Marco Tulio Cicerón fue un orador, estadista y escritor romano. Nació el 3 de enero de 106 a.C. en Arpino o Sora, a 70 millas al sureste de Roma, en los montes Auruncos. Su padre era un eques pudiente, y era familiar lejano de Cayo Mario. No ha de confundirse con su hijo (del mismo nombre) o con Quinto Tulio Cicerón (su hermano pequeño). Cicerón murió el 7 de diciembre de 43 a.C., intentando escapar de Roma por mar.
Primeros años y carrera política
Cicerón fue enviado a Roma a estudiar derecho con los Scaevolas, el equivalente a Cicerón en su tiempo, y también estudió filosofía con Filón, que había sido director de la Academia de Atenas, y el estoico Diodoto. Sin embargo, Cicerón no pasó sus primeros años aprendiendo entre libros, y a los 17 años sirvió en la Guerra Social bajo el padre de Pompeyo el grande. Fue durante este periodo de inestabilidad política en Roma, en los años 80 a.C., cuando Cicerón terminó su educación formal.
Sin embargo, esto no quiere decir que Cicerón dejara de estudiar. En 79 a.C. se marchó de Roma dos años y se fue al extranjero, con la idea de mejorar su salud y seguir estudiando. En Atenas estudió con maestros de la retórica y filósofos griegos, y fue en Atenas donde conoció a otro estudiante romano, Tito Pomponio Ático. Ático seguiría siendo amigo de Cicerón toda su vida, durante la cual mantuvieron una larga correspondencia. Cuando fue a Rodas, visitó al famoso Posidonio. Fue en esta época cuando Cicerón se casó con su primera esposa, Terencia, y después de regresar a Roma en 77 a.C., lo nombraron quaestor a la edad mínima de 30 años. Aparentemente iba avanzando rápidamente, pero tras pasar su cuestura en Lilibea, nunca volvió a dejar Roma de buena gana. Como tal, su negativa a aceptar el gobierno provincial hizo que Cicerón se concentrara en el trabajo legal, gracias al cual prosperó tanto económica como políticamente. Un buen ejemplo de esto es el In Verrem; este discurso tiene un mensaje interesante, relevante para las cuestiones actuales de herencia cultural y guerra. En 69 a.C. Cicerón fue aedile, y en 66 a.C. llegó a praetor, otra vez a la edad mínima, los 40 años.
Entre el 66 y el 63 a.C. las opiniones políticas de Cicerón se volvieron más conservadoras, especialmente en contraste con las reformas propuestas por Julio César, Gayo Antonio y Catilina. El éxito de Cicerón nace del hecho de haber recibido un consulado en 63-62 a.C., otra vez a la edad mínima, 42, y de que era consul prior, el cónsul que había conseguido más votos, y además también era un novus homo. Fue durante esta época cuando Cicerón consiguió exponer la revolución de Catilina, y bajo el poder del Senatus Consultum Ultimum ejecutó a los revolucionarios que habían sobrevivido hasta entonces. Debido a esto, Marco Catón nombraría a Cicerón pater patriae, "padre de la patria".
Exilio y regreso a Roma
Fue a finales del 62 a.C. cuando Cicerón avivó el odio que Clodio sentía por él; después de que las pruebas de Cicerón frustraran la coartada de Clodio en un caso que lo acusaba de vestirse de mujer para entrar en la Bona Dea, un misterio al que solo acudían mujeres. Este caso volvió a molestar a Cicerón en 58 a.C., cuando Clodio, que había sido elegido tribuno por el pueblo, introdujo una ley retrospectiva que proscribía a cualquier romano que hubiera ejecutado a otro ciudadano romano sin un juicio. Estaba bastante claro que esta ley se refería específicamente a las acciones de Cicerón durante el levantamiento catilinario cinco años antes, cuando los revolucionarios habían sido ejecutados sin un juicio, dada la urgencia por frustrar la revuelta. En marzo de 58 a.C., Cicerón salió de Roma exiliado. Cualquier duda sobre los motivos personales de Clodio queda disipada por el hecho de que acto seguido hizo un decreto que nombraba específicamente y exiliaba a Cicerón, y después confiscó su propiedad en el Monte Palatino, que fue destruida. Sin embargo, el exilio no duró demasiado. Pompeyo, con la ayuda del tribuno Milón, hizo presión a favor de una ley del pueblo que volviera a llamar a Cicerón; esta ley se aprobó el 4 de agosto de 57 a.C..
Cicerón nunca sintió afinidad por el primer triunvirato, en especial por Julio César y sus políticas radicales. A pesar de ello, César siempre había sido cordial con Cicerón, y aparentemente, cuando se formó el Primer Triunvirato, le había hecho varias sugerencias a Cicerón con la posible idea de incluirlo en la coalición. Fueron los principios de Cicerón los que impidieron tan desenlace; no quería establecer una relación política con alguien cuyas opiniones eran tan opuestas a las suyas. En 56 a.C., todavía se puede ver este sentimiento en sus cartas a sus amigos, que expresan cómo su orgullo se había hundido al tener que aceptar la situación política (el primer triunvirato se renovó en abril de 56 a.C.).
A medida que la política de la república de Roma fue empeorando en los años 50 a.C., Cicerón se dedicó a escribir filosofía y retórica, puede que como una manera de escapar de las situaciones con las que tenía que lidiar. En 55 a.C., Cicerón escribió De oratore, tres libros sobre retórica. En 54 a.C. se vio insultado una vez más cuando los triumviros le instaron a defender a sus enemigos, Vatino y Gabinio (el Pro Vatinius resultó bien, pero el Pro Gabinius no), y se quedó devastado cuando su defensa de Milón, el hombre que había sido esencial para el regreso de Cicerón a Roma, falló, y este fue exiliado. Cicerón solo obtuvo cierto consuelo cuando fue elegido augur en 53 a.C..
Entre 51-50 a.C. Cicerón tenía la responsabilidad de gobernar la provincia de Cilicia; cuando regresó a Roma, la ciudad estaba al borde de una guerra civil, y cuando finalmente se sumió en tal abismo, Cicerón volvió a marcharse. No fue hasta el 47 a.C., cuando César y Pompeyo habían solucionado por fin sus diferencias, que consideró seguro regresar a la ciudad. Sin embargo, las cosas no mejoraron exactamente para Cicerón; esta vez, sería por razones personales en vez de públicas. En 46 a.C. Cicerón se divorció de su mujer Terencia, con quien había estado casado casi 30 años, y poco después se casó con Publilia, que había sido su custodia. Al año siguiente vivió el dolor de la muerte de su hija Tulia, y la falta de empatía de su segunda mujer hizo que también se divorciara de esta.
Últimos años y obras escritas
Las cosas empeoraron para Cicerón cuando se fue haciendo más evidente que César no iba a reinstituir la constitución republicana. Cicerón se volcó después en la escritura, y compuso algunas de sus mejores obras, ya que su carrera política no podía durar; había respaldado lo que al final fue una constitución que no triunfó. En 45 a.C. Cicerón compuso la Consolatio, sobre las muertes de grandes hombres, y el Hortensius, que es una súplica para estudiar filosofía. En ese año también le escribió un panegírico a Catón, que se ha perdido, al que el propio César respondió con el Anticatón (también perdido). Con el asesinato de César en 44 a.C., volvió a haber una gran revuelta política en Roma, con los comienzos del imperio romano, que fue lo que acabaría conduciendo a la ejecución de Cicerón.
Cuando el segundo triunvirato se instauró con Octaviano, Lépido y Marco Antonio, como resultado de la propaganda de Cicerón contra Marco Antonio en las Filípicas, el nombre de Cicerón estaba en la primera lista de gente que Antonio apuntó para las proscripciones. Cuando Cicerón intentaba escapar de lo inevitable, fue atrapado por los hombres de Antonio y aceptó valientemente su ejecución. Tanto sus manos como su cabeza se exhibieron en la rostra en Roma; un fin nefasto de la vida de un hombre brillante que enfatiza la brutalidad de la política a finales de la república romana.
A la muerte de Cicerón empezaría su legado. Sería muy difícil sobreestimar la influencia de Cicerón en la literatura y cultura occidentales, y hay una historia que puede que describa mejor cómo de importante se consideraba a Cicerón, contada por Harry J. Leon al discutir la disputa de los pueblos vecinos de Sora y Arpino, ambos de los cuales reclaman ser el lugar de nacimiento de Cicerón:
Se dice que la rivalidad entre las dos ciudades llegó a ser tal que hubo que resolver el asunto con un combate singular a caballo entre los campeones que representaban a las ciudades. El caballero de Arpino demostró sin lugar a dudas a través de su victoria que Dios juzgó que Cicerón era natural de Arpino, y se declaró herejía que nadie creyese otra cosa. (Leon)
Ya sea verdad o no, esta historia muestra cuánta importancia se le concedía a Cicerón, que hubo hombres que lucharon por él. Puede que la manera más directa de apreciar la influencia de Cicerón sea a través de las obras suyas que han llegado a nuestros días. Tan solo se ha hablado de unas pocas de las muchas obras de Cicerón en esta definición, y hay muchas, incluidas cartas a amigos y familia, tales como las Epistulae ad familiares. Dada la posición de Cicerón en la sociedad romana, estas cartas son excelentes documentos históricos y culturales de ese periodo y ayudan a adentrarse en el funcionamiento de la república tardía más allá del contexto de los juzgados. En ellas se habla de toda clase de cosas, desde hacerse con arte griego hasta dotes, divorcios y muertes. Por desgracia, no hay ninguna carta del año, o el año anterior, en que Cicerón fue cónsul.
Conclusión
Cicerón fue sin duda alguna el mejor orador de su época, y es un mérito para él que el primer discurso que se conserva sea el que hiciera contra Hortensio, que era el mejor orador de Roma hasta que Cicerón se labró una carrera. Sin embargo, es interesante tener en cuenta que Cicerón, a pesar de ser un importante estadista, no tuvo ningún papel importante en las revueltas políticas de finales de la república, y su legado es principalmente cultural, especialmente la contribución que sus traducciones de filosofía tuvieron en el desarrollo del latín. Para terminar, tal y como dijo Mrs. Blimber en Dombey e hijo, de Dickens, "Si hubiese podido conocer a Cicerón, y ser su amiga, y hablar con él cuando se retiró a Tusculum... habría muerto feliz".