El Homo erectus, u «hombre erguido», es una especie humana extinta que ocupa un lugar intrigante dentro del linaje evolutivo humano. Estos cazadores-recolectores prehistóricos se adaptaron con gran éxito a hábitats muy diferentes en todo el Viejo Mundo, ya que se han encontrado fósiles relacionados con ellos desde África hasta el Sudeste Asiático. Los primeros restos aparecieron hace unos 1,9 millones de años y los últimos sobrevivieron hasta el Pleistoceno medio, por lo que el Homo erectus abarcó un periodo de tiempo extraordinariamente amplio. Sin embargo, la cantidad de variaciones entre los distintos fósiles de diferentes épocas y lugares ha planteado muchas preguntas sobre la clasificación real de la especie y su papel exacto en la historia evolutiva.
¿Quiénes eran?
En la década de 1890, los fósiles encontrados por Eugène Dubois en el yacimiento de Trinil, en Java (Indonesia), fueron los primeros en clasificarse como Pithecanthropus (ahora Homo) erectus. A partir de entonces, se encontraron muchos más fósiles de Homo erectus en Indonesia y luego en China, y a partir de la década de 1960 se reconocieron en África. Lo más probable es que descendieran de una especie anterior de Homo (comúnmente considerada Homo habilis), en África oriental o posiblemente en Eurasia. Se cree que una parte de esta especie tan extendida dio lugar a especies posteriores como el Homo heidelbergensis, que se considera relacionado con nuestra propia especie, Homo sapiens.
Sin embargo, el problema es que los fósiles que se han asignado al Homo erectus abarcan una cantidad casi ridícula de tiempo y espacio y muestran enormes variaciones cuando se toman todos juntos. La cuestión es si realmente pueden clasificarse como una especie coherente o si, por el contrario, habría que reducir un poco más el número de especies.
Por un lado, hay quienes defienden un modelo amplio y monoespecífico (Homo erectus sensu lato), que abarca todos o casi todos los fósiles del sudeste asiático a África que se han incluido en este grupo hasta ahora. Según este punto de vista, la variación entra dentro del rango de una especie por lo demás cohesiva, y podría deberse a la naturaleza aventurera y trotamundos de esta especie, en la que el tiempo y el espacio influyen en su físico. Sin embargo, esta definición tan amplia es tan cómoda que resulta tentador incluir en este grupo todos los nuevos hallazgos fósiles que parezcan coincidir con las características del erectus, lo cual, obviamente, no es lo ideal.
Por otro lado, se ha sugerido una definición más estricta que excluye todos los fósiles africanos, o al menos la porción encontrada en Koobi Fora, porque son bastante diferentes y podrían ser lo suficientemente cohesivos en sí mismos como para denominarlos Homo ergaster. Ergaster se consideraría entonces como la especie vinculada al linaje que conduce a Homo sapiens, mientras que Homo erectus sensu stricto (en sentido estricto, es decir, solo la parte asiática) podría haber sido un callejón sin salida.
No cabe duda de que este debate continuará durante algún tiempo, ya que quizá no dispongamos de todas las piezas del rompecabezas necesarias para desenmarañar este embrollo. Por el momento, el veredicto que parece prevalecer es que las características de los fósiles no presentan pruebas suficientes para echar por tierra la hipótesis de la especie única, por lo que prevalece el Homo erectus en sentido amplio. Sin embargo, hay que hacer una advertencia: el hecho de que el Homo erectus pueda haber sido tan variado no significa que deba convertirse en una especie «papelera» y que se comience a clasificar como Homo erectus a todos y cada uno de los fósiles que no parezcan encajar en ningún otro lugar.
Distribución geográfica
Los fósiles asignados a la definición amplia de Homo erectus se encuentran desde el sudeste asiático hasta África. Entre las zonas y yacimientos se encuentran Trinil, en Java (Indonesia); China («Hombre de Pekín»); Eurasia, incluida Georgia, donde los hallazgos de Dmanisi son tan desconcertantes que parecen desdibujar las fronteras entre Homo habilis, Homo rudolfensis y Homo erectus, e incluso podrían acabar calificándose como una especie distinta (Homo georgicus); África oriental (yacimientos en, por ejemplo, la garganta de Olduvai y en la cuenca de Turkana, en Kenia); así como el norte y el sur de África. Algunos hallazgos en Europa occidental también se han incluido en algún momento en el grupo de Homo erectus, pero en la actualidad existe un amplio consenso en que la mayoría de estas formas se corresponden mejor con Homo heidelbergensis.
En general, se cree que esta primera especie de aventureros comenzó su maratón fuera de África a través del Oriente Próximo, el Cáucaso y, finalmente, Asia oriental entre hace 1,9 y 1,8 millones de años, llegando a Indonesia y China entre hace 1,7 y 1,6 millones de años. Pero, ¿qué los impulsó? Un estudio de 2016 desarrolló un modelo que sugiere que el Homo erectus siguió a los grandes herbívoros durante su dispersión, al tiempo que vigilaba los depósitos de sílex y evitaba activamente las zonas densamente pobladas por carnívoros, al menos al principio de su migración. Sin embargo, dado que el Homo erectus aparece más o menos al mismo tiempo en África oriental y Eurasia, existe la posibilidad de que sus orígenes se sitúen en Eurasia, lo que podría explicar la presencia del Homo floresiensis en Indonesia, que presenta rasgos similares a los del erectus. En cualquier caso, se extendieron rápidamente por todo el planeta.
¿Qué aspecto tenían?
El Homo erectus era más grande e inteligente que los primeros humanos. Sus esqueletos eran bastante parecidos a los nuestros (esencialmente modernos), aunque eran más corpulentos. Fueron los primeros humanos con proporciones de extremidades y torso similares a las de los humanos modernos, lo que les permitió caminar erguidos sobre dos pies (de ahí su nombre) y literalmente trotar por el mundo. También perdieron las adaptaciones para trepar que permitieron a los humanos primitivos hacer de Tarzán.
Algunos de estos humanos eran muy altos, y la parte de origen africano alcanzaba una altura media de 170 cm. Sin embargo, al igual que ocurre con nuestra población actual, los Homo erectus de distintas regiones muestran una gran variación de tamaño, que oscila entre los 145 cm y los 185 cm, con un peso de entre 40 kg y 68 kg. Incluso en el extremo más bajo, el Homo erectus era claramente mucho más alto que los humanos primitivos (la famosa Lucy, un Australopithecus afarensis, medía apenas 110 cm).
El Homo erectus no solo tenía un cerebro visiblemente más grande que el Homo habilis que lo predecedió, sino que su cerebro además creció con el paso del tiempo. Los primeros miembros de esta especie tenían una capacidad craneal de entre 600 y 800 cm3, pero la mayoría de los Homo erectus posteriores superaron los 1.000 cm3, lo que entra dentro del rango inferior observado en nuestra propia especie. Tenían crestas craneales gruesas y una bóveda craneal baja (es decir, una cabeza más inclinada, sin una frente propiamente dicha), y sus dientes ya eran mucho más pequeños y delgados que los de los humanos más primitivos.
Forma de vida
Los grupos de Homo erectus cazaban y recolectaban para sobrevivir. Sus cuerpos y cerebros más grandes requerían mucha energía (es decir, alimentos) para mantenerse, pero el mayor tamaño de su cerebro también les ayudaba a ser inteligentes a la hora de seleccionar sus alimentos, una situación en la que todos salían ganando. Al parecer, su dieta era variada y amplia, e incluía quizá tubérculos y, sin duda, una cantidad considerable de carne. En relación con el Homo erectus se han hallado restos de animales con claras marcas de corte, lo que demuestra que accedían regularmente a los cadáveres de animales (probablemente carroñeando y cazando) desde hace al menos 1,75 millones de años.
Al formar parte de los albores del Masterchef prehistórico, es probable que el Homo erectus conociera y utilizara el fuego. Las primeras pruebas del uso del fuego por parte de los homínidos se remontan a hace unos 1,8 millones de años, y desde hace al menos 500.000 años empezó a popularizarse la cocina. Hace 400.000 años, en la época del Homo erectus, la especie humana manejaba el fuego de forma visible y deliberada. Los fogones iluminaban los espacios vitales de estas sociedades y proporcionaban no solo un medio para cocinar alimentos (y aumentar así la producción de energía), sino también calor, protección frente a los depredadores y eran buenos centros de interacción social. Los refugios naturales dominaban las formas preferidas de vivienda, entre las que se encontraban los acantilados salientes y las muy populares cuevas.
El Homo erectus, hábil fabricante de herramientas, se asocia con la industria de herramientas de piedra llamada «olduvayense», pero más comúnmente con la industria de herramientas de piedra llamada «achelense», y a menudo se relaciona con la creación de las primeras hachas de mano, que representan la primera gran innovación en la tecnología de herramientas de piedra. Un conjunto más amplio de herramientas habría ayudado al Homo erectus a sobrevivir en una gran variedad de entornos.
A la hora de imaginar al Homo erectus en torno a un fuego dentro de una cueva, degustando un filete de bisonte profesionalmente descuartizado y con guarniciones variadas, no podemos saber si habrían mantenido conversaciones apropiadas o no. Algún elemento social debía de haber, pero el lenguaje es difícil de precisar. Los indicios anatómicos no pueden probar ni refutar la capacidad del lenguaje o algún tipo de proto-lenguaje similar al humano en el Homo erectus, y puesto que no hay material genético disponible de ellos, los científicos no pueden hacer pruebas para el gen FOXP2, que está asociado con la producción del lenguaje en los seres humanos y se ve tanto en los últimos neandertales como en los denisovanos.
Con todo, está claro que el Homo erectus aporta un montón de avances interesantes, así como información sobre el linaje humano, y es muy posible que haya sido la primera especie de este linaje en mostrar tantas características similares a las humanas.