La sección de Heródoto de sus Historias sobre el entierro en el antiguo Egipto (Libro II. 85-90) es una descripción precisa de la momificación egipcia pero omite deliberadamente el significado espiritual del embalsamamiento de acuerdo con su compromiso de no hablar sobre las creencias religiosas de otras culturas. Sin embargo, el aspecto espiritual del embalsamamiento era esencial en la práctica y se trata de manera indirecta.
Esto no quiere decir que el relato de Heródoto sea erróneo, sino solamente que puede parecer incompleto ya que explica cómo se practicaba el embalsamamiento durante el periodo tardío del antiguo Egipto (525-323 a.C) pero no la razón para ello. El embalsamamiento estaba íntimamente asociado con las creencias religiosas que Heródoto parece evadir por sus propias razones. Sin embargo, Heródoto (en torno a 484-425/413 a.C.) dejaba clara su política sobre discusiones religiosas anteriormente en el Libro II cuando trata sobre el aspecto sagrado de los animales en Egipto:
Todos los animales en Egipto se consideran sagrados. Algunos se domestican y otros no, pero si tuviera que explicar por qué a algunos animales se les permite andar libres, como criaturas sagradas, estaría obligado a discutir temas relacionados con los dioses, y estoy haciendo todo lo que puedo para evitar relacionarme con esas cosas. Es solo cuando no he tenido alternativa que he tocado estos temas. (11.65)
En realidad, Heródoto aborda temas religiosos frecuentemente a lo largo de sus Historias, como en el caso de Creso (I.47-91), Ciro (I.124-126), costumbres religiosas persas (I.131), el discurso de Temístocles a los atenienses (VIII.109), anteriormente en su discusión de los egipcios (II.36-37) y en otros pasajes. Cuando afirma estar evitando asuntos religiosos, lo que quiere decir es que discutirá prácticas y eventos relacionados con los dioses pero no comentará sobre su significado espiritual, aunque a veces se le escapa.
Es posible, como algunos han afirmado, que sencillamente no entendiera el significado religioso del embalsamamiento para los egipcios, pero es mucho más problable que omitiera hacer comentarios por razones varias, incluida la naturaleza personal de las creencias religiosas y el hecho de que comentar las creencias egipcias podría afectar la manera en que su audiencia percibía la cultura egipcia. Su pasaje sobre el entierro egipcio es coherente con su tendencia de enfatizar aspectos positivos de una cultura que quiere que su audiencia griega admire (los egipcios) o comprenda mejor (los persas); de la misma manera, presenta una narrativa negativa sobre aquellos que parecen no importarle (los lidios).
En su sección sobre el entierro en Egipto, se mantiene cerca de la práctica real en aras de informar a sus lectores sobre los ritos funerarios, pero omite el significado profundo porque podría ofender el entendimiento propio de los griegos sobre la muerte, el entierro y la otra vida. Sin embargo, una reflexión sobre la estructura de los capítulos en su pasaje sobre el entierro sugiere que conocía el significado espiritual del tema y lo abordó, aunque solamente de manera oblicua.
Significado espiritual de la momificación
El entendimiento egipcio del alma era mucho más complejo que el de los griegos. Los egipcios entendían que el alma estaba compuesta por nueve aspectos:
- Khat era el cuerpo físico
- Ka era la forma doble de uno
- Ba era un pájaro de cabeza humana que podía transitar entre la tierra y el cielo
- Shuyet era la sombra
- Akh era el yo inmortal transformado
- Sahu y Sechem eran aspectos del Akh
- Ab era el corazón, la fuente del bien y del mal
- Ren era el nombre secreto de la persona
Tras la muerte, el Ka y Ba tenían que poder de reconocer el Khat para poder viajar desde el otro reino a la tumba para recibir las ofrendas de la oración y el sustento que les permitiría seguir existiendo, y tener una vida cómoda, en el más allá. Los vivos tenían que recordar al difunto para que su Akh pudiera permanecer vibrante en el paraíso del Campo de Juncos y el difunto tenía que recibir el respeto apropiado en su partida de la tierra por la misma razón. Se pensaba que la momificación y un elaborado sarcófago con la imagen del difunto le proporcionarían al alma lo necesario.
La práctica de la momificación también servía como un ritual de limpieza, que purificaba el cuerpo de los pecados de la vida en preparación para el viaje del alma al Salón de la Verdad para ser juzgado por Osiris, señor de los muertos, y los cuarenta y dos jueces. El erudito Jan Assman explica:
La culpa, las acusaciones, la enemistad, y demás se tratan como formas de impureza y decadencia; por así decirlo, como sustancias inmateriales pero peligrosas que deben eliminarse para transponer al difunto a una condición de pureza que pueda resistir la decadencia y disolución. La defensa era la momificación moral. Cuando el embalsamador completaba su trabajo sobre el cuerpo, los sacerdotes se hacían cargo y extendían la tarea de purificación y preservación a la persona completa. La palabra egipcia para "momia" también significaba "valioso" y "aristócrata". En esta última etapa del proceso de momificación, el difunto experimenta el juicio de los muertos y recibía el estatus aristocrático de seguidor de Osiris en el inframundo. (Chapman, 81)
Si el cuerpo del difunto no se trataba con el cuidado apropiado, el alma podría regresar a la tierra a atormentar a los vivos, causando toda clase de problemas hasta que el mal fuera corregido. La erudita Sarah Lynn Chapman señala cómo se creía que el juicio del alma en el más allá comenzaba durante el proceso de embalsamamiento cuando los pecados de los justos se sacaban con los órganos que habrían sido contaminados por esos pecados, haciendo así que el corazón espiritual fuera más ligero y estuviera preparado para el juicio. Sin embargo, para los injustos el proceso de embalsamamiento habría sido una tortura ya que se pensaba que se aferraban a sus pecados y, por lo tanto, la remoción era una experiencia dolorosa.
El texto
En los siguientes pasajes, Heródoto parece limitarse a describir lo que observó (o le dijeron) sobre el duelo y el entierro sin tocar explícitamente el significado superior. En II.86, cuando habla del método de momificación óptimo (y más costoso), anota:
[Los embalsamadores] muestran a los que trajeron [al difunto] modelos de madera de cadáveres hechos como en la realidad por la pintura, y dicen que la mejor forma de embalsamamiento es la de aquel cuyo nombre creo es impiedad mencionar cuando se habla de un tema de este tipo.
"Aquel" al que no quiere mencionar es Osiris, que era el rey de los dioses hasta que fue traicionado, asesinado, y desmembrado por su hermano Set. Las partes de Osiris fueron reunidas, y fue devuelto a la vida por su hermana-esposa Isis y su hermana Neftis, pero como estaba incompleto (ya que un pez se había comido su pene) descendió al inframundo donde se convirtió en el señor de los muertos. La renuencia de Heródoto a nombrar al dios concuerda con su política sobre la religión, pero puede que también tuviera que ver con mencionar el nombre del dios del más allá, a quien los egipcios respetaban y temían, en un contexto no religioso.
Sigue este mismo modelo en II.90 cuando escribe sobre aquellos que son asesinados por cocodrilos o se ahogan en el río Nilo. Menciona cómo estos cuerpos, ya sean egipcios o extranjeros y sin importar su clase social, deben ser embalsamados "de la forma más fina" (la más cara), enterrados en un lugar sagrado, y solo los sacerdotes pueden tratar el cuerpo, pero nunca explica por qué. Esta práctica se respetaba porque el cocodrilo estaba asociado con el dios Sobek, al igual que el Nilo.
Sobek estaba asociado con el mito de Osiris como el dios que (en algunas versiones) ayudó a Isis y Neftis a curarlo y restaurarlo después de la muerte; por eso estaba considerado como una divinidad protectora. A Sobek se lo adoraba especialmente como el dios que protegía a la gente de los cocodrilos del Nilo y de las corrientes y los peligros ocultos del río mismo. Si un cocodrilo mataba a alguien, o alguien moría ahogado, creían que Sobek lo había reclamado por sus propias razones, y por este motivo había que tratar el cuerpo con reverencia.
Aunque parece que se ha convertido en un pasatiempo popular para algunos eruditos el descartar a Heródoto como poco fiable, los arqueólogos han demostrado que el capítulo II.89 es correcto. A menudo, las momias femeninas del antiguo Egipto se encuentran en un estado de descomposición mas avanzado que los hombres, y esto es porque, como dice Heródoto, los cuerpos de las mujeres se velaban en casa durante tres o cuatro días después de la muerte para que el cuerpo fuera menos atractivo a ojos de embalsamadores sin principios que de otra manera las podrían violar.
Los siguientes pasajes son de la Historia de Heródoto traducidos al inglés por G.C Macaulay:
11:85. Sus constumbres de luto y entierro son estas: cada vez que un hogar ha perdido a un hombre que es de alguna consideración para ellos, todas la mujeres de la casa se cubren la cabeza o incluso la cara con barro. Luego dejan el cuerpo en la casa y se van para la ciudad y se golpean a sí mismas, con sus vestidos atados por una cinta y sus pechos expuestos, y con ellas van todas las mujeres familiares del hombre muerto, y al otro lado los hombres se golpean a sí mismos, con sus vestidos también atados con una cinta; y cuando han hecho esto, transportan el cuerpo al embalsamamiento.
11:86. En esta ocupación ciertas personas se emplean regularmente y la heredan como un oficio. Ellos, cada vez que les traen un cuerpo, muestran a quienes lo trajeron modelos de madera hechos como en la realidad por la pintura, y dicen que la mejor forma de ambalsamamiento es la de aquel cuyo nombre creo es impiedad mencionar cuando se habla sobre temas de este tipo; la segunda forma que muestran es menos buena que esta y más económica; y la tercera es la más económica de todas. Dicho esto, les preguntan de qué forma quieren que se prepare el cuerpo de su amigo. Luego, una vez acordado el precio se van, y los que se quedan embalsaman el cuerpo según las mejores costumbres así: primero, con una herramienta de hierro torcida sacan el cerebro por las fosas nasales, una parte así y otra parte vertiendo drogas; luego, con una piedra afilada de Etiopia hacen un corte al costado y sacan todo el contenido del vientre, y cuando han vaciado la cavidad y la han limpiado con vino de palma la limpian de nuevo con especies molidas: luego llenan el vientre con mirra pura machacada y con casia y otras especies excepto incienso, y lo cosen de nuevo. Hecho esto, lo guardan cubierto de natrón por setenta días, pero no está permitido el embalsamamiento por más tiempo; y cuando han pasado los setenta días, lavan el cuerpo y lo envuelven en lino fino cortado en fajas, mojándolas debajo con goma que los egipcios usan generalmente en lugar de pegamento. Después, los parientes reciben el cuerpo y hacen tallar una figura con forma de hombre, y una vez que lo tienen meten dentro el cadáver, lo sellan y lo guardan en una cámara sepulcral, colocándolo en forma vertical contra la pared.
11:87. Así es como se preparan los cuerpos de la manera más costosa; pero los que desean la forma del medio y quieren evitarse el elevado precio lo hacen de la siguiente forma: habiendo llenado sus jeringas con el aceite que se obtiene del cedro, rellenan el vientre del cadáver y esto lo hacen sin haberlo abierto y sacado los intestinos, pero inyectan el aceite por la parte trasera y lo taponan para evitar que líquido se salga y lo dejan el número de días que dura el embalsamamiento, y los días finales dejan que el aceite de cedro salga del vientre y es tan potente que con él salen los intestinos y los órganos internos del cuerpo disueltos; y el natrón disuelve la carne, de modo que solo queda la piel y los huesos. Cuando han hecho esto devuelven el cuerpo en seguida en esta condición sin trabajar más sobre el.
11:88. La tercera forma de embalsamamiento, por el cual se preparan los cuerpos de los que tienen menos medios, es el siguiente: limpian el vientre con una purga y guardan el cuerpo embalsamado durante los setenta días, y inmediatamente lo devuelven a los que lo trajeron para que se lo lleven.
11:89. Las esposas de los hombres de rango, cuando mueren no se llevan inmediatamente a ser embalsamadas, tampoco las mujeres que son muy hermosas o eran más queridas que otras, sino solo en el tercer o cuarto día después de su muerte (y no antes) se llevan a los embalsamadores. Lo hacen de esta manera para que los embalsamadores no abusen de sus mujeres, porque una vez uno de ellos fue captado con el cuerpo de una mujer recién muerta y su compañero dio aviso.
11:90. Siempre que alguien, ya sea egipcio o extranjero, fuese llevado por un cocodrilo o llevado a la muerte por el río mismo, la gente de cualquier ciudad que lo hubiese recogido debe embalsamarlo de la mejor manera que pueda y enterrarlo en un lugar sagrado, y ninguno de sus amigos o conocidos puede tocarlo, sino que los sacerdotes del Nilo son los que manejan el cuerpo y lo entierran como si fuera algo más que un hombre.
Conclusión
La estructura del pasaje de Heródoto sobre el entierro en el antiguo Egipto, aunque sus palabras eluden el significado espiritual del embalsamamiento, realmente sí trata el tema. Comienza con II.85 sobre el duelo que era un aspecto esencial de los ritos funerarios. Todo egipcio, sin importar su posición social, recibía un entierro apropiado y se motivaba un duelo público para mostrar respeto por el muerto. Las plañideras profesionales conocidas como los milanos de Neftis seguían la procesión funeraria lamentando la pérdida del difunto como una expresión de su importancia mientras estaban vivos y como un gesto de recuerdo.
Los capítulos II.86-88 discuten los tres tipos de momificación, que tienen que ver con la preservación del cuerpo del difunto que, como se ha señalado, se realizaba para que el alma pudiera prosperar en el más allá, un signo de respeto por los que una vez vivieron y que ahora pasaban del reino del tiempo al de la eternidad. El capítulo II.89 toca la tradición sobre los cuerpos de las mujeres y como se mantenían a salvo, otra indicación de respeto por los muertos y conmemoración de quienes habían sido mientras habitaban el cuerpo; el capítulo II.90 concluye el pasaje con la discusión de aquellos que tomaba Sobek y que se honraban como si fueran dioses.
Aunque asegura que no quiere abordar temas religiosos, su estructura toca una creencia religiosa egipcia básica en la continuación de la vida después de la muerte y el respeto por todos los seres vivos. Este mismo paradigma se puede ver en sus otros pasajes sobre los egipcios, y en otros lugares, lo que sugiere que Heródoto era plenamente consciente de las creencias religiosas de otras culturas pero decidió sugerirlas en lugar de explicar un tema que se consideraba, y todavía se considera, profundamente personal.