Moisés (c. 1400 a.C.) está considerado como uno de los líderes religiosos más importantes de la historia del mundo. Las religiones del judaísmo, el cristianismo, el islam y el bahaísmo lo reclaman como un importante profeta de Dios y el fundador de la creencia monoteísta.
La historia de Moisés se cuenta en los libros bíblicos del Éxodo, Levítico, Deuteronomio y Números, pero se sigue haciendo referencia a él en toda la Biblia y es el profeta más citado en el Nuevo Testamento.
En el Corán también desempeña un papel importante y, de nuevo, es la figura religiosa más citada, ya que se menciona 115 veces, a diferencia de Mahoma, que solo se nombra cuatro veces en el texto. Como en la Biblia, en el Corán Moisés es una figura que representa alternativamente el entendimiento divino o el humano.
Moisés es más conocido por la historia del libro bíblico del Éxodo y del Corán como el legislador que se encontró con Dios cara a cara en el monte Sinaí para recibir los Diez Mandamientos tras sacar a su pueblo, los hebreos, de la esclavitud en Egipto y llevarlo a la "tierra prometida" de Canaán. La historia del Éxodo hebreo de Egipto solo se encuentra en el Penteteuco, los cinco primeros libros de la Biblia, y en el Corán, que fue escrito posteriormente. Ninguna otra fuente antigua corrobora la historia y ninguna evidencia arqueológica la apoya. Esto ha llevado a muchos estudiosos a concluir que Moisés era una figura legendaria y la historia del Éxodo un mito cultural.
Sin embargo, el historiador egipcio Manetón (siglo III a.C.) cuenta la historia de un sacerdote egipcio llamado Osarsiph que dirigió a un grupo de leprosos en rebelión contra los deseos del rey que quería desterrarlos. Según Manetón, Osarsif rechazó el politeísmo de la religión egipcia en favor de una concepción monoteísta y cambió su nombre por el de Moisés, que significa "hijo de..." y que suele utilizarse junto con el nombre de un dios (Ramsés sería Ra-Moisés, hijo de Ra, por ejemplo). Al parecer, Osarsiph no habría unido el nombre de ningún dios al suyo, ya que se creía hijo de un dios vivo que no tenía ningún nombre que los seres humanos pudieran (o debieran) pronunciar.
El historiador Flavio Josefo (c. 37-100 d.C.) relata la historia de Manetón sobre Osarsiph/Moisés y la cita ampliamente en su obra. El historiador romano Tácito (c. 56-117 d.C.) cuenta una historia similar de un hombre llamado Moisés que se convierte en el líder de una colonia de leprosos egipcios.
Esto ha llevado a varios escritores y estudiosos (Sigmund Freud y Joseph Campbell entre ellos) a afirmar que el Moisés de la Biblia no era un hebreo criado en un palacio egipcio, sino un sacerdote egipcio que lideró una revolución religiosa para establecer el monoteísmo. Esta teoría vincula estrechamente a Moisés con el faraón Akenatón (1353-1336 a.C.), que estableció su propia creencia monoteísta en el dios Atón, diferente a cualquier otro dios y más poderoso que todos, en el quinto año de su reinado.
El monoteísmo de Akenatón puede haber nacido de un genuino impulso religioso o podría haber sido una reacción contra los sacerdotes del dios Amón, que se habían hecho casi tan ricos y poderosos como el trono. Al establecer el monoteísmo y prohibir todos los antiguos dioses de Egipto, Akenatón eliminó efectivamente cualquier amenaza del sacerdocio para la corona.
La teoría avanzada por Campbell y otros (siguiendo en esto a Moisés y el monoteísmo de Sigmund Freud) es que Moisés fue un sacerdote de Akenatón que dirigió a seguidores afines fuera de Egipto tras la muerte de Akenatón cuando su hijo, Tutankamón (c. 1336-1327 a.C.), restauró los antiguos dioses y prácticas. Otros estudiosos equiparan a Moisés con el propio Akenatón y ven la historia del Éxodo como una representación mitológica del honesto intento de reforma religiosa de Akenatón.
Varios escritores clásicos mencionan a Moisés, todos ellos inspirados en las historias conocidas en la Biblia o por escritores anteriores. Pudo ser un personaje mitológico que cobró vida propia cuando su historia se empezó a contar una y otra vez, pudo ser una persona real a la que se le atribuyeron hechos mágicos o sobrenaturales, o pudo ser precisamente como se lo representa en los primeros libros de la Biblia y en el Corán.
Es difícil datar la vida de Moisés y la fecha precisa del Éxodo y siempre se hace en función de interpretaciones del Libro del Éxodo en conjunción con otros libros de la Biblia, por lo que siempre son especulativas. Es muy posible que el relato del Éxodo lo escribiera un escriba hebreo que vivía en Canaán y que deseaba establecer una clara distinción entre su pueblo y los antiguos asentamientos de los amorreos en la región. La historia del Pueblo Elegido de Dios conducido por su siervo Moisés a una tierra que su Dios les había prometido habría servido bien para este propósito.
Moisés en la Biblia
El Libro del Éxodo (escrito hacia el año 600 a.C.) retoma la narración del Libro del Génesis (capítulos 37-50) sobre José, hijo de Jacob, que fue vendido como esclavo por sus celosos hermanastros y llegó a destacarse en Egipto. José era un experto en la comprensión de los sueños e interpretó el sueño del rey prediciendo con exactitud una hambruna que se avecinaba. Se le encargó preparar a Egipto para la hambruna, tuvo un éxito brillante y llevó a su familia a Egipto. El libro del Éxodo se abre con los descendientes hebreos de José, cada vez más numerosos en la tierra de Egipto, por lo que el faraón, temiendo que se hagan con el poder, los esclaviza.
Moisés entra en la historia en el segundo capítulo del libro después de que el faraón sin nombre, todavía preocupado por la creciente población de los israelitas, decreta que hay que matar a todos los niños varones. La madre de Moisés lo esconde durante tres meses, pero luego, por miedo a que lo descubran y lo maten, lo mete en una cesta de papiro, enlucida con betún y brea, y, con su hermana vigilando, la coloca en los juncos junto al Nilo.
La cesta flota hasta el lugar donde se bañan la hija del faraón y sus asistentes y es descubierta. El niño es sacado del río por la princesa, que lo llama "Moisés" afirmando que eligió el nombre porque "lo sacó del agua" (Éxodo 2:10), lo que supone la afirmación de que "Moisés" significa "sacar". Esta etimología del nombre ha sido impugnada ya que, como se ha señalado, "Moisés" en egipcio significaba "hijo de". La hermana de Moisés, que sigue velando por él, aparece y le sugiere que traiga a una mujer hebrea para que amamante al niño y así trae a su madre que, al menos al principio, se reúne con su hijo.
Moisés crece en el palacio egipcio hasta que un día ve a un egipcio golpear a un esclavo hebreo y lo mata, y entierra su cuerpo en la arena. Al día siguiente, cuando está de nuevo entre la gente, ve a dos hebreos peleando y los separa preguntando cuál es el problema. Uno de ellos le responde preguntándole si piensa matarlos como hizo con el egipcio. Moisés se da cuenta entonces de que su crimen se ha hecho conocido y huye de Egipto hacia Madián.
En la tierra de Madián rescata a las hijas de un sumo sacerdote (llamado Reuel en Éxodo 2 y Jetro después) que le da a su hija Séfora como esposa. Moisés vive en Madián como pastor hasta que un día encuentra una zarza que arde con fuego pero no se consume. El fuego es el ángel de Dios que le trae a Moisés un mensaje para que vuelva a Egipto a liberar a su pueblo. Moisés no está interesado y le dice a Dios sin rodeos: "Por favor, envía a otro" (Éxodo 4:13).
Dios no está de humor para que le cuestionen su elección y le deja claro que Moisés volverá a Egipto. Le asegura que todo irá bien y que tendrá a su hermano Aarón para ayudarle a hablar y poderes sobrenaturales que le permitirán convencer al faraón de que habla en nombre de Dios. También le dice a Moisés, en un pasaje que ha preocupado durante mucho tiempo a los intérpretes del libro, que "endurecerá el corazón del faraón" para que no reciba el mensaje y deje ir al pueblo, y al mismo tiempo quiere que el faraón acepte el mensaje y libere a su pueblo.
Moisés regresa a Egipto y, como Dios había prometido, no le agrada al faraón. Moisés y Aarón compiten con los sacerdotes egipcios en un esfuerzo por demostrar qué dios es más grande, pero el faraón no se deja impresionar. Después de que una serie de diez plagas destruyan la tierra y finalmente maten a los primogénitos de los egipcios, se permite a los hebreos salir y, tal y como Dios ordenó, se llevan una gran cantidad de tesoros fuera de Egipto.
Sin embargo, el faraón cambia de opinión una vez que se fueron y envía a su ejército de carros de guerra en su persecución. En uno de los pasajes más conocidos de la Biblia, Moisés divide el Mar Rojo para que su pueblo pueda cruzarlo y luego cierra las aguas sobre el ejército egipcio que lo persigue, ahogándolo. Dirige a su pueblo siguiendo dos señales que Dios le proporciona: una columna de nube de día y una columna de fuego de noche. En el monte Sinaí, Moisés deja a su pueblo para subir y encontrarse con Dios cara a cara; aquí recibe los Diez Mandamientos, las leyes de Dios para su pueblo.
En la montaña, Moisés recibe la ley y también las instrucciones para el arca de la alianza y el tabernáculo que albergará la presencia de Dios entre el pueblo. Abajo, sus seguidores han empezado a temer su muerte y, sintiéndose desesperados, piden a Aarón que les haga un ídolo al que puedan adorar y pedir ayuda. Aarón funde en el fuego los tesoros que se llevaron de Egipto para crear un becerro de oro. En la montaña, Dios ve lo que hacen los hebreos y le dice a Moisés que vuelva y se ocupe de su pueblo.
Cuando baja de la montaña y ve a su pueblo adorando al ídolo, se enfurece y destruye las tablas de los Diez Mandamientos. Llama a su lado a todos los que permanecieron fieles a Dios, incluido Aarón, y ordena que maten a sus vecinos, amigos y hermanos que obligaron a Aarón a fabricar el ídolo para ellos. Éxodo 32:27-28 describe la escena y afirma que los levitas de Moisés mataron a "unas tres mil personas". Después, Dios le dice a Moisés que no acompañará más al pueblo porque son "de dura cerviz" y, si siguiera viajando con ellos, los terminaría matando por frustración.
Moisés y los ancianos establecen entonces un pacto con Dios por el que este será su único dios y ellos serán su pueblo elegido. Viajará con ellos personalmente como una presencia divina para dirigirlos y reconfortarlos. Dios escribe los Diez Mandamientos en unas tablas nuevas que Moisés corta para él y que se colocan en el arca de la alianza, alojada en el tabernáculo, una carpa muy elaborada.
Dios ordena además que se haga un candelabro de oro puro y una mesa de madera de acacia y que se coloquen ante su presencia en el tabernáculo para recibir las ofrendas, especifica que se cree un patio para el tabernáculo, y describe las ofrendas aceptables y los diversos pecados que se deben evitar y expiar. El pueblo ya no tendrá que cuestionar su existencia ni preguntarse qué es lo que quiere porque, entre los Diez Mandamientos y las demás instrucciones, todo queda bastante claro y, además, sabrán que está entre ellos en el tabernáculo.
Sin embargo, incluso con Dios en medio de ellos, el pueblo sigue dudando y sigue temiendo y sigue cuestionando, por lo que se decreta que esta generación vagará por el desierto hasta morir; la siguiente generación será la que vea la tierra prometida. Entonces Moisés conduce a su pueblo por el desierto durante cuarenta años hasta que esto se cumple y la generación más joven llega a la tierra prometida de Canaán. Al propio Moisés no se le permite entrar en ella, sino solo contemplarla desde el otro lado del río Jordán. Muere y es enterrado en una tumba sin nombre en el monte Nebo y el liderazgo es asumido por su segundo al mando, Josué hijo de Nun.
Las pruebas y desafíos de Moisés como mediador entre su pueblo y Dios, así como sus leyes, se recogen en los libros de Números, Levítico y Deuteronomio que, junto con el Génesis y el Éxodo, constituyen los cinco primeros libros de la Biblia, cuyo autor se atribuye tradicionalmente al propio Moisés.
La historia del héroe
Sin embargo, los estudiosos de la Biblia descartan la autoría de Moisés y sostienen que los cinco primeros libros fueron escritos por diferentes escribas en distintos períodos de tiempo. La historia de Moisés relatada en el Éxodo es la historia del héroe elaborada por Joseph Campbell en obras como El héroe de las mil caras o Transformaciones del mito a través del tiempo.
Aunque Moisés nace como hebreo, es separado de su pueblo poco después de nacer y se le niega su herencia cultural. Al descubrir quién es, debe abandonar la vida de comodidad a la que se ha acostumbrado y se embarca en un viaje que le lleva a reconocer su propósito en la vida. Tiene miedo de aceptar lo que sabe que debe hacer, pero lo hace de todos modos y tiene éxito. La historia del Éxodo resuena como lo hace porque toca temas y símbolos universales relativos a la identidad personal, el propósito en la vida y la participación de lo divino en los asuntos humanos.
La entrada de Moisés en la historia emplea a propósito el motivo del niño nacido de padres humildes que se convierte (o se convierte sin saberlo) en un príncipe. En la época en que se escribió el Éxodo, esta historia era conocida en Oriente Medio y Próximo desde hacía casi 2000 años a través de la Leyenda de Sargón de Acad. Sargón (2334-2279 a.C.) fue el fundador del Imperio acadio, el primer imperio multinacional del mundo.
Su famosa leyenda, de la que hizo gran uso en vida para lograr sus objetivos, relata cómo su madre era una sacerdotisa que "me puso en una cesta de juncos y selló mi tapa con betún/ Me arrojó al río que se elevó sobre mí. El río me sacó y me llevó a Akki, el cajón de agua. Akki, el cajón de agua, me tomó como su hijo y me crió. Akki/el dibujante de agua, me nombró su jardinero" (Pritchard, 85-86). Sargón crece para derrocar al rey y unir la región de Mesopotamia bajo su dominio.
El erudito Paul Kriwaczek, al escribir sobre la historia de Sargón, menciona el Festival Internacional de Babilonia de 1990 en el que Saddam Hussein celebró su cumpleaños. Kriwaczek señala:
Los festejos llegaron a su punto álgido cuando se sacó una cabaña de madera y grandes multitudes vestidas con antiguos trajes sumerios, acadios, babilónicos y asirios se postraron ante ella. Las puertas se abrieron para revelar una palmera de la que volaron hacia el cielo 53 palomas blancas. Debajo de ellas, un bebé Saddam, reposando en una cesta, bajaba flotando por un arroyo bordeado de pantanos. El reportero de la revista Time quedó especialmente impresionado por el tema del bebé en la cesta y lo describió como un "Moisés redux". Pero, ¿por qué demonios querría Saddam Hussein compararse con un líder de los judíos? El periodista no entendía nada. El motivo fue una invención mesopotámica mucho antes de que los hebreos lo adoptaran y lo aplicaran a Moisés. El dictador iraquí aludía a un precedente mucho más antiguo y, para él, mucho más glorioso. Se estaba asociando con Sargón. (112)
El escritor del Éxodo también quería que su héroe se asociara con Sargón: un verdadero héroe que se levantara de unos comienzos poco propicios para alcanzar la grandeza. Los que creen que la historia del Éxodo es un mito cultural señalan los comienzos de Moisés, junto con muchas otras facetas de la historia, para demostrar su afirmación. Otros estudiosos, como Rosalie David o Susan Wise Bauer, aceptan el relato del Éxodo como historia auténtica y atribuyen a los personajes del relato un conocimiento de la leyenda de Sargón que el autor del Éxodo plasmó fielmente. Bauer señala:
La historia del nacimiento de Sargón sirvió como un sello de elección, una prueba de su divinidad. Seguramente la madre del bebé hebreo lo sabía y lo utilizó en un intento desesperado (y exitoso) de situar a su propio bebé en la línea de los elegidos divinos. (235-236)
Para estos estudiosos, el hecho de que no existan registros del Éxodo ni pruebas arqueológicas que lo respalden puede explicarse por la vergüenza que la partida de los israelitas habría causado al faraón de Egipto. Bauer señala:
El éxodo de los hebreos fue un pulso dirigido no solo al poder del faraón y su corte, sino al poder de los propios dioses egipcios. Las plagas estaban diseñadas para demostrar la impotencia del panteón egipcio. El Nilo, la corriente sanguínea de Osiris y la sangre vital de Egipto, se convirtió en sangre y se volvió fétido y venenoso; las ranas, sagradas para Osiris, aparecieron en un número tan grande que se transformaron en una pestilencia; el disco solar fue borrado por la oscuridad. Ra y Atón quedaron indefensos. Estos no son el tipo de acontecimientos que aparecen en las inscripciones de celebración de cualquier faraón. (236)
La teoría del Éxodo como historia
Por otro lado, una explicación más sencilla es que los acontecimientos descritos en el Libro del Éxodo no tuvieron lugar (o, al menos, no como se describen) y por eso no se hicieron inscripciones relacionadas con ellos. Los egipcios son famosos por su forma de llevar los registros y, sin embargo, no se ha encontrado ningún registro que haga la más mínima referencia a la salida de un segmento de la población de la tierra que, según el Libro del Éxodo, ascendía a "seiscientos mil hombres de a pie, además de las mujeres y los niños" (12:37) o, como se indica en Éxodo 38:26, "todos los que habían cruzado a los contados, de veinte años o más, un total de 603.550 hombres", de nuevo sin contar las mujeres ni los niños.
Incluso si los egipcios decidieron que la vergüenza de sus dioses y de su rey era demasiado grande como para dejar constancia, existiría algún registro de un movimiento tan grande de una población tan vasta, incluso si ese registro fuera simplemente un cambio dramático en la evidencia física de la región. Existen campamentos estacionales del Paleolítico en Escocia y otras zonas que datan de c. 12.000 a.C. (como Howburn Farm) y estos sitios no estuvieron en uso ni de lejos la cantidad de tiempo de los cuarenta años de campamentos que los hebreos habrían utilizado en su viaje a la tierra prometida.
Los argumentos de egiptólogos como David Rohl, de que sí existen pruebas del Éxodo, no son ampliamente aceptados por los eruditos, historiadores u otros egiptólogos. La afirmación de Rohl es que no se pueden encontrar pruebas físicas o literarias del Éxodo sencillamente porque se está buscando en la época equivocada. Tradicionalmente se ha situado el Éxodo en el reinado de Ramsés II (1279-1213 a.C.), pero Rohl afirma que los hechos tuvieron lugar en realidad mucho antes, en el reinado del rey Dudimose I (hacia 1650 a.C.). Si se examinan las pruebas de esa época, afirma Rohl, la narración bíblica coincide con la historia egipcia.
Los problemas de la teoría de Rohl son que las pruebas del periodo del Reino Medio (2040-1782 a.C.) y del Segundo Periodo Intermedio (c. 1782-c. 1570 a.C.) no corroboran la historia del Éxodo. El papiro Ipuwer, que según Rohl es un relato egipcio de las Diez Plagas, está fechado en el Reino Medio, mucho antes del reinado de Dudimose I y, además, es claramente literatura egipcia de un género conocido, no historia.
Los semitas que Rohl afirma que vivían en gran número en Avaris no pueden identificarse con los israelitas. En todos los casos en los que Rohl afirma que el Libro del Éxodo está relacionado con la historia egipcia, o bien ignora detalles que demuestran que está equivocado, o bien tergiversa las pruebas para que encajen con su teoría. A pesar de las afirmaciones de Rohl, y de las de otros que se han aprovechado de ellas, no hay ninguna prueba arqueológica o literaria de que Moisés sacara a los israelitas de la esclavitud en Egipto. La única fuente de la historia es el relato bíblico.
La teoría del sacerdote egipcio
Sin embargo, existe un registro egipcio de un evento que, según algunos, inspiró la historia del Éxodo en el relato de Manetón sobre el sacerdote egipcio Osarsiph y su liderazgo de la comunidad de leprosos. El relato de Manetón se ha perdido, pero es citado ampliamente por Josefo y posteriormente por el historiador romano Tácito. Según Josefo, el rey Amenofis de Egipto (al que se equipara con Amenhotep III, c. 1386-1353 a.C.) deseaba "ver a los dioses", pero un oráculo le dijo que no podría, a menos que limpiara Egipto de leprosos.
Por ello, desterró a los leprosos a la ciudad de Avaris, donde se unieron bajo el liderazgo de un sacerdote monoteísta llamado Osarsiph. Osarsif se rebeló contra el gobierno de Amenofis, instituyó el monoteísmo e invitó a los hicsos a volver a Egipto. En la versión de Tácito, el rey egipcio se llama Bocchoris (el nombre griego del rey Bakenranef, c. 725-720 a.C.) y exilia al desierto a un sector de su población afligido por la lepra.
Los exiliados permanecen en el desierto "en un estupor de dolor", hasta que uno de ellos, Moisés, se reanima y los conduce a otra tierra. Tácito continúa diciendo cómo Moisés enseñó entonces al pueblo una nueva creencia en un dios supremo y "les dio una forma de culto novedosa, opuesta a todo lo que practican los demás hombres" (1).
Al igual que con el relato del Éxodo, no hay registros que corroboren esta versión de los hechos y el reinado de Amenhotep III no se caracterizó por ninguna rebelión de los leprosos ni de ningún otro. El relato de Tácito sobre la llegada de Moisés al poder durante el reinado de Bakenranef tampoco está respaldado. Además, el relato de Manetón afirma explícitamente que Osarsiph "invitó a los hicsos a volver a Egipto", donde gobernaron durante trece años, pero los hicsos fueron expulsados de Egipto hacia el año 1570 a.C. por Ahmose I de Tebas y no hay registros que indiquen que jamás regresaran.
El historiador Marc van de Mieroop comenta al respecto: "Los eruditos tienen diferentes opiniones sobre qué acontecimientos históricos recuerda exactamente el relato de Josefo, pero muchos ven en él un recuerdo persistente de Akenatón y su impopular gobierno" (210). Akenatón es famoso por haber introducido el monoteísmo en Egipto mediante el culto al dios único Atón y por haber prohibido el culto a todos los demás dioses. Según la teoría más famosa expuesta por Freud, la historia de Osarsiph es en realidad un relato del reinado de Akenatón y de uno de sus sacerdotes, Moisés, que llevó a cabo su reforma.
Freud se muestra abiertamente desconcertado por el hecho de que nadie parece haber notado que este líder supuestamente hebreo del Éxodo de Egipto tenía un nombre egipcio, escribiendo: "Cabría esperar que uno de los muchos autores que reconocieron a Moisés como un nombre egipcio hubiera sacado la conclusión, o al menos considerado la posibilidad, de que el portador de un nombre egipcio fuera él mismo un egipcio" (5-6). Freud afirma además:
Me aventuro ahora a sacar la siguiente conclusión: si Moisés era un egipcio y si transmitió a los judíos su propia religión, entonces era la de Ikhnaton [Akenatón), la religión de Atón. (27)
Según Freud, Moisés fue asesinado por su pueblo y el recuerdo de este acto creó una culpa comunitaria que infundió la religión del judaísmo y caracteriza ese sistema de creencias, así como los credos monoteístas que vinieron después. Por muy interesante que sea la teoría, al igual que muchas de las teorías de Freud, se basa en una suposición que Freud nunca demuestra, pero sobre la que sigue construyendo un argumento de todos modos. Susan Wise Bauer señala:
Durante al menos un siglo, ha estado presente la teoría de que Akenatón entrenó a Moisés en el monoteísmo y luego lo soltó en el desierto; todavía aparece de vez en cuando en los especiales del Canal de Historia y en las campañas de recaudación de fondos de la PBS. Esto no tiene absolutamente ninguna base histórica y de hecho es increíblemente difícil de cuadrar con cualquiera de las fechas más respetables del Éxodo. Parece haberse originado con Freud, quien ciertamente no era un erudito imparcial en su deseo de explicar los orígenes del monoteísmo mientras negaba al judaísmo toda la singularidad posible. (237)
Aunque su nombre sugiere ciertamente un origen egipcio, el primer texto que presenta al personaje de Moisés indica claramente que era hijo de padres hebreos. Tanto si se acepta el Libro del Éxodo como un relato fidedigno o un mito cultural, no se puede cambiar el texto para adaptarlo a las teorías personales, que es básicamente lo que hace Freud.
Al mismo tiempo, no se puede reclamar una "fecha respetable" para el Éxodo cuando no hay ningún registro histórico del evento fuera del manuscrito del Libro del Éxodo. Los acontecimientos del Éxodo se asignan tradicionalmente al reinado de Ramsés II basándose en el pasaje de Éxodo 1:11 en el que se afirma que los esclavos hebreos trabajaron en las ciudades de Pitón y Ramsés, dos ciudades que se sabe que encargó Ramsés II.
Sin embargo, Bauer señala que una "fecha respetable" para el Éxodo es 1446 a.C., basándose en "una lectura directa de I Reyes 6:1, que afirma que pasaron 480 años entre el Éxodo y la construcción del templo de Salomón" (236). Lo que complica aún más la datación del acontecimiento es que Éxodo 7:7 afirma que Moisés tenía 80 años cuando se reunió por primera vez con el faraón, pero el judaísmo rabínico da como fecha de nacimiento de Moisés el año 1391 a.C., lo que hace imposible la fecha de 1446 a.C., y hay muchas otras sugerencias de posibles años de nacimiento que también hacen insostenible la fecha de 1446 a.C. para el Éxodo.
El Éxodo como literatura naru
El problema de todas estas especulaciones proviene del intento de leer la Biblia como historia pura y dura en lugar de lo que es: literatura y, específicamente, escritura. Los escritores de la antigüedad no estaban tan preocupados por los hechos como el público moderno, pero sí estaban interesados en la verdad. Esto se ejemplifica en el género antiguo conocido como literatura naru mesopotámica, en el que una figura, normalmente alguien famoso, desempeña un papel importante en una historia en la que no participó realmente.
Los mejores ejemplos de literatura naru se refieren a Sargón de Acad y su nieto Naram-Sin (2262-2224 a.C.). En la famosa historia "La maldición de Akkad", Naram-Sin aparece destruyendo el templo del dios Enlil al no recibir respuesta a sus plegarias. No hay constancia de que Naram-Sin hiciera tal cosa, mientras que hay muchas pruebas de que era un rey piadoso que honraba a Enlil y a los demás dioses. En este caso, Naram-Sin habría sido elegido como personaje principal por su famoso nombre y utilizado para transmitir una verdad sobre la relación de la humanidad con los dioses y, especialmente, la actitud adecuada de un rey hacia lo divino.
Del mismo modo, el Libro del Éxodo y las demás narraciones relativas a Moisés cuentan una historia de liberación física y espiritual utilizando el personaje central de Moisés (una figura hasta entonces desconocida en la literatura) que representa la relación del hombre con Dios. Los escritores de las narraciones bíblicas se esfuerzan por basar sus relatos en la historia, para mostrar a Dios actuando a través de acontecimientos reales, del mismo modo que los autores de la literatura naru mesopotámica elegían figuras históricas para transmitir su mensaje.
La literatura y la escritura no necesitan ser históricamente exactas para expresar una verdad. La insistencia en que relatos como el Libro del Éxodo sean históricos niega al lector una experiencia más amplia del texto. Afirmar que el libro debe ser históricamente verdadero para tener sentido niega el poder de la historia para transmitir su mensaje.
Moisés es una figura simbólica en la historia y al mismo tiempo sigue siendo un individuo completamente autónomo con una personalidad distinta. A lo largo de la narración, Moisés media entre Dios y el pueblo, pero no es completamente santo ni secular. Acepta su mandato de Dios a regañadientes, pregunta constantemente a Dios por qué ha sido elegido y qué se supone que debe hacer y, sin embargo, intenta sistemáticamente cumplir la voluntad de Dios hasta que golpea la piedra para producir agua en lugar de hablarle como Dios le había ordenado (Números 20:1-12).
Dios ya le había dicho a Moisés que golpeara una roca para obtener agua (Éxodo 17:6), pero esta vez le dijo que le hablara a la roca. Las acciones de Moisés aquí, ignorando la instrucción de Dios, le impiden entrar en la tierra prometida de Canaán. Se le permite ver la tierra desde el monte Nebo, pero no puede guiar a su pueblo una vez que ha comprometido su relación con Dios.
Al igual que el resto de la narración relativa a Moisés, este episodio con la roca habría transmitido (aún transmite) un importante mensaje sobre la relación del creyente con Dios: que uno debe confiar en lo divino a pesar de su propio conocimiento percibido o de su confianza en los precedentes y la experiencia. Al final no importa si un individuo histórico llamado Moisés golpeó o habló a una roca que luego dio agua; lo que importa es la verdad de la relación del individuo con Dios que transmite esa historia y cómo uno puede entender mejor su propio lugar en un plan divino.
Moisés en el Corán
Esto también se ve en el Corán, donde Moisés es conocido como Musa. Musa se menciona varias veces a lo largo del Corán como un hombre justo, un profeta y un sabio. En la historia del Éxodo en el Corán, Musa siempre es visto como un devoto siervo de Alá que confía en la sabiduría divina. Sin embargo, en la sura 18: 60-82, se relata una historia que muestra cómo incluso un hombre grande y justo aún tiene mucho que aprender de Dios.
Un día, después de que Musa haya pronunciado un sermón especialmente brillante, un miembro del público le pregunta si hay otro en la tierra tan erudito en los caminos de Dios como él y Musa responde que no. Dios (Alá) le informa de que siempre habrá quien sepa más que uno en cualquier cosa, especialmente en lo que respecta a lo divino. Musa pregunta a Alá dónde podría encontrar a un hombre así y Alá le da instrucciones sobre cómo proceder.
Siguiendo la guía de Alá, Musa encuentra a Al-Khidr (un representante de lo divino) y le pregunta si puede seguirlo y aprender todo el conocimiento que tiene de Dios. Al-Khidr le responde que Musa no entendería nada de lo que dijera o hiciera y que no tendría paciencia; entonces le despide. Musa le suplica y Al-Khidr le dice: "Si quieres seguirme, no me preguntes nada hasta que yo mismo lo mencione" y Musa accede.
Mientras viajan juntos, Al-Khidr encuentra un barco en la orilla y le hace un agujero en el fondo. Musa se opone, gritando que los dueños del barco ahora no se iban a poder ganar la vida. Al-Khidr le recuerda que le dijo que no podía ser paciente y lo despide, pero Musa le pide perdón y le promete que no juzgará ni hablará de nada más.
Sin embargo, poco después del incidente del barco, se encuentran con un joven en el camino y Al-Khidr lo mata. Musa se opone enérgicamente y pregunta por qué hay que matar a un joven tan guapo, Al-Khidr vuelve a recordarle lo que dijo antes y le dice que se vaya de inmediato. Musa vuelve a disculparse y es perdonado, y los dos siguen viajando juntos.
Llegan a un pueblo en el que piden limosna, pero se les niega. Al salir de la ciudad, pasan por un muro de piedra que se está cayendo y Al-Khidr se detiene y lo repara. Musa se siente confuso de nuevo y se queja con su compañero de que al menos podría haber pedido un sueldo por reparar el muro para poder comer.
Ante esto, Al-Khidr le dice a Musa que ha incumplido su contrato por última vez y que ahora deben separarse. Antes, sin embargo, le explica que hundió el barco porque había un rey en el mar que se apoderaba de todos los barcos que salían por la fuerza y esclavizaba a la tripulación. Si las buenas personas que poseían el barco hubieran salido, habrían tenido un mal final. Mató al joven porque era malvado e iba a traer un gran dolor a sus padres y a la comunidad. Alá ya había previsto el nacimiento de otro hijo para los padres que les traería a ellos y a los demás alegría en lugar de dolor. Reconstruyó la muralla porque había un tesoro escondido bajo ella que debían heredar dos huérfanos y, si la muralla se hubiera derrumbado más, se habría revelado a los que lo tomaran. Al-Khidr termina diciendo: "Esa es la interpretación de las cosas sobre las que no mostraste paciencia" y Musa entiende la lección.
Al igual que el Moisés bíblico, el Musa del Corán es un personaje completamente desarrollado con todos los puntos fuertes y débiles de cualquier persona. En la Biblia, se enfatiza la humildad de Moisés, pero todavía tiene suficiente orgullo para confiar en su propio juicio al golpear la roca en lugar de escuchar a Dios. En el Corán se cuestiona su fe en sí mismo y en sus propias percepciones y juicios a través de su incapacidad para confiar en el mensajero de Dios. La historia de la sura 18 enseña que Dios tiene un propósito que los seres humanos, incluso uno tan devoto y culto como Musa, no pueden entender.
Conclusión
En todo el Nuevo Testamento cristiano se cita a Moisés más que a cualquier otro profeta o figura del Antiguo Testamento. En los escritos cristianos se considera a Moisés como el dador de la ley que ejemplifica a un hombre de Dios. Por citar solo un ejemplo, Moisés ocupa un lugar destacado en la famosa historia que cuenta Jesús sobre Lázaro y el hombre rico en Lucas 16: 19-31.
En esta historia, un hombre pobre pero piadoso llamado Lázaro y un hombre rico (sin nombre) viven en la misma ciudad. Lázaro sufre a diario mientras que el hombre rico tiene todo lo que puede desear. Ambos mueren el mismo día y el hombre rico se despierta en el inframundo y ve a Lázaro con el Padre Abraham en el paraíso. Le ruega al padre Abraham que lo ayude, pero le recuerda que, en la tierra, él vivía una vida fácil mientras Lázaro sufría y por ende ahora es justo que los papeles se inviertan.
El hombre rico pide entonces al padre Abraham que envíe a alguien a advertir a su familia, ya que tiene cinco hermanos que aún viven, y que les diga cómo deben vivir para evitar su destino. Abraham responde: "Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen". El hombre rico protesta diciendo que si alguien se levantara de entre los muertos para advertir a su familia, seguramente le escucharían, pero Abraham dice: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco lo harían si alguien se levantara de entre los muertos".
En esta historia se presenta a Moisés como el paradigma de la verdad de Dios. Si la gente hiciera caso del ejemplo y las palabras de Moisés, podría evitar la separación de Dios en la otra vida. La historia enfatiza cómo las enseñanzas de Moisés proporcionan todo lo que cualquiera necesita saber sobre cómo vivir una vida buena y decente y disfrutar de una vida después de la muerte con Dios y cómo, si uno va a ignorar a Moisés y a los profetas y a justificar sus elecciones de vida, uno podría fácilmente rechazar a alguien que regresa de la muerte; los dos son igualmente evidentes de los deseos de Dios para la piedad y el comportamiento humano.
Moisés también aparece en la transfiguración de Jesús en Mateo 17:1-3, Marcos 9:2-4 y Lucas 9:28-30, junto con Elías, cuando Dios anuncia que Jesús es su hijo, con el que se complace. En estos pasajes y en otros del Nuevo Testamento se pone a Moisés como ejemplo y representante de la voluntad de Dios.
Se desconoce si hubo un líder religioso en la historia llamado Moisés que dirigiera a su pueblo e iniciara una comprensión monoteísta de lo divino. Las creencias individuales dictarán si uno acepta la historicidad de Moisés o lo considera una figura mítica más que cualquier evidencia histórica (o la falta de ella). En cualquier caso, la figura de Moisés ha proyectado una larga sombra sobre la historia del mundo.
El monoteísmo que se le atribuye fue desarrollado por los maestros de la fe judía, lo que influyó en la atmósfera en la que pudo prosperar el cristianismo, que luego condujo al surgimiento del islam. Las tres principales religiones monoteístas del mundo actual reclaman a Moisés como propio y sigue sirviendo de modelo de la relación de la humanidad con lo divino para personas de muchos credos en todo el mundo.