Budismo Esotérico
El Budismo Esotérico es interpretación y práctica mística del sistema de creencias fundado por Buda (conocido como Sakyamuni Buda, c. 563 – 483 a. C.). Se le nombra de distintas formas y se caracteriza por el establecimiento de una relación personal con un guía espiritual o deidad que conduce a la persona hacia la iluminación.
El iniciado debe estudiar con un maestro con quien comparte escritos, enseñanzas y conocimientos no difundidos, que a menudo se califican como “secretos”. El discípulo se adueña de varias técnicas de meditación y estudia el tantra, término que por lo general se entiende como “continuo”, según se expresa en los textos de dicho conocimiento. Este continuo es el patrón de amor y compasión universales expuesto por los budas, entre los que el Buda Sakyamuni fue uno más.
Quien abraza el Budismo Esotérico establece una relación con uno de estos budas y es guiado espiritualmente por dicha entidad (o deidad) en su camino hacia la iluminación como Bodhisattva. Se considera que el Budismo Vajrayana (también conocido como Budismo Tibetano) es una forma tanto de Budismo Mahayana como de Budismo Esotérico, ya que combina elementos de ambos. La mayoría de las escuelas, entre ellas el Budismo Zen, siguen el patrón de otras de tomar lo que mejor funcione para suplementar las enseñanzas fundacionales.
Las creencias y prácticas del Budismo Esotérico no son ni se supone que sean tan bien conocidas, o estén tan ampliamente establecidas, como las del Budismo Mahayana. El sistema de creencias está abierto solamente para aquellos que se sienten llamados a seguirlo y tienen la voluntad de someterse a que los instruya un maestro. Puede que este sistema de creencias se haya desarrollado como reacción al resurgimiento del Hinduismo en el siglo VIII d. C., inspirado por los trabajos del filósofo Shankara (afirmación que es cuestionada), quien enfatizaba muchos de los mismos aspectos de fe y conocimientos más tarde esposados por el Budismo Esotérico. Estos incluían el cuerpo de información y principios fundacionales, la sumisión a las enseñanzas de un maestro y la importancia de la revelación personal.
La reforma religiosa inicial
Durante el Período Védico (c. 1500 – c. 500 a. C.) en la India, el sistema de creencias nombrado Dharma Sanatan (“Orden Eterno”), más conocido como Hinduismo, se desarrolló a partir de ideas anteriores contenidas en los escritos denominados Vedas, que preservaban una tradición oral mucho más antigua. En aquella época el Hinduismo era un enorme cuerpo ritual. Los Vedas (“conocimiento”) estaban escritos en sánscrito, idioma que la mayoría de las gentes no entendía, por lo que los sacerdotes necesitaban interpretar los textos que se suponía explicaban el universo, la vida humana y cómo vivirla mejor.
Los Vedas sostenían la existencia de un ser divino, Brahman, que era tanto el universo como su creador. Dentro de cada persona se encontraba una chispa de lo divino (atman); el propósito de la vida era despertar esa chispa y vivir de manera virtuosa, para que después de la muerte la luz divina de cada quien se fusionara con el Brahman en eterna unidad. De este modo, la persona sería liberada del ciclo de reencarnación y muerte (conocido como samsara) asociado al sufrimiento.
Alrededor del 600 a. C. un movimiento de reforma religiosa que cuestionaba el Hinduismo ortodoxo recorrió toda la India. Durante este tiempo se desarrollaron distintas escuelas de pensamiento: astika (“existe”), que apoyaba la afirmación Hinduista de la existencia del atman, y nastika (“no existe”), que rechazaba dicha declaración, así como casi toda la visión del Hinduismo.
Las más famosas escuelas nastika de la época eran Charvaka, Jainismo y Budismo. La primera era completamente materialista y negaba la existencia del alma. Las otras dos, aunque también negaban al atman del Hinduismo, reconocían un yo no diferenciado del universo que sufría bajo la ilusión de ser un yo separado, distanciado de su fuente y de los demás yos del mundo.
Establecimiento y desarrollo del Budismo
Según la tradición, Buda fue un príncipe indio nombrado Sidarta Gautama que renunció a su posición y riquezas en búsqueda de iluminación espiritual. Hizo consciente que el sufrimiento provenía del apego a los aspectos transitorios de la vida y a la vida misma, todo en constante estado de cambio, sin poderse retener, ni conservar, ni controlar; pero las personas clamaban por su perdurabilidad. Se sufría por insistir de forma continuada en una permanencia que resultaba imposible. Si esto se reconocía y se seguía un camino de no-apego, se podía alcanzar el nirvana (“liberación”) al morir, liberando al yo del samsara y del concomitante sufrimiento.
Buda fundamentó su sistema en la aceptación de las Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óctuple y enseñó a sus discípulos una disciplina espiritual mediante la cual podían lograr la iluminación individual, tal como lo había hecho él. En su lecho de muerte solicitó que no se eligiera un líder espiritual en sustitución suya y que cada uno de sus discípulos continuara por el camino que había indicado. No obstante, después de su muerte se escogió un líder y se escribieron reglas que institucionalizaron las enseñanzas de Buda.
La nueva fe se escindió en el 383 a. C. a causa de diferencias doctrinales y se desarrollaron muchas escuelas budistas, entre ellas la Sthaviravada y la Mahasanghika, que a su vez alentaron más divisiones. En este período el Budismo aún competía por la obtención de fieles con el Hinduismo y el Jainismo; ambas eran religiones firmemente establecidas. Los progresos del Budismo fueron débiles hasta que lo abrazó el rey del Imperio Maurya, Asoka el Grande (r. 268 – 232 a. C.), quien no sólo ayudó a establecer el budismo en la India, sino que además lo extendió a Sri Lanka, Corea, Tailandia, China y Japón.
Shankara y el renacimiento del Hinduismo
El Budismo se recibió con entusiasmo en esas tierras, pero continuó su lucha para ganar y retener fieles en la India. El Hinduismo ofrecía mayor variedad de rituales y boato, impulsaba el concepto que todos poseíamos una chispa de lo divino y que, de hecho, éramos seres divinos y parte del universo. Todo ello contrastaba bruscamente con la doctrina budista de vacuidad-del-yo y la simplicidad en la práctica.
Los esfuerzos del Budismo por la conversión se vieron obstaculizados más aún por el renacimiento hinduista de los siglos VIII y IX alentado (según dice la tradición) por el sabio Shankara, quien abogaba por la doctrina Advaita Vedanta (“no-dualidad”) que enfatizaba a Brahman como realidad última, la existencia del atman y la naturaleza ilusoria de todo lo demás. Sólo existía Brahman y los seres humanos existían a través del atman como partes del Brahman. Shankara atacó el pensamiento budista porque negaba el atman, pero su entendimiento de la liberación a través de la unicidad entre atman y Brahman está próximo al concepto budista de alcanzar el nirvana a través del no-apego.
La doctrina de Shankara contaba con que el prosélito aceptara un programa basado en la revelación de la realidad última. El programa contenía cuatro aspectos de igual importancia:
- Śāstra – escrituras
- Yukti – razón
- Anubhava – conocimiento a través de la experiencia
- Karma – acciones espiritualmente relevantes
El estudiante se sometía a un maestro que lo ayudaba a comprender las escrituras, a aplicar razón y experiencia a su interpretación y a actuar con corrección a partir de dicha interpretación. De acuerdo a algunos expertos, este paradigma influyó de manera directa en el Budismo Esotérico. Según otros puntos de vista, los fundamentos del Budismo Esotérico, sobre todo el de una relación personal con un espíritu o deidad, ya tenían siglos de existencia cuando Shankara apareció. En relación a esta postura, Shankara pudo haber influido en el formato del Budismo Esotérico en el siglo VIII., pero su doctrina no inspiró ni proveyó esencia a las creencias y prácticas fundamentales del mismo.
El Budismo Esotérico en la India
El Budismo Esotérico se conoce también como Mantrayana (“vehículo del mantra”), Guhyamantrayana (“vehículo secreto del mantra”), Tantrayana (“vehículo del tantra”) y Vajrayana (“vehículo del diamante”). Los tres primeros nombres están relacionados con la importancia de la revelación lograda a través de trabajos escritos –mantras y tantras- mientras que el último está asociado al valor de la experiencia que conduce a una verdad tan valiosa e indestructible como el diamante. De acuerdo a algunas tradiciones, cada una de las cuatro escuelas eran y continúan siendo singulares, pero todas compartían el mismo entendido esencial y más o menos, el mismo sistema de creencias.
Un mantra (literalmente “hechizo” o “encanto”) se recita para aclarar y proteger a la mente de la ilusión. Puede ser una palabra o incluso una sílaba (como en el caso de Om, la sílaba sagrada), una frase, o una serie de sonidos. Un tantra (“continuo”) es una guía, un manual que explica cómo progresar espiritualmente. Los académicos Robert E. Buswell, Jr. Y Donald S. López, Jr., comentan al respecto:
En el Budismo el término tantra se refiere por lo general a un texto que contiene enseñanzas esotéricas atribuidas a Sakyamuni o a otro buda. [Los tantras pueden incluir] mantra, mandala, mudra, abhiseka (iniciaciones), homa (sacrificios por el fuego) y Ganacakra (banquetes), todo llevado a cabo con el objetivo de ganar siddhi (poderes) tanto mundanos como supramundanos. Los poderes mundanos por tradición se enumeran como aquellos que comprenden cuatro actividades: el aplacamiento de dificultades (santika), el incremento de riqueza (paustika), el control de fuerzas negativas (vasikarana) y la destrucción de enemigos (abhicara). El poder supramundano es la iluminación (bodhi). Los textos denominados tantras comenzaron a aparecer en la India a finales del siglo VII y principios del VIII, a menudo escritos en un sánscrito no convencional. (894).
Las épocas de los tantras corresponden a las actividades de los yoguis itinerantes conocidos como mahasiddhas. Un siddha era un asceta espiritual y un mahasiddha un “gran” siddha o siddha “perfeccionado”. Se conoce que estos yoguis frecuentaban osarios (cementerios sobre tierra donde los cadáveres se dejaban descomponer como parte de los rituales mortuorios) y se asociaban con la esfera de transición entre la vida y la existencia después de la muerte. Afirmaban ser capaces de interactuar con espíritus-deidades poderosos como los Naga, Yakshas y dakini, así como con los espíritus de los muertos.
Aunque eran budistas, los siddhas desafiaban la corriente principal del Budismo sobre la base de que era demasiado ritualista y que se había alejado de las enseñanzas de Sakyamuni Buda. Afirmaban estar en posesión de las verdaderas enseñanzas de Buda, las cuales se les habían entregado en secreto a un selecto grupo antes de su muerte. Aseveraban que su naturaleza esencial les había sido concedida por fuerzas sobrenaturales que incluían a Tara, la salvadora Bodhisattva, manifestación femenina de la compasión divina, que protegía del peligro a los iniciados. La interpretación del Budismo hecha por los siddhas fue bien recibida por la Dinastía Pala del Reino de Kamarupa (900 – 1100), que promovió su crecimiento. Ello causó que llegaran a florecer en Bengala dos formas de Budismo a veces difíciles de diferenciar. El historiador John Keay comenta:
La demarcación entre budistas y no-budistas se hizo aún más imprecisa en la India Oriental por la aceptación dada tanto a la eficacia de mantras (fórmulas repetitivas), yantras (diseños místicos) y mudras (posición de las manos), como a otras numerosas prácticas asociadas con el Tantrismo. Los rituales y disciplinas involucrados eran complejos y secretos. Algunos remedaban la imaginería sexual de los mitos que explicaban la unión de la deidad con su shakti o contraparte femenina. Los practicantes rompían los tabúes de casta, dieta, vestimenta y fidelidad sexual y podían disfrutar lo mismo de un desenfreno liberador como de una realzada reputación, incluso si los poderes mágicos los eludían. (194).
Los siddhas y sus seguidores bebían alcohol, participaban en diversos actos sexuales, rehusaban reconocer castas o rango social y proclamaban que su independencia de las normas sociales les había sido otorgada y aprobada por entidades sobrenaturales que siempre habían existido. Su meta principal era que la persona involucrada despertara y se convirtiera en Bodhisattva, mediante el reconocimiento de que las normas sociales no eran más que una trampa para mantener a las gentes encadenadas al mundo de la ilusión y el sufrimiento. En vez de renunciar a distintos aspectos de la vida a través de la práctica del no-apego, gozaban con todo lo que ofrecía la vida en la creencia que al estar en búsqueda de la iluminación, los placeres terrenales no les continuarían interesando. En cualquier caso, sobre la base de escritos posteriores, parecen haber estado en lo cierto.
Las aserciones de los siddhas medievales evolucionaron hacia el Budismo Vajrayana que se desarrolló en el Tibet, o fueron absorbidas por sus seguidores. Esta transformación fue sistematizada por el sabio Atisha (982 – 1054) y se expresó en lo que se reconoce hoy como Budismo Tibetano, que es una forma de Budismo Esotérico. Los que lo profesan deben someterse a la disciplina de un maestro que fomenta la transformación y el empoderamiento mediante la transmisión de conocimientos secretos. La forma básica de instrucción es bastante similar a la del programa de Shankara del siglo VIII, ya que las escrituras se emplean como base sobre la cual se construye la experiencia espiritual, se ejerce la razón y se llevan a cabo acciones de relevancia espiritual que conducen al individuo a convertirse en Bodhisattva para entonces ayudar a los demás en el mismo camino.
El Budismo Esotérico en China y Japón
El Budismo Esotérico arribó a China a través de la Ruta de la Seda a principios del siglo VII. y fue adoptado por la Dinastía Tang (618 – 907). El Budismo había sido introducido siglos atrás gracias a los esfuerzos misioneros de Asoka, de modo que los chinos ya estaban familiarizados con su mensaje y sus principales enseñanzas. El Budismo Tántrico, sin embargo, aseveraba ofrecer una experiencia de iluminación espiritual con mayor inmediatez y se hizo más popular que la corriente principal. Los grandes maestros budistas viajaban a China para ayudar a desarrollar centros de aprendizaje y traducir textos; por su parte los estudiosos chinos recorrían con regularidad el camino hacia la India en busca de copias que a su regreso traducían.
La India era reconocida como la cuna del Budismo y era allí donde se dirigían los fieles en busca de lo que pudieran encontrar para regresar con algo que interpretar. Entre estos se encuentra el famoso Xuanzang (602 – 644), quien viajó a la India en desafío del edicto imperial de 627 del emperador Taizong (r. 626 – 649) que se oponía a los viajes al extranjero. Xuanzang es bien conocido por su traducción del Sutra del Corazón, perteneciente a la obra Perfeccionamiento de la Sabiduría, el cual continúa siendo el más popular de los recitados por los budistas en China y alrededor del mundo.
Los budistas indios más conocedores se invitaban a China para enseñar y traducir y bajo su guía creció la colección de escritos de esa religión. Por regla general los textos traducidos trataban de imitar a los originales tanto como fuera posible, como hacen notar los profesores Forrest E. Baird y Raeburne S. Heimbeck:
Es innegable que el texto [de estos trabajos] exhibe algunos de los atavíos de un texto budista indio, incluidos muchos términos técnicos en sánscrito y doctrinas de origen indio. En una época en que los budistas chinos dirigían su atención hacia la India en busca de un Budismo auténtico, dar a la composición china un barniz sánscrito haría que su presentación de una creencia en lo Absoluto fuera más creíble. (435).
El sistema de creencias viajó desde China a Japón, donde fue famoso el impulso que le ofreció el príncipe Shotoku (reinó 594 – 622), quien ayudó a que se estableciera en todo el país. El Budismo Esotérico se refinó, sistematizó y difundió aún más por Kukai (conocido también como Kobo Daishi, que vivió del 774 al 835), un docto monje que fundó el budismo Shingon en Japón. El Budismo Shingon (“Palabras Verdaderas”) se adhería a la visión cósmica del Budismo como un conjunto eterno de restricciones articuladas con claridad por Buda, pero no concebidas por él, quien no había sido el primer buda ni sería el último. El Shingon, como el Budismo Vajrayana, proclamaba que podía alcanzarse en vida la iluminación total sólo bajo el sometimiento a la disciplina de un maestro virtuoso.
Conclusión
La corriente principal del Budismo enfatizaba la adherencia al Camino Óctuple una vez reconocidas las Cuatro Nobles Verdades, lo cual al morir conducía a la iluminación y a la liberación del ciclo de reencarnación. El Budismo Esotérico ofrece la misma plataforma básica, pero afirma que se pueden obtener resultados más rápidos al abrazar y luego dejar ir los apegos a la vida, en la medida en que se madura espiritualmente. Por lo tanto, no se debería renunciar al mundo de la ilusión sino reconocer su valor, ya que sin él no se podría incrementar el mérito espiritual; y sin aumentar el mérito espiritual a través de la disciplina de distanciarse de ese mundo, no se podría avanzar hacia la iluminación.
Buswell y López señalan que uno de los nombres que se aplica al Budismo Esotérico es Mantrayana, así como la importancia que tiene la recitación de un mantra personal para fijar el curso hacia valores más altos. Comentan además, que:
Según una glosa popular, el término mantra significa “protector de la mente”, sobre todo en el sentido de proteger a la mente de las apariencias ordinarias del mundo. En este sentido, mantrayana no se referiría a la simple recitación de un mantra, sino a la totalidad del cúmulo de prácticas diseñadas para transformar al practicante ordinario en una deidad y a su mundo ordinario en un mandala. (530).
La meta final del Budismo Esotérico, como de cualquier escuela budista, es alcanzar la iluminación y llevar una vida compasiva. Los seguidores de las doctrinas de Budismo Esotérico afirman poseer un conocimiento especial diferente al de otros sistemas, con mayor capacidad de hacerlos progresar hacia sus metas espirituales. Al mismo tiempo reconocen que su método es solamente un aspecto de Ekayana (“Un Vehículo” o “Un Camino”) en el cual participan todas las escuelas budistas y que lo más importante no es escoger a cuál pertenecer, sino cómo vivir el principio budista de compasión universal e iluminado desapego de la mejor manera posible.