Britania

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Donald L. Wasson
por , traducido por Rosa Maria Barquin
Publicado el 30 enero 2017
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Roman Rule in Britain c.43 - 410 CE (by Simeon Netchev, CC BY-NC-ND)
Dominio romano en Britania en torno a 43-410 d.C.
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

Britania fue un agregado muy importante del Imperio romano siempre en expansión. Durante décadas, Roma conquistó el mar Mediterráneo, conquistó Cartago en las guerras púnicas, aplastó a Macedonia y a Grecia, y finalmente se adentró en Siria y Egipto. Por último, se dirigieron hacia el norte a Galia atravesando los Alpes y después cruzaron el canal (que creían era un océano) hasta Britania. Posteriormente a la invasión de Claudio en 43 d.C., una parte de la isla se convirtió en provincia romana, aunque la conquista tuvo un proceso largo. Constantemente en rebelión y reorganizada dos veces, fue finalmente abandonada por los romanos en 410 d.C.

Britania antes de Roma

En la época de la llegada romana, Britania (conocida originalmente como Albión) estaba en su mayor parte compuesta de pequeñas comunidades de la Edad de Hierro, principalmente agrícolas y tribales con asentamientos cercados. Britania del sur compartía su cultura con el norte de Galia (actuales Francia y Bélgica); muchos britanos eran belgas en origen y compartían con ellos un idioma común. De hecho, después del 120 a.C. se intensificó el comercio entre la Galia transalpina con los britanos que recibían importaciones del interior, como por ejemplo vino; también existe evidencia de moneda galo-belga.

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La campaña de César

A pesar de que la presencia de Julio César no resultó en conquista, fue este intenso comercio, algunos afirman que en parte su ego, lo que llevó al comandante romano a cruzar el canal en los años 55 y 54 a.C. Anteriormente, el Canal, o mar Británico, había servido siempre como frontera natural entre el continente europeo y las islas. Durante el sometimiento de Galia en las guerras galas, César quiso interrumpir las rutas comerciales belgas; también supuso que los britanos ayudaban a sus parientes belgas. Más tarde, razonó su invasión de Britania diciendo al senado romano que creía que la isla era rica en plata. A pesar de que la República romana probablemente era consciente de su existencia, Britania, en general, era desconocida por completo para Roma, y para muchos otros ciudadanos supersticiosos solo existía en fábulas; los comerciantes continuamente hablaban de las prácticas bárbaras de los isleños. Para disgusto de muchos romanos, incluso bebían leche.

CON LA MUERTE DE CÉSAR Y LA GUERRA CIVIL QUE SIGUIÓ, LA REPÚBLICA DEJÓ DE EXISTIR, Y EL NUEVO INTERÉS DEL IMPERIO EN BRITANIA SE INCREMENTÓ.

No obstante, el contacto inicial de César con los isleños fue mal y tuvo que reorganizar su ejército rápidamente para evitar la derrota. Durante su segunda “invasión” acompañado de cinco legiones, empujó más hacia el norte y cruzó el río Támesis para encontrarse con el jefe britano Casivelono. A pesar de que varios jefes locales se unieron a él para la batalla, para evitar cruzar el canal con mal tiempo, César fingió problemas crecientes con Galia, organizó un tratado de paz con Casivelono, y regresó al continente europeo sin dejar una guarnición. Aunque muchos romanos eran entusiastas de la excursión de César a través del canal, el peor enemigo de César, Catón el Joven, estaba horrorizado. El historiador griego Estrabón, contemporáneo del último periodo de la República, dijo que las únicas cosas de valor eran los perros de caza y los esclavos. Más importante para César eran las dificultades que se estaban desarrollando en Galia, una cosecha fallida y una posible rebelión. Los romanos no volvieron a Britania hasta pasado otro siglo.

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La invasión de Claudio

Con el asesinato de Julio César y la guerra civil que sucedió, la República dejó de existir, y el interés del nuevo Imperio romano en Britania se intensificó bajo los emperadores Augusto y Calígula según progresaba la romanización de Galia. Mientras que las atenciones de Augusto se dirigieron a otros lugares, Calígula y su ejército miraron al otro lado del canal hacia las Islas Británicas; el emperador solo ordenó a sus hombres que tiraran sus jabalinas al mar, no habría invasión. La anexión real le tocó al más inverosímil de los emperadores, Claudio (que reinó del 41-54 d.C.).

En 43 d.C., el emperador Claudio con un ejército de cuatro legiones y auxiliares bajo el mando de Aulo Plaucio cruzaron el Canal de la Mancha y desembarcaron en Richborough. Comenzaron la conquista de la isla. Algunos creen que la única meta del emperador era la gloria personal; años de humillaciones bajo Calígula lo dejaron deseoso de reconocimiento. A pesar de que solo estuvo allí 16 días, ciertamente se atribuyó el mérito de la conquista con un regreso a Roma triunfante y glorioso en el 44 d.C.

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Claudius as Jupiter
Claudio como Júpiter
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

El ejército romano había llegado a la costa británica y marchaba hacia el norte en dirección al río Támesis; fue allí cuando Claudio se unió a ellos. El ejército de Roma rápidamente invadió el territorio de los catuvellaunos con una victoria en Camulodunum (actual Colchester). Posteriormente, el ejército se movió rápidamente al norte y al oeste, y hacia el 60 d.C. ocupó gran parte de Gales y de las áreas al sur de Trent. Pronto se establecieron feudos que incluyeron los icenos en Norfolk y los brigantes al norte. Mientras que se envió una legión hacia el norte, el futuro emperador Vespasiano dirigió otra legión hacia el sur donde capturó 20 fortalezas tribales. Se establecieron ciudades como Londres (Londinium), debido a su proximidad al canal, y St Albans (Verulamium).

Sublevaciones y consolidación

No obstante, hubo una resistencia considerable; los britanos no iban a renunciar sin luchar. Carataco, un miembro de los catuvellaunos, consiguió un apoyo considerable en Gales antes de ser capturado en 51 d.C. Después de su derrota, se escapó y llegó a una región controlada por los brigantes cuya reina lo entregó a los romanos rápidamente. Su familia y él fueron llevados a Roma encadenados. En Roma, se celebró un triunfo para glorificar a Claudio, pero se le dio al jefe capturado la oportunidad de hablar al pueblo romano:

Si mi linaje y rango hubieran estado acompañados por tan solo un éxito moderado, habría venido a esta ciudad como amigo más que prisionero, y no habríais menospreciado aliaros pacíficamente con alguien de tan noble origen… si me hubiera rendido sin rechistar antes de ser llevado ante vuestra presencia, ni mi caída ni vuestro triunfo se habrían vuelto famosos. Si me ejecutáis, todo se olvidará. Perdonadme, y seré un símbolo eterno de vuestra compasión.

(Tácito, Anales, 267)

Claudio le perdonó la vida, así como la de su esposa, hija y hermanos.

Queen Boudica
La reina Boudica
Carole Raddato (CC BY-SA)

Aunque la rebelión de Carataco fue un fracaso, Roma todavía tenía que enfrentarse a la poderosa Boudica. Era la esposa de Prasutago, un aliado romano y rey subordinado de los icenos, una tribu de Britania oriental. La muerte del rey en 60/61 d.C. dejó un testamento que daba la mitad de su territorio a Roma y la otra mitad a sus hijas; no obstante, Roma no deseaba compartir el reino y, en su lugar, decidió saquearlo todo. El resultado fue que azotaron a Boudica y violaron a sus hijas. A pesar de que ella y su ejército finalmente serían derrotados, se alzó, reunió un ejército, y pasó a la ofensiva junto a sus vecinos trinovantes. Saquearon y quemaron ciudades, incluida Londres, y mataron a residentes, posiblemente 70.000 (estos son números romanos y puede que no sean totalmente exactos). Tácito escribió en sus Anales,

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Boudica condujo a todas las tribus en un carro con sus hijas delante de ella. “Nosotros los britanos estamos acostumbrados a que las mujeres sean comandantes en la guerra”. Gritó. “¡Soy descendiente de hombres poderosos! Pero ahora no lucho por mi reino ni mis riquezas. Lucho como una persona normal por mi libertad perdida, mi cuerpo magullado y mis hijas ultrajadas.” (330)

Rezó para que los dioses le garantizaran la venganza que los britanos se merecían. Desafortunadamente, sus oraciones no fueron contestadas, y antes que rendirse a los romanos, se suicidó. Tácito creía que si no hubiera sido por la rápida respuesta del gobernador romano Cayo Suetonio Paulino, habrían perdido Britania.

Romanización

La batalla de Watling Street fue la última amenaza seria a la autoridad romana en las tierras bajas. Además de su victoria contra Boudica, en su deseo de reforzar la presencia romana, Paulino también eliminó el bastión druida en Anglesey; la religión druida siempre se consideró una amenaza para los romanos y su culto imperial. Por consiguiente, la respuesta un tanto enérgica del gobernador hacia la rendición de Boudica no solo lo llevó a que Roma lo hiciera regresar (fue reemplazado por Turpiliano) sino también a un cambio en la política romana hacia Britania. Lentamente, los britanos adoptaron las formas romanas. Con una presencia más fuerte en Britania, Roma comenzó a realizar cambios importantes. Se reconstruyeron ciudades quemadas. Pronto, Londres, que servía como capital administrativa, tuvo una basílica, un foro, un palacio del gobernador, y un puente que cruzaba el Támesis.

A pesar de que el progreso fue relativamente lento, Roma consideró necesaria la conquista de Britania. Mientras que Julio César había descartado la isla por tener poco valor, la realidad era muy diferente. No solo era importante por su recaudación tributaria, sino también útil por sus recursos minerales; estaño, hierro y oro y, como se predijo, perros de caza y pieles de animales. Se desarrolló la minería. Además, estaban su grano, ganado, y, por supuesto, sus esclavos. Se construyeron carreteras; Watling Street que unía Canterbury con Wroxeter en la frontera galesa y Ermine Street, que transcurría de Londres a York. Y, como en cualquier economía floreciente, llegaron los comerciantes, lo que resultó en un aumento de los negocios y del comercio. No obstante, a pesar de la presencia de un fuerte ejército, la resistencia continuó, por lo que la expansión fue paulatina.

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La campaña de Agrícola

Desde el 77 al 83 d.C., el comandante militar Gneo Julio Agrícola, irónicamente el suegro de Tácito, sirvió como gobernador. No era la primera vez de Agrícola en Britania. Cuando era joven, sirvió allí como tribuno militar en el personal de Suetonio Paulino. En su Sobre Britania y Germania, el historiador escribió sobre la anterior estancia de Agrícola en Britania afirmando que era tenaz, pero nunca descuidado. En cuanto al estado de las cosas en Britania en ese momento, escribió, “Ni antes ni después se ha hallado Britania en un estado más intranquilo o peligroso. Se masacraron veteranos, se quemaron colonias hasta los cimientos, se aisló a ejércitos. Tuvimos que luchar por nuestras vidas antes de poder pensar en la victoria” (55). Los britanos estaban a la defensiva. “Tenemos país, esposas y padres por los que pelear: los romanos no tienen nada más que codicia y egoísmo” (65).

Agricola's campaigns
Las campañas de Agrícola
myself (CC BY-SA)

El tribuno estudió su oficio bien, y al volver a la isla como gobernador, estaba preparado. Lo primero que hizo fue reestructurar la disciplina floja del ejército y reducir los abusos, de este modo dio a los hombres una razón para “amar y honrar la paz”. Con su nuevo ejército, marchó hacia el norte a Caledonia (Escocia) y en el camino conquistó parte del norte de Inglaterra.

En una serie de conflictos, Agrícola fue capaz de alcanzar la victoria, sometió el norte de Gales y finalmente se encontró con los caledonios en el monte Graupius. El gobernador incluso miró hacia la isla vecina de Irlanda y afirmó que podría conquistarse con una única legión. Desafortunadamente, se forzó a Agrícola a abandonar Escocia cuando el emperador romano Domiciano (81-96 d.C.) llamó a una de sus legiones para que se enfrentara a los intrusos en el Danubio. No obstante, a pesar de sus ataques contra los rebeldes, Agrícola no era un conquistador cruel. Además de las fortalezas que construyó en el norte, impulsó “la civilización” o romanización de los britanos, alentó la urbanización y el movimiento hacia las ciudades, que estaban equipadas con teatros, foros y baños. Y al igual que en otras tierras conquistadas, se debía enseñar latín.

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El Muro de Adriano y el Muro de Antonino

Desafortunadamente, su éxito no pasó desapercibido por Domiciano que, en un ataque de celos, hizo regresar a Agrícola. El territorio al norte que tanto había deseado, Escocia, no se conquistaría hasta muchos años después. Finalmente, bajo el emperador Adriano (117-138 d.C.) se construyó un extenso muro de 118 km (73 millas) de piedra y turba entre la provincia de Britania y los territorios bárbaros. El emperador visitó tanto Galia como Britania en 121 y 122 d.C. y creyó que para mantener la paz debía asegurarse la frontera. Se dio cuenta de que la expansión externa significaba una dependencia mayor de reforzar las defensas fronterizas. Aunque tardó años en construirse y ser ocupada por 15.000 soldados, parece que no fue para mantener a los bárbaros alejados, sino que simplemente se diseñó para que se vigilara y patrullara.

Vallum Hadriani (Hadrian’s wall), c. 122 CE
Vallum Hadriani (Muro de Adriano), en torno a 122 d.C.
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

Para el 130 d.C. se habían establecido guarniciones militares por toda Britania. Fue entonces cuando Roma se dio cuenta de la necesidad de reforzar más su ejército en el continente europeo y comenzó el reclutamiento en las provincias “bárbaras” del imperio, concretamente los Balcanes y Britania.

En 139 d.C. se construyó otro muro a unos 100 km al norte entre el estuario de Forth y el río Clyde, el muro de Antonino (llamado así por el emperador Antonio Pío), de 60 km de longitud (37 millas); no obstante, era muy difícil de defender y, por lo tanto, se abandonó en 163 d.C.

Avances de los siglos III-IV

Pronto llegaron más cambios a la isla. Con la intención de gobernar con más eficacia, se dividió la isla en dos partes, Britania Superior gobernada desde Londres, y Britania Inferior gobernada desde York (Eboracum). Más tarde, el emperador Diocleciano dividió la provincia en cuatro regiones separadas. Debido a la tetrarquía de Diocleciano, se puso a Britania bajo el ojo observador del emperador en el occidente.

Los problemas seguían persiguiendo a Britania. Durante el siglo III d.C., los pictos de Escocia, los scots de Irlanda, y los sajones de Alemania habían atacado constantemente la isla. Después de una rebelión dirigida por Carausio y después por Allecto, Britania se convirtió temporalmente en un reino separado, el emperador romano de occidente, Constancio (293-306 d.C.), recuperó el control en 296 d.C. Anteriormente en su carrera el emperador había servido como tribuno militar combatiendo las tribus celtas. En la celebración de su victoria, recibió un muy merecido título del pueblo de Londres, “El restaurador de la luz eterna”.

Hadrian's Wall Gate
Puerta del Muro de Adriano
phault (CC BY)

Abandono y repercusiones

No obstante, con la llegada del cristianismo, a finales del siglo IV d.C., Roma tenía problemas para mantener el control de Britania. Tras el saqueo de Roma de Alarico en 410 d.C., la mitad occidental del imperio comenzó a experimentar cambios importantes; pronto se perdió Hispania, Britania y la mayor parte de Galia. La mitad oriental del imperio, con base en Constantinopla, se convirtió en el centro económico y cultural. La pérdida de las provincias ricas productoras de cereales condenó a Roma. Según el historiador Peter Heather en su La caída del Imperio romano, Britania, a diferencia de otras provincias, era más propensa a una rebelión o ruptura con Roma porque muchos civiles, así como personal militar, se sentían excluidos; se prestaba atención (sobre todo a defensa) en otra parte. El emperador Valentiniano I (364-375 d.C.), que había vencido a los insurgentes sajones en 367 d.C., comenzó a retirar a las tropas paulatinamente. En 410 d.C. Honorio, uno de los últimos emperadores de occidente, se retiró por completo; el emperador incluso escribió cartas a ciudades britanas individualmente para informarles de que debían “defenderse” por sí mismas. En los últimos días, se expulsó a los magistrados romanos y se establecieron gobiernos locales.

Britania dejó de ser una provincia romana; no obstante, los años que siguieron no pudieron borrar todo el impacto del imperio en la gente ni en la cultura de la isla. Existió contacto ocasional con Roma. Los misioneros ayudaron a los cristianos a pelear contra los herejes, y en el siglo V d.C., debido a que los ataques de los sajones aumentaron y merodeadores de Irlanda y Escocia atacaban la costa inglesa, se hizo un llamamiento de ayuda al comandante general romano Aecio. Nunca contestó. Cuando Europa cayó bajo el velo de las “Edades bárbaras”, Britania se quebró en reinos más pequeños. Los vikingos cruzaron el mar a finales del siglo VIII y causaron estragos durante décadas. Finalmente, un hombre, Alfredo el Grande, evitó el intento de conquista vikingo y se proclamó rey de Inglaterra, Britania se recuperaría.

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Sobre el traductor

Rosa Maria Barquin
Debido a mi gran interés por aprender humanidades, soy traductora voluntaria para WHE, lo que me da la oportunidad de profundizar en las olas del tiempo.

Sobre el autor

Donald L. Wasson
Donald impartió clases de Historia de la Antigüedad, de la Edad Media y de los Estados Unidos, en el Lincoln College (Normal, Illinois) y desde que comenzó a estudiar sobre Alejandro Magno, siempre ha sido y será un estudiante de historia. Le ilusióna transmitir conocimientos a sus alumnos.

Cita este trabajo

Estilo APA

Wasson, D. L. (2017, enero 30). Britania [Roman Britain]. (R. M. Barquin, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-11336/britania/

Estilo Chicago

Wasson, Donald L.. "Britania." Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. Última modificación enero 30, 2017. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-11336/britania/.

Estilo MLA

Wasson, Donald L.. "Britania." Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 30 ene 2017. Web. 20 dic 2024.

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