La seda es un textil producido por primera vez en la China neolítica a partir de los filamentos del capullo del gusano de seda. Se convirtió en una fuente de ingresos básica para los pequeños agricultores y, a medida que mejoraban las técnicas de tejido, la reputación de la seda china se extendió de tal manera que llegó a ser muy deseada en todos los imperios del mundo antiguo. Al ser la exportación más importante de China durante gran parte de su historia, el material dio nombre a la gran red comercial de la Ruta de la Seda, que conectaba Asia Oriental con Europa, India y África. La seda no sólo se utilizaba para confeccionar ropa fina, sino también para hacer abanicos, colgaduras de pared, estandartes y como alternativa popular al papel para escritores y artistas.
Orígenes y cultivo
La seda es producida por los gusanos de seda (Bombyx mori) para formar el capullo dentro del cual se desarrollan las larvas. Un solo ejemplar es capaz de producir un hilo de 0,025 mm de grosor de más de 900 metros de longitud. Varios filamentos de este tipo se retuercen para formar un hilo lo suficientemente grueso como para el telar. Los textiles se creaban con telares, y las versiones accionadas con pedal aparecen, por ejemplo, en los murales de las tumbas de la dinastía Han (206 a.C. - 220 d.C.). La seda podía teñirse y pintarse con minerales y materiales naturales como el cinabrio, el ocre rojo, la plata en polvo, las conchas de almeja en polvo y el índigo y otras tintas extraídas de materias vegetales.
Los primeros ejemplos conocidos de textil de seda datan del año 2700 a.C. y proceden del yacimiento de Qianshanyang, en China.
La sericultura, es decir, el cultivo de las hojas de morera, el cuidado de los gusanos de seda, la recolección de los hilos de sus capullos y el tejido de la seda, aparece por primera vez en el registro arqueológico de la antigua China hacia el 3600 a.C. Las excavaciones en Hemudu, en la provincia de Zhejiang, han sacado a la luz herramientas neolíticas para tejer y gasas de seda. Los primeros ejemplos conocidos de seda tejida datan del año 2700 a.C. y proceden del yacimiento de Qianshanyang, también en Zhejiang. Algunos indicios arqueológicos recientes sugieren que la civilización del Valle del Indo, en el norte del subcontinente indio, también fabricaba seda al mismo tiempo que los chinos del Neolítico. Utilizaban la polilla Antheraea para producir hilos de seda para el telar.
Sin embargo, la producción de seda a gran escala y con técnicas de tejido más sofisticadas sólo aparecería a partir de las dinastías chinas Shang y Zhou, en el segundo milenio antes de Cristo. La seda se convirtió entonces en uno de los productos manufacturados y comercializados más importantes de la antigua China, y los hallazgos de seda de la dinastía Shang (c. 1600 - 1046 a.C.) en una tumba egipcia son testimonio de su estimado valor y su uso en los primeros intercambios internacionales.
Evolución
Durante la dinastía Han, la calidad de la seda mejoró aún más, volviéndose más fina, más resistente y, a menudo, con patrones y diseños bordados multicolores de figuras humanas y animales. Muchos de los ejemplos que se conservan también tienen tejidos caracteres chinos. El textil de algunas piezas del periodo Han, con 220 hilos de urdimbre por centímetro, es extremadamente fino. El cultivo de los gusanos de seda también se sofisticó a partir del siglo I d.C., con técnicas para acelerar o ralentizar su crecimiento ajustando la temperatura de su entorno. Se utilizaron diferentes razas, que se cruzaron para crear gusanos de seda capaces de producir hilos con diferentes calidades útiles para las tejedoras.
Las tejedoras solían ser mujeres, que tambien eran responsables de asegurarse de que los gusanos de seda estuvieran bien alimentados con su dieta favorita de hojas de morera picadas y de que estuvieran suficientemente calientes para hilar el hilo de sus capullos. La industria se convirtió en una fuente de ingresos tan vital para las familias que las tierras dedicadas al cultivo de moreras quedaron incluso exentas de las reformas que, de otro modo, sustraían las tierras agrícolas a la propiedad de los campesinos, y las parcelas de moreras se convirtieron en las únicas tierras que los agricultores podían reclamar como propiedad hereditaria. Mencio, el filósofo confuciano, abogaba por que el más pequeño de los terratenientes reservara siempre una parcela para plantar moras. A medida que crecía la demanda, el Estado y quienes tenían el capital suficiente para hacerlo fueron creando grandes talleres en los que trabajaban tanto hombres como mujeres. Las grandes casas aristocráticas tenían su propio equipo privado de producción de seda con varios cientos de trabajadores empleados en la producción de seda para las necesidades de la finca y para la reventa. La producción de seda se convirtió incluso en el tema de poemas y canciones, como este ejemplo del texto filosófico del Maestro Xun del periodo de los Reinos Combatientes:
Qué desnuda es su forma externa,
Sin embargo, se transforma continuamente como un espíritu.
Su logro cubre el mundo,
Porque ha creado un ornamento para una miríada de generaciones.
Las ceremonias rituales y las actuaciones musicales se completan con ella;
Nobles y humildes se distinguen con ella;
Jóvenes y ancianos confían en él;
Porque sólo con ella se puede sobrevivir.
(en Lewis, 114-115)
Con el tiempo, los chinos no pudieron seguir guardando para sí el lucrativo secreto de la producción de seda y esta comenzó a fabricarse en Corea y Japón, donde se convertiría en una industria controlada por el Estado. Otros estados y culturas adquirieron entonces los conocimientos de la sericultura, como la India hacia el año 300 d.C., y desde allí se extendió a Bizancio, Arabia, el Levante e Italia.
Comercio: la Ruta de la Seda
La fama de la seda fabricada en China se extendió a través de la famosa ruta comercial que adoptó su nombre, la Ruta de la Seda; tal era la importancia del producto para la economía china. La Ruta de la Seda o Sichou Zhi Lu era, en realidad, toda una red de rutas de caravanas de camellos por tierra que conectaban China con Oriente Medio y, por ello, los historiadores suelen denominarlas Rutas de la Seda. La seda, ya fuera en forma de hilo, tela tejida y productos acabados, se exportaba así a través de intermediarios (ningún comerciante recorrió nunca la longitud de las rutas) no solo a estados vecinos como los reinos de Corea y Japón, sino también a los grandes imperios de India, Persia, Egipto, Grecia y Roma. En el caso de esta última, se dice que el colapso financiero final del Estado se debió en parte a la constante fuga de plata hacia Oriente, donde iba a parar para comprar la seda de la que los romanos no podían prescindir. Los romanos llegaron a llamar a los chinos Seres, por la palabra para seda en ese idioma.
Además de las rutas terrestres y el paso por el Mar Interior hacia Japón, a partir del siglo XI los juncos chinos navegaron y comerciaron a través del Océano Índico, por lo que la seda siguió siendo el principal producto de exportación de China durante siglos; solo rivalizaría con ella la porcelana y el té a partir del siglo XV. En el siglo XX, Japón sustituiría a China como el mayor productor de seda del mundo.
Usos
En China, y más tarde en otros lugares, la seda se utilizaba para confeccionar prendas de vestir (especialmente túnicas largas, vestidos y chaquetas), abanicos de mano, muebles, tapices, biombos, escenas decorativas para libros e inspiradas en libros y poemas famosos, estandartes militares, estandartes funerarios, mandalas budistas y para escribir en lugar de usar bambú o papel. Las túnicas de seda de colores brillantes y exquisitamente bordadas se convirtieron en un símbolo de estatus y ayudaron a distinguir a los funcionarios y a los cortesanos de las clases bajas que vestían de algodón o seda sencilla. En otras culturas, como la coreana, había incluso leyes que prohibían vestir de seda a las personas que no alcanzaban un determinado rango social. Los bordados en seda se volvieron tan variados y refinados que se desarrolló toda una disciplina en torno a este material, similar a la de la porcelana fina de los alfareros chinos. Los sacerdotes taoístas eran otro grupo que se distinguía por sus túnicas de seda, a menudo bordadas con escenas ceremoniales.
Los rollos de seda, como producto valioso, se utilizaban a menudo como moneda, sobre todo en el pago de tributos, como los de los Song del Norte (960-1127) y los Song del Sur (1127-1276) a los emperadores Liao y Jin, respectivamente. La seda también era un regalo muy apreciado. Entregada a los estados tributarios en agradecimiento a su lealtad, era un símbolo impresionante de la gran riqueza y generosidad del emperador chino. Por ejemplo, solo en el año 25 a.C., los Han regalaron la increíble cantidad de 20.000 rollos de tela de seda. Los comerciantes la utilizaban como medio de pago, la gente pagaba sus impuestos con ella, e incluso los ejércitos se pagaban a veces con seda.
En el arte, la seda se convirtió en una superficie popular para pintar paisajes y retratos. Los artistas de la dinastía Tang (618-907 d.C.) eran especialmente famosos por su habilidad para teñir, estampar y pintar sobre seda, y muchos ejemplos de sus obras sobrevivieron en Japón, adonde fueron enviados como regalo. Se hicieron libros de seda con copias de pinturas famosas, que se convirtieron en álbumes de referencia para los conocedores del arte.
Repercusiones culturales
El comercio de la seda y otras mercancías a lo largo de la Ruta de la Seda también llevó consigo ideas y prácticas culturales en ambas direcciones; la lengua y la escritura fueron elementos especialmente importantes transmitidos a lo largo de las rutas por comerciantes, diplomáticos, monjes y viajeros. El budismo llegó a China desde la India y se transmitió a Corea y Japón. Los exploradores como Marco Polo utilizaron la ruta, al igual que los misioneros cristianos de Occidente que entraron en China por primera vez. Se introdujeron en China nuevos alimentos que se cultivaron allí, como las nueces, las granadas, el sésamo y el cilantro. La seda, símbolo de China durante tanto tiempo, abrió las puertas a nuevas tierras y nuevas ideas, y finalmente conectó los grandes imperios del mundo antiguo.