La tercera cruzada (1189-1192) se lanzó para recuperar Jerusalén después de su caída ante el líder musulmán Saladino en 1187. La cruzada fue dirigida por tres monarcas europeos, de ahí que también se le llame “Cruzada de los reyes”. Los tres líderes fueron Federico I Barbarroja, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (que reinó de 1152-1190), Felipe II de Francia (que reinó de 1180-1223) y Ricardo I “Corazón de León” de Inglaterra (que reinó de 1189 -1199). A pesar de este pedigrí, la campaña fue un fracaso y la Ciudad Santa nunca fue atacada. En el camino, hubo algunas victorias, en particular la toma de Acre y la batalla de Arsuf. La Cruzada terminó de manera discreta y poco llamativa porque, cuando llegaron a su objetivo, los líderes occidentales se encontraron sin hombres ni recursos suficientes para resistir a los ejércitos aún intactos de Saladino. Aunque se negoció un acuerdo para permitir el acceso de los peregrinos a Jerusalén y se mantuvo una base de operaciones cristiana en el Medio Oriente, el objetivo de tomar la Ciudad Santa pronto se convertiría en el motivo de la cuarta cruzada de 1202-1204.
La caída de Jerusalén
La Segunda Cruzada (1147-1149) había terminado en un fracaso total al intentar tomar Damasco, en Siria, en 1148. Los diversos estados musulmanes en el Medio Oriente se dieron cuenta entonces de que los una vez temidos caballeros occidentales podían ser derrotados y se destacó claramente la precaria existencia de los territorios controlados por los cruzados en el Medio Oriente. Todo lo que se necesitaba ahora era una unificación de las fuerzas musulmanas, y uno de los más grandes gobernantes medievales, Saladino, el sultán de Egipto y Siria (que reinó de 1174-1193) logró ponerse al frente de ellos.
Saladino, el fundador de la dinastía ayyubí en Egipto, tomó el control de Damasco en 1174 y Alepo en 1183. Luego conmocionó al mundo al derrotar al ejército del Reino de Jerusalén y sus aliados latinos en la Batalla de Hattin en 1187. Con esto, tomó el control de las ciudades de Acre, Tiberíades, Cesarea, Nazaret, Jaffa e incluso, el más sagrado de los lugares, Jerusalén. Saladino se mostró notablemente indulgente con sus cautivos cristianos en comparación con la carnicería de la Primera Cruzada (1095-1102), casi un siglo antes ya que aceptó rescates de aquellos cristianos latinos que podían comprar su libertad y esclavizó al resto. A los cristianos orientales se les permitió permanecer en Jerusalén como grupo minoritario protegido. El Oriente latino casi se había derrumbado, solo Tiro permanecía en manos cristianas, bajo el mando de Conrado de Montferrat, pero resultaría una base muy útil para la lucha que se avecinaba.
EN 1187 d.c. EL PAPA GREGORIO VIII convocó OTRA CRUZADA PARA RECUPERAR JERUSALÉN Y LAS RELIQUIAS SAGRADAS PERDIDAS COMO LA VERA CRUZ.
El papa Gregorio VIII solo reinó durante unos meses en 1187, pero en octubre de ese año, dejó una huella duradera en la historia al convocar otra cruzada para recuperar Jerusalén y las reliquias perdidas como la Vera Cruz. Nada menos que una repetición de la notable hazaña de la Primera Cruzada sería suficiente. No menos de tres monarcas aceptaron el desafío del papa: el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico I Barbarroja, Felipe II de Francia y Ricardo I de Inglaterra. Siendo estos los tres hombres más poderosos de Europa occidental, la campaña prometía mucho.
Federico I Barbarroja fue el primer rey en movilizarse y viajó con su ejército por tierra a través de Tracia en la primavera de 1190. El emperador bizantino Isaac II Ángelos (que reinó de 1185-1195) desconfiaba comprensiblemente del paso del ejército occidental por su territorio. Por otro lado, los occidentales sospechaban profundamente de la nueva alianza de Isaac con Saladino, un sentimiento igualmente justificado puesto que Isaac trataba de impedir el progreso de los cruzados en el Medio Oriente. Cuando Federico ocupó Adrianópolis en Tracia, los bizantinos se volvieron más serviciales con sus hermanos cristianos, pero el Emperador sin duda se sintió aliviado una vez que los alemanes habían pasado a Anatolia.
Entonces ocurrió el desastre el 10 de junio de 1190. El Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico se ahogó en un accidente, cayendo de su caballo (o sufriendo un ataque al corazón mientras nadaba) en el río Saleph en el sur de Cilicia, todavía en camino a Tierra Santa. La muerte de Federico, y luego un calamitoso brote de disentería, resultó en que la mayor parte de su ejército fuera eliminado o decidiera regresar a casa afligido. La Cruzada tendría que apoyarse en los ejércitos ingleses y franceses, aliados temporales que no se tenían mucho cariño en el mejor de los casos. Aunque algunas tropas alemanas llegaron a Acre en el Medio Oriente, la pérdida de la autoridad y la experiencia de Federico resultaría significativa para la cruzada en su conjunto.
Mientras tanto, Ricardo I tomó la ruta marítima hacia el Medio Oriente. El experimentado luchador, tan meticuloso como siempre, había volcado todos los recursos de su reino hacia la campaña, acumulando una flota de 100 barcos y 60.000 caballos. En su camino, Ricardo capturó Mesina en Sicilia en 1190, y cuando el ejército del rey se agrupó por primera vez en la isla en abril de 1191, había 17.000 soldados listos para la acción. El rey inglés sabía muy bien que el factor decisivo para cualquier campaña era la logística y se dispuso a asegurarse una buena línea de suministros mediante la captura de Chipre. Oficialmente bizantina, la isla ahora tenía un líder rebelde, Isaac Komnenos, que se había proclamado su gobernante independiente. Ricardo demostró ser imparable y, con la excusa bastante vaga de que los lugareños no habían tratado muy bien a algunos cruzados naufragados, Chipre fue tomada en mayo de 1191. Los habitantes de la isla se vieron obligados a pagar un impuesto del 50% sobre todas las posesiones para aumentar aún más las arcas de campaña del rey cruzado. Los cruzados gobernarían la isla, posteriormente utilizada como base de suministros para los ejércitos en su camino hacia el Medio Oriente, hasta que los venecianos se apoderaron de ella en 1571.
Mientras tanto, en Francia, Felipe II había acumulado su ejército de 650 caballeros, 1300 escuderos y un número aún mayor de infantería. Este ejército también navegó hacia el Levante, esta vez gracias a los barcos genoveses que lo llevarían a Acre. La tercera cruzada ciertamente se estaba convirtiendo en una verdadera aventura militar paneuropea.
El asedio de Acre
La primera gran batalla de la campaña fue en Acre, en la costa del Reino de Jerusalén. En realidad, la ciudad ya había estado sitiada durante algún tiempo por un ejército dirigido por el noble francés Guy de Lusignan, rey de lo que quedaba del Reino de Jerusalén (que reinó de 1186-1192). Sin embargo, Guy estaba en apuros porque ahora se enfrentaba a un ejército enviado por Saladino para aliviar la ciudad. Afortunadamente para el gobernante latino, pronto llegaron varios ejércitos cruzados en su apoyo: los restos del ejército de Federico, un contingente alemán dirigido por el duque Leopoldo de Austria que había viajado por mar, una fuerza francesa dirigida por Enrique de Champaña y los ejércitos de Ricardo I y Felipe II. A principios de junio de 1191, todos los cruzados estaban listos para tomar la ciudad.
Se lanzó un bombardeo intenso y sostenido con catapultas, pero el asedio prolongado solo tuvo éxito finalmente cuando los zapadores, a los que Ricardo ofreció premios en metálico, socavaron las murallas de la ciudad en el lado terrestre. Las máquinas de asedio y la reputación del rey inglés, y las divisiones en el propio ejército de Saladino fueron factores adicionales en la victoria. El “Corazón de León”, como ahora se conocía a Richard gracias a su coraje y audacia en la guerra, había logrado en cinco semanas lo que Guy no había logrado en 20. La ciudad cayó finalmente el 12 de julio de 1191, y con ella 70 barcos, la mayor parte de la armada de Saladino. Según la leyenda, Ricardo había estado enfermo en ese momento, quizás de escorbuto, aunque hizo que los sirvientes lo llevaran en una camilla para que pudiera disparar a las almenas enemigas con su ballesta. Luego, Ricardo manchó bastante su reputación de "buen rey" cuando ordenó la ejecución de 2500 prisioneros. El rey inglés sintió que la demora en pagar el rescate acordado por ellos necesitaba una respuesta firme, y liberarlos solo habría significado que tarde o temprano se reincorporaran al ejército enemigo.
DE LOS TRES REYES ORIGINALES, EL EJÉRCITO CRUZADO AHORA TENÍA SOLO UNO, AUNQUE RICARDO I FUE PROBABLEMENTE EL MAYOR GENERAL DE SU GENERACIÓN.
Mientras tanto, Guy de Lusignan fue nombrado nuevo rey de Chipre, que Ricardo había vendido a los Caballeros Templarios para añadir más dinero a la causa. Desafortunadamente, Felipe se vio obligado a regresar a casa desde el Levante, en agosto de 1191 debido a problemas políticos en Flandes que amenazaban su trono. Así, de los tres reyes originales, el ejército cruzado ahora tenía solo uno. Aun así, Ricardo fue probablemente el mejor general de su generación y la campaña, a pesar de sus contratiempos, tuvo un buen comienzo.
La batalla de Arsuf
A continuación, el ejército de los cruzados fijó su objetivo en Jaffa, el puerto vital que abastecía a Jerusalén, pero en su camino hacia allí, Saladino, después de unos días de ineficaz hostigamiento sobre el ejército en marcha, decidió que la mejor manera de lidiar con los invasores era un ataque en toda regla. El 7 de septiembre de 1191, en la llanura de Arsuf, los dos ejércitos se enfrentaron en una batalla continua, los cruzados tuvieron cuidado de seguir la costa y así dejar solo un flanco de su columna expuesto. Los arqueros de infantería y montados musulmanes, así como los lanceros de infantería, atacaron a la infantería cruzada en marcha que, como de costumbre, formaba un bloque protector alrededor de las unidades de caballería pesada. Después de escaramuzas durante la mayor parte del día, la caballería pesada occidental se lanzó al ataque con un efecto devastador, aunque la carga inicial quizás pudo haber sido lanzada por los Caballeros Hospitalarios sin autorización de Ricardo. Los cruzados ganaron la batalla, pero las pérdidas musulmanas no fueron sustanciales: Saladino no tuvo más remedio que retirarse a la relativa seguridad del bosque que bordeaba la llanura.
Los cruzados luego marcharon hacia Jaffa para descansar y reagruparse. Aunque Ricardo prefirió primero asegurar Egipto y así aislar la base logística del enemigo, la mayoría de los cruzados tenían la intención de atacar directamente a Jerusalén, que era, después de todo, el objetivo original de la Cruzada. El rey inglés se inclinó ante la demanda popular y se dirigió a la Ciudad Santa, pero solo después de un avance cauteloso donde se capturaron y fortificaron castillos estratégicamente importantes que protegían las líneas de suministros del ejército. En consecuencia, el ejército cruzado aún no había alcanzado su objetivo en enero de 1192. La lluvia tampoco aceleraba el avance, y aún a 19 kilómetros de su objetivo final y con sus líneas de suministro en estado precario, se tomó una decisión fatídica.
Jerusalén y una paz negociada
Ricardo había marchado hasta Jerusalén, pero sabía que, aunque pudiera asaltar las formidables fortificaciones de la ciudad, su ejército se había visto tan reducido por las diversas batallas de los últimos dos años que lo más probable era que no pudiera resistir un contraataque inevitable. Fue una decisión apoyada por los comandantes de las dos unidades de combate más experimentadas del ejército: los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios. Ahora más que nunca se sintió más profundamente la pérdida del ejército de Federico. Se realizó otra marcha sobre Jerusalén al año siguiente, pero, como antes, se detuvo en seco y los líderes decidieron una vez más que podrían, como en Acre, tomar la ciudad después de un largo asedio, pero casi con certeza no podrían evitar un contraataque de Saladino.
Mientras tanto, el líder musulmán decidió atacar Jaffa, que fue tomada en julio de 1192. Ricardo, que para entonces estaba en Acre, navegó y llegó a Jaffa el 1 de agosto, decidido a recuperar la ciudad. Liderando desde el frente, el “Corazón de León” logró su objetivo contra todo pronóstico, pero el panorama general no había cambiado mucho. Los musulmanes todavía controlaban Jerusalén y Saladino todavía tenía su ejército intacto. Fue una especie de punto muerto y, en cualquier caso, como con Felipe, los asuntos domésticos en Inglaterra requerían el pronto regreso de Ricardo a casa para salvaguardar su trono en octubre de 1192. El proyecto entero de la cruzada se acabó abandonando. Ningún ejército cruzado volvería a acercarse tanto a Jerusalén.
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Ricardo rescató lo que pudo después de tanto esfuerzo y negoció un acuerdo de paz con Saladino en Jaffa. La fortaleza de Ascalón, controlada por los cruzados, tuvo que ser abandonada y desmantelada, mientras que los cruzados conservarían una pequeña franja de tierra alrededor de Acre, y también se negoció el futuro tratamiento seguro de los peregrinos cristianos a Tierra Santa. No era exactamente lo que se esperaba al principio, pero siempre podría haber una Cuarta Cruzada en algún momento en el futuro. De hecho, Ricardo señaló que en cualquier campaña futura contra los árabes sería ventajoso atacar desde Egipto, el punto débil de su imperio. Fue precisamente este plan el que adoptaron los miembros de la cuarta cruzada (1202-1204), aunque nuevamente se vieron distraídos de su objetivo original, esta vez por la joya del Imperio bizantino: Constantinopla.
Soy un joven graduado de inglés y ruso. Me encanta la historia, el arte y la filosofía. A través de la traducción puedo ayudar a acceder al conocimiento para entender mejor el mundo y tomar buenas decisiones.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2018, agosto 27). Tercera cruzada [Third Crusade].
(L. M. C. González, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-17014/tercera-cruzada/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Tercera cruzada."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 27, 2018.
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Cartwright, Mark. "Tercera cruzada."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 27 ago 2018. Web. 20 nov 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 27 agosto 2018. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.