Los vándalos fueron una tribu germana que se menciona por primera vez en la historia romana de Plinio el Viejo (77 d.C.), Historia natural. El historiador romano Tácito también los menciona en su Germania (en torno a 98 d.C.), aunque también se refiere a ellos como los "lugi". Su nombre significa "los merodeadores" y tanto Plinio como Tácito lo escriben como "Vandilii". En la actualidad, el nombre de "vándalo" se ha convertido en un sinónimo de la destrucción indiscriminada debido a las historias contadas por los historiadores romanos, que describieron su comportamiento violento en general y su saqueo de Roma específicamente en 455 d.C.
El historiador Torsten Cumberland Jacobsen, entre otros, ha observado que esta identificación de los vándalos con la destrucción sin sentido es desacertada. Jacobsen escribe:
A pesar de las connotaciones negativas que conlleva hoy en día este nombre, los vándalos se comportaron mucho mejor que otros invasores bárbaros durante el saqueo de Roma. (52)
Entre las muchas otras tribus germánicas, los vándalos formaban parte de un movimiento que los historiadores han llamado "vagabundeo de las naciones", que se desarrolló grosso modo entre 376-476 d.C. (aunque en general se cree que empezó antes y terminó más tarde), en el que se dieron migraciones a gran escala (a menudo a causa de las incursiones hunas), lo que empujó a las tribus germanas a un contacto más estrecho con el Imperio romano y otras culturas.
Los vándalos cruzaron las fronteras romanas en torno a 270 d.C. y entraron a formar parte de la historia de Roma a partir de ese momento hasta la batalla de Tricamerón en el norte de África 534 d.C., en la que el rey vándalo Gelimer (que reinó de 530-534 d.C.) fue derrotado por el general romano Belisario (505-565 d.C.) y después los vándalos dejaron de existir como una entidad cohesionada.
Historia temprana
Se cree que los vándalos eran originarios de Escandinavia y que emigraron a la región de Silesia en torno a 130 a.C. Se los ha identificado con la cultura Przeworsk de Polonia de la Edad de Hierro, aunque, al igual que la primera identificación de los godos con la cultura Wielbark de Polonia, esta identificación se ha cuestionado. Jacobsen, en su obra A History of the Vandals (Una historia de los vándalos), escribe:
Para intentar recomponer el origen de los vándalos hay que combinar fuentes históricas y arqueológicas, que en el mejor de los casos son contradictorias y poco fiables. Estas fuentes complicadas y escasas hacen que todo lo que se diga sobre la historia temprana de los vándalos debería ir precedido de "creemos que es posible..." y terminado por "... pero las evidencias son pocas, o ninguna". (3)
Ni siquiera se sabe si el nombre "vándalo" era su nombre original, ya que Tácito se refiere a ellos tanto por el nombre de vándalos como por el de lugi, y los historiadores no están seguros de si los vándalos eran una tribu dominante y los lugi eran un subgrupo o si la tribu entera sencillamente se conocía por los dos nombres. Fuera como fuese, lo que parece estar claro en la obra de Tácito es que había varias tribus germánicas distintas a las que los escritores romanos llamaban "vándalos". En algún momento la tribu se dividió en varias unidades distintas (o puede que siempre hubiera varias partes distintas y que no decidieran separarse hasta entonces), y dos de estas tribus, los silingos y los asdingos, emigraron hacia el sur.
Los vándalos silingos no se alejaron mucho y se quedaron en Silesia (más o menos la actual Polonia), mientras que los asdingos ocuparon la región de los Sudetes. Los romanos invitaron a los asdingos a entrar en Dacia como aliados durante las guerras marcomanas de 166 a 180 d.C., pero tanto durante como después del conflicto parece que le dieron más problemas que ayuda a Roma.
Las "fuentes complicadas y escasas" de las que escribe Jacobsen juegan aquí su papel, ya que, según La historia de Pedro el Patricio, los vándalos eran aliados de Marco Aurelio, pero según Eutropio eran sus adversarios. El historiador Dión Casio (155-235 d.C.) escribe que no eran ni lo uno ni lo otro, sino que simplemente eran granjeros y federados de Roma a los que, en 171 d.C., se les permitió vivir en Dacia bajo el gobierno de sus reyes Raus y Raptus. Por lo tanto, aunque sigue sin estar claro qué tipo de relación tenían con Roma en un principio, poco a poco fueron surgiendo las hostilidades.
Guerra con Roma
Para el 270 d.C. ya estaban realizando incursiones en territorio romano regularmente y en 271 d.C. el emperador Aureliano (que reinó de 270-275 d.C.) los derrotó y expulsó. Sin embargo, antes de eso habían sido aliados de Roma y, al igual que los godos, sirvieron en el ejército. Aureliano los repelió hasta el Danubio. En su obra History of the Goths (Historia de los godos), Jordanes escribe:
En aquella época estaban viviendo en las tierras en las que viven ahora los gépidos, cerca de los ríos Marisia, Milare, Gilpil y el Grisia, que es mayor que todos los demás mencionados. Después tuvieron al este a los godos, al oeste a los marcomanos, al norte a los hermunduros y al sur el Hister, también llamado Danubio. Al mismo tiempo que los vándalos habitaban en la región, Geberico, el rey de los godos, les declaró la guerra a orillas del río Marisia antes mencionado. La batalla se libró durante un corto tiempo en igualdad de condiciones. Pero pronto el propio Visumaro, rey de los vándalos fue derrotado junto con la mayor parte de su pueblo. Cuando Geberico, el famoso líder de los godos, hubo conquistado y saqueado a los vándalos, regresó al lugar del que había venido. Los pocos vándalos que quedaron tras huir recogieron a un grupo de sus gentes no luchadoras, se marcharon del malhadado país y le pidieron Panonia al emperador Constantino. Allí vivieron durante unos sesenta años y obedecieron las órdenes de los emperadores como sus súbditos. (83-84)
Los vándalos eran principalmente granjeros que disponían la tierra, normalmente en valles fluviales, de manera que formara un pueblo circular. Vivían de las cosechas y de la ganadería, que servía tanto para consumo propio como para comerciar. Jacobsen escribe que "las casas constaban de una o dos habitaciones, con paredes de madera o mimbre cubierto de arcilla... Los vándalos también eran artesanos. Entre los gremios, la forja de armas estaba muy respetada" (6). También eran hábiles con la joyería, la cerámica y el tejido. Estaban gobernados por un rey (o dos reyes que probablemente tenían el mismo poder) y parece que tenían una clase alta de nobles. Jacobsen apunta que eran célebres por su destreza en la equitación y que "un papel importante era cuidar de los caballos para la guerra" (6).
En las antiguas fuentes se describe a los vándalos como altos, rubios, bien parecidos y, aunque ciertamente se menciona la vida doméstica y la estructura social, a menudo se hace mayor hincapié en su brutalidad en la guerra. El emperador romano Probo (que reinó de 276-282 d.C.) los derrotó dos veces en 277/278 d.C. y mató a muchos o bien porque no se comportaban de acuerdo con el tratado de paz o porque no dejaban de luchar. Los que sobrevivieron, y se sometieron, se incorporaron al ejército romano y fueron enviados a la Gran Bretaña romana.
Constantino el Grande (que reinó de 324-337 d.C.) asentó a los vándalos en Panonia en 330 d.C., y allí convivieron en paz con sus vecinos romanos excepto por la religión. Los vándalos eran cristianos arrianos mientras que los romanos eran cristianos trinitarios (o nicenos). Las diferencias religiosas causaron problemas entre los vándalos y los romanos, pero estas se olvidaron temporalmente durante la invasión huna de la región.
En 376 d.C. cuando los Godos a las órdenes de Fritigerno (muerto en 380 d.C.) estaban huyendo de los hunos, se les permitió entrar en el imperio y, por supuesto, los ciudadanos romanos que vivían en Panonia también pudieron entrar. Los vándalos, al igual que muchas otras tribus, no. Las invasiones hunas continuaron hasta que en 406 d.C. había una gran población de tribus bárbaras reunidas a lo largo de la frontera romana a orillas del Rin que buscaban protección dentro de las fronteras del imperio. El general romano Estilicón (359-408 d.C.) había reducido la guarnición que vigilaba la frontera porque necesitaba todos los hombres disponibles para luchar contra Alarico I (que reinó de 395-410 d.C.) y su ejército godo.
Una noche de invierno de 406 d.C. los vándalos cruzaron el río congelado y entraron en masa en el imperio. Devastaron la Galia y continuaron hasta Hispania, y se asentaron en ambas regiones. Las hostilidades entre vándalos, francos y romanos, así como otras tribus, continuaron hasta alrededor de 420 d.C. cuando los vándalos capturaron muchos de los puertos más importantes de Hispania y pudieron construir una flota con la que defenderse de Roma.
En aquel entonces, Gunderico (379-428 d.C.) era rey tanto de los vándalos como de los alanos y pudo mantener a los romanos a raya. Sin embargo, no tuvo tanto éxito contra los visigodos de Hispania que ya estaban viviendo en la región para cuando llegaron los vándalos. Gunderico murió en 428 d.C. y el trono quedó en manos de su hermanastro Gaiserico (que reinó de 428-478 d.C., también conocido como Genserico), que se convertiría en el más grande de los reyes vándalos y uno de los monarcas más efectivos de la Antigüedad.
El reinado de Gaiserico
Mientras los vándalos estaban consolidando su poder en España y luchando contra los visigodos, el Imperio romano estaba sufriendo sus problemas habituales de intrigas políticas. El emperador de Occidente era Valentiniano III (que reinó de 425-455 d.C.) y era todavía un niño y los que tenían realmente el poder eran su madre, Galla Placidia (392-450 d.C.), y el general Flavio Etio (391-454 d.C.). En general los romanos estaban a favor de Etio o de Galla y ambos trabajaban constantemente para desbaratar los planes del otro.
En torno a 428 d.C., Etio urdió un plan por el que se acusó a uno de sus rivales, Bonifacio (que gobernaba África del Norte, muerto en 432 d.C.), de traición contra Valentiniano III y Galla Placidia. Etio le pidió a Galla que le hiciera venir de África del Norte y contestara a los cargos mientras que, por otro lado, le comunicó a Bonifacio que Galla planeaba ejecutarlo en cuanto llegara. Cuando Bonifacio anunció que no acudiría, Etio declaró que eso constituía la prueba de su traición.
Llegados a este punto, el historiador Procopio afirma que Bonifacio invitó a los vándalos de España a África del Norte como aliados contra una invasión romana. Bonifacio, tal y como Galla entendería pronto, era inocente de los cargos y, como controlaba seis provincias de África del Norte y el poder militar para defenderlas, no habría tenido necesidad de ningún acuerdo con los vándalos. Aun así, como Etio y Galla eran enemigos formidables, Bonifacio podía haber enviado la invitación a Gaiserico para reunir la mayor cantidad posible de hombres.
Según otro relato de la invasión de los vándalos de África del Norte, Gaiserico se había lastimado al caerse de un caballo y estaba cojo, por lo que decidió de ahí en adelante dedicarse a la guerra por mar, lo que le llevó a establecer una base naval en Cartago. Los historiadores han argumentado tanto a favor como en contra de ambas afirmaciones en el pasado, y siguen haciéndolo hoy en día. Lo más probable es que Gaiserico no quisiera más que una patria para su pueblo rica en recursos y lejos de los visigodos, y sencillamente aprovechó la situación confusa de los romanos e invadió cuando pensó que Bonifacio no podía hacer nada al respecto (o sencillamente aceptó la invitación de Bonifacio con la idea de hacerse con la provincia). África del Norte era el principal abastecedor de grano del Imperio romano y, si Gaiserico se hacía con el control, podría negociar con Roma en beneficio propio.
Fueran cuales fuesen los motivos, Gaiserico condujo a 80.000 de sus gentes de España a África del Norte en 429 d.C. Los historiadores siguen debatiendo si fueron 80.000 o 20.000, pero el estudioso Walter A. Goffart (basándose en otros historiadores anteriores) dice:
El hecho de que Gaiserico liderara 80.000 vándalos y otras gentes de España a África en 429 se ha considerado la única información que se conoce a ciencia cierta sobre el tamaño de los grupos de bárbaros en la era de las invasiones. Esta certeza tiene que ver con que esté respaldado aparentemente por informadores independientes, uno latino y el otro griego. (231)
Una vez que llegaron a África, si se acepta como cierta la invitación de Bonifacio, este se volvió contra su ejército y lideró las fuerzas contra el ejército imperial. Tomó la ciudad de Hipona (de la que san Agustín era obispo en aquella época) tras un asedio de 14 meses y, unos pocos años más tarde, tomó Cartago. Siguió amasando una serie de victorias, conquistando ciudades hasta que fue el señor de África del Norte y los vándalos tuvieron su propia patria, para desdicha de Roma. El estudioso Roger Collins escribe que "la determinación por recuperar África dominaría la política imperial de occidente durante los siguientes quince años" (90). Sin embargo, no lo lograrían, incluso después de la muerte de Gaiserico.
El saqueo de Roma
Desde el puerto de Cartago, los vándalos ahora podían zarpar con su flota a voluntad y controlar el Mediterráneo, que antes había sido de Roma. La armada de Gaiserico saqueaba cualquier barco que se cruzara en su camino y asaltaba las costas. Los planes y los intentos de los romanos de expulsar a Gaiserico y su pueblo de África del Norte no llegaron a nada, y así en 442 d.C. los romanos tuvieron que reconocer el reino vándalo como una entidad política legítima y finalmente Gaiserico y Valentiniano III firmaron un tratado.
En 455 d.C. Valentiniano asesinó a Etio y poco después él mismo también fue asesinado por Petronio Máximo. Gaiserico afirmó que eso anulaba el tratado de 442 d.C., que solo había sido validado entre él y Valentiniano. Zarpó rumbo a Italia con su flota, atracó sin resistencia en el puerto de Ostia y se dirigió a Roma. Los romanos reconocieron que sus fuerzas militares eran insuficientes para enfrentarse a los vándalos así que decidieron confiar en la destreza diplomática del papa León I (pontífice de 440-461 d.C.) y lo enviaron a encontrarse con Gaiserico a pedir clemencia.
León le dijo a Gaiserico que era libre de saquear la ciudad, pero le pidió que no la destruyera ni dañara a sus habitantes, y Gaiserico accedió. En muchos sentidos, esto era una gran ventaja para Gaiserico, pero el principal fue que, dado que Italia estaba pasando por una hambruna, cuando atracó en Ostia supo que su ejército no podría someter a la ciudad a un largo asedio porque no tendría nada para comer y las murallas de Roma eran formidables. Por tanto, acceder a la petición de León era más prudencia y conveniencia propia que clemencia.
Los vándalos se llevaron todo lo que encontraron de valor, desde tesoros personales hasta decoraciones en edificios y estatuas, pero no destruyeron la ciudad y poca gente sufrió daño alguno, excepto Petronio Máximo que fue asesinado por una turba romana cuando intentó huir y lo atraparon fuera de las murallas. Los vándalos saquearon la ciudad y después regresaron a sus barcos y se marcharon a casa. Se llevaron consigo varios rehenes de gran alcurnia, incluida la viuda de Valentiniano III y sus hijas. Collins escribe:
El saqueo de Roma de 455 tuvo el efecto inmediato de hacer que la amenaza vándala a Italia pareciera mucho más aterradora [que otras]. A pesar de que los vándalos regresaron a África inmediatamente con su botín, el episodio entero les hizo entender a los romanos algo que no parecían haber entendido hasta entonces, que es lo vulnerable que era Italia, y Roma en particular, a los ataques por mar. (88)
Al darse cuenta de que ya no podían permitirse que los vándalos siguieran en África del Norte, los romanos reunieron sus fuerzas y lanzaron un ataque en 460 d.C. Gaiserico, siempre pendiente de los movimientos militares de Roma, lanzó un ataque preventivo y destruyó o capturó la mayor parte de la flota romana. En 468 d.C. ambas mitades del imperio se unieron contra los vándalos y mandaron la flota al completo contra ellos. Gaiserico sorprendió a los romanos y los derrotó, destruyó 600 de sus naves y capturó otras. Roma se vio obligada a pedir la paz y Ricimero, que para entonces era quien gobernaba el Imperio Romano de Occidente en la práctica, tuvo que aceptar los términos propuestos por Gaiserico, que básicamente restauraban el tratado de 442 d.C. y les permitía a los vándalos hacer lo que quisieran cuando quisieran.
La muerte de Gaiserico y el conflicto con Roma
Gaiserico murió en paz por causas naturales en 478 d.C. Durante todo el tiempo que estuvo gobernando los vándalos estuvieron seguros, pero, tras su muerte, el reino vándalo empezó a decaer. A su muerte, su hijo Hunerico (que reinó de 478-484 d.C.) ascendió al trono y dedicó más tiempo y energía a perseguir a los cristianos trinitarios de su reino que a cualquier otra cosa. Cuando este murió en 484 d.C. el poder quedó en manos de su sobrino Guntamundo (que reinó de 484-496 d.C.), que puso fin a las persecuciones de los trinitarios a manos de los cristianos arrianos y volvió a llamar a los obispos católicos y el clero en el exilio. Guntamundo murió en 496 d.C. y el trono pasó a Trasamundo (que reinó de 496-523 d.C.), que gobernó de manera efectiva hasta 523 d.C. cuando murió y fue sucedido por el hijo de Hunerico, Hilderico (que reinó de 523-530 d.C.).
Gaiserico había organizado un sistema de sucesión por el cual el hombre más mayor de la familia ascendería al trono a la muerte del rey anterior. Esperaba que esto evitase los problemas de sucesión, cosa que hizo, pero también garantizó que los reyes tomaran el trono a edades cada vez más avanzadas. Hilderico había cumplido ya los sesenta cuando se hizo rey, y los que vinieron después tenían más o menos la misma edad. El historiador Guy Halsall escribe que "sin duda la edad de los últimos reyes vándalos explica su falta de vigor a la hora de lidiar con los problemas que asediaban al reino" (295).
Los moros se alzaron contra los reinos vándalos del norte y derrotaron a las fuerzas de Hilderico en algún momento a finales de su reinado (se desconoce la fecha exacta). El sobrino de Trasamundo, Gelimer, se cansó de la ineptitud de Hilderico a la hora de regir y lo hizo encerrar, junto con su familia, tras la derrota frente a los moros. Sin embargo, no fue solo la falta de habilidad militar de Hilderico lo que molestaba a Gelimer, sino también que había adoptado el cristianismo trinitario. Gelimer, al igual que Gaiserico y la mayoría de los vándalos, era arriano. Gelimer ascendió al trono y empezó a reinstaurar las persecuciones de los cristianos trinitarios de la época de Hunerico.
Sus políticas anticristianas irritaron al emperador romano de Oriente, Justiniano I (que reinó de 527-565 d.C.), quien envió una carta muy dura en la que pedía que se acabaran las persecuciones inmediatamente y protestaba por el tratamiento dado a Hilderico. Gelimer respondió que "nada era más deseable que un monarca que se ocupara de sus propios asuntos" y siguió gobernando como le vino en gana. Justiniano, que era un trinitario devoto y enemigo de la fe arriana, vio la respuesta de Gelimer como una excusa para invadir África del Norte y expulsar a los vándalos de una vez por todas: montó una especie de cruzada para salvar a los trinitarios de África del Norte de las persecuciones de Gelimer, aunque se cuestiona la veracidad de esta afirmación y algunos estudiosos apuntan que lo único que quería Justiniano I era recapturar los puertos que había perdido Roma. El historiador J.F.C. Fuller escribe:
A Justiniano, un trabajador y centralizador insaciable, lo llamaban "el emperador que nunca duerme". Se consideraba a sí mismo no solo el heredero de los césares sino también la cabeza suprema de la Iglesia, y a lo largo de su reinado tuvo dos ideas fijas: restaurar el Imperio de Occidente y suprimir la herejía arriana. En consecuencia, todas sus guerras occidentales tenían características de cruzadas, porque creía que su misión era llevar a los paganos al rebaño cristiano... Como buen conocedor del carácter de la gente, eligió a Belisario, un oficial joven de su guardia, para comandar al ejército oriental. (307)
La batalla definitiva con Roma
Belisario atracó en África del Norte con una flota de 500 barcos, 20.000 barcos, 10.000 soldados, 5.000 caballería y 92 buques de guerra más pequeños tripulados por 2.000 remeros esclavos. Gelimer, por su parte, no tenía ni idea de que un ejército había partido de Constantinopla. Cuando se enteró de que el ejército bizantino estaba a diez millas de Cartago, en el desfiladero de Ad Decium, hizo que Hilderico y su familia, y cualquiera de sus amigos y simpatizantes que encontró, fueran ejecutados para que no pudieran devolver al antiguo rey al trono. Después, Gelimer optó por un ataque a tres bandas que destruiría al ejército invasor. Fuller escribe:
El plan de operaciones de Gelimer era excesivamente complicado: decidió, una vez el enemigo había entrado en el desfiladero de Ad Decium, lanzar un ataque combinado desde tres direcciones. Mientras [su hermano] Ammato salía de Cartago y se enfrentaba a la vanguardia bizantino, él, con el ejército principal, tenía que cortarle la retaguardia al grueso del ejército enemigo y, al mismo tiempo, su sobrino Gibamundo, tenía que acercarse por las colinas desde el oeste y atacar el flanco izquierdo del enemigo. Procopio expresa su sorpresa por que el ejército de Belisario lograra librarse de la destrucción. Pero como la precisión en el momento oportuno era un requisito para lograrlo, en una época que no tenía relojes habría sido pura suerte que las tres columnas atacaran simultáneamente. (312)
Ammato atacó antes de que las otras dos divisiones estuvieran en posición, y murió. Cuando fue abatido sus tropas huyeron despavoridas y el ejército bizantino acabó con ellas. Después, Gibamundo atacó el flanco izquierdo y la caballería huna de Belisario no tardó en destrozarlo. Gelimer llegó tarde y se le escapó por completo la retaguardia enemiga, de manera que lo único que encontró fue el campo de batalla cubierto de cuerpos y la cabeza de su hermano. No obstante, su ejército aún era más grande que el de Belisario y, si en ese momento hubiera perseguido a los bizantinos, puede que hubiese ganado la guerra. Sin embargo, no fue así. Estaba tan afectado por la muerte de Ammato que se negó a avanzar con su ejército hasta que no lo hubiese enterrado con todos los ritos necesarios. Este retraso le permitió a Belisario llegar a Cartago y tomarla sin problema.
Gelimer llegó a Cartago con un gran ejército y la asedió. Destruyó el acueducto y cortó el suministro de agua de la ciudad, por lo que Belisario, a pesar de estar ampliamente superado, sintió que no tenía más opción que salir a enfrentarse a las fuerzas de Gelimer en la batalla. Se enfrentaron en Tricamerón en diciembre de 533 d.C. y Belisario tuvo cuidado a la hora de situar a sus tropas para ocultar su menor inferior. Ordenó que comenzara la batalla con una carga de caballería que rompió las filas vándalas y los dispersó en una hora.
Mientras la caballería acababa con los vándalos que estaban huyendo, Belisario movilizó a la infantería y Gelimer, según Procopio, miró a las fuerzas bizantinas que se dirigían hacia él y "sin mediar palabra ni dar ninguna orden, saltó sobre su caballo y salió huyendo por el camino en dirección a Numidia" (IV.iii.20). Cuando su rey huyó del campo de batalla, cundió el pánico entre los soldados vándalos que rompieron filas e intentaron salvarse como pudieron.
Cuando el ejército bizantino llegó al campamento vándalo, estaba desierto, así que rompieron filas y lo saquearon. Procopio apunta que, si tan solo Gelimer hubiera recapacitado sobre el tema, "o hubiese tenido el más mínimo coraje", habría retirado sin más a su ejército algo más allá del campamento, lo habría dejado como cebo para el enemigo, y "en cuanto hubiesen entrado se habrían abalanzado sobre el enemigo y recuperado el campamento y el reino". Esta era la táctica que Belisario temía que iba a usar Gelimer, así que intentó organizar a sus hombres en caso de que se produjera un ataque por sorpresa por la noche. Sin embargo, no se produjo ningún ataque y al día siguiente Belisario mandó a sus hombres a perseguir a Gelimer, al que atraparon finalmente en marzo de 534 d.C. y lo llevaron de vuelta a Constantinopla encadenado como parte del triunfo de Belisario.
El fin de los vándalos
El reino vándalo de África del Norte había caído y, con ello, los vándalos se dispersaron. Muchos romanos se habían casado con mujeres vándalas y se las llevaron de vuelta a Constantinopla; muchos otros vándalos habían muerto en las batallas de Ad Decium y Tricamerón y otros murieron a manos de los moros. Los conflictos entre los cristianos trinitarios y los arrianos volvieron a surgir tras la derrota de Gelimer y el regreso de Belisario a Constantinopla, y al no haber un gobierno firme ambos grupos se dedicaron a matarse unos a otros hasta que los moros, aprovechando la oportunidad, atacaron desde el sur y destruyeron grandes sectores de la población.
Justiniano había derrotado a los vándalos y devuelto África del Norte al Imperio romano, pero, tal y como observa Fuller, "cinco millones de africanos perecieron a causa de las guerras y el gobierno del emperador Justiniano" (316). Los vándalos que sobrevivieron siguieron viviendo bajo el gobierno romano en África del Norte o emigraron a Europa, pero nunca volverían a formar un grupo étnico cohesionado.