Las prácticas religiosas en la antigua China datan de hace más de 7000 años. Mucho antes de que se desarrollaran las doctrinas filosóficas y espirituales de Confucio y de Lao Tse, o que llegaran a China las enseñanzas del Buda, el pueblo veneraba personificaciones de la naturaleza, y más adelante abstracciones como las de «riqueza» y «fortuna» que se transformaron en religión.
En el presente, estas creencias aún ejercen influencia sobre la práctica de la religión. Por ejemplo, el Tao Te Ching taoísta sostiene que existe una fuerza universal conocida como Tao, que fluye a través de todas las cosas y las mantiene unidas, pero no hace mención específica al culto de dios alguno; aun así, en China y en otros lugares los adeptos del taoísmo moderno veneran diversas deidades en altares privados y en ceremonias públicas, las cuales tuvieron su origen en el remoto pasado del país.
El académico Harold M. Tanner expresa que: «Los dioses, espíritus y ancestros podían afectar las cosechas, el clima, el parto, la salud del rey, y la guerra, entre otras cuestiones. Por lo tanto, era importante ofrendarles sacrificio» (43). Los dioses surgieron a partir de las observaciones que hacían las personas de los fenómenos naturales, los cuales podían causarles temor e incertidumbre, o prometerles un mundo benévolo que los protegiera y apoyara en su búsqueda del éxito. Con el tiempo las creencias se estandarizaron y las deidades recibieron nombres y personalidades, mientras se desarrollaban los rituales para honrarlas. Más adelante, en China, todas estas ideas y actividades se normalizaron bajo el concepto de «religión», de la misma manera que ocurrió con otras convicciones y rituales en el resto del mundo antiguo.
Los primeros vestigios de las prácticas religiosas
La cultura china Yangshao, del valle del río Amarillo, que prosperó en el período comprendido entre 5000 y 3000 años a.C., aporta evidencias acerca de la existencia de creencias religiosas. En el yacimiento neolítico del poblado de Banpo, de la actual provincia de Shaanxi, del período comprendido entre 4500 y 3750 a.C., se descubrieron 250 tumbas que contenían artículos mortuorios, indicativos de la fe en que la vida continuaba tras la muerte. Además, por la manera en que se enterraba a los muertos, en sepulcros orientados del oeste hacia el este, se hace evidente un patrón ritual que simboliza la muerte y el renacimiento. Los elementos empleados en los sepulcros brindan pruebas acerca de la presencia en el poblado de individuos que actuaban como sacerdotes y presidían cierta especie de ceremonias religiosas y de adivinación.
La cultura yangshao era matrilineal, fundamentada en el predominio de la línea materna, y según los artículos hallados en los sepulcros, su figura religiosa habría sido una mujer. Los enterramientos no proporcionan pruebas sobre la ubicación de hombres en rangos elevados, pero sí de una significativa cantidad de mujeres en esas funciones. Los investigadores piensan que las primeras prácticas religiosas también eran matrilineales y es muy probable que animistas, en las que las personas adoraban personificaciones de la naturaleza. Con frecuencia las deidades femeninas eran benévolas, y los dioses masculinos malévolos, o al menos más temibles.
Estas actividades continuaron en la cultura qijia (c. 2200-1600 a.C.) establecida en la parte superior del valle del río Amarillo, pero de probable ascendencia patriarcal. Los exámenes realizados en la actual provincia de Qinghai en el yacimiento del poblado de Lajia, de la Edad de Bronce, así como los de otras áreas, han descubierto vestigios sobre la realización de ceremonias religiosas. A menudo se hace referencia a la aldea de Lajia como la «Pompeya china» porque fue destruida por un terremoto que provocó una inundación y los consiguientes corrimientos de tierra sepultaron la aldea intacta.
Entre los artefactos descubiertos se encontraba un cuenco de fideos que los científicos han examinado y creen que son los fideos más antiguos del mundo, precursores del plato básico chino «Fideos de Larga Vida». Aunque no todos los académicos y arqueólogos están de acuerdo en que los fideos son de origen chino, los hallazgos de Lajia sustentan la aseveración de que en el sitio se celebraban actos religiosos desde fechas tan tempranas como el 2200 a.C. Se han hallado pruebas de que el pueblo reverenciaba un dios supremo, rector de numerosas deidades menores.
Los fantasmas y la religión
En la época de la dinastía Shang (1600-1046 a.C.), estas creencias religiosas se habían desarrollado a tal punto que se había definido a un «rey de los dioses» nombrado Shangti y a toda una variedad de deidades inferiores. Shangti era una divinidad muy atareada que presidía en todos los asuntos relevantes del estado. En raras ocasiones se le ofrendaban sacrificios, debido a que se animaba a las personas a que no lo molestaran con sus problemas. La reverencia a los ancestros puede haber comenzado en esta época, pero es más probable que su inicio haya sido muy anterior.
La presencia de amuletos y hechizos constituyen prueba de una enraizada creencia en fantasmas, que data al menos de la dinastía Shang; por otra parte, en las formas más antiguas de la literatura china se encuentran historias de aparecidos. Los espectros conocidos como güei o kuei eran los espíritus de personas fallecidas que habían recibido una sepultura considerada incorrecta por no habérseles proporcionado los honores de rigor, o que por otras razones continuaban apegados a la tierra. Se los calificaba de diversas maneras, pero una de las formas que adoptaban, jiangshi, «cuerpo rígido», era la de zombis.
Las ánimas jugaban y aún juegan un papel importante en la religión y la cultura chinas. El Día de Barrer las Tumbas, ritual que se practica en la China de hoy alrededor de la fecha del 4 de abril, se celebra para honrar a los muertos y tener la seguridad de que se encuentran satisfechos en sus vidas de ultratumba, pues se piensa que de no estarlo, retornan para perseguir a los vivos. Durante el festival de Quingming, el Día de Barrer las Tumbas, los chinos visitan los sepulcros de sus ancestros, aunque no los frecuenten en ninguna otra época del año; durante esas jornadas atienden sus panteones y les ofrecen sus respetos.
No se temía que regresara el fantasma de alguien que al morir de causas naturales, hubiera recibido las honras de rigor durante su inhumación. Los chinos creían que la persona que había llevado una vida bondadosa viviría con los dioses tras su deceso. Se invocaba a los espíritus de los ancestros con el objetivo de que pudieran aproximarse a Shangti, alabarlo y explicarle los problemas de los que quedaban en la tierra. Tanner escribe:
Se representaba a los antecesores mediante un símbolo material, tal como una tablilla espiritual en la cual estuviera grabado o pintado el nombre honorífico del ancestro. Se celebraban rituales para honrar a los antepasados y se les ofrecían sacrificios de cerveza de mijo, ganado, perros, cabras, y seres humanos. La envergadura de los sacrificios variaba, pero si se trataba de un rito importante se inmolaban cientos de animales y personas. A causa de su creencia en que las ánimas de los fallecidos continuaban su existencia y mantenían su interés por el mundo de los vivos, la élite de Shang inhumaba a sus muertos en sepulcros muy elaborados y bien provistos. (43)
Los espíritus de los ancestros podían revelarle el futuro a un descendiente con el objetivo de ayudarlo. La adivinación pasó a ser una parte importante de las creencias religiosas chinas. Su ejercicio se llevaba a cabo por individuos poseedores de poderes místicos que hoy recibirían el nombre de médiums, a quienes se les pagaba para que predijeran el porvenir mediante el empleo de un oráculo conformado por huesos. El uso de los huesos oraculares impulsó el desarrollo de la escritura china. El médium escribía la pregunta en el hombro de un buey o de un caparazón de tortuga, a los que aplicaba calor hasta que se rajaban, y según el recorrido de la resquebradura, así quedaría definida la respuesta. No era el místico o los huesos los que proporcionaban el dictamen a la persona, sino sus antepasados, con quienes el nigromante entraba en contacto. Los antecesores estaban en contacto con los espíritus eternos, los dioses, quienes controlaban y mantenían el universo.
Los dioses
El panteón chino contaba con más de 200 dioses, cuyos nombres quedaron registrados durante y después de la dinastía Shang. Los primeros dioses, anteriores a Shangti, eran las ánimas de un lugar conocido como Tudi Gong («dios del lugar» o «dios de la tierra»), las cuales eran esencias elementales de la tierra que habitaban en un lugar específico y solo disponían de poder en ese sitio. En ocasiones se pensaba que los Tudi Gong eran miembros importantes de la comunidad, ya fallecidos, que permanecían en forma de espíritus en función de guardianes, pero más a menudo, que eran almas muy antiguas que habitaban en alguna parte de la región. Estos espectros podían prestar su asistencia siempre que las personas los reconocieran y honraran, o podían dar curso a su venganza si se los ignoraba o desatendía. El concepto chino del Feng Shui proviene de la creencia en los Tudi Gong.
La adoración a los espíritus locales de la tierra continuó incluso después de que se desarrollaran dioses más universales. Una de las primeras deidades en resultar reconocida, muy probablemente originada en un ánima local, fue el dragón. Se han encontrado imágenes de dragones en la alfarería del pueblo neolítico de Banpo y en otros sitios. El rey dragón conocido por Yinglong era el dios de la lluvia, tanto de la benigna que regaba las cosechas, como la de las terribles tormentas; además se lo tenía como dios del mar y protector de héroes, reyes, y de los que luchaban por el bien. En China, en las artes y en la arquitectura, se emplean de manera rutinaria estatuas e imágenes de dragones como símbolo de protección y de éxito.
Ya en la dinastía Shang existía alguna forma de Nuwa, diosa de la humanidad. Nuwa era una deidad parte mujer y parte dragón, que moldeaba a los seres humanos con el barro del río Amarillo y les insuflaba de aliento para darles vida.
Siguió creando personas y dándoles vida una y otra vez, pero se aburrió de hacerlo y a la postre inventó el matrimonio, para que las personas pudieran reproducirse sin necesidad de ella. Sin embargo, observó que el pueblo no aprendía a hacer las cosas, por lo que pidió ayuda a su amigo Fuxi.
Fuxi era el dios del fuego y preceptor de los seres humanos. Había entregado el fuego a los hombres y enseñado a controlarlo para cocinar, alumbrar y proporcionar calor. Fuxi también les tejió a las personas sus primeras redes de pesca y les enseñó a obtener alimentos del mar. Una vez que satisficieron sus necesidades básicas, les regaló la música, la escritura y la adivinación. Nuwa y Fuxi se consideraban madre y padre de los seres humanos y siempre se acudía a ellos en busca de protección.
Sun Wukong era el dios mono de las travesuras, a quien los demás dioses ultimaron y enviaron al inframundo a causa de la cantidad de problemas que engendraba. Al arribar al averno borró su nombre del registro del rey del inframundo y no solo regresó a la vida, sino que logró la inmortalidad. Aunque no se le asignó nombre hasta más tarde, un dios que aparece con figura de mono travieso en las inscripciones de bronce de la dinastía Shang, parece ser esta misma deidad.
Lei Shen era el desagradabilísimo dios del trueno, quien golpeaba con un martillo un enorme tambor cuando se irritaba. No toleraba a quienes desperdiciaban alimentos y le lanzaba rayos al que lo hiciera, con los que ocasionaba una muerte instantánea. Una vez vio a una mujer que parecía haber tirado un cuenco de arroz y la aniquiló con su descarga. Los dioses determinaron que había actuado con demasiada rapidez y resucitaron a la occisa Dian Mu de entre los muertos, a quien elevaron a diosa del relámpago. Dian Mu haría brillar su luz para mostrar a Lei Shen dónde lanzar sus rayos, de manera que no repitiera el mismo error.
Por encima de estos dioses y de todos los demás se encontraba Shangti, el dios de las leyes, del orden, la justicia, y de la vida, conocido como «Dios de lo Alto». Shangti determinó el funcionamiento del universo, y las vidas de las gentes estaban bajo su constante vigilancia. Atendía en especial a los que gobernaban a los demás y decidía quiénes dirigirían, por cuánto tiempo y quiénes serían los sucesores.
El culto y el clero
Los templos y los santuarios chinos siempre estaban al cuidado de sacerdotes y monjes varones. Se permitía la entrada de las mujeres a los monasterios para que se dedicaran a cuidar a los dioses, pero no ejercían autoridad espiritual de tipo alguno sobre los hombres. En los templos se oficiaban distintas clases de servicios religiosos, según la creencia de que se tratara. Las ceremonias tenían en común el sonido de la música, que casi siempre incluía campanas. Los rezos monásticos se pronunciaban tres veces al día, durante la mañana, el mediodía y la noche, al acompañamiento del tañido de una campanilla. Durante el culto era usual quemar incienso, para limpiar el lugar de malos espíritus y de energías negativas.
Un aspecto importante de las religiones chinas, bien fuera el taoísmo, el confucianismo o el budismo, era el de las «escuelas de higiene», en las que se instruía a las personas acerca de los cuidados que debían observar para prolongar la vida, e incluso alcanzar la inmortalidad. Las escuelas de higiene formaban parte del templo o del monasterio. En ellas los sacerdotes inculcaban a las gentes a realizar ejercicios que más adelante evolucionarían hacia el Tai Chi, enseñaban a comer alimentos sanos, y a efectuar rituales en honor a los dioses para lograr que los bendijeran con una vida larga y saludable.
Otros desarrollos religiosos
Durante la dinastía Zhou (c. 1046-226 a.C.) se desarrolló el concepto del «mandato celestial»; una creencia según la cual Shangti disponía el reinado de determinado emperador o dinastía y consentía con su regencia mientras continuara satisfaciéndolo. En el momento en que los monarcas descuidaran su responsabilidad ante el pueblo, perderían el mandato celestial y serían reemplazados con otros. Los académicos de la actualidad interpretan la regla como una mera justificación para permitir un cambio de régimen, pero en aquella época el pueblo creía en el concepto.
Se pensaba que los dioses cuidaban a las personas y prestaban especial atención al emperador. El pueblo, al igual que el monarca, mantuvo la costumbre iniciada a finales de la dinastía Shang de usar amuletos y hechizos que representaban a un dios de su preferencia o a un ancestro, talismanes que tenían por objetivo contar con su protección y mantener viva la esperanza de obtener su bendición. Las costumbres religiosas cambiaron a causa de la decadencia que la dinastía Zhou experimentó en sus postrimerías, y a su posterior caída, pero el hábito de llevar prendas religiosas encima continuó.
La dinastía Zhou se divide en dos períodos: Zhou occidental (1046-771 a.C.) y Zhou oriental (771-226 a.C.). Durante el período Zhou occidental la cultura china y las prácticas religiosas prosperaron, pero comenzaron a resquebrarse durante la etapa Zhou oriental. En lo que respecta a la religión, persistieron las actividades de la adivinación, la veneración a los ancestros y la adoración a los dioses, si bien en el intervalo comprendido entre 772 y 476 a.C., nombrado «período de la primavera y otoño», las ideas de la filosofía comenzaron a desafiar a las antiguas creencias.
Confucio (c. 551-479 a.C.) promovió el culto a los ancestros como fórmula para promover que cada quien recordara y honrara su pasado, pero hizo énfasis en que el individuo era responsable de las decisiones que tomaba y criticó la excesiva dependencia en los poderse sobrenaturales. Mencio, cuya existencia tuvo lugar entre el 372 y el 289 a.C., desarrolló en su obra las ideas de Confucio, y las condujo a una visión global más racional y atemperada. Podría considerarse que los trabajos de Lao Tse y el desarrollo del taoísmo en los alrededores del 500 a.C., constituyeron una reacción a los principios del confucianismo; sin embargo, el hecho es que el taoísmo se había engrandecido muchos siglos antes de la fecha que la tradición le asigna a Lao Tse. Es mucho más probable que el taoísmo evolucionara a partir de las religiones del pueblo chino surgidas del folclor y la reverencia a la naturaleza, en vez de que se creara por un filósofo del siglo VI a.C. Por lo tanto, resulta más acertado manifestar que el racionalismo de la filosofía de Confucio se desenvolvió como una respuesta al sentimentalismo y el espiritualismo de aquellas tempranas creencias.
Las creencias religiosas experimentaron un ulterior desarrollo durante la siguiente etapa de la historia de China. El «período de los estados guerreros», entre el 476 y el 221 a.C., fue sumamente caótico. Luego de que los Zhou perdieran el mandato celestial, los siete estados chinos pasaron a ser independientes y cada uno luchó contra los demás por la obtención del control del país. Durante esta época la doctrina más popular era el confucianismo, pero otra estaba en el proceso de cobrar más fuerza. Un estadista de la región Qin nombrado Shang Yang (muerto en 338 a.C.) desarrolló una filosofía denominada legalismo, que sostenía que el interés personal era, de manera exclusiva, la única motivación del pueblo, y que el mal era parte inherente de cada quien, por lo que todo tenía que ser controlado mediante la ley. La filosofía de Shang Yang impulsó al estado de Qin a subyugar a los otros seis estados, y en 221 a.C. Shi Huangti, su primer emperador, fundó la dinastía Qin.
Prohibición y resurrección de la religión
Durante la dinastía Qin (221-206 a.C.) Shi Huangti prohibió la religión y quemó obras filosóficas y religiosas. El legalismo se convirtió en la filosofía oficial del gobierno Qin y al pueblo se le aplicaron severas condenas por el más insignificante incumplimiento de las leyes. Shi Huangti proscribió todos los libros que no trataban asuntos relativos a su linaje de familia, la dinastía, o el legalismo, no obstante estar obsesionado en el plano personal con el tema de la vida de ultratumba y la inmortalidad, y que su propia biblioteca se desbordara de libros sobre esas materias. Los estudiosos del confucianismo escondían sus obras de la mejor manera posible y el pueblo veneraba a sus dioses en secreto, pero no se les permitía llevar amuletos.
Shi Huangti murió en 210 a.C., mientras viajaba por su reino en busca de la inmortalidad. Poco después, en 206 a.C., cayó la dinastía Qin, y la sustituyó la dinastía Han (202 a.C.-220 d.C.), la cual continuó con la política legalista hasta que más tarde el emperador Wu la abandonara durante su reinado entre los años 141 y 87 a.C. El confucianismo pasó a ser la religión estatal y ganó popularidad, aunque también se practicaban otras doctrinas, como el taoísmo.
Durante la dinastía Han se estableció de manera inconfundible que el emperador era el mediador entre los dioses y el pueblo. A partir de la dinastía Zhou, a causa del mandato celestial, se había interpretado que la posición del emperador estaba ligada a los dioses, pero ahora pasaba a ser una expresa responsabilidad del monarca comportarse de forma que el pueblo recibiera las bendiciones del cielo. En esta época el Monte Tai se convirtió en un importante sitio sagrado y se modificaron los rituales y festivales de la antigüedad, entre ellos el Festival de los Cinco Elementos en honor a los elementos tierra, metal, agua y madera, que luego pasó a nombrarse Festival del Cielo y la Tierra, cuyo objetivo era honrar la relación del pueblo con los dioses.
Una importante secta religiosa que ganó popularidad durante el período fue la del culto a la Reina Madre del Oeste, Xi Wang Mu, diosa de la inmortalidad. Al igual que los demás dioses, la deidad vivía en las montañas de Kunlun, pero en un castillo de oro, rodeado de un foso tan sensible que cualquier cosa, incluso un pelo que cayera en él, se hundía. Xi Wang Mu caminaba todos los días por el Jardín Imperial de los Duraznos, cuyas frutas contenían los divinos zumos de la inmortalidad. La académica Patricia Buckley Ebrey comenta sobre este culto:
Durante el período Han la esperanza de no perecer o de ser inmortal se expresó en el culto de una diosa nombrada Reina Madre del Oeste. Su paraíso se perfilaba como una tierra de maravillas, donde crecían los árboles de la perennidad y fluían los ríos de la inmortalidad… Las personas de todos los estratos sociales le manifestaban devoción y el gobierno patrocinó la construcción de altares por todo el país. (71)
A menudo la Reina Madre del Oeste se representaba como una anciana mujer sin atractivos, de afilados dientes parecidos a los de un tigre y espalda encorvada; otras veces como una hermosa mujer de largos cabellos. En su jardín guardaba con celo los secretos de la inmortalidad y abatía a las personas que intentaban abrirse paso hacia su interior. Sin embargo, era amable con sus seguidores y los bendecía mientras la complacieran.
La llegada del budismo
Durante el siglo I d.C. el comercio que se efectuaba a través de la Ruta de la Seda llevó el budismo hasta China. Según la leyenda, el emperador Ming, de la dinastía Han, quien reinó entre el 28 y el 75 d.C., vislumbró en una revelación un dios de oro que volaba por los aires, y le preguntó a su secretario de quién podría tratarse. El asistente le respondió que había escuchado de un dios de la India que refulgía como un sol y volaba por los aires, por lo que Ming despachó emisarios para introducir el budismo en China. El budismo se combinó con rapidez con las antiguas religiones folclóricas e incorporó el culto a los ancestros y la veneración a Buda como dios.
El budismo fue bien recibido en China, se hizo de un sitio junto al confucianismo, al taoísmo y a las mezclas de religiones folclóricas, e influyó de manera importante en la vida espiritual del pueblo. Al caer la dinastía Han, China entró en un período conocido con el nombre de Los Tres Reinos (220-263 d.C.), similar al Período de los Estados Guerreros en cuanto a derramamiento de sangre, violencia y desorden. La brutalidad y la incertidumbre de esa etapa influyeron en el budismo chino, que dirigió su empeño a satisfacer las necesidades de las gentes de la época, mediante el desarrollo de rituales y prácticas trascendentales. Las escuelas budistas Ch´an (mejor conocidas como Zen), Tierra Pura y otras se formaron en esos tiempos.
Con el budismo se introdujo en China un nuevo tipo de fantasma, el egui («fantasma hambriento»), el cual llegó a estar entre los más temidos. La actual celebración china del Festival de los Fantasmas, que también se conoce como Festival del Fantasma Hambriento, surgió de esta creencia. Las ánimas hambrientas eran los espíritus de quienes habían sido asesinados, o enterrados de forma inadecuada, o pecado sin haber recibido perdón. También podían ser personas insatisfechas con lo que la vida les había proporcionado, cuya infelicidad persistía tras su fallecimiento. Durante el Mes de los Fantasmas, las personas les colocaban alimentos fuera de sus casas a los espectros, con intención de apaciguarlos; además, visitaban las tumbas de sus ancestros para ofrendarles comida y de ese modo evitar que se convirtieran en fantasmas hambrientos.
La dinastía Tang y la religión en China
Hacia la época de la dinastía Tang (618-907 d.C.) las principales influencias religiosas que habían actuado sobre la cultura china estaban bien establecidas, pero habría más. El segundo emperador, Taizong (626-649 a.C.), era un budista que practicaba la tolerancia hacia otras creencias, y permitió que el maniqueísmo, el cristianismo y otras doctrinas establecieran comunidades religiosas en China. Su sucesor, Wu Zietian (quien reinó de 690 a 704 d.C.) potenció el budismo y se presentó a sí mismo como Maitreya (un futuro Buda), si bien, por el contrario, Xuanzong (quien reinó de 712 a 756 a.C.), rechazó el budismo por considerarlo divisionista, e hizo del taoísmo la religión del estado.
Aunque Xuanzong había permitido y promovido la práctica de todas las creencias en el país, hacia 817 d.C. se condenó el budismo por considerarse una fuerza divisoria que socavaba los valores tradicionales. Entre 842-845 d.C. sus monjes y sacerdotes enfrentaron acosos y asesinatos, a la par que se clausuraban templos. Se prohibieron todas las religiones excepto el taoísmo y se sometió a persecución a las comunidades judías, cristianas y de las demás creencias. El emperador Xuanzong II (quien reinó de 846 a 859 d.C.) terminó con el hostigamiento y restauró la tolerancia religiosa. Desde entonces hasta la fecha, cada una de las dinastías posteriores a la Tang vivió sus propias experiencias en lo relativo al desarrollo de la religión y cosechó los beneficios e inconvenientes asociados a ellas; no obstante hacia el final del reinado de los Tang se habían fijado las formas básicas de las distintas ideas religiosas.
El confucianismo, el taoísmo, el budismo y las antiguas religiones folclóricas se combinaron para formar la base de la cultura china. Aunque otras doctrinas añadieron sus influencias, las creencias de estas cuatro estructuras religiosas fueron las que mayor impacto tuvieron sobre el país y su civilización. Las convicciones religiosas siempre han sido importantes para el pueblo chino, a pesar de que en sus inicios, al tomar el poder en 1949 d.C., la República Popular China proscribió la religión.
La República Popular entendía que la religión era innecesaria y generaba división, razón por la cual durante la Revolución Cultural se destruyeron templos y quemaron iglesias o se emplearon con propósitos seculares. Durante la década de 1970 d.C. la República Popular suavizó su posición acerca de la fe y desde entonces se ha dedicado a promover la religión organizada como parte de una «higiene psicológica» y de una influencia estabilizadora para las vidas de sus ciudadanos.