Atila el Huno (que reinó de 434 a 453 d.C.) fue el líder de los hunos, un antiguo pueblo nómada, y gobernante del Imperio huno que él mismo estableció. Su nombre significa "Padrecito" y, según algunos historiadores, puede que no fuera su nombre real sino "un término cariñoso y de respeto que le otorgaron al asumir el mando" (Man, 159). Ese nombre era sinónimo de terror entre sus enemigos y la población general de los territorios que arrasaron sus ejércitos.
Las incursiones de Atila en las regiones de Germania empujaron a la población a cruzar las fronteras del Imperio romano occidental y contribuyeron a su declive a finales del siglo V d.C. El influjo de los visigodos especialmente y su revuelta posterior contra Roma están considerados como una contribución importante a la caída de Roma. La victoria visigoda sobre los romanos en la batalla de Adrianópolis en 378 d.C. fue un acontecimiento del que el ejército romano nunca se llegó a recuperar. Además, esta victoria alentó a los hunos a unirse a los visigodos, sus antiguos adversarios, en el saqueo de los territorios romanos. La debilidad aparente de Roma animó a Atila, una vez se hubo convertido en el líder de los hunos, a firmar y romper tratados (tales como el Tratado del Margus en 439 d.C.) sin miedo a las consecuencias y a llevar a cabo la destrucción a gran escala de las ciudades y pueblos romanos con muy poca resistencia en general, dejando así claro que el ejército romano ya no era la fuerza invencible que había sido tiempo atrás.
La habilidad de Atila de dominar un enorme ejército de guerreros, que a menudo se nutría de gente de tribus diferentes, como los alanos, los alemanni o los ostrogodos, también contrastaba con los generales romanos de la época, que tenían problemas para mantener el control sobre los contingentes no romanos. El ejemplo más claro es el de la campaña del general romano Litorio contra los godos en 439 d.C., en la que no pudo evitar que los aliados hunos saquearan las regiones por las que pasaban. Atila era un gran jinete y un brillante líder militar, con una presencia imponente, y mantuvo su imperio unido gracias a la fuerza de su personalidad. No solo convirtió a los hunos en la fuerza militar más efectiva del momento, sino que también creó un vasto imperio prácticamente de la nada en menos de diez años. En su apogeo, el imperio se extendía desde Asia Central hasta la actual Francia bajando por el valle del Danubio. Tras su muerte en 453 d.C. sus hijos intentaron mantener el imperio unido pero no lo consiguieron, y este se deshizo en 469 d.C.
Primeros años y ascenso al poder
No se sabe cuándo ni dónde nació Atila. El historiador Peter Heather dice:
Nuestra ignorancia de los hunos es asombrosa. Ni siquiera está claro qué lengua hablaban. La mayor parte de los indicios lingüísticos provienen de nombres personales: de gobernantes hunos y sus seguidores de la época de Atila. Pero para entonces el germánico se había convertido en la lengua franca del Imperio huno y muchos de los nombres que se conservan son casi con toda probabilidad germánicos. El iranio, el turco y el finoúgrio (como los magiares posteriores) todos tienen proposiciones [de la lengua de los hunos], pero la verdad es que no sabemos qué idioma hablaban los hunos y probablemente nunca lo sepamos. Los indicios directos que tenemos de los motivos y las formas de la migración huna son igualmente limitados. Según Ammianus [el escritor de la antigüedad], no había nada que explicara "el origen y el fundamento de todos los males: los hunos que viven más allá del mar de Azov cerca del mar océano helado, y son salvajes en desmedida". Eran tan fieros que para ellos era normal ir por ahí pegando a la gente. Se pueden encontrar otras imágenes parecidas de la ferocidad huna en otras fuentes (209).
Aunque hoy en día a veces se dice que su madre era Hungsyung Vladdysurf, en realidad no se sabe cómo se llamaba y este nombre se considera de fabricación reciente. Su padre se llamaba Mundzuk y su tío, Rugila (también Rua o Ruga), era el rey de los hunos. De joven, Atila y su hermano mayor, Bleda (o también Buda), aprendieron a disparar con arco, a montar y a cuidar del caballo y a luchar. También aprendieron latín y gótico para poder hacer negocios con los romanos y los godos. Sin embargo, los historiadores no se ponen de acuerdo en cuánto sabemos a ciencia cierta de los primeros años de Atila y algunos, como John Man, afirman que no sabemos nada de su infancia, ni siquiera su verdadero nombre, y que no deberíamos deducir nada a partir de sus logros posteriores.
No se sabe si Rugila tuvo hijos o no que lo sucedieran, y parece ser que Mundzuk murió cuando sus hijos eran jóvenes, por lo que parece que o Bleda o Atila se convirtieron en el heredero a la corona de Rugila. Por lo tanto, su educación e instrucción en el arte de la guerra los habría preparado para las responsabilidades del liderazgo. Otros historiadores, como Christopher Kelly, sugieren que puede que Atila y Bleda asesinaran a los hijos de Rugila durante una campaña para hacerse con el poder y Man vuelve a decir que no deberíamos hacer tales suposiciones. Se cree que ambos niños estaban presentes en los consejos de guerra hunos y las negociaciones desde una edad temprana. Incluso antes de que Atila se convirtiera en rey los hunos constituían una fuerza militar formidable, aunque bajo su mando serían incluso mejores. Eran jinetes expertos, cuyos caballos, según las fuentes de la antigüedad, incluso luchaban por ellos en la batalla con dientes y pezuñas. Michael Lee Lanning, historiador y antiguo teniente coronel del ejército de EE. UU. describe el ejército huno de la siguiente manera:
Los soldados hunos vestían varias capas de cuero pesado engrasado con mucha grasa animal, lo que hacía que su ropa de batalla fuera flexible e impermeable. Cubiertos de cuero, también llevaban cascos forrados de acero y cotas de malla alrededor del cuello y los hombros para proteger aún más a la caballería de las flechas y los golpes de espada. Los guerreros hunos llevaban botas de cuero blando, excelentes para cabalgar, pero bastante inútiles a la hora de viajar a pie. Esto les venía bien a los soldados, ya que estaban mucho más cómodos en la silla de montar que en el suelo. (62)
Cuando Rugila murió en una campaña contra Constantinopla en 433 d.C., el liderazgo pasó a Atila y Bleda. Lanning escribe:
Atila heredó un ejército que llevaba cientos de años luchando contra sus vecinos, especialmente el Imperio romano Oriental. Las operaciones de Ruga contra los romanos habían tenido tanto éxito que Roma pagaba a los hunos un tributo anual para mantener la paz (61).
Ambos hermanos gobernaban juntos, cada uno con su propia región y población, y, tal y como apunta Lanning, a menudo lidiaban con el Imperio romano Oriental, que antes había pagado a los hunos como mercenarios para encargarse de las demás tribus que molestaban en las fronteras romanas. Pero ahora Roma se encontró pagándoles para evitar que la invadieran.
Atila y bleda acordaron juntos el Tratado del Margus con Roma en 439 d.C. Este tratado continuó el precedente de que Roma pagara a los hunos a cambio de la paz, que sería una estipulación más o menos constante en las relaciones entre Roma y los hunos hasta la muerte de Atila. El general romano Flavio Aecio (391-454 d.C.) ya había arreglado un acuerdo entre los hunos y los romanos en 435 d.C. Este general había vivido entre los hunos como rehén cuando era joven, hablaba su idioma y los contrató para que lo ayudaran con sus varias luchas de poder dentro del imperio. El Tratado del Margus expandía el tratado de Aecio: los romanos prometían devolver todos los refugiados hunos que habían huido a los territorios romanos, no firmar ningún pacto ni tratado con los enemigos de los hunos, establecer derechos comerciales justos y, por supuesto, "realizar un pago anual de setecientas libras de oro directamente a Atila y Bleda" (Kelly, 118). Por su parte, los hunos prometían no atacar Roma, no firmar pactos ni tratados con los enemigos de Roma y defender la frontera del Danubio y las provincias del Imperio romano.
Una vez firmado el tratado, los romanos tuvieron libertad para retirar a sus tropas de la región del Danubio y enviarlas contra los vándalos que amenazaban las provincias romanas de Sicilia y el norte de África. Los hunos volvieron su atención al este tras el Tratado del Margo y guerrearon contra el Imperio sasánida, pero fueron expulsados y empujados de vuelta a la Gran llanura húngara, que era su patria. Como las tropas romanas que habían estado vigilando la frontera se habían marchado a Sicilia, los hunos vieron la oportunidad de un saqueo fácil. Kelly escribe que "tan pronto como Atila y Bleda recibieron noticias fiables de que la flota había partido hacia Sicilia, abrieron su ofensiva en el Danubio" (122). Dijeron que los romanos habían violado el tratado del Margus al no enviar a todos los refugiados hunos de vuelta del territorio romano y, además, afirmaron que un obispo romano había realizado un viaje secreto al territorio huno para profanar las tumbas hunas y robar sus bienes funerarios valiosos, y querían que les entregaran a este obispo.
Teodosio envió a su general Flavio Aspar para intentar negociar con Atila y Bleda, pero no sirvió de nada. Atila le enseñó a Aspar varias tumbas recién removidas, pero no había manera de saber de quién eran, quién las había removido o qué se habían llevado. Como no tenía pruebas del crimen, Aspar se negó a entregar al obispo a los hunos y, además, dijo que no sabía de ningún refugiado huno que estuviera escondiéndose de Atila y Bleda en territorio romano. Los hunos insistieron, Aspar no podía ceder, y las negociaciones se estancaron. Aspar regresó a Constantinopla para informar a Teodosio de lo que ocurría, pero parece ser que no pensó que había una amenaza inminente de una posible invasión huna. Los refugiados en cuestión eran hunos que habían huido del gobierno de Atila y este los quería de vuelta antes de que pudieran incitar una rebelión contra él. Al final resultó que sí que quedaban varios refugiados en territorio romano, que fueron devueltos más tarde, y lo más probable es que el obispo que quería Atila sí que robara las tumbas y que más adelante traicionara a la ciudad de Margus frente a los hunos, por lo que, todo habría sido mejor si Aspar sencillamente hubiera entregado al obispo y a los refugiados desde el principio.
Pero como no lo hizo, Atila consideró que se había roto el tratado y movilizó a sus tropas para la guerra. Cuando Aspar se dirigía de vuelta a Constantinopla en el verano de 441 d.C., Atila y Bleda condujeron a sus ejércitos a través de las tierras fronterizas y saquearon las ciudades de la provincia de Ilírico, que eran centros comerciales muy lucrativos para Roma. Después violaron otra vez el Tratado del Margus al marchar sobre la ciudad y destruirla (con la ayuda del obispo, que les abrió las puertas). Teodosio II (401-450 d.C.) declaró entonces el tratado roto y llamó a sus ejércitos de vuelta de las provincias para frenar la destrucción huna. Atila y Bleda respondieron con una invasión a gran escala, saqueando y destruyendo las ciudades romanas hasta llegar a 20 millas de la capital romana de Constantinopla. La ciudad de Naissus, el lugar de nacimiento del emperador romano Constantino el Grande, fue arrasada y no se volvería a construir hasta un siglo más tarde. Los hunos habían aprendido mucho de la guerra de asedio romana mientras servían en el ejército romano y pusieron estos conocimientos en práctica, borrando literalmente ciudades enteras del mapa, como Naissus. Esta ofensiva fue aún más eficaz porque era completamente inesperada. Teodosio II estaba tan seguro de que los hunos se atendrían al tratado que se negó a escuchar cualquier consejo que dijera lo contrario. Lanning comenta lo siguiente al respecto:
Atila y su hermano tenían poco respeto por los acuerdos, y menos aún por la paz. Inmediatamente después de asumir el trono, retomaron la ofensiva huna contra roma y contra cualquiera que se interpusiera en su camino. Durante los siguientes diez años, los hunos invadirían territorios que hoy en día abarcan Hungría, Grecia, España e Italia. Atila envió los botines capturados de vuelta a su patria y reclutó soldados para su propio ejército a la vez que solía invadir ciudades y matar a los civiles. La guerra demostró ser lucrativa para los hunos, pero parece ser que la riqueza no era su único objetivo. Atila y su ejército parecían disfrutar realmente de la guerra; los rigores y las recompensas de la vida militar parecían resultarles más atractivos que la ganadería o la agricultura. (61)
Teodosio II, al darse cuenta de que había sido vencido, pero sin querer admitir la derrota total, les pidió términos de paz. La suma que tendría que pagar ahora Roma para evitar que los hunos causaran más destrucción se triplicó. El historiador Will Durant escribe que "Teodosio II del Imperio Oriental y Valentiniano III del Occidental ambos pagaban tributos como un soborno de paz, mientras lo presentaban frente a sus gentes como pagos por un servicio prestado por un rey súbdito" (39). Tras su Ofensiva del Danubio, Atila y Bleda llevaron a sus tropas de vuelta a casa a la Gran llanura húngara, donde Bleda desaparece del registro histórico. Kelly cita "la fuente romana más fiable", Prisco, que escribe que tres años después de la ofensiva, "Bleda, rey de los hunos, fue asesinado como resultado de las intrigas de su hermano Atila" (129). Otros expertos han sugerido que puede que Bleda muriera en una campaña, pero, muriera como muriese, en 445 d.C. Atila se convirtió en el líder único de los hunos y en el comandante militar más poderoso de Europa.
Primeros años del reinado de Atila y la propuesta de Honoria
El historiador Jordanes (siglo VI d.C.), que escribió el único relato sobre los godos que todavía existe, incluye sus interacciones con los hunos, y describe a Atila detalladamente:
Era un hombre que había venido al mundo para sacudir las naciones, el azote de todos los países, que de alguna manera aterrorizó a toda la humanidad con los rumores que se oían sobre él en el extranjero. Era altivo al andar, poniendo los ojos en blanco aquí y allá, de manera que la fuerza de su espíritu orgulloso se apreciaba en el movimiento de su cuerpo. Realmente era un amante de la guerra, pero contenido a la hora de actuar; poderoso consejero, clemente con sus suplicantes y tolerante con aquellos que recibía bajo su protección. Era bajo de estatura, con un pecho amplio y una cabeza grande; sus ojos eran pequeños, su barba rala y salpicada de blanco. Tenía la nariz plana y una complexión morena que revelaban su origen. (Jordanes, 102)
Aunque casi siempre se representa a Atila como un despiadado guerrero a caballo, asesinando a multitudes, en realidad era una persona más compleja, tal y como lo presenta el escrito romano Prisco, que lo conoció y comió con él. El historiador Will Durant (siguiendo las descripciones de documentos antiguos como la de Prisco) escribe sobre Atila:
Se diferenciaba de los demás conquistadores bárbaros porque se fiaba más de la astucia que de la fuerza bruta. Gobernaba valiéndose de las supersticiones paganas de su pueblo para santificar su majestad; sus victorias se preparaban en las historias exageradas de su crueldad que puede que originara él mismo; al final hasta sus enemigos cristianos lo llamaban "el azote de Dios" y tenían tanto miedo de su ingenio que solo los godos podían salvarlos. No podía leer ni escribir, pero esto no restaba lo más mínimo a su inteligencia. No era un salvaje; tenía un sentido del honor y la justicia, y a menudo demostró ser más magnánimo que los romanos. Vivía y vestía de manera sencilla, comía y bebía con moderación, dejaba los lujos para sus inferiores, a los que les encantaba mostrar sus utensilios de oro y plata, sus arneses y sus espadas y los delicados bordados que daban fe de la habilidad de sus esposas. Atila tuvo muchas esposas, pero despreciaba esa mezcla de monogamia y desenfreno popular en ciertos círculos de Ravena y Roma. Su palacio era una enorme cabaña de troncos con suelo y paredes de tablones cepillados, pero elegantemente decorada con madera labrada y pulida, reforzada con alfombras y pieles que la protegían del frío. (39)
Entre las "creencias paganas" de las que habla Durante está la espada que llevaba Atila, que decía que le había dejado el dios romano de la guerra, Marte. Según Jordanes, esta espada fue descubierta por accidente:
Cuando un pastor vio a una novilla cojeando y no pudo encontrar la causa de la herida, siguió el reguero de sangre y al final encontró una espada que había pisado sin darse cuenta mientras pastaba. La desenterró y se la llevó directamente a Atila. Este se regocijó con este regalo y, como era ambicioso, pensó que había sido nombrado gobernante de todo el mundo, y que con la espada de Marte tendría asegurada la supremacía en todas las guerras. (102)
Atila veía a Roma como un adversario débil, así que volvió a invadir la región de Moesia (la zona de los Balcanes) a partir del año 446 o 447 d.C., destruyendo más de 70 ciudades, llevándose a los supervivientes como esclavos y enviando el botín de vuelta a su bastión en la ciudad de Buda, que posiblemente es Budapest en la actual Hungría, aunque algunos historiadores cuestionan esta afirmación. Se lo consideraba invencible y, en palabras de Durant, "tras desangrar el Oriente hasta hartarse, Atila volvió la vista a Occidente y encontró una excusa inusual para iniciar la guerra" (40). En 450 d.C., la hermana de Valentiniano, Honoria, estaba tratando de escapar de un matrimonio convenido con un senador romano y le envió un mensaje a Atila, junto con su anillo de compromiso, pidiéndole ayuda. Aunque puede que ella nunca tuviera en mente nada que ver con un matrimonio, Atila decidió interpretar el mensaje y el anillo como un compromiso y envió su respuesta, pidiendo la mitad del Imperio Occidental como su dote. Al enterarse de lo que había hecho su hermana, Valentiniano envió mensajeros a Atila diciéndole que todo había sido un error, que no había ni propuesta, ni matrimonio ni dote que negociar. Atila afirmó que la propuesta de matrimonio era legítima, que la había aceptado y que reclamaría a su novia, con lo que movilizó a su ejército y se dirigió a Roma.
Galia y la Batalla de los campos Cataláunicos
En 451 d.C. empezó sus conquistas con un ejército de probablemente unos 200.000 hombres, aunque hay algunas fuentes, como Jordanes por ejemplo, que le otorgan una cifra mayor, medio millón de hombres. Tomaron la provincia de Galia Belgica (la actual Bélgica) fácilmente y procedieron a arrasar el país. La única vez que Atila había perdido en una conquista fue contra los sasánidas, y su reputación de carnicero y de invencibilidad lo precedía a medida que avanzaba por la Galia. Durant escribe:
Toda la Galia estaba aterrorizada; este no era un guerrero civilizado como César, no era cristiano... era el horrible y espantoso huno, el flagellum dei [el azote de Dios] que venía a castigar a cristianos y paganos por igual por la enorme distancia entre sus profesiones y sus vidas. (40)
La reputación de brutalidad y matanza indiscriminada de los hunos era de sobra conocida e hizo que la gente saliera huyendo despavorida con lo que pudo. El escritor romano Ammianus Marcellinus (330-391 d.C.) escribió sobre los hunos en su Historia de Roma:
La nación de los hunos supera a todos los demás bárbaros en el salvajismo de la vida. Y aunque [los hunos] tan solo se asemejan a los hombres (de un patrón muy feo), son una civilización tan poco avanzada que no usan el fuego, ni ningún tipo de acompañamiento, para preparar la comida, sino que se alimentan de las raíces que encuentran en los campos y la carne medio cruda de cualquier clase de animal. Digo medio cruda porque en cierta medida la cocinan poniéndola entre sus propios muslos y la espalda de sus caballos. Cuando los atacan a veces entablan combates regulares. En esas ocasiones, se adentran en la lucha por columnas y llenan el aire de gritos variados y discordantes. Sin embargo, lo más común es que luchen de manera desorganizada, pero al ser extremadamente rápidos y repentinos en sus movimientos, se dispersan y vuelven a juntarse rápidamente, extienden el caos en las llanuras y sobrepasan rápidamente las murallas, saquean los campamentos de los enemigos casi antes de que estos se den cuenta de que se acercan. Hay que decir que son los guerreros más terroríficos porque luchan a distancia con proyectiles hechos de huesos afilados atados de manera admirable al asta. En el combate cuerpo a cuerpo con espadas luchan sin tener en cuenta su propia seguridad, y mientras que el enemigo se entretiene en desviar los golpes de las espadas, le lanzan una red para enredarlo de manera que no pueda caminar ni montar. (XXXI.ii.1 -9)
El ejército huno era una enorme unidad de caballería que atacaba a los enemigos rápidamente, sin pedir ni ofrecer nunca clemencia. Lanning escribe:
Atila dependía de la movilidad y el efecto sorpresa, por lo que rara vez comprometía a sus soldados en un combate largo y cuerpo a cuerpo. Prefería acercarse al enemigo sirviéndose del terreno para ocultar a sus tropas hasta estar al alcance de las flechas. Mientras un rango disparaba en ángulo alto para que los defensores levantaran los escudos, otro disparaba directamente contra las líneas enemigas. Una vez que habían infligido suficientes bajas, los hunos se acercaban para acabar con los supervivientes. (62)
No es sorprendente que ningún general tuviera demasiadas ganas de enfrentarse a las fuerzas hunas bajo el mando de Atila. Kelly destaca que los hunos "aparecían como de la nada y desaparecían igual de rápidamente, dejando tras de sí nada más que destrucción. Era imposible establecer un sistema eficaz de alerta temprana” (38). Atila tomó Tréveris y Metz sin oposición, masacró a los habitantes y siguió su camino, destruyendo todo lo que encontraba a su paso. Finalmente se enfrentaría en la batalla contra las fuerzas combinadas de los romanos bajo el mando de Flavio Ecio, que entendía las estrategias y las tácticas hunas, y de los visigodos bajo Teodorico I (que reinó de 418-451 d.C.) en los campos Cataláunicos. Este enfrentamiento se conoce como la batalla de los Campos Cataláunicos o la Batalla de Chalons y se ha descrito como uno de los conflictos militares más sangrientos de la historia, además de ser la primera vez que las fuerzas de Atila fueron detenidas en una invasión en Europa. El historiador Jack Watkins describe la batalla:
Los romanos, que tenían el terreno elevado, consiguieron repeler a los hunos rápidamente, y Atila tuvo que arengarlos para que volvieran a luchar. Durante la feroz lucha cuerpo a cuerpo, el rey Teodorico de los visigodos fue asesinado. Pero en vez de desalentar a los visigodos, la muerte de su rey los enfureció y lucharon con tal fuerza que repelieron a los hunos de vuelta a su campamento a la caída de la noche. Durante varios días los hunos no se movieron de su campamento, pero sus arqueros consiguieron mantener a raya a los romanos. La deserción de los visigodos frustrados le permitió a Atila retirar a su ejército del campo de batalla, con los carros del botín intactos. Los romanos no lo persiguieron; pero su aura de invencibilidad había quedado destrozada. (85)
La campaña de Italia
Aunque habían detenido la invasión de Atila, ciertamente no lo habían derrotado. Sin embargo, los romanos proclamaron la victoria y regresaron a sus casas con la esperanza de que Atila se fuera a molestar a otra gente. Pero en 452 d.C. regresó para invadir Italia y reclamar la novia que le habían prometido en matrimonio. Aquí, al igual que en la Galia, sembró la destrucción por doquier y saqueó la ciudad de Aquileia hasta tal punto que no solo no volvería a construirse nunca, sino que nadie volvió a saber dónde se encontraba. La gente de Italia, al igual que los galos antes que ellos, estaba aterrorizada de la invasión huna, pero ahora, a diferencia del año anterior, Ecio no contaba con un ejército lo suficientemente grande como para detener a Atila. Poblaciones enteras huyeron de sus ciudades y pueblos en busca de regiones más seguras y, de hecho, así es como la ciudad de Venecia surgió de las marismas para convertirse en la "ciudad de los puentes" (entre otros epítetos), como se la conoce hoy en día. Huyendo del ejército de Atila la gente se refugió en el terreno sólido que pudo encontrar en las regiones pantanosas que creían que Atila ignoraría. Y eligieron sabiamente, ya que los ejércitos de Atila rodearon las lagunas y se dirigieron hacia regiones más atractivas.
Por razones que nadie conoce, los hunos se detuvieron en el río Po. Una hambruna había estado causando estragos en Italia durante la mayor parte de los últimos dos años y es bastante probable que Atila sencillamente se quedara sin provisiones. También se ha sugerido que la peste había estallado en el ejército de Atila, lo que lo obligó a abandonar sus planes. Además, también se ha sugerido que sus hombres le advirtieron en contra de seguir adelante para saquear Roma. El comandante gótico Alarico I (que reinó de 394-410 d.C.) había saqueado Roma en 410 d.C. y murió poco después; la superstición sugería que la muerte de Alarico había sido el resultado directo de su asalto a una ciudad tan prestigiosa. También es posible que se firmara algún tipo de paz entre Atila y Roma. Valentiniano envió al papa León I con una delegación para acordar términos con Atila, pero se desconocen los detalles de esta reunión. Lo único que está claro es que, tras encontrarse con León I y sus delegados, Atila se dio la vuelta y se retiró a su fortaleza en Hungría.
Muerte y legado
No se sabe si se acordaba de Honoria y su dote (Durant, entre otros, dice que amenazó con regresar a Italia a por Honoria si no se la enviaban, pero esto no está claro en las fuentes primarias), pero pronto se casó con otra esposa joven, llamada Ildico, en 453 d.C. Durant escribe que "celebró la boda con una indulgencia inusual en comida y bebida. Al día siguiente lo encontraron muerto en la cama junto a su joven esposa; se le había reventado un vaso sanguíneo y la sangre en la garganta lo había ahogado" (40-41). Al igual que con Alejandro Magno, se han sugerido versiones alternativas de su muerte, pero la versión de Durant sigue la de Prisco, que es la primera que se ofrece y se considera la más fiable. Otras versiones incluyen el asesinato a manos de Ildico, un complot del emperador de Oriente, Marciano (450-457 d.C.), que hizo que mataran a Atila, y la muerte accidental por intoxicación por alcohol o hemorragia esofágica por beber demasiado.
Todo el ejército se sumió en una aflicción intensa por la pérdida de su líder. Los jinetes de Atila se untaron la cara con sangre y cabalgaron lentamente, en un círculo constante, en torno a la tienda en la que se encontraba su cuerpo. Kelly describe las secuelas de la muerte de Atila:
Según el historiador romano Prisco de Panium, [los hombres de su ejército] se habían cortado las melenas y se habían rajado las mejillas "para llorarle al guerrero más grande no con lágrimas ni llantos de mujer, sino con la sangre de los hombres." Hubo un día de luto, banquetes y juegos funerarios, una combinación de celebración y lamentación con una dilatada historia en el mundo de la antigüedad. Esa misma noche, lejos de las fronteras del Imperio romano, enterraron a Atila. Pusieron su cuerpo dentro de tres ataúdes; el primero cubierto de oro, el segundo de plata y el tercero, el externo, de hierro. El oro y la plata simbolizaban el saqueo que Atila había protagonizado, mientras que el duro hierro gris recordaba sus victorias en la guerra (6).
Según la leyenda, se desvió el curso de un río, enterraron a Atila en el lecho del río, y después dejaron que las aguas volvieran a fluir sobre él para ocultar el lugar. Los que participaron en el funeral fueron asesinados para que nunca se revelara el lugar del entierro. Según Kelly, "estas también fueron muertes honorables" ya que formaban parte de los honores funerarios para el gran guerrero que había llevado tan lejos a sus seguidores y había logrado tanto por ellos.
Tras su funeral, su imperio se dividió entre sus hijos, que lucharon entre sí por quedarse con la mayor parte, malgastaron los recursos y dejaron que el reino se desmoronara. Para 469 d.C., tan solo 16 años después de la muerte de Atila, el imperio había desaparecido. El recuerdo de Atila, por el otro lado, sigue vivo como uno de los más grandes líderes militares de todos los tiempos. Desde su muerte se lo ha representado como el epítome del rey guerrero, y las representaciones recientes se ajustan a esta imagen tradicional. Las películas que hacen referencia a él, aunque sea de pasada, lo presentan como un poderoso guerrero, e incluso en la comedia hollywoodiense Una noche en el museo, de 2006, Atila el Huno se presenta como una figura formidable. Lanning escribe:
Atila el Huno fue el mayor capitán de batalla de su época, y su reputación aterrorizaba a sus enemigos, que temían y respetaban por igual al Azote de Dios. Más de mil quinientos años después, su nombre sigue siendo un sinónimo de la caballería agresiva y el espíritu guerrero. (63)
En marzo de 2014 se dijo que se había descubierto la tumba de Atila en Budapest, Hungría, que ahora se cree que abarca parte de la capital de Atila, Buda. El hallazgo generó un gran interés, e incluso se citó a uno de los investigadores, que decía: “De hecho, definitivamente parece que este es el lugar de descanso del todopoderoso Atila, pero hay que realizar más análisis para confirmarlo”. Estos análisis adicionales, llevados a cabo por personas ajenas al equipo que dijo haber descubierto la tumba, revelaron que el hallazgo era un engaño. Aunque los estudiosos a menudo se han mostrado escépticos en cuanto a la historia de que Atila fue enterrado bajo un río, hay precedentes en la historia. También se dice que el rey mesopotámico Gilgamesh fue enterrado bajo el Éufrates, cosa que durante mucho tiempo se consideró un mito. Sin embargo, en 2003, un equipo alemán de arqueólogos afirmó haber descubierto la tumba de Gilgamesh exactamente donde los textos de la antigüedad decían que se encontraba.
Las excavaciones arqueológicas, realizadas con tecnología moderna que cuenta con magnetización tanto en el antiguo cauce del río Éufrates como en sus alrededores, han revelado recintos de jardines, edificios específicos y estructuras descritas en la Epopeya de Gilgamesh, incluida la tumba del gran rey. Según la leyenda, Gilgamesh fue enterrado en el lecho del Éufrates cuando se separaron las aguas tras su muerte. Mucho más cerca de la época de Atila, se dice que Alarico I fue enterrado bajo las aguas del río Busento en Italia después de su muerte en 410 d.C. En esta ocasión se desvió el río para enterrarlo y luego se volvió a encauzar. Según las fuentes antiguas que hablan del funeral de Atila, también él fue enterrado bajo un río que fue desviado y que luego se volvió a encauzar para cubrir la tumba. Teniendo en cuenta el precedente de las historias de la tumba de Gilgamesh y del entierro de Alarico, resultaría imprudente descartar las historias que rodean el último lugar de descanso del gran guerrero Atila el Huno y afirmar que fue enterrado en otro lugar. Dondequiera que esté su tumba, y los tesoros que contiene, sigue siendo un misterio. Sin embargo, el interés mundial que despertó la historia del descubrimiento de su tumba es testimonio de cuán importante sigue siendo Atila en la imaginación popular. Sigue siendo, hasta la actualidad, una de las figuras más interesantes y atractivas de la historia antigua, y su nombre se sigue asociando con la idea de una fuerza imparable.