Las cuatro nobles verdades constituyen el principio fundacional del budismo, que muestra al sufrimiento como naturaleza de la existencia, explica su causa y la forma de vivir sin él. Las verdades son entendidas como la realización que condujo a la iluminación del Buda (ca. 563 – ca. 483 a.C.) y fueron la base de sus enseñanzas.
Las Cuatro Nobles Verdades son:
- La vida es sufrimiento
- La causa del sufrimiento es el deseo
- El fin del sufrimiento llega con el fin del deseo
- Hay una senda que nos aleja del deseo y el sufrimiento
La senda a la que se refiere la cuarta verdad es el Camino Óctuple, que sirve tanto de guía en el proceso hacia el desapego como de camino en sí mismo. Sus preceptos indican al viajero cómo proceder y le sirven de camino a través de la disciplina espiritual. Los ocho preceptos son:
- Visión correcta
- Pensamiento correcto
- Discurso correcto
- Acción correcta
- Forma de vida correcta
- Esfuerzo correcto
- Atención consciente correcta
- Concentración correcta
Mediante el reconocimiento de las Cuatro Nobles Verdades y el seguimiento del Camino Óctuple, se puede escapar del deseo y del apego a las cosas mundanas y liberarse del ciclo infinito de sufrimiento experimentado a través de la reencarnación y la muerte. Las diferentes escuelas actuales del budismo dan niveles diferentes de significado tanto a las Verdades como al Camino, pero en todas ellas permanecen como aspectos fundacionales de la fe.
Iluminación de Buda
Según la tradición budista, el Buda era un príncipe hindú de nombre Siddhartha Gautama, cuyo padre le protegió de ver o experimentar ningún tipo de sufrimiento durante sus primeros 29 años de vida, para evitar que se cumpliera una profecía. Un vidente había predicho, al nacer Siddhartha, que si el niño era testigo del sufrimiento o la muerte, se convertiría en un gran líder espiritual. Siddharta creció en una especie de palacio de fantasía, protegido del mundo exterior, hasta que un día su cochero (o el sustituto de su cochero habitual) le condujo fuera del recinto y se encontró con las ‘cuatro escenas’:
- Un anciano
- Un enfermo
- Un muerto
- Un asceta
Tras ver a los tres primeros, Siddhartha le preguntó al cochero “¿yo también estoy sujeto a eso?”, a lo que este respondió que todos los que viven envejecen, sufren enfermedades y finalmente mueren. La constatación de que perdería todo lo que amaba y de que nada en la vida era permanente le atormentó, pero entonces vio al asceta sonriendo serenamente al lado del camino. Le preguntó por qué no parecía estar preocupado con la vida, como el resto de la gente a su alrededor, y el asceta le respondió que llevaba una vida de desapego y serenidad.
En el momento en que vio las cuatro escenas, Siddhartha estaba casado, era el heredero del trono de su padre, y tenía un hijo. Tras ese encuentro, sin embargo, no podía dejar de pensar en que un día perdería todo lo que tenía alrededor, de forma que una noche dejó atrás el palacio y su vida para seguir el camino del asceta.
Lo primero fue aprender de varios maestros meditación y disciplina espiritual y muy probablemente practicó algún tipo de jainismo, el sistema de creencias fundado por su antecesor contemporáneo Mahavira (también conocido como Vardhamana, ca. 599-527 a.C.), que defendía la renuncia a todo tipo de ataduras de los sentidos. Ayunó hasta la delgadez extrema y adoptó todas las técnicas sugeridas por los maestros y otros ascetas, aunque sin encontrar la forma de vivir sin sufrimiento. Incluso la disciplina espiritual llevaba consigo el vínculo de orgullo con los propios logros y la alegría de vivir en compañía de otros ascetas, de forma que se marchó por su cuenta a sentarse bajo un árbol de Bodhi, en la aldea de Bodh Gaya, jurándose alcanzar la iluminación o morir allí en el intento.
Durante la meditación bajo dicho árbol, en un destello de iluminación comprendió las Cuatro Nobles Verdades. Las personas sufrían porque insistían en estados permanentes del ser, en un mundo en cambio constante. La gente se definía a sí misma por su trabajo, su familia, sus posesiones, pensando en tales cosas como permanentes y estables, cuando eso no es posible porque nada en la vida lo es. El deseo de permanencia en un mundo siempre cambiante provoca sufrimiento, cuyo final tiene que ser precedido necesariamente por el final del deseo. Se dio cuenta de que se puede conseguir dicho final del deseo redirigiendo las propias energías y pensamientos desde unos canales improductivos, que no producen más que apego, deseo y sufrimiento, hacia otros productivos que estimulan el desapego, la serenidad y el amor tanto por uno mismo como por los demás y el mundo de las ilusiones en su conjunto.
Ese amor no era un vínculo romántico, ni siquiera una emoción, tal como normalmente se define, sino una decisión consciente de aceptar al mundo tal como es, reconocer su naturaleza, y permitirse sentir compasión por todos los seres vivos, desarrollando una actitud correcta y una conducta dirigida a ese objetivo de compasión sin apego. Su Camino Óctuple fue desarrollado como un medio para lograrlo, sugerido directamente por las Cuatro Nobles Verdades.
Las Cuatro Nobles Verdades
Las Cuatro Nobles Verdades (en sánscrito catvāri āryasatyāni; en pali cattāri ariyasaccāni) en la lengua original significan “dignas de atención” y “dignas de respeto” aunque, como señalan los académicos Robert E. Buswell, Jr. y Donald S. Lopez, Jr., la idea de “dignas” se refiere a las personas, no a los conceptos:
Aunque el concepto “Cuatro Nobles Verdades” (“four noble truths”) está bien establecido en los trabajos en lengua inglesa sobre el budismo, se trata de una traducción errónea de los términos originales en sánscrito y pali. El término traducido como “noble” (ARYA) se refiere no a las propias verdades sino a quienes las entienden; así pues, una traducción más precisa (aunque menos grandilocuente) sería “cuatro verdades [conocidas por el espiritualmente ] noble"; son cuatro hechos dados por ciertos por aquellos “nobles” con conocimiento de la naturaleza de la realidad, pero desconocidos por los seres ordinarios. (304)
Los “seres ordinarios” a que se refiere son los que insisten en la permanencia del mundo y rehúsan reconocer que la vida es un cambio constante. Esas personas se encuentran atrapadas en un ciclo de reencarnación y muerte, conocido como samsara, impulsado por lo que Buda denominó la Rueda de la Vida. Ese concepto se define como una rueda gigante con radios, en giro permanente, con la ignorancia, el deseo y la aversión en el centro, seis estados de existencia entre el centro y el borde, y las condiciones de sufrimiento a lo largo de este. Aquellos cuyo entendimiento de la vida está oscurecido por la ignorancia, el deseo y la aversión, se condenan a sí mismos a dar vueltas una y otra vez en esa rueda, muriendo sólo para renacer eternamente en el mismo estado de sufrimiento.
Para liberarse de esa rueda, según Buda, se necesitaba reconocer la realidad de la interconexión fundamental entre todos los seres efímeros, lo que definió como el surgimiento interdependiente (Pratītyasamutpāda), el entendimiento que le llegó bajo el árbol de Bodhi y que le permitió captar las Cuatro Nobles Verdades. El académico John M. Koller explica:
[Bajo el árbol de Bodhi] con las pasiones calmadas, la mente concentrada y alerta, reflexionó sobre su existencia, observando a fondo las diversas condiciones que habían dado forma a su vida. El conocimiento meditativo que logró a través de dicha reflexión fue que la vida de una persona, en su núcleo, no es independiente ni inalterable. La vida humana es más bien un proceso continuo de cambio, con subidas y bajadas a través de su interdependencia con muchos otros procesos. Este reconocimiento de la existencia como un proceso continuo de cambio se convirtió en una de las principales enseñanzas del budismo. Conocido como surgimiento interdependiente, fue el conocimiento clave de la iluminación de Buda, dándole la base para la comprensión del sufrimiento, cómo surge y cómo puede ser eliminado. (51)
Buda se dio cuenta de que la dificultad de la gente consistía en deshacerse de su insistencia en los estados permanentes del ser. No obstante, si se puede reconocer el principio del surgimiento interdependiente, se puede ver que todo lo que se considera inalterable está en un estado constante de cambio perpetuo. La gente nace, envejece, muere. Las máquinas se hacen viejas y se estropean. El dinero cambia de manos. Las casas se hacen viejas y necesitan reparación. El mundo natural que nos rodea muestra su propia evidencia con el crecimiento de la hierba, la migración de las aves, los árboles dando hojas.
A lo largo de la vida, y a todos los niveles, se expresa de forma continua el surgimiento interdependiente y, según Buda, cuanto más se tarde en reconocerlo, más durará el sufrimiento. Por lo tanto, el sufrimiento es una elección personal. Se sufre sólo mientras uno escoge hacerlo. En cualquier momento de la vida, uno puede escoger dejar de sufrir, reconociendo las Cuatro Nobles Verdades.
Buda lo denominó “el camino del medio” por cuanto está situado entre el total apego esclavizado al mundo y la renuncia completa a él. Siguiendo el camino del medio, se encuentra la liberación (nirvana) de la Rueda de la Vida, y ya no se produce la reencarnación en una nueva vida para sufrir igual que en las anteriores. El primer paso del camino del medio era la aceptación de la primera verdad.
Verdad 1
La primera verdad es conocida como duhkha, que significa “sufrimiento”. La vida es sufrimiento y lo seguirá siendo mientras no se reconozca su verdadera naturaleza. La gente entiende que sufre, por supuesto, pero lo considera como un aspecto inevitable de la vida. Buda explicó que no procedía más que de los skandhas (término sánscrito que significa “montón” o “agrupación”), que identificó como “las cinco agrupaciones del sufrimiento”, que son:
- Rūpa – forma, impresión material
- Vedanā – sensaciones producidas por la forma, sentimientos propios
- Samjñā – percepciones derivadas de la forma
- Sańkhāra – actividad psicológica en respuesta a la forma
- Vijñāna – consciencia propia configurada por la actividad psicológica
Esos cinco factores estimulan el apego a la ilusión de permanencia de la forma, no sólo de que uno es un ser que no cambia (que se tiene una identidad fija) sino que tampoco lo hace todo lo demás. Buda explicó los skandhas discutiendo su forma de actuar:
La Noble Verdad del sufrimiento (duhkha) es esta: el nacimiento es sufrimiento; el envejecimiento es sufrimiento; la enfermedad es sufrimiento; la tristeza, los lamentos, el dolor, la aflicción y la desesperación son sufrimiento; la asociación con lo desagradable es sufrimiento; la disociación de lo agradable es sufrimiento; no conseguir lo que uno quiere es sufrimiento – en resumen, las cinco agrupaciones del apego son sufrimiento. (Koller, 53)
Los skandhas producen sufrimiento al estimular la ignorancia de la verdadera naturaleza de la vida y de uno mismo – cambio – y esa ignorancia alimenta el miedo al cambio porque cuestiona la ilusión de permanencia. Se desea la permanencia porque parece ofrecer seguridad y confort, pero como la permanencia es una ilusión, uno nunca los encontrará y simplemente seguirá deseándola, lo que conduce al sufrimiento.
Verdad 2
La segunda verdad es samudaya, que significa “origen”, y se refiere a la causa del sufrimiento, que no es otra que el anhelo de permanencia en un mundo transitorio. Creyendo ser una entidad permanente, uno se construye un mundo falso de ilusión que, como no es real, no puede satisfacer, y conduce al dolor y a la frustración constantes. Buda define este anhelo como el deseo apasionado de cosas que uno no puede tener:
La Noble Verdad del origen del sufrimiento es esta: el anhelo (trishna) es el que produce reencarnación y nueva existencia, vinculados a la ambición apasionada. De vez en cuando encuentra nuevo placer, es decir, anhelo de placeres sensoriales; anhelo de existencia y transformación; y anhelo de no-existencia (autoaniquilación). (Koller, 56)
Al decir que el sufrimiento se origina por el anhelo de existencia, Buda habla de la verdad de la existencia, no la ilusión. La gente desea la realidad verdadera, pero está ligada por las ilusiones que confunde con la realidad. Mientras continúe ignorando la auténtica realidad, seguirá tomando por real a la ilusión y permanecerá en estado de sufrimiento. Sin embargo, se continúa haciéndolo por miedo a la pérdida de identidad y por egoísmo. Creyendo ser una identidad única e independiente, la gente insiste en una realidad que lo respalda, y rechaza cuestionar en ningún modo su creencia. Koller comenta:
Si el anhelo de una individualidad separada y permanente es el origen de todas las formas de sufrimiento, ¿cuáles son los orígenes de ese anhelo? Aunque existen muchas condiciones diversas, la condición primaria que lo origina es la ignorancia de la verdadera naturaleza de la existencia como un conjunto de procesos interconectados y en cambio continuo. En lugar de esa verdad, frente a la que se está ciego, la ignorancia construye una falsa realidad de unos individuos y unas cosas separadas y permanentes. Tomando esa falsa realidad como cierta, una persona se considera a sí misma como un yo permanente e individual, separado de los demás seres y de los procesos de cambio del mundo. El resultado es hundirse en la soledad y la ansiedad creadas por el que separa por todos lados la propia existencia de las demás. (57)
Si se reconoce la verdadera naturaleza de la vida y se elimina ese anhelo por lo que no se puede conseguir, se elimina el sufrimiento, según explica la tercera verdad.
Verdad 3
La tercera verdad es nirodha, que significa “cese”. Para detener el anhelo, hay que entender lo que se está anhelando y reconocer que la ilusión de permanencia no puede satisfacer las propias necesidades. El fin del sufrimiento llega con el fin del anhelo, cuando uno se da cuenta de que lo que se está anhelando es la realidad verdadera y no ilusiones de dicha realidad. Buda anima a un cese brusco en la conducta anhelante, igual que se abandona una mala costumbre:
La Noble Verdad del cese del sufrimiento es esta: se logra con el cese completo de todo anhelo, abandonándolo, renunciando a él, emancipándose de él, separándose de él. (Koller, 57)
Es fácil decir que hay que cesar en el anhelo, pero es totalmente diferente lograrlo. Uno puede reconocer que debería dejar de fumar, por ejemplo, pero no encuentra el momento de hacerlo. Pero al enunciar la tercera verdad, Buda solamente dice que es posible dejar de anhelar – de la misma manera que un terapeuta o un grupo de ayuda anima a alguien a dejar de fumar informando primero a la persona de que puede hacerlo. En la cuarta verdad explica cómo hacerlo.
Verdad 4
La cuarta verdad es marga, que significa “el camino”, con la que Buda se refiere a su “camino del medio” para transcurrir por la vida. Comienza simplemente afirmando que existe un camino para salir del anhelo y del sufrimiento, y luego explica en qué consiste dicho camino:
La Noble Verdad del camino que lleva al cese del sufrimiento es esta: se trata simplemente del Camino Óctuple, o sea, la visión correcta, el pensamiento correcto, el discurso correcto, la acción correcta, la forma de vida correcta, el esfuerzo correcto y la atención consciente correcta. (Koller, 58)
Koller explica cómo los primeros tres puntos tienen que ver con la sabiduría, los dos siguientes con la conducta, y los tres últimos con la disciplina mental, aunque avisa de que no hay que entender el camino como secuencial, empezando por el primer punto y acabando por el octavo, sino que debe ser tomado como un todo, al mismo tiempo. Puede ser necesario trabajar más duro en un aspecto que en otro, pero los ocho puntos trabajan conjuntamente para sacarnos de la ignorancia, hacia el autoconocimiento y la iluminación.
Conclusión
Como se ha indicado, no todas las escuelas budistas de pensamiento interpretan y aplican las Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óctuple de la misma manera. Tras la muerte de Buda, sus discípulos institucionalizaron sus enseñanzas en escuelas que, con gran rapidez (en el 383 a.C., en el encuentro conocido como Segundo Concilio) discreparon sobre cuál era su visión original y la mejor forma en que debía ser vivida. El primer cisma condujo a la fundación de las escuelas Sthaviravada y Mahasanghika, a partir de las cuales se desarrollaron muchas otras. En la actualidad, las tres escuelas principales son:
- Budismo Theravada (La Escuela de los Ancianos)
- Budismo Mahayana (El Gran Vehículo)
- Budismo Vajrayana (El Camino del Diamante)
Las tres escuelas difieren entre sí (aunque, técnicamente, Vajrayana es una parte de Mahayana) en su interpretación de la visión de Buda y su aplicación, y las tres se atribuyen la práctica de las enseñanzas originales. Una de las principales diferencias entre las dos primeras y la última reside en la Verdad 3 – cese – , en que tanto Theravada como Mahayana creen que hay que hacer un esfuerzo concertado para cesar en el anhelo, mientras que Vajrayana cree que simplemente hay que reconocer las dos primeras verdades y que el anhelo se acabará si se aspira a valores duraderos y a la realidad verdadera, dejando atrás la ilusión y el anhelo como estados imposibles del ser, mientras se adopta el desapego de un mundo en el que nada permanece igual y en el que aferrarse a algo solamente conduce al sufrimiento.