Los aztecas del México antiguo medían el tiempo con un sofisticado sistema de tres calendarios interconectados que seguía los movimientos de los cuerpos celestes y proveía una lista completa de festivales religiosos y fechas sagradas importantes. A cada día del calendario se le asignaba una combinación única de un nombre y un número.
Además, los días individuales y los períodos de días estaban dedicados a sus dioses correspondientes en el calendario, lo que destaca la perspectiva azteca de que el tiempo y la vida cotidiana eran inseparables de las creencias religiosas. La fecha, cada 52 años, en la que coincidían los calendarios exactamente se consideraba como particularmente significativa y auspiciosa.
La perspectiva azteca del tiempo
Para el mundo moderno, el tiempo a menudo se imagina como una línea recta que va de un pasado distante a un futuro infinito, pero no era así para los aztecas. Tal y como describe el historiador R.F. Townsend:
El tiempo para los aztecas estaba cargado de energía y movimiento, el presagio del cambio, siempre cargado de un fuerte sentido de acontecimiento milagroso. Los mitos cosmogónicos revelan una preocupación por el proceso de creación, destrucción y recreación, y el sistema calendárico reflejaba estas nociones sobre el carácter del tiempo. (127)
Para los aztecas, los momentos específicos, fechas y períodos, como por ejemplo el día de nacimiento, podían tener un efecto auspicioso (u opuesto) en la personalidad de cada uno, en el éxito de las cosechas, en la prosperidad del reinado de un gobernante, y así sucesivamente. Había que llevar la cuenta del tiempo, medirlo y documentarlo. Es significativo que la mayor parte de los monumentos y obras artísticas aztecas lleven claramente una fecha de algún tipo.
Tonalpohualli: "La cuenta de los días"
Los aztecas usaban un calendario sagrado conocido como el tonalpohualli o "cuenta de los días". Este se remontaba a una gran antigüedad en Mesoamérica, quizás a la civilización olmeca del primer milenio a.C. Formaba un ciclo de 260 días, que con toda probabilidad originalmente estaba basado en observaciones astronómicas. El calendario estaba dividido en unidades (a veces llamadas trecenas) de veinte días, y cada día tenía su propio nombre, símbolo, deidad patrona y augurio:
- cipactli - cocodrilo - Tonacatecuhtli - propicio
- ehecatl - viento - Quetzalcóatl - nefasto
- calli - casa - Tepeyolohtli - propicio
- cuetzpallin - lagarto - Huehuecoyotl - propicio
- coatl - serpiente - Chalchiutlicue - propicio
- miquiztli - muerte - Tecciztecatl/Meztli - nefasto
- mazatl - venado - Tláloc - propicio
- tochtli - conejo - Mayahuel - propicio
- atl - agua - Xiuhtechtli - propicio
- itzcuintli - perro - Mictlantecuhtli - propicio
- ozomatli - mono - Xochipilli - neutral
- malinalli - hierba muerta - Patecatl - nefasto
- acatl - caña - Tezcatlipoca/Itztlacoliuhqui - nefasto
- ocelotl - ocelote/jaguar - Tlazolteotl - nefasto
- quauhtli - águila - Xipe Totec - nefasto
- cozcacuauhtli - vuitre - Itzpapalotl - propicio
- ollin - seísmo- Xolotl - neutral
- tecpatl - cuchillo de pedernal - Tezcatlipoca/Chalchiuhtotolin - propicio
- quiahuitl - lluvia - Tonatiuh/Chantico - nefasto
- xochitl - flor - Xochiquetzal - neutral
El grupo de 20 días corría simultáneamente con otro grupo de 13 días numerados (puede que, no por coincidencia, el cielo azteca tuviera 13 planos). Esto quiere decir que cada día tenía tanto un nombre como un número (por ejemplo, 4-Conejo), y este número iba cambiando conforme a la rotación del calendario. Después de que se completaran todas las combinaciones posibles de nombres y números, habrían pasado 260 días. El número 260 tiene múltiples significados: es el período aproximado de la gestación humana, el período entre la aparición de Venus, y la duración del ciclo de cultivo mesoamericano.
Además de los nombres y los números, cada día también tenía su propia deidad: uno de los trece señores del día (los niveles del cielo) y uno de los nueve señores de la noche (los niveles del inframundo). Estos procedían del panteón azteca e incluían a Tezcatlipoca, Quetzalcoatl, Tlaloc, Xiuhtecuhtli y Mictlantecuhtli. Las horas del día también tenían sus propias aves patronas, tales como el colibrí, el búho, el pavo y el quetzal, y un día tenía una mariposa patrona. Además, cada grupo de 13 días también se atribuía a un dios. Finalmente, en otro plano más de significado, los 20 días se dividían en cuatro grupos basados en los cuatro puntos cardinales: acatl (este), tecpatl (norte), calli (oeste), y tochtli (sur).
Todo esto parece bastante complicado comparado con la semana moderna de 7 días de nombres repetidos, pero tenía la ventaja de que cada día del año tuviera su propio nombre único y su combinación numérica, y de este modo no se podía confundir con ningún otro. Por eso, los niños aztecas podían decir el nombre del día en el que habían nacido. Los días se registraban en un libro hecho de papel de corteza llamado el tonalamatl. Además, había una clase adivinos oficiales que interpretaban las fechas que eran más propicias para ciertos eventos como los matrimonios, y quehaceres agrícolas como la plantación de cultivos particulares y los días que había que evitar.
Xiuhpohualli: "La cuenta de los años"
El segundo calendario azteca era el xiuhpohualli, o "cuenta de los años", que estaba basado en el ciclo solar de 365 días. Era este calendario el que regulaba cuándo había que celebrar las ceremonias religiosas y los festivales. Estaba dividido en 18 grupos de 20 días (cada uno con su propio festival). Estos "meses" eran:
- Atlcahualo - detenimiento de aguas
- Tlacaxipehualiztli - desollamiento de hombres
- Tozoztontli - vigilia menor
- Hueytozoztli - vigilia mayor
- Toxcatl - sequía
- Etzalcualiztli - alimentación de maíz y frijoles
- Tecuilhuitontli - fiesta menor de los señores
- Hueytecuilhuitl - fiesta mayor de los señores
- Tlaxochimaco - ofrecimiento de flores
- Xocotlhuetzi - caída de frutas
- Ochpaniztli - barrida
- Teotleco - retorno de los dioses
- Tepeolhuitl - fiesta de las montañas
- Quecholli - una ave
- Panquetzaliztli - levantamiento de las banderas de plumas de quetzal
- Atemoztli - caída de aguas
- Tititl - significado desconocido
- Izcalli - crecimiento
Algunos expertos comienzan la secuencia con Izcalli, con lo que Atlcahualo se convierte en el segundo "mes" y así sucesivamente. También había un período extra, los nemontemi (literalmente, los días "sin nombre") ubicados hacia el fin del año, que tenía una duración de 5 días. Esto aún no aseguraba una precisión solar completa (lograda por nuestro año bisiesto) por lo que con el tiempo el calendario se desincronizaba de las estaciones y era necesario desplazar los festivales e incluso renombrar los días. Los nemontemi eran un período de limbo extraño en el que nadie se atrevía de hacer nada importante excepto esperar por la renovación propia del calendario. El año completo tenía un nombre, uno de cuatro posibilidades en secuencia: Conejo, Caña, Cuchillo de Pedernal y Casa. Para distinguir entre años repetidos, se les asignaba un número del 1 al 13. Por ejemplo a "1-Casa" le seguía "2-Conejo". Así, cuando los cuatro nombres se habían usado 13 veces, había transcurrido un ciclo completo de 52 años.
Los calendarios al unísono
Los calendarios de tonalpohualli y xiuhpohualli corrían simultáneamente, tal y como describe Townsend:
A menudo se han explicado como dos engranajes conectados, rotando, en los que el comienzo de un día de la rueda larga de 365 días se alinearía con el comienzo de un día del calendario más pequeño de 260 cada 52 años. Este período de 52 años constituía un siglo o "centuria" mesoamericana. (127)
El paso de un ciclo de 52 años (xiuhmolpilli) a otro estaba marcado por el evento religioso más importante del mundo azteca, la Ceremonia del Fuego Nuevo, también conocida apropiadamente como la ceremonia de "Atadura de Años". Esto era cuando se realizaba un sacrificio humano para asegurar la renovación del sol. Si los dioses estaban disgustados, entonces no habría un nuevo sol y el mundo se acabaría.
Cada ciclo de 52 años era incluso más importante para los aztecas porque era cuando el tonalpohualli y el ciclo de 52 años coincidían exactamente. Curiosamente, aunque los períodos de 52 eran grupos importantes en la historia azteca, nunca les dieron un nombre individual y todas las fechas comenzaban de nuevo al inicio de un nuevo ciclo. Esto, sin duda, reflejaba la mitología cósmica azteca, en donde el mundo y la humanidad se renovaban constantemente en ciclos perpetuos de cambio.