta de voluntad para enviar tropas de reserva, fue el carruaje de los egipcios, de dos hombres, más rápido y ágil, en comparación con el carruaje hitita de tres hombres que lo hacía más pesado.
Después de la muerte de Muwatalli II, Hattusili III (quien falleció en 1237 AEC) tomó el trono del Imperio Hitita y fue bajo su reinado que el primer tratado de paz de la historia fue firmado en 1258 a.C. en el cual se lee,
Ramsés, el gran rey, el rey del país de Egipto, nunca atacará al país de Hatti para tomar posesión de una parte (de este país). Y Hattusili, el gran rey, rey del país de Hatti, nunca atacará al país de Egipto para tomar posesión de una parte (de ese país).
La Batalla de Kadesh, hoy considerada como un empate por los dos bandos, fue el principio del fin de las hostilidades entre las dos naciones en las que, eventualmente, los dos reyes llegaron a darse cuenta de que ninguno podía sacar una ventaja sustancial del otro y que el mejor camino a elegir era el camino de la paz. Luego de esto los hititas y los egipcios entablaron una nueva relación entre ellos en la que compartieron sus conocimientos y experiencias, en lugar de intercambiar golpes en el campo de batalla.
Los hititas eran expertos en metalurgia y enseñaron a los egipcios cómo fabricar armas y herramientas superiores, mientras que los egipcios, maestros de la agricultura, compartieron sus conocimientos con los hititas. Las dos naciones continuarían una relación de beneficio mutuo hasta la caída del Imperio Hitita en 1200 a.C. a través de los ataques combinados e implacables de los Pueblos del Mar, los Asirios y la tribu conocida como Kaska. Sin embargo, la relación pacífica y productiva entre las dos naciones permitió a ambos mejorar la vida de sus pueblos y las economías de las naciones en lugar de desperdiciar sus recursos en la guerra.