Las mascotas eran muy importantes para los antiguos egipcios, las consideraban regalos de los dioses que debían cuidarse hasta su muerte, cuando se esperaba que fueran devueltas al reino divino del que habían salido. En vida, cuidaban bien de los animales domésticos y, a su muerte, los momificaban igual que a las personas.
Los antiguos egipcios tenían desde perros y gatos domesticados hasta babuinos, monos, peces, gacelas, aves (sobre todo halcones), leones, mangostas e hipopótamos. Los cocodrilos eran animales sagrados en los templos del dios Sobek. Los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre si los egipcios adoraban a los animales como si fueran deidades, pero son unánimes en cuanto a lo que los habitantes del antiguo Egipto sentían por sus mascotas: los animales domésticos eran tan populares y profundamente queridos como lo son las mascotas en la actualidad.
Un ejemplo famoso que ilustra este apego es el de la gran sacerdotisa Maatkare Mutemhat de la Dinastía XXI (1077 - 943 a.C.). Mutemhat era hija del sumo sacerdote Pinedjem I (1070 - 1032 a.C.) y hermana del faraón Psusenes I (1047 - 1001 a.C.). Siguió el ejemplo de su padre y se dedicó por completo al dios Amón, tomando el título de "Esposa del dios" y eligiendo una vida de celibato cuando tomó el praenomen (título) Maatkare ("La verdad en el alma del sol"). Cuando se descubrió la momia de Maatkare Mutemhat en la necrópolis tebana, los arqueólogos encontraron una momia más pequeña a sus pies, del tamaño de un niño muy pequeño. La interpretación original fue que se trataba de su bebé y que había muerto al dar a luz, lo cual no tenía sentido, ya que se sabía que Maatkare Mutemhat era célibe. En 1968, las radiografías de la momia más pequeña determinaron que no era su hijo, sino su mono mascota. El historiador Don Nardo escribe:
Los egipcios eran aficionados a los animales, y con frecuencia representaban a las mascotas domésticas en pinturas y relieves en las paredes de sus tumbas. El motivo de la mascota debajo de la silla muestra al dueño de la casa sentado con un gato como mascota debajo de su silla. Los perros y los monos también se representaban como mascotas con frecuencia. Como los egipcios creían que el otro mundo era una continuación de éste y que podían "llevárselo consigo", no es de extrañar que hicieran momificar a sus mascotas y las incluyeran en sus tumbas. (116)
Aunque los animales exóticos en Egipto eran frecuentes, como los babuinos, los monos, los hipopótamos y los halcones, los antiguos egipcios parecían favorecer al perro y al gato tanto como la gente de hoy en el mundo moderno. El perro se veía como un miembro muy importante del hogar y el gato es famoso por ser la mascota egipcia más popular. La mayoría de los hogares tenían un gato como mascota (a menudo más de uno) y, en menor medida, un perro. Los gatos eran más populares por su estrecha relación con la diosa Bastet, aunque también resultaban práctivos, ya que podían cuidar de sí mismos y librar el hogar de las plagas. Los perros, que requerían más cuidados, eran más comunes entre las clases altas, que podían permitírselos.
Los perros en el antiguo Egipto
El perro seguía siendo muy importante para los egipcios, independientemente de su estatus social. Según el historiador Jimmy Dunn, los perros "desempeñaban un papel en la caza, como perros guardianes y policías, en acciones militares y como mascotas domésticas" (1). La palabra egipcia para perro era iwiw, que hacía referencia a su ladrido (Dunn, 1). Las razas de perros del antiguo Egipto eran el basenji, el galgo, el podenco ibicenco, el faraón, el saluki y el whippet, y ya se les menciona en el Periodo Predinástico de Egipto (hacia 6000-3150 a.C.) en tallas en roca y hacia 3500-3200 a.C., durante la cultura Gerzense (también conocida como periodo Nagada II), en imágenes y textos.
La invención del collar de perro se atribuye a los egipcios (aunque probablemente se utilizó por primera vez en Mesopotamia), ya que una pintura mural temprana fechada hacia el 3500 a.C. muestra a un hombre paseando a su perro con collar y correa. Estos primeros collares eran sencillas bandas de cuero, pero con el paso del tiempo se fueron adornando cada vez más. Los collares se diseñaban a lo ancho para complementar los tipos de razas preferidas en Egipto. Algunos investigadores consideran que el basenji, una de las razas más antiguas del mundo, es el modelo del dios Anubis, aunque el ibicenco, el sabueso y el galgo también podrían ser buenos candidatos.
Sea cual sea la raza que inspiró la imagen, los perros estaban estrechamente vinculados al dios chacal/perro, Anubis, que guiaba el alma del difunto hasta el Salón de la Verdad, donde el dios Osiris la juzgaba. Se enterraba a los perros domésticos con gran boato en el templo de Anubis en Saqqara con la idea de facilitarles el paso a la otra vida (conocida en Egipto como el Campo de las Cañas) donde podrían continuar disfrutando de sus vidas como lo habían hecho en la tierra. En Abidos, había un cementerio especial reservado solo para perros.
En Egioto se valoraba a los perros como parte de la familia y, cuando morían, se les mandaba momificar con tanto cuidado como el que le darían a un miembro humano. La muerte de un perro de la familia era motivo de gran dolor y sus miembros se afeitaban por completo, incluidas las cejas. Como la mayoría de los hombres y mujeres egipcios se afeitaban la cabeza para evitar los piojos y mantener una higiene básica, la ausencia de las cejas era el signo más notable de dolor.
Aun así, se creía que uno volvería a encontrarse con su amigo canino en la otra vida. Las pinturas de las tumbas del faraón Tutankamón lo muestran en su carro cazando con sus perros, y también se representa a Ramsés el Grande de forma similar con sus perros de caza en el Campo de las Cañas. De hecho, era habitual enterrar a los perros con sus amos para proporcionarles compañía en la otra vida. La íntima relación entre los perros y sus amos en Egipto queda patente en las inscripciones de las tumbas, los monumentos y los templos, así como en la literatura egipcia. Dunn escribe:
Conocemos muchos nombres de perros del antiguo Egipto a través de collares de cuero, estelas y relieves. Incluyen nombres como Valiente, Fiable, Buen Pastor, Viento del Norte, Antílope e incluso "Inútil". Otros nombres proceden del color del perro, como Negrito, mientras que otros perros recibían números como nombre, como "el Quinto". Muchos de los nombres parecen representar una muestra de afecto, mientras que otros describen simplemente las habilidades o capacidades del perro. Al igual que en la época moderna, los perros podían tener connotaciones negativas debido a su naturaleza de siervos del hombre. Algunos textos incluyen referencias a los prisioneros como "el perro del rey". (Dunn, 2)
Aunque "perro" podía utilizarse como insulto, parece que muchas personas llamaban a sus perros con nombres de personas a las que querían, o incluso los honraban con nombres de dioses. Aunque hay pruebas de que se ponían nombres a los gatos, esta práctica no estaba tan extendida como la de los perros. Como ya se ha mencionado, solían enterrar a los perros con sus amos y registrar sus nombres. Algunas tumbas muestran indicios de que el perro fue sacrificado a la muerte del amo y luego momificado, mientras que otros habían muerto antes que su amo. En las catacumbas de Saqqara se han encontrado más de ocho millones de esqueletos de perros que los arqueólogos han interpretado como pruebas de sacrificios de perros a Anubis, pero que también podrían tratarse de una necrópolis para perros.
Los gatos en el Antiguo Egipto
Los egipcios son en realidad los responsables del nombre "gato", ya que deriva de la palabra norteafricana para designar al animal, quattah, y, como el gato estaba tan estrechamente asociado a Egipto (y el comercio egipcio llegó a influir mucho en Grecia y Roma), casi todas las demás naciones europeas emplean variaciones de esta palabra: En francés, chat; en sueco, katt; en alemán, katze; en italiano, gatto; en español, gato, etc. (Morris, 175). La palabra coloquial en inglés para designar a un gato ("puss" o "pussy") también está asociada a Egipto, ya que deriva de la palabra Pasht, otro nombre de la diosa gata Bastet. El gato es casi un sinónimo de Egipto por su asociación con la imagen de Bastet, que originalmente se concebía como una feroz gata salvaje, una leona, que con el tiempo se suavizó hasta convertirse en un gato doméstico. Los gatos eran apreciados no sólo por su compañía, sino por su utilidad, ya que mantenían el hogar libre de visitantes indeseados, como ratas y serpientes.
Los gatos eran tan importantes para los antiguos egipcios que literalmente sacrificaban su país por ellos. En el año 525 a.C., el general persa Cambises II invadió Egipto, pero fue detenido por el ejército egipcio en la ciudad de Pelusio. El historiador Polieno (siglo II a.C.) escribe que Cambises II, conociendo la veneración de los egipcios por los gatos, hizo pintar la imagen de Bastet en los escudos de sus soldados y, además, "colocó delante de su primera línea perros, ovejas, gatos, ibis y cualquier otro animal apreciado por los egipcios", sabiendo que no lucharían contra imágenes de animales que amaban. Los egipcios se rindieron y el país cayó en manos de los persas. Se dice que durante la marcha de la victoria de Cambises II, éste lanzó gatos vivos a la cara de los egipcios para burlarse de ellos por haber rendido su país por un animal.
A los egipcios no parecía importarles si un persa entendía o despreciaba sus valores. Siguieron honrando al gato en gran medida. Heródoto (c. 484 - 425 a.C.) escribió más tarde cómo, si una casa se incendiaba en Egipto, la gente salvaba a los gatos antes de salvarse a sí misma o de intentar apagar el fuego. Heródoto también señala la costumbre de afeitar el vello corporal en señal de duelo:
Todos los habitantes de una casa en la que ha muerto un gato de forma natural, se afeitan las cejas y, cuando muere un perro, se afeitan todo el cuerpo, incluida la cabeza. Los gatos que han muerto son llevados a Bubastis, donde son embalsamados y enterrados en receptáculos sagrados. Los perros son enterrados en lugares sagrados de las ciudades a las que pertenecen.
Algunos estudiosos han sugerido que los gatos se sacrificaban como ritual a Bastet, ya que se han encontrado muchos gatos momificados en las tumbas, pero esta afirmación es insostenible. Los gatos momificados que se llevaban a Bubastis, centro de culto de Bastet, a ese lugar en honor de la diosa y para estar cerca de ella. Este mismo paradigma puede verse en las prácticas observadas en otros sitios, como Abidos, donde la gente quería ser enterrada (o al menos tener monumentos erigidos) para estar cerca de Osiris y acceder más facilmente a la otra vida.
Las afirmaciones de algunos escritores de que los gatos se mataban intencionadamente como sacrificios son casi imposibles de aceptar. La pena por matar a un gato en Egipto (incluso por accidente) era la muerte, por lo que es muy poco probable que se mataran gatos como sacrificio a una diosa cuya función incluía la protección de los gatos. Eran tan queridos que su exportación desde Egipto era ilegal y estaba tan estrictamente prohibida que se creó una sección del gobierno exclusivamente para tratar este asunto. Se enviaban agentes gubernamentales a otras tierras para encontrar y devolver los gatos que habían salido de contrabando.
Mascotas exóticas
Como en el ejemplo de Maatkare Mutemhat, los egipcios también tenían animales que hoy se considerarían "mascotas exóticas". El halcón, por ejemplo, representaba el poder de dioses como Horus y Montu y era muy apreciado como mascota. Los faraones y reyes anteriores tenían halcones para cazar, pero también como símbolo del poder divino. El ibis era otra ave popular de la clase alta que representaba la sabiduría y al dios Thot. Estas aves, en general, eran demasiado caras para que las clases bajas las tuvieran, pero los restos momificados del ibis sugieren que todavía se conservaban de forma bastante generalizada. Sólo en el complejo de Saqqara se encontraron 500.000 ibis momificados.
La gacela era otra mascota popular que se consideraría exótica en la actualidad, pero para los egipcios era bastante común. El ejemplo más famoso de una gacela momificada procede de la tumba de la reina Isiemkheb de la Dinastía XXI (hacia 1069-943 a.C.). Isiemkheb (a veces conocida como Isi-em-kheb) vivió bajo el reinado del faraón Pinedjem II (hacia 990-976 a.C.) y quería tanto a su gacela mascota que encargó un sarcófago especialmente elaborado para ella. El féretro está tallado con la imagen de la gacela y formado a la medida de su cuerpo. La gacela momificada, que se manipuló con el mismo cuidado que un cuerpo humano, fue encontrada con Isiemkheb en su tumba y los preparativos tanto de su momia como de la de su mascota, así como los amuletos encontrados todavía en su lugar, se habían hecho para asegurar que ambas se unirían de nuevo en el Campo de las Cañas.
A menudo se mimaba a babuinos y monos como compañeros cariñosos y se les momificaba y enterraba junto con sus devotos amos y amas. Parece que tenían a los babuinos con fines principalmente rituales como símbolos de Thoth o Hapi, mientras que los monos eran más domésticos, se les podía entrenar fácilmente y las inscripciones parecen indicar que eran bastante útiles para sus dueños a la hora de recuperar objetos.
Aunque estas mascotas exóticas disfrutaban de una vida bastante cómoda en su mayor parte, no siempre fue así. Traci Watson, escribiendo para National Geographic en 2015, explica:
Para los antiguos egipcios, poseer una colección de animales exóticos transmitía poder y riqueza. Pero los restos de babuinos, hipopótamos y otras mascotas de élite enterrados hace más de 5.000 años en un cementerio cerca del Nilo revelan el lado oscuro de ser un símbolo de estatus. Los esqueletos de babuinos encontrados en una tumba tienen docenas de huesos de manos y pies rotos, lo que indica que fueron golpeados. Al menos dos babuinos presentan las clásicas fracturas de parada, brazos rotos que suelen producirse al intentar proteger la cabeza de un golpe. Una cría de hipopótamo se rompió una pata al intentar liberarse de una atadura y un antílope y una vaca salvaje también presentan lesiones probablemente relacionadas con el hecho de estar atados. (1)
Watson cita al erudito Wim Van Neer, del Real Instituto de Ciencias Naturales de Beligain, para concluir que los egipcios de épocas anteriores, que parecen haber abusado de los animales en cautividad, aprendieron a controlarlos mejor con el tiempo. Escribe que "los babuinos momificados de fechas posteriores muestran pocos signos de maltrato. Quizás para entonces los antiguos egipcios habían aprendido a mantener a los animales sin golpearlos ni atarlos" (2). Los animales exóticos se conservaban por diversas razones y, entre ellas, como representaciones simbólicas de poder.
Si una persona tenía un hipopótamo como mascota, por ejemplo, estaba "controlando una fuerza realmente caótica de la naturaleza" (Watson, 2). Los cocodrilos se tenían por la misma razón en ciertos templos como representantes del dios Sobek, el dios cocodrilo. Sobek era considerado un dios creador en ciertos periodos de la historia egipcia y a los cocodrilos sagrados de sus templos se les alimentaba mejor que la mayoría de los humanos de la época, con cortes de carne selectos y pasteles de miel. Se les momificaba y conservaba al igual que a los gatos, perros, monos y otros animales, pero el animal más poderoso que se conservaba era el toro.
El toro de Apis
El toro no era una mascota, sino un animal sagrado que representaba al dios Ptah en el Período Dinástico Temprano (hacia 3150 - 2613 a.C.). La historiadora Margaret Bunson escribe:
Apis, el toro sagrado, era una teofanía del culto a Ptah-Sokar-Osiris en Menfis. La Piedra de Palermo y otros registros dan cuenta del festival en honor a este animal. Las ceremonias se llamaban normalmente "las carreras de Apis". Al animal también se le llamaba Hapi. El nombre "Apis" es el nombre griego de Hep o Hapi egipcio. El toro sagrado de Apis debía tener una media luna blanca en un lado de su cuerpo o un triángulo blanco en la frente, lo que significaba su carácter único y su aceptación por los dioses. (27)
El toro Apis era tan importante que se equiparaba con el poder del rey desde la Dinastía I y probablemente antes. La Paleta de Narmer muestra a un toro destruyendo una ciudad como símbolo de la fuerza y la virilidad del rey, lo que evidencia que el toro como símbolo de poder ya era ampliamente reconocido antes del reinado de Narmer hacia el 3150 a.C. El egiptólogo Richard H. Wilkinson escribe:
Apis era la más importante de las divinidades de los toros de Egipto y puede rastrearse hasta el comienzo del periodo dinástico. Los orígenes del dios llamado por los egipcios Hap no están del todo claros, pero debido a que su centro de culto estaba en Menfis, fue asimilado en el culto del gran dios menfita Ptah en una fecha temprana, primero como el "heraldo" o hijo de ese dios, y finalmente como la imagen viva o la manifestación del "alma gloriosa" del propio Ptah. ( 170)
El toro Apis era tan importante que se le venró desde la Dinastía I (especialmente bajo los reinados de Narmer y Den) y hasta la Dinastía Ptolemaica (323 - 30 a.C.), la última en gobernar Egipto antes de que fuera anexionado como provincia de Roma.
Importancia de las mascotas en el más allá
Ya fueran exóticos, deificados o domésticos, los animales domésticos desempeñaban un papel importante en la vida de los antiguos egipcios. El estudioso Bob Brier relata cómo, "en enero de 1906, Theodore Davis se topó con una fosa que le sorprendió. La tumba se encontraba en el fondo de un pozo de doce pies cortado en la base de la roca" (citado en Nardo, 118). Brier reproduce el informe de primera mano de Davis:
Bajé al pozo y entré en la cámara, donde hacía mucho calor y resultaba incómoda por ser demasiado baja. Me asusté al ver muy cerca de mí un perro amarillo de tamaño natural que estaba de pie, con su corta cola enroscada sobre el lomo y los ojos abiertos. A pocos centímetros de su nariz estaba sentado un mono en perfectas condiciones. Por un instante pensé que estaban vivos, pero en seguida me di cuenta de que habían sido momificados, y que habían sido desenvueltos en tiempos antiguos por ladrones. (Nardo, 118)
Estos animales eran mascotas momificadas, aunque también había animales momificados para la alimentación. Los animales sacrificados para la alimentación solían ser peces o aves de corral y se ponía mucho cuidado en su conservación para que el difunto tuviera suficiente comida en la otra vida. Estas momias no se embalsamaban con el mismo cuidado que el que se daba a una mascota y no se envolvían con lienzos de la misma manera. Los peces domésticos, por ejemplo, se cuidaban con mucho esmero, mientras que los peces momificados para la alimentación recibían un trato diferente. Se han descubierto tumbas en todo Egipto que contienen principalmente mascotas momificadas.
Uno de los primeros excavadores de tumbas egipcias, Belzoni (1778 - 1823 CE) informó de una enorme colección de mascotas momificadas:
No debo omitir que entre estas tumbas vimos algunas que contenían momias de animales mezcladas con cuerpos humanos. Había toros, vacas, ovejas, monos, zorros, murciélagos, cocodrilos, peces y pájaros. A menudo hay ídolos, y una tumba estaba llena solo de gatos, cuidadosamente envueltos en lino rojo y blanco, la cabeza cubierta con una máscara que representaba al gato y hecha del mismo lino. (Nardo, 119)
La experiencia humana se consideraba sólo una parte del viaje eterno de una persona y, como tal, los animales que encontraba en vida también debían esperarse en su paso por la muerte hacia la eternidad. Había animales peligrosos en vida, como el cocodrilo y el hipopótamo, que supondrían el mismo tipo de peligros en la otra vida. Hay una versión de la eternidad que incluye cocodrilos que amenazan e impiden que uno llegue a su lugar en el Salón de la Verdad.
Al mismo tiempo, los animales que habían sido compañeros de confianza en la tierra podían contar con esa persona en el otro lado, en el Campo de las Cañas. Los antiguos egipcios amaban a sus animales de compañía, al igual que la gente en la actualidad. Los reconocían como una parte integral de su vida en la tierra y comprendían que la muerte era sólo una separación temporal y que, un día, se reunirían de nuevo con sus fieles amigos.