Aunque sin duda existen diferencias entre los sistemas filosóficos oriental y occidental, ambos persiguen el mismo objetivo: aprehender la verdad y entender cuál es la mejor manera de vivir la vida. La erudición moderna hace una distinción formal y arbitraria entre los dos, lo cual resulta innecesario, además de que erige una frontera artificial entre ambas tradiciones.
Desde que los investigadores y académicos de occidente «descubrieron» la filosofía oriental en los siglos XVIII y XIX, muchos institutos y universidades han mantenido una división arbitraria entre «filosofía occidental» y «filosofía oriental», como si estos dos sistemas ofrecieran visiones radicalmente opuestas del mundo.
No existe división entre las filosofías oriental y occidental en lo relativo a los conceptos básicos de lo que significa ser un ser humano. El objetivo fundamental de la filosofía es que cada quien halle un sentido a la vida y que su camino tenga un propósito; no existe diferencia sustancial entre las filosofías oriental y occidental respecto a estas nociones.
El propósito de la existencia humana
Las semejanzas entre las filosofías de oriente y occidente exceden todas las diferencias que los escritores y conferencistas de la actualidad mencionan acerca del tema. La desigualdad que con mayor frecuencia se cita es que la filosofía occidental es «fragmentaria», mientras la oriental es «holística». El popular escritor Sankara Saranma, autor del libro Dios sin religión (God Without Religion) es ejemplo de ello al aseverar que la filosofía oriental se ocupa del conocimiento general, mientras que la filosofía occidental se enfoca en el conocimiento específico. La afirmación se refiere a la idea popular de que la filosofía oriental, en específico la china, se ocupa de la existencia humana como un todo, mientras la filosofía occidental, comenzando por los griegos, solo se enfoca en ciertos aspectos de la condición humana.
Eruditos académicos mencionan como ejemplo que las Analectas de Confucio tratan tanto de la vida interior como de la vida exterior de la persona (holística), mientras los trabajos de Aristóteles enfatizan cómo cada quien debe conducirse a sí mismo para vivir de manera satisfactoria entre los demás (fragmentaria). Algunos afirman que el interés de Mo-Ti se dirige a una comprensión holística de nuestro yo y de nuestro entorno, en tanto que un filósofo occidental como Platón coloca el acento en los objetivos específicos en los que debemos concentrarnos para descubrir lo que es verdadero y real en la vida.
Estas diferenciaciones son arbitrarias y extravían por completo los objetivos, en esencia idénticos, de las filosofías oriental y occidental. Más aún, tales distinciones distorsionan la forma en que se percibe la historia, puesto que una vez que se acepta la existencia de una diferencia fundamental entre oriente y occidente, puede tenderse a interpretar que la historia de cada cultura es radicalmente diferente a las demás. De hecho, los seres humanos son en esencia iguales en todas partes del mundo y solo difieren en cuanto a detalles y costumbres, algo que las filosofías de los pensadores de oriente y occidente dejan bastante claro.
Si se hiciera una comparación entre las principales ideas del gran filósofo chino Confucio (551-479 a.C.) y las del filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C.), se hallaría que propugnan los mismos conceptos básicos. Ambos hombres creían que la virtud era el objetivo más elevado que habría que esforzarse por alcanzar y que la persona que pusiera la virtud por encima de las posesiones terrenales recibiría recompensas duraderas.
El filósofo coreano Wonhyo (617-686 d.C.) escribió: «El pensamiento crea lo bueno y lo malo», con lo que quería decir que si la persona piensa que algo es «malo», significa que es malo para ella. El filósofo griego Epícteto (c 50-130 d.C.) expresó lo mismo al notar: «No son las circunstancias en sí mismas las que afligen a las personas, sino sus juicios acerca de esas circunstancias». (Enchiridion, I:v). Epícteto manifiesta que no se debe siquiera temer a la muerte porque no se sabe si la muerte es algo bueno o malo.
Wonhyo estaría de acuerdo con lo anterior, pues creía que todo era Uno y que todas las experiencias que la persona tiene en la vida son solo una parte de la Experiencia del Uno en su existencia como ser humano. Las filosofías relativistas del sofista chino Teng Shih (siglo VI a.C.), y el sofista griego Protágoras (siglo V a.C.), son casi idénticas. La opinión mencionada arriba que Mo-Ti y Platón se plantean distintos objetivos no es sostenible, puesto que ambos filósofos establecen con claridad que cada quien debe concentrarse en mejorarse a sí mismo antes de intentar mejorar a los demás.
Moralidad innata
Sin embargo, el mejor ejemplo de la semejanza fundamental entre el pensamiento de oriente y occidente se resume en los trabajos de dos de los filósofos más conocidos en sus respectivos hemisferios: Platón (428-348 a.C.), de occidente, y Wang Yangming (1472-1529 d.C.), de oriente. Si bien Platón se conoce bastante en occidente, menos notorio resulta Wang Yangming, aunque en China, Corea y Japón es tan famoso como Platón.
Ambos filósofos han ejercido una enorme influencia a través de sus trabajos, y los dos arguyen en defensa del conocimiento innato: que los seres humanos saben diferenciar entre el bien y el mal, entre lo que es bueno y lo que es malo, desde que nacen; que solo necesitan que se los estimule para ir en busca de la bondad, y poder realizarse en la vida. Los trabajos de ambos hombres tratan sobre lo que es «bueno», y acerca de la manera correcta de comprender la existencia propia.
En su diálogo de Fedro, Platón hace la pregunta: «¿Qué es bueno y qué no es bueno? ¿Necesitamos pedir a alguien que nos diga estas cosas?». Su mentor, Sócrates, personaje principal de Fedro y de la mayoría de las obras de Platón, pregunta a su camarada Fedro acerca de la calidad de la escritura. En opinión de Platón la persona ya conoce lo que es bueno porque responderá de manera innata acerca de la calidad de la bondad de la escritura, y de igual forma responderá acerca del concepto de lo bueno en su propia vida.
Del mismo modo, Wang Yangming aboga a favor de la supremacía de la intuición en relación a los asuntos morales. Wang estaría de acuerdo con Platón acerca de que cualquiera puede reconocer lo que es bueno y lo que no es bueno en relación con la moralidad.
Los empiristas han atacado las filosofías de Wang y de Platón porque no presentan pruebas, pero lo que estos dos filósofos aseveran tiene sentido en un nivel muy básico: se debe conocer lo que es bueno para poder alcanzar lo bueno, y para comenzar, el conocimiento de lo bueno debe ser innato para que las personas sientan el deseo de ir en su búsqueda.
Argumentan además que los humanos tienen que reconocer lo que no es bueno para poder rechazarlo y por lo tanto no necesitan que se les enseñe lo que es bueno, sino solo que se les dirija o eduque para actuar conforme a su conocimiento innato de lo bueno. El razonamiento empirista acerca de la falta de evidencias del conocimiento innato no puede sustentarse en hechos empíricos; la persona tiene que ser consciente de que debe ir en busca de algo antes de perseguirlo.
La teoría de Wang acerca de la intuición podría compararse a una de las necesidades humanas más elementales: comer. A ningún niño se le enseña que «debe» tener hambre, como a ninguno se le instruye en comunicar a los adultos que necesita comida. La criatura llora para informarle al adulto que debe ser alimentado y el niño verbaliza esa necesidad en forma de palabras o acciones, tales como decir «tengo hambre», o buscar algo que comer.
El reconocimiento del hambre es una cualidad humana innata que no se necesita enseñar, y Wang expresa que lo mismo se cumple respecto a la moralidad. Todo lo que se debe enseñar es cómo aplicar ese conocimiento innato en forma apropiada, del mismo modo que se muestra a un niño la manera apropiada de pedir comida.
Conclusión
En el Meno de Platón, Sócrates elogia a un esclavo que sabe geometría aunque nunca se le enseñó. Platón emplea a este joven esclavo como ejemplo de conocimiento innato para mostrar que las personas ya conocen de manera innata lo que piensan que se les ha enseñado y que esto se aplica tanto al conocimiento de lo que es bueno como a cualquier otra cosa. Del mismo modo que el niño sabe cuándo está hambriento, la persona sabe cómo ser buena. Ambos, Wang y Platón, coinciden en que lo que impide a una persona actuar de conformidad con lo que sabe, son los deseos egoístas que las confunden y que las hacen escoger actuar mal aun cuando saben que no deben hacerlo.
Las diferencias entre los conceptos de Wang y de Platón son solo cosméticas y lingüísticas. No hay diferencia entre sus ideas fundamentales. Los filósofos orientales siempre han estado ocupados en los mismos idénticos objetivos que sus contrapartes occidentales. No existe una filosofía «oriental» u «occidental»; solo hay una filosofía. La dilección por el conocimiento no conoce de regiones separadas; la filosofía desafía todas las fronteras y todos los tipos de definiciones regionales intrascendentes.