La plata tenía un gran valor y atractivo estético en muchas culturas de la Antigüedad, que la usaban para confeccionar joyería, vajillas, figuritas, objetos rituales y piezas cortadas en bruto, conocidas como plata cortada, que se usaban para comerciar o almacenar riqueza. Fue el metal preferido para acuñar monedas durante largos periodos y su adquisición en minas de lugares como Grecia, España, Italia y Anatolia fue un factor importante en muchos conflictos de la Antigüedad. Este metal también se encontró en minas de la antigua China, Corea, Japón y Sudamérica, entre otros, donde se transformaba en objetos hermosos para la élite y como tributos y regalos prestigiosos entre estados. La plata era fácil de extraer, de trabajar, reutilizable y brillante, y por lo tanto era una de las pocas mercancías verdaderamente internacionales que conectó y dividió a partes iguales el mundo de la Antigüedad.
Propiedades y extracción
La plata (símbolo químico Ag) es un metal blando que se puede pulir para producir un lustre atractivo, dos características que lo convirtieron en el material ideal para los orfebres de la Antigüedad a la hora de producir bienes de gran calidad. La plata se extraía y fundía de minerales como el carbonato de plomo (PbCO3) y la galena (PbS). Los minerales en general contienen menos del 1 % de plata, pero su abundancia y la facilidad para fundirlos garantizó que la minería en la Antigüedad fuera rentable ya incluso desde la temprana Edad de Bronce. Las técnicas de fundición fueron mejorando a lo largo de los siglos, de manera que para el periodo clásico de Europa incluso el mineral de baja calidad se podía explotar por las cantidades diminutas de metal que contenía. De hecho, las técnicas de fundición progresaron tanto que para la época romana era posible volver a retomar el mineral ya tratado (escoria) con el fin de extraer más plata de él. Para fortalecerlo, a menudo se aleaba con cobre.
En América, la extracción de plata se realizaba en general mediante la excavación de pozos verticales en el suelo. En general no eran profundos, por lo que se solían cavar muchos en las zonas donde se encontraba el mineral de plata. Los pozos horizontales individuales también eran cortos, de alrededor de un metro de longitud. El mineral, que se rompía con herramientas de asta, se trituraba y fundía en crisoles de arcilla. En América no existían los fuelles, por lo que las altas temperaturas necesarias para fundir el metal normalmente se conseguían haciendo que varias personas soplaran el fuego a través de tubos. Al igual que en otros lugares, el combustible era el carbón vegetal. Los orfebres andinos eran especialistas en el chapado de plata y en la producción de aleaciones en las que mezclaban plata con oro, cobre e incluso platino. Las piezas terminadas se solían dorar o pintar.
Disponibilidad geográfica
En Mesopotamia la plata se usaba ya desde el cuarto milenio a.C. Como no había depósitos en el área, la plata se importaba desde Anatolia, Armenia e Irán. Ciudades como Ugarit, Sumeria y Babilonia utilizaban la plata como una medida de valor estándar para los trabajadores; por ejemplo, se les pagaba un peso específico de plata o su valor equivalente en cereales. Los egipcios también valoraban la plata y también llevaban adquiriéndola mediante el comercio desde la época predinástica, aunque los hallazgos arqueológicos de plata son más escasos que en otras culturas antiguas. Puede que esto se deba a que, mientras que los egipcios tenían sus propias fuentes de oro, las fuentes autóctonas de plata eran limitadas. Ciertamente, en Egipto el valor de la plata se acercaba mucho más al del oro en comparación con otras culturas antiguas (1:2 en vez del valor más corriente de 1:13) y hubo épocas en las que se consideró incluso más valiosa. En el Egeo, las culturas de la temprana Edad de Bronce usaban la plata que extraían del Ática (especialmente Laurión), las Cícladas, Tracia y la antigua Macedonia.
Los fenicios, probablemente los mayores comerciantes de todos, extendieron el uso de la plata aún más por todo el Mediterráneo y transportaron toneladas a Asia occidental, especialmente Asiria, en general en forma de lingotes (barras, discos y anillos). Los fenicios albergaban tales cantidades que se ganaron una mención a modo de advertencia en la Biblia: "Tiro ha amontonado plata" (Zacarías 9:3). Para garantizar su peso y su valor, las barras se estampaban con un sello oficial. Un talento fenicio de plata pesaba unos 30 kilos y tenía un valor de 300 siclos. Un siclo de plata valía 300 siclos de cobre y 227 siclos de estaño. El oro valía cuatro veces más que la plata. La oferta y la demanda afectaban el valor de los productos tal y como lo hacen hoy en día, y el exceso de oferta de plata en Oriente Próximo hizo que, para el siglo VI a.C., el valor de la plata colapsara.
La Atenas clásica se benefició al encontrar una nueva veta enorme en el monte Pangeo en Tracia, y tanto Cartago como Roma tenían un suministro constante de las minas en la península ibérica y Cerdeña. De hecho, los romanos contaban con unos 40.000 esclavos en las minas de plata de España. Los etruscos tampoco se quedaron sin ella, ya que tenían acceso a la plata del norte de su territorio en Italia. Para finales del periodo romano, a medida que fue expandiéndose el imperio, la plata se fue extrayendo de Gran Bretaña, Alemania y los Balcanes. En el comercio con los pueblos de la India se intercambia por especias y artículos de lujo en forma de monedas que después se volvían a convertir en lingotes.
En Oriente, las minas de plata de China se empezaron a explotar a partir del siglo VIII d.C., que hizo que se acabara sustituyendo la seda por este metal como el método principal de pago entre los mercaderes. En el antiguo Japón, la plata no se extrajo de manera intensa hasta el siglo XVI d.C., pero cuando se empezó a extraer este metal se convirtió en un método de pago útil en el comercio con los portugueses, que después se lo gastaban rápidamente en el comercio con China. Los comerciantes europeos se embolsaban tanta plata, cerca de 20 toneladas al año, y las minas se explotaban hasta tal punto que el gobierno japonés limitó la cantidad de plata que salía del país a partir de 1668 d.C.
En América, mientras que los antiguos mayas habían tenido oro en abundancia, no tenían prácticamente nada de plata propia, pero más al sur se podía encontrar en abundancia, en los imperios de los incas y sus predecesores. Como había un suministro abundante en el norte de Sudamérica (especialmente en Colombia y Ecuador), las culturas moche, wari, lambayeque y chimú produjeron artículos de plata de la mejor calidad. En la cultura inca, igual que se consideraba que el oro era el sudor del Sol, la plata se consideraba las lágrimas de la Luna. La escasez y el prestigio del metal suponían que solo lo podía usar la nobleza; los plebeyos tenían que conformarse con objetos de cobre o bronce.
Usos de la plata
Aunque no era igual de valiosa que el oro, la plata se usaba para los mismos fines, pero a mayor escala. La mayoría de las culturas de la Antigüedad disponían de artesanos especializados que a menudo trabajaban para la casa real y disponían de una zona dedicada especialmente en la ciudad para producir sus brillantes maravillas. Muchos objetos se hacían con plata: joyas, utensilios, vasijas, platos, pimenteros, cacerolas, figurillas, máscaras y objetos decorativos. Debido a su gran valor, la plata se usaba ampliamente en objetos relacionados con rituales religiosos, tales como quemadores de incienso, contenedores para reliquias y ofrendas votivas. Las telas se bordaban con hilo de plata, y en los artículos de ropa se cosían piezas de plata. Este metal también se usaba abundantemente para hacer incrustaciones en armas, armaduras, muebles y recipientes de metal.
Plata cortada
Mucho antes de que se empezaran a usar monedas, la plata en forma de lingotes y las piezas en bruto eran el método común de pago tanto para comerciantes como para Estados. Esta forma posterior, conocida como plata cortada, también se usaba como método para almacenar riqueza y a menudo se enterraba, gracias a lo cual se han descubierto increíbles botines arqueológicos. Como normalmente se cortaba burdamente de joyas viejas, lingotes y básicamente de cualquier cosa que estuviera hecha de plata pura, se pesaba cada vez que se realizaba una transacción, lo que a menudo suponía que las piezas se fueran cortando una y otra vez para que tuvieran el peso exacto deseado, y el resultado era que cada vez eran más pequeñas. Esta práctica fue común en Oriente Próximo, en Egipto, y en el Mediterráneo occidental hasta el siglo IV a.C., que es cuando se sustituyó en gran medida por las monedas. Este tipo de plata, además de lingotes sin una medida de peso estándar, también se usó en India a partir de los siglos VIII y VII a.C. Las barras dobladas pequeñas son típicas, y a juzgar por los diferentes tamaños probablemente se cortaban trozos de estas barras antes de que la moneda se hiciera común.
En muchos tesoros de plata cortada se pueden encontrar monedas, así que ilustran la transición gradual de una manera de almacenar riqueza a la otra. España especialmente es un lugar donde la costumbre de usar plata cortada perduró hasta bien entrado el siglo I a.C. Con la desaparición del Imperio romano la producción de moneda cayó dramáticamente y, de nuevo, la manera principal de mantener las riquezas y pagar por productos volvió a ser la plata cortada. Los vikingos en especial eran grandes conservadores de trozos cortados de plata, si es que se puede juzgar a partir de las cantidades encontradas en los tesoros descubiertos en Europa central, Gran Bretaña y Escandinavia.
Monedas de plata
Uno de los usos más comunes de la plata a lo largo de toda la Antigüedad fue para la acuñación de monedas. Durante el siglo VI a.C. se acuñaron las primeras monedas en Lidia, compuestas de electro, una aleación natural de oro y plata, o de oro o de plata por separado. Se estampaban con un diseño del Estado como marca de autenticidad y peso.
Las primeras monedas griegas aparecieron en Egina en torno a 600 a.C., o incluso antes, que eran de plata y utilizaban un dibujo de una tortuga como símbolo de la prosperidad de la ciudad basada en el comercio marítimo. Atenas y Corinto no tardaron en seguir el ejemplo de Egina. Los discos calentados de plata se martilleaban entre dos dados grabados con un diseño. A pesar de ello, el nacimiento de la moneda en la Grecia más amplia no fue realmente un invento de conveniencia sino una necesidad porque tenían que pagar a los soldados mercenarios. Estos guerreros necesitaban una manera conveniente de transportar sus salarios, y el Estado necesitaba un método de pago que se pudiera aplicar igualitariamente a todo el mundo.
En torno a 510 a.C. Darío I introdujo la moneda en Persia, y una de las denominaciones era el siclo de plata que pesaba unos 5,5 gramos. Los maestros comerciantes, los fenicios, preferían desde hacía mucho la aceptabilidad universal de lingote de plata dondequiera que alcanzaran sus tentáculos comerciales, pero al final también sucumbieron al progreso. Las primeras monedas fenicias se acuñaron en Citio en torno a 500 a.C. y después en Biblos en torno a 470 a.C. Otras ciudades pronto siguieron el ejemplo, y Sidón y Tiro introdujeron las monedas de plata en torno a 450 a.C.
La moneda resolvía un problema, pero planteó otro: la interesante cuestión de la pureza del metal. La gente de la Antigüedad no era consciente del concepto de los elementos y sus propiedades inherentes, pero los fundidores, debido a la necesidad de crear monedas de un peso estándar, lograron una pureza de la plata de en torno al 98%. Las monedas de plata tenían un valor relativamente elevado, puede que el equivalente a una semana de trabajo para la mayoría de ciudadanos. Tan solo en la época helenística se hicieron más generalizadas las denominaciones más pequeñas.
Las primeras monedas de plata romanas se empezaron a acuñar a partir de principios del siglo III a.C. y se parecían a las griegas de la época. En torno a 211 a.C. se introdujo todo un sistema nuevo de acuñación. Por primera vez apareció el denario de plata, una moneda que sería la principal de Roma en plata hasta el siglo III d.C. Tras la adquisición de las minas de plata de Macedonia en 167 a.C., se produjo un gran auge de monedas de plata de 157 a.C. en adelante. Poco a poco a medida que los emperadores iban despilfarrando cada vez más y que las guerras iban agotando las arcas del Estado, las monedas de plata pasaron de ser casi puras a contener un 70%, después un 50% y cada vez menos, hasta llegar al mínimo histórico de un 2% de contenido en plata.
Las monedas chinas, con su distintivo agujero central cuadrado, se empezaron a producir en la segunda mitad del primer milenio a.C., pero siempre estuvieron hechas de cobre. La acuñación llegó a la antigua India en torno al siglo VI a.C. América en la Antigüedad no tenía monedas, pero la plata, al igual que otros materiales preciosos como el oro o los textiles se usaban para el comercio. La plata estaba muy bien valorada y los productos que se hacían con ella se usaban como regalos o tributos, pero su valor específico dependía de cada artículo y del contexto en el que se entregaba.
Una última forma de moneda, usada en Corea desde el siglo XII hasta el siglo XIV d.C., era el jarrón de plata unbyong estampado por el Estado y asignado un tipo de cambio oficial para productos básicos como el arroz. Tenía la forma de la península de Corea. Por desgracia, no se conserva ningún ejemplo, pero gracias a una ley de 1282 d.C. se sabe que el valor de un unbyong estaba fijado entre 2.700 y 3.400 litros de arroz. A pesar de ser poco prácticos para las transacciones más pequeñas, los jarrones se siguieron utilizando durante los siguientes dos siglos, hasta que el rey Chungyol permitió el uso de plata en bruto o de piezas rotas de plata a finales del siglo XIII d.C.