Alejandro Magno como un dios

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Donald L. Wasson
por , traducido por Miriam López
Publicado el 28 julio 2016
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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El antiguo concepto del "derecho divino de los reyes" permitía al gobernante de un país recibir su poder o autoridad de Dios. Sin embargo, hubo muy pocos lo bastante ilusos como para creerse realmente un dios. Una excepción fue Alejandro Magno de Macedonia. En el año 334 a.C., a la edad de veintidós años, cruzó el Helesponto con su ejército y se embarcó en un viaje para conquistar el Imperio Persa que duraría una década. Como supuesto descendiente de Aquiles, Alejandro creía que su destino estaba en la victoria final sobre el rey Darío III. En el momento de su muerte, en el año 323 a.C., estaba convencido de que no era hijo del rey Filipo II, sino del omnipotente dios griego Zeus.

Alexander as Ammon-Zeus
Alejandro como Zeus-Amón
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

Parentesco divino

La impresión de que Alejandro era hijo de un dios es en realidad anterior a su nacimiento. El futuro rey de Asia era solo medio macedonio, lo que haría que muchos en el círculo íntimo del rey Filipo se opusieran a la ascensión de su hijo al trono. Mientras que su "padre" era macedonio puro, su madre Olimpia, era de sangre real de la provincia de Epiro, al suroeste de Macedonia. Epiro era un antiguo reino feudal cuya familia real, como en muchos de sus reinos vecinos, basaba su ascendencia en uno de los dioses del Olimpo: en su capital había un templo dedicado a Zeus. La familia de Olimpia, los molosos, afirmaban estar emparentados con Aquiles, el héroe trágico de la guerra de Troya, según la Ilíada de Homero. Sus antepasados descendían de Moloso, hijo de Andrómaca y Neoptólemo (hijo de Aquiles) que había matado al rey Príamo de Troya en el altar de Zeus Herkeios. Esta historia hacía de Alejandro un descendiente de héroes, algo que su madre nunca desmintió.

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Alejandro creía en los trabajos de su ancestro Heracles como en las hazañas de Aquiles, el antepasado de su madre.

Hay varias versiones sobre los inexplicables acontecimientos que rodearon el nacimiento del joven rey (supuestamente) el 20 de julio del 356 a.C. Según una leyenda, el día del nacimiento de Alejandro, Artemisa, la diosa griega de la caza, asistió al acontecimiento mientras su templo en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo, ardía por completo. Según otra leyenda, esa noche Filipo II se encontraba en plena batalla cuando recibió tres noticias distintas: su leal comandante Parmenio había derrotado a los ilirios, su caballo de carreras había triunfado en los Juegos Olímpicos (lo cual, según parece, le hizo tremendamente feliz) y que su esposa Olimpia había dado a luz un hijo. Sin embargo, la historia que reforzó la creencia de Alejandro en su propia divinidad le fue revelada antes de que abandonara Macedonia para dirigirse a Asia. Su madre lo apartó y le contó una serie de sucesos ocurridos la noche anterior a su boda. Supuestamente, Olimpia estaba durmiendo en su alcoba cuando un trueno la despertó. De repente, un rayo (evidentemente se trataba del dios Zeus) entró en su habitación y la golpeó en el vientre (milagrosamente sin hacerle daño), seguido de un destello de luz. Sobre esta versión del nacimiento de Alejandro, el historiador Plutarco escribió en sus vidas griegas: "...cuando Alejandro partía en su campaña oriental, Olimpia le acompañó durante la procesión, le contó en privado el secreto de su nacimiento y le instó a albergar ambiciones dignas de su filiación". (312)

El rey Filipo, que afirmaba ser descendiente de Heracles (Hércules en la mitología romana), hijo de Zeus, también tuvo una revelación sobre su hijo. Según Plutarco, después de casarse, "Filipo soñó que presionaba un sello en el vientre de su esposa, y que el emblema del sello era la figura de un león". Aunque hay quien descarta el sueño de Filipo, Aristandro de Telmeso lo interpretó como que Olimpia ya estaba embarazada y que el hijo que llevaba sería valiente y parecido a un león. Como Alejandro descubriría años después, los sacerdotes del templo de Siwa confirmarían sus sospechas sobre su filiación divina: Zeus, y no Filipo, era su verdadero padre.

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Alexander the Great, Roman Era bust
Alejandro Magno, busto de época romana
Carole Raddato (CC BY-SA)

Las creencias religiosas de Alejandro

Algunos no ven a Alejandro como "grande". Rechazan su supuesta "divinidad" y cuestionan su naturaleza despiadada, especialmente su responsabilidad en la muerte de miles de personas. Sin embargo, el hecho de que se considerara realmente un dios queda eclipsado por cómo se le recuerda en la historia. Independientemente de cómo le consideren los demás, Alejandro se tenía como un individuo profundamente religioso. Para él, Zeus era el padre (no literalmente) de toda la humanidad, no sólo de los griegos y macedonios, sino también de los persas, egipcios e indios. Mientras cruzaba Asia, se mostró abierto hacia los "bárbaros" y sus costumbres; incluso hizo un sacrificio al dios egipcio Apis en Menfis. Aunque respetara su religión y su cultura, seguía creyendo en la superioridad de la civilización griega, y para él, Aristóteles, su antiguo tutor, era el principal exponente de esa cultura griega.

Para Alejandro, los dioses del Olimpo estaban presentes en todas partes, y sus deseos se revelaban al hombre a través de oráculos y presagios, lo que se aprecia en su respeto por los oráculos de Delfos y Siwa. Respetaba la rica historia de los griegos y dormía con un ejemplar de La Ilíada bajo la almohada. Creía tanto en los trabajos de su ancestro Heracles como en las hazañas de su antepasado materno Aquiles. Hacía sacrificios a diario e incluso organizaba festivales mientras viajaba por Asia. Como los dioses aprobaban sus victorias, les rezaba y realizaba sacrificios en su honor antes y después de cada batalla.

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Antes de cruzar el Helesponto, Alejandro visitó el oráculo de Delfos. Desgraciadamente, estaba cerrado, y ese día las entregas del oráculo estaban prohibidas, pero el rey no era de los que aceptaban la derrota de ningún tipo y llamó a la sacerdotisa Pitia para que se presentara, quien se negó taxativamente. Una vez más, Alejandro no aceptó su desafío y la arrastró hasta el oráculo para que respondiera a su pregunta: ¿Qué decían los dioses sobre su expedición a Asia? Comprendiendo que era inútil resistirse, se limitó a decirle que sería invencible. Plutarco escribió,

...él mismo se acercó a su residencia y comenzó a arrastrarla contra su voluntad hacia el templo, tras lo cual, aparentemente vencida por su fuerza, le dijo: 'Eres invencible, hijo mío'. Al oír esto, Alejandro declaró que esa era la única profecía que necesitaba...(323).

Desde el oráculo, cruzó el Helesponto hasta Asia Menor, pero antes de tocar suelo asiático, lanzó una lanza al suelo, reclamando Asia como recompensa de los dioses. Desde allí viajó al norte para visitar las ruinas de Troya, donde hizo un sacrificio a Atenea y colocó guirnaldas en la tumba de Aquiles.

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Los logros de Alejandro

De su padre (Filipo, no Zeus), Alejandro heredó un ejército muy disciplinado y, al igual que su padre, el rey macedonio fue un gran comandante militar. Era un brillante estratega y táctico. Según la historia nunca perdió una batalla. Sus admiradores afirman que tenía la extraña habilidad de evaluar rápidamente a su enemigo y tomar una decisión. Incluso a la temprana edad de 18 años demostró este notable talento cuando se unió a su padre en el 338 a.C. contra los atenienses en Queronea. Durante el momento álgido de la batalla, incluso fue capaz de rodear y derrotar a la famosa Banda Sagrada de Tebas. Tras la muerte de Filipo en el 336 a.C., Alejandro se dio cuenta a los 20 años de que antes de poder cruzar a Asia Menor para cumplir la visión de su padre de conquistar Persia, tenía que ganarse el apoyo del ejército. Junto al comandante de confianza de Filipo, Antípatro, se enfrentó a una asamblea de tropas macedonias. Muchos de estos veteranos estaban cansados de la guerra, y la muerte de Filipo significaba que la posibilidad de guerra había terminado. Cuando se presentó ante ellos y lloró, Alejandro les prometió a cada uno gloria (arête) y riquezas. Juraron su lealtad a un hombre.

Alexander the Great, Marble Head
Alejandro Magno, cabeza de mármol
Carole Raddato (CC BY-SA)

A lo largo de los largos días y meses de marcha por los desiertos de Asia, Alejandro se ganó continuamente el respeto de sus hombres. Vieron a un comandante que soportaba las dificultades y los peligros junto a ellos, luchando a su lado, comiendo cuando y lo que ellos comían, y rechazando el agua si no había suficiente para todos. A diferencia de su homólogo el rey Darío, dirigía a sus hombres desde el frente. Esta preocupación, a veces imprudente, por su propio bienestar provocó que le hirieran en ocho ocasiones. En los años siguientes, Alejandro y su ejército obtuvieron victorias en Gránico, Isso y Tiro. Después de Isso se produjo un incidente que demostró su extrema confianza, incluso siendo tan joven: Darío había enviado un mensajero a Alejandro con condiciones, básicamente para repartirse Asia. El viejo comandante Parmenio sugirió aceptarlas, pero el rey respondió (los relatos varían): "Yo también lo haría, si fuera Parmenio, pero soy Alejandro, y no puedo". En el 332 a.C. cruzó a Egipto, y sería en Egipto donde recibió la confirmación de que era realmente hijo de Zeus.

Zeus-Ammon

El pueblo egipcio se alegró mucho de ver a Alejandro; habían odiado a los persas conquistadores que mostraban poco respeto por su religión y sus costumbres. Alejandro, en cambio, respetaba sus tradiciones religiosas e incluso hacía sacrificios en sus templos. Sin embargo, antes de emprender su encuentro final con el rey Darío en Gaugamela, quiso visitar un lugar en particular, el Oráculo de Zeus-Amón en Siwa (Siwah), situado en un oasis entre Egipto y Libia. Los griegos conocían el oráculo desde hacía tiempo e identificaban al dios egipcio Amón con su propio Zeus. El rey conocía su reputación de infalibilidad: tanto los héroes griegos Heracles como Perseo lo habían consultado. Entre las preguntas que deseaba hacer al sacerdote del templo estaban: ¿Era Filipo su verdadero padre o era hijo de Zeus? y, por último, ¿era invencible?

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Atravesar el desierto de Libia no sería fácil, y a pesar de que le habían informado de los peligros, Alejandro decidió ir. Por supuesto, como le habían advertido, él y sus hombres no tardaron en perderse. Sin embargo, según la leyenda, dos cuervos (Ptolomeo escribió más tarde que eran serpientes) los condujeron a un lugar seguro. Según el mito, Alejandro sintió que los cuervos habían sido enviados por los dioses (intervención divina) y ordenó a sus hombres que los siguieran; los cuervos volaron lentamente, guiando a los hombres hasta Siwa. Plutarco escribió que Zeus incluso les había proporcionado lluvia para "aliviar el miedo a la sed". Añadió:

...los viajeros vagaban sin rumbo y se separaban unos de otros en su ignorancia sobre el camino a seguir, aparecieron algunos cuervos y asumieron el papel de líderes de la expedición: volaban velozmente por delante mientras el grupo se mantuviera con ellos, y los esperaban si los demás se quedaban atrás y disminuían la velocidad (337).

Map of Alexander the Great's Conquests
Mapa de las conquistas de Alejandro Magno
US Military Academy (Public Domain)

Al llegar al templo, Alejandro fue recibido por el sacerdote, que le saludó en un griego bastante pobre, diciendo "O, paidios", que significa "Oh, hijo de Dios". Algunos creen que quiso decir "O, paidion" o "Oh, hijo mío". Aparentemente, a Alejandro pareció satisfecho con la mala pronunciación. La visita le cambió por completo, ya que el sacerdote le confirmó lo que ya le habían dicho: que era hijo de Zeus y que se le había otorgado el gobierno del mundo. Ahora Alejandro sabía honestamente de quién era la sangre que corría por sus venas, era el hijo de Zeus. A su regreso a Menfis, hizo un sacrificio a Zeus. Allí recibió dos delegaciones (una de Mileto y otra de Eritrea) y ambas le dijeron que el oráculo de su ciudad le confirmaba que era hijo de Zeus. Aunque creía que sólo lo decían para ganarse su favor, esperaba que lo difundieran. Las siempre revoltosas ciudades griegas de Atenas, Esparta y Tebas se lo pensarían dos veces antes de causar problemas al hijo de un dios. Plutarco escribió:

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Por lo general, se comportaba con altivez con los no griegos y daba a entender que estaba plenamente convencido de su nacimiento y filiación divinos, pero mantenía su presunción de divinidad dentro de unos límites razonables y no se excedía cuando trataba con griegos (338).

Entrada en Asia

Desde Egipto, Alejandro y su ejército cruzaron a Asia y a través de Mesopotamia, donde, aunque superados en número, derrotaron por segunda vez a las fuerzas del rey Darío. Alejandro era ahora el rey de toda Asia. Desgraciadamente, la derrota supuso el fin de Darío a manos de su comandante Besso. Desde Gaugamela, el nuevo rey desfiló triunfalmente hacia la capital, Babilonia. Desde allí conquistó Bactriana, donde conoció y se casó con Roxana, la madre de su hijo Alejandro IV. A continuación, marchó a la India derrotando al rey Poro en Hidaspo. Meses después regresó a Babilonia. Las victorias sobre Darío y Poro lo habían agotado. Sus hombres estaban cansados y querían volver a casa, a Grecia y a Macedonia. Hubo rumores de un motín o de una conspiración para asesinarle, pero lo más importante es que su comportamiento y actitud se habían visto afectados. Comenzó a adoptar las costumbres persas, como ponerse la tradicional túnica persa blanca y púrpura y llevar una diadema. Se sentaba en un trono elevado y dorado rodeado de guardias. Comenzó a exigir que la gente se postrara ante él (proskynesis). Los persas aceptaron porque era su costumbre, pero los griegos se negaron. Para ellos, Alejandro era mortal: no era un dios.

La mejor forma de ver esta actitud es un incidente que ocurrió poco antes de su muerte. Tras ser llamado a Babilonia para responder a una serie de acusaciones, el regente macedonio Antípatro se negó a comparecer. En su lugar, envió a su joven hijo Casandro para que hiciera un llamamiento en su nombre. Desgraciadamente, Casandro cometió un grave error al reírse tras ver a varios persas postrados ante el rey. Al ver su risa como una señal de falta de respeto, Alejandro se enfureció y golpeó la cabeza de Casandro contra un muro cercano. El incidente perseguiría a Casandro durante el resto de su vida. Años después, cada vez que veía una estatua o un cuadro de Alejandro, se desmayaba. Tras la muerte de Alejandro, se acusó a Antípatro y Casandro de envenenarlo.

Alexander the Great in Combat
Alejandro Magno en combate
Warner Brothers (Copyright, fair use)

Muerte y legado

Alejandro Magno murió el 10 de junio del año 323 a.C. Lamentablemente, no había nombrado un sucesor o heredero. Con pocas alternativas, su vasto imperio se dividió entre sus comandantes en un plan que dio lugar a tres décadas de conflictos. Aunque los comandantes pudieron discutir por sus pequeñas porciones de territorio, la gente reaccionó de forma muy diferente en todo el imperio. Al enterarse de su muerte, los macedonios lloraron y corrieron por las calles. Los persas, según su costumbre, se afeitaron la cabeza. La madre de Darío supuestamente se murió de hambre. Sin nadie capaz de tomar una decisión, el comandante Pérdicas asumió el control del cuerpo del rey, planeando regresar a Macedonia donde se estaba preparando una tumba.

En el año 322 a.C. el cuerpo inició su largo viaje de regreso a casa. Desde Babilonia hasta Damasco la gente se reunió a lo largo de los caminos. Junto al carro funerario iba un séquito de 64 mulas y una guardia militar. El ataúd de oro fue adornado con esculturas y pinturas, así como con joyas. Por desgracia, el rey nunca llegaría a Macedonia. Ptolomeo, el regente de Egipto, lo secuestró y lo llevó a Menfis. Este robo fue uno de los muchos incidentes que llevaron a Ptolomeo y Pérdicas a la guerra, pero después de tres intentos fallidos de invadir Egipto, Pérdicas fue asesinado por sus propias tropas. Las Guerras de los Diadocos continuarían, y el vasto imperio de Alejandro nunca se reuniría. En el año 316 a.C., su madre, su esposa y su hijo acabarían muriendo a las órdenes de Casandro, el regente de su patria, Macedonia.

Aunque su imperio no prosperó tras él, la memoria de Alejandro sí lo hizo. Aunque muchos lo consideran un icono, otros que lo ven como un héroe y un villano a partes iguales. Para los que le admiran, cambió el mundo. Llevó la cultura griega y la era helenística a Asia, y para algunos sentó las bases del cristianismo. El gran imperio que construyó difundió la filosofía, el arte y la literatura griegas. Décadas más tarde, tras invadir y derrotar a Grecia en las guerras macedónicas, los romanos se beneficiaron de Alejandro y de los griegos, ya que los romanos educados aprendieron griego, contrataron tutores griegos para sus hijos y muchos de los romanos más acomodados enviaron a sus hijos a estudiar a Atenas. Incluso la religión romana estaba muy influenciada por los dioses del Olimpo. Los grandes comandantes que le siguieron, como Aníbal y Julio César, medían sus propias victorias comparándolas con las de Alejandro. Aníbal lo llamó el mejor general de todos los tiempos, mientras que César lloró al ver la estatua de Alejandro.

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Conclusión

Por muy admirado que fuera tanto por los de su época como por los posteriores, sigue existiendo la duda de si Alejandro creía en su propio destino. La historia valida que fue un comandante muy perspicaz que condujo a un ejército bien disciplinado a través de un terreno hostil hasta la victoria. Para muchos era "un visionario". Estaba dotado de inteligencia y valentía, a menudo luchando contra ejércitos que le superaban ampliamente en número. Se le ha descrito como audaz, ambicioso, arriesgado y, por último, como un temible adversario. Desde la muerte de su padre, demostró continuamente ser un líder capaz, predicando con el ejemplo. Su convicción profundamente religiosa, junto con la validación de su madre, los oráculos y sus victorias sobre los persas, le convencieron de que era un hombre de destino.

¿Cómo se puede valorar a Alejandro? Antes de cumplir los 23 años, dirigió un ejército a través del Helesponto y hacia Asia. Dirigió este ejército desde el frente, no desde la retaguardia. Era leal, un rasgo que inspiraba a sus hombres. Sin embargo, hay quienes no lo ven como Alejandro Magno. Para ellos es un asesino en masa, responsable de innumerables muertes de griegos, macedonios y persas. Para otros, murió demasiado pronto, por lo que no se puede determinar su lugar en la historia. Sin embargo, el hecho de que se considerara realmente un dios queda eclipsado por la forma en que se le ha recordado. En sus Campañas de Alejandro, el historiador Arriano escribió sobre su admiración:

Creo que en aquellos días no había ninguna nación, ninguna ciudad, ningún individuo que estuviera fuera del alcance del nombre de Alejandro; nunca en todo el mundo hubo otro como él, y por lo tanto no puedo dejar de sentir que algún poder más que humano estuvo involucrado en su nacimiento...(398).

Tanto si Alejandro era un dios como si se creía uno, sus logros han superado la prueba del tiempo y siguen siendo admirados por los estudiantes de historia más de dos milenios después de su muerte.

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Sobre el traductor

Miriam López
I'm a translator and interpreter in an ever-changing world. I love languages and getting to know other cultures. Travelling has become the nearest way to learn from each other these days.

Sobre el autor

Donald L. Wasson
Donald impartió clases de Historia de la Antigüedad, de la Edad Media y de los Estados Unidos, en el Lincoln College (Normal, Illinois) y desde que comenzó a estudiar sobre Alejandro Magno, siempre ha sido y será un estudiante de historia. Le ilusióna transmitir conocimientos a sus alumnos.

Cita este trabajo

Estilo APA

Wasson, D. L. (2016, julio 28). Alejandro Magno como un dios [Alexander the Great as a God]. (M. López, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-925/alejandro-magno-como-un-dios/

Estilo Chicago

Wasson, Donald L.. "Alejandro Magno como un dios." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. Última modificación julio 28, 2016. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-925/alejandro-magno-como-un-dios/.

Estilo MLA

Wasson, Donald L.. "Alejandro Magno como un dios." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 28 jul 2016. Web. 03 dic 2024.

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