Santa Sofía (Hagia Sophia) en Estambul, construida entre los años 532 y 537, sigue siendo admirada como una de las estructuras más importantes del mundo. Santa Sofía (en griego Ἁγία Σοφία, ‘Sabiduría sagrada’) se diseñó para ser la basílica principal del Imperio bizantino y mantuvo el récord de la cúpula mayor del mundo hasta la construcción de la catedral de Florencia en el siglo XV. Por otra parte, Hagia Sophia ganó importancia con el tiempo al servir su cúpula como fuente de inspiración de arquitectos posteriores para la construcción de iglesias y mezquitas.
Construcción y diseño
Tras que los disturbios de Niká del 532 destruyeran la anterior basílica de Constantinopla, el emperador Justiniano (r. 527-565) intentó construir la mayor basílica del Imperio romano. Encargó a dos arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, la creación de una estructura digna de la capital del Imperio romano de Oriente. Los arquitectos, que principalmente eran matemáticos, utilizaron nuevos conceptos arquitectónicos para construir exactamente lo que quería el emperador bizantino. Para crear un espacio interior lo más grande posible, diseñaron una cúpula central enorme, soportada mediante unos elementos constructivos revolucionarios, denominados pechinas. Santa Sofía utiliza cuatro pechinas triangulares, que transmiten el peso de la cúpula semiesférica a una superestructura cuadrada de soporte situada debajo, sin que el espacio interior quede interrumpido por columnas o pilares masivos.
Las dimensiones de la estructura actual muestran que Santa Sofía tiene una forma casi cuadrada: 81 m (269 pies) de longitud y 73 m (240 pies) de anchura. La cúpula actual se alza 55 m (180 pies) por encima del suelo de mosaico. La estructura y la primera cúpula, que colapsaron parcialmente en el 557, se habían completado por primera vez en el 537. La segunda cúpula, diseñada con nervios estructurales y un arco mayor que la anterior, fue diseñada por Isidoro el Joven, sobrino de uno de los arquitectos originales.
Isidoro el Joven afrontó la solución de los diversos problemas que habían provocado el colapso de la cúpula original. En primer lugar, durante su construcción, los albañiles habían aplicado de forma temeraria más mortero que ladrillos. Además con las prisas por completar la cúpula, no habían esperado a que se asentaran las capas de mortero antes de aplicar la siguiente de ladrillos. Eso originó problemas estructurales que se acentuaban por una cúpula que era demasiado delgada. Cuando el arco de una cúpula es suficientemente redondo, el peso y la fuerza de la estructura descienden hacia los pilares de soporte. Sin embargo, el arco de la cúpula original era demasiado delgado, presionando hacia el exterior y forzando a ceder a las paredes ya debilitadas. Para solucionar esos problemas, Isidoro el Joven aumentó la altura de la cúpula, lo que hizo aumentar el arco y el espesor, y añadió 40 nervios para darle soporte. Sin embargo, antes de esas mejoras, tuvo que reconstruir una parte importante de las paredes originales y las semicúpulas (bóvedas de horno) para conseguir que la nueva cúpula durara más que la primera.
Descripciones de la cúpula
Esta historia de dos generaciones de arquitectos y dos cúpulas distintas es conocida tanto a través de autores bizantinos como de estudios arquitectónicos del siglo XX. La magnificencia de Santa Sofía ha quedado registrada a lo largo de los siglos, tal como se muestra en esta descripción de Focio, un patriarca de Constantinopla del siglo IX:
Es como entrar en el mismo cielo sin nadie en medio del camino; uno es iluminado y afectado por las diversas bellezas que brillan delante como estrellas alrededor. Todo lo demás parece en éxtasis y la propia iglesia parece dar vueltas alrededor.
En el siglo XX, muchos arquitectos quedaron fascinados por la escala de Santa Sofía y quisieron saber cómo fue diseñada, ejecutada y construida. Robert Van Nice, trabajando para Dumbarton Oaks (museo de arte de Washington), fue el primer occidental autorizado a acceder a la nueva Santa Sofía, secularizada en la década de 1930. El análisis estructural de Van Nice fue publicado en los años 60.
Las cualidades estéticas de un diseño geométrico centran el principal interés del trabajo del siglo XX sobre Santa Sofía. Por la asociación de belleza, armonía y matemáticas, una descripción objetiva de Santa Sofía revela una cierta belleza en relación con su diseño. Esto es cierto para muchas estructuras construidas en las antiguas Roma y Constantinopla, por ejemplo. Tal como escribió Anthony Cutler en la década de 1950, “la característica esencial y manifiesta de la arquitectura temprana bizantina es la relación interdisciplinaria entre matemáticas y mecánica estructural”. Por ejemplo, el diseño de Santa Sofía utiliza las pechinas como una opción estética que crea armonía y simetría. Según Cutler, la pechina es una solución geométrica a un problema de ingeniería que, simultáneamente, crea un efecto estético. Esa interrelación entre geometría y belleza caracteriza el genio interpretativo y de ingeniería bizantino. El diseño de la cúpula simboliza algo inmenso y bello.
Decoración interior
El interior de Santa Sofía también fue innovador en su decoración. Está recubierto por enormes losas de mármol, que podrían haber sido escogidas para imitar el agua en movimiento. La cúpula central está suspendida sobre un anillo de ventanas y soportada por dos semicúpulas y dos aberturas arqueadas, lo que crea una enorme nave diáfana. Las pechinas se recubrieron con enormes mosaicos de ángeles con seis alas denominados serafines (hexapterygon). Las dos aberturas arqueadas descansan sobre enormes columnas de porfirio que llegan hasta el suelo.
Originalmente, la nave estaba recubierta con intrincados mosaicos bizantinos que representaban escenas y personajes de los Evangelios. Tras la conquista otomana, muchos de esos mosaicos cristianos fueron tapados con caligrafía islámica, y solamente redescubiertos en el siglo XX tras la secularización de Turquía (al ser convertida en el Museo de Santa Sofía en 1935). Eso incluye el mosaico en la cúpula principal, que era probablemente un Cristo Pantocrátor (todopoderoso), que se extendía por todo el techo, ahora cubierto por una destacable caligrafía en oro. En el suelo de la nave se ubica el Omphalion (ombligo de la Tierra), una gran losa circular de mármol donde eran coronados los emperadores romanos y bizantinos. Una de las últimas modificaciones que los sultanes otomanos llevaron a cabo para completar la transición de iglesia cristiana a mezquita islámica fue la inclusión de ocho grandes medallones colgados en las columnas de la nave, con caligrafía árabe inscrita, con los nombres de Alá, el profeta Mahoma, los cuatro primeros califas del Califato Rashidun, y los dos nietos del Profeta. Los otomanos añadieron también un mihrab, un minbar, y cuatro enormes minaretes para completar dicha transformación en una mezquita imperial.
Influencia sobre arquitectos posteriores
La atrevida genialidad de los arquitectos del siglo VI utilizó las pechinas y los tímpanos en una escala nunca vista hasta entonces. Sus técnicas innovadoras incluyen un conglomerado para los ladrillos más ligero y plástico que la piedra sólida o el hormigón, lo que permitió crear un espacio interno en la cúpula que no fue superado durante 1.000 años en Europa occidental. Además, tras la caída de Constatinopla en 1453, esa genialidad de los arquitectos de Santa Sofía siguió dominando al Imperio otomano, que utilizó esos diseños para sus mezquitas. Los otomanos conquistaron la ciudad pero, en cierto modo, la cultura artística de los bizantinos conquistó a los otomanos. Por orden de Mehmed II el Conquistador, Santa Sofía fue convertida en mezquita a los pocos días de la conquista, preservando el legado de la arquitectura bizantina en una forma y una época nuevas.
El más famoso arquitecto otomano, Sinan, fue influenciado directamente por Santa Sofía y otras estructuras bizantinas. Trabajando en tiempos de Solimán I el Magnífico, Sinan diseñó numerosas mezquitas imperiales y otras estructuras, con las mismas pechinas soportando una cúpula semiesférica sobre semicúpulas y paredes similares, un diseño claramente inspirado en Santa Sofía. Hammond sugiere que el principal trabajo de Sinan, la Mezquita de Solimán, completada en 1557, mantiene una continuidad con Santa Sofía, a la vez que la sintetiza con las innovaciones arquitectónicas renacentistas que estaban produciéndose en ese momento en Italia.
Otras mezquitas otomanas posteriores también muestran la influencia de Santa Sofía. Por ejemplo, la Mezquita Azul, mantiene su diseño incorporando sus innovaciones de pechina y semicúpulas para crear el espacio interior. Además, el uso por parte del Islam de formas y patrones geométricos, en oposición a la imaginería cristiana ortodoxa utilizada en los iconos, encuentra también continuidad con el uso bizantino y grecorromano de la geometría en la arquitectura sagrada, como se ha mencionado previamente. De hecho, el mismo Sinan que construyó la Mezquita de Solimán también trabajó en la reparación de la Santa Sofía milenaria, durante el reinado de Selim II.
Además del impacto de Santa Sofía en la arquitectura otomana, también inspiró e influyó durante siglos a la arquitectura ortodoxa griega y rusa. Victoria Hammond, autora de Visions of Heaven: The Dome in European Architecture, sugiere que las basilicas ortodoxas rusas de Moscú y Kiev fueron directamente inspiradas por el contacto temprano moscovita con Constantinopla, en el siglo X.
A pesar del objetivo de transición de lo bizantino a lo otomano, con la eliminación de los iconos cristianos, Santa Sofía continuó su función como espacio sagrado, como mezquita Aya Sofia. Incluso hoy en día Santa Sofía se conserva como tal, a pesar de ser actualmente un museo secular, por lo que inspira, lo que simboliza, y las sensaciones que produce en sus visitantes. La visión original del arquitecto de una estructura que sintetiza religión y matemáticas determina su impacto en el espectador. En contrapartida, es dicho impacto el que determina la belleza de Santa Sofía y su importancia duradera. Su escala, simbolismo y la trascendencia del material de construcción demuestran lo que Justiniano dijo al completarla en el 537, “¡Oh, Salomón, te he superado!”.