Reino de Jerusalén

Definición

Mark Cartwright
por , traducido por Luis Mario Caso González
Publicado el 02 octubre 2018
Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, francés, portugués
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Church of the Holy Sepulchre (by Ondřej Žváček, CC BY-SA)
Iglesia del Santo Sepulcro
Ondřej Žváček (CC BY-SA)

El Reino de Jerusalén fue un estado creado en 1099 por los cruzados y colonos occidentales al concluir la primera cruzada (1095-1102). Jerusalén fue la capital del reino, el más importante de los cuatro estados cruzados en el oriente medio, conocidos colectivamente como el Oriente latino o Outremer. A lo largo de dos siglos el reino prosperó mientras los colonos europeos se asentaron a lo largo de una estrecha franja de tierra a lo largo de la costa mediterránea oriental. Sin embargo, la amenaza de invasión y la desunión política ponían permanentemente en peligro la existencia del reino. Tras perder la ciudad de Jerusalén en 1187 la capital debió trasladarse a Acre y el reino entró en declive. Varias cruzadas no pudieron salvar el rein, y este fue finalmente abolido en 1291 y absorbido por el Imperio mameluco en 1291.

Fundación durante la primera cruzada

El papa Urbano II (pontífice de 1088-1099), tras un llamamiento del emperador bizantino Alejo I Comneno (que reinó de 1081-1118) convocó en noviembre de 1095 la primera cruzada de ejércitos occidentales para arrebatarles a los musulmanes el control de Jerusalén. Los turcos selyucidas del Sultanato de Rum se habían apoderado de varias regiones de Asia Menor antiguamente bajo control bizantino y, lo que era más importante para Occidente, en 1087 tomaron Jerusalén de manos de otros musulmanes. Los cruzados se hicieron con el control de las grandes ciudades de Nicea y Antioquia y, tras un breve asedio, también con la misma Jerusalén, el 15 de julio 1099. Esta brillante y exitosa campaña jamás se repetiría. La mayoría de los cruzados regresaron triunfantes a casa, pero algunos nobles y sus hombres decidieron iniciar una nueva vida en Tierra Santa. Este sería tan solo el primer capítulo de una historia de dos siglos de luchas contra diferentes estados musulmanes por conservar las tierras tan duramente ganadas. Las pobres relaciones establecidas con el Imperio bizantino fueron un obstáculo para los cristianos en el Oriente Medio, ya que los líderes occidentales sentían que Alejo no había hecho lo suficiente para ayudar a los cruzados. Para defender las conquistas de la primera cruzada se fundaron cuatro estados cruzados: el Reino de Jerusalén, el Condado de Edesa, el Condado de Trípoli y el Principado de Antioquía.

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Monarquía y gobierno

El Reino de Jerusalén era el más importante de los estados cruzados. Se extendía a lo largo de una estrecha franja de tierras costeras desde Jaffa en el sur hasta Beirut en el norte. Los señoríos de Acre, Tiro, Nablus, Sidón y Cesarea, entre otros, se hallaban bajo el control del reino. Además, también estaba Chipre, una útil base naval cristiana donde podían repostar los barcos. El rey de Jerusalén podía pedir asistencia militar a los otros estados cruzados, pero estos no estaban obligados a brindarla, y a menudo no lo hacían. Sin embargo, sí que contana con el apoyo de órdenes militares como los caballeros templarios y hospitalarios. Estos monjes soldados eran los mejores guerreros del Levante y se encargaban de custodiar fortalezas y caminos importantes. No obstante, las órdenes militares no le debían obediencia a nadie y en ocasiones actuaban en oposición a los planes del rey. La falta de unidad política entre los estados cruzados y la ausencia de una fuerza militar cohesionada sería un elemento clave de su derrota.

en teoría, LOS BARONES DEBíAN PRESTAR SERVICIO MILITAR AL REY A TRAVéS DE UNA CUOTA DE CABALLEROS, PERO EN LA PRáCTICA PODíAN NEGARSE.

Godofredo de Bouillón, quien había sido uno de los líderes principales durante el asedio a Jerusalén en la primera cruzada, se convirtió en el primer Rey de Jerusalén y recibió el mando de una guarnición de la ciudad de unos de 300 caballeros y 2.000 soldados de infantería. El normando Arnulfo de Chocques se convirtió en el Patriarca de Jerusalén. Aunque Godfredo era rey y por tanto jefe de la Corte Suprema y comandante en jefe del ejército, tanto él como sus sucesores tendrían que pelearse y discutir con los nobles constantemente. Estos barones eran grandes terratenientes que habían comandado a sus propios contingentes militares durante la cruzada y se habían hecho con lo que pudieron del territorio selyucida. En teoría, los barones debían prestar servicio militar al rey a través de una cuota de caballeros, pero en la práctica podían negarse si consideraban que el rey había roto el juramento de respetar su independencia.

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The First Three Crusades and the 12th-Century Latin East (Outremer)
Las primeras tres cruzadas y el Oriente latino del siglo XII (Outremer)
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

Tras la fundación del reino, transcurrirían dos siglos de complejos matrimonios políticos entre familias nobles, regentes en el trono, usurpadores, cuatro guerras civiles e interminables disputas por la sucesión, exactamente igual que cualquier otro estado europeo medieval. Aun así, el rey de Jerusalén se mantuvo como el puesto más prestigioso en el Oriente latino y si él (y en una ocasión, ella) era un gobernante razonablemente capaz y no sufría ningún desastre militar, podía esperar reinar sin oposición. También podía ganarse el favor otorgando tierras y títulos, especialmente aquellos que había adquirido mediante su derecho sobre las posesiones de los nobles que morían sin descendencia. Además, podía distribuir las tierras de modo que alejase a los nobles problemáticos de la corte o alejase a los vecinos que simpatizasen entre ellos. A pesar de todo, consultaba a los nobles en lo relativo a sus políticas. Los grandes terratenientes, junto con los líderes clericales y los representantes de las órdenes militares, acudían regularmente a un foro de discusión, un parlamento, donde se ventilaban las opiniones y se tomaban decisiones acerca de los impuestos y las relaciones internacionales.

Población e integración

Los cruzados habían llegado de toda Europa, aunque la mayoría provenían de Francia (Normandía, Lorena, Languedoc) y Flandes. Entre ellos, además de los nobles y los caballeros, también había trabajadores más humildes como herreros, constructores, panaderos y carniceros. Los colonos occidentales eran conocidos colectivamente en la región como "francos". Vivían en ciudades y pueblos previamente establecidos y se construyeron muchas aldeas nuevas, especialmente donde se había otorgado tierras a los colonos como incentivo para quedarse. En estas aldeas se construyeron viviendas, iglesias, monasterios, conventos y cementerios. La capital era la ciudad más grande del reino con una población de cerca de 20.000 habitantes en la fecha de la fundación del reino. Esta cifra creció hasta alcanzar los 30.000 a finales del siglo XII. El proyecto arquitectónico quizá más relevante y de mayor duración de la capital fue la nueva Iglesia del Santo Sepulcro, completada en 1149. La iglesia reemplazó a una versión previa más pequeña sita en el lugar donde se cuenta que Jesucristo fue crucificado y luego sepultado.

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LA MAYORíA DE LAS CIUDADES DEL REINO PROSPERARON GRACIAS A UN COMERCIO ROBUSTO A PESAR DEL ESTADO DE GUERRA casi PERMANENTE ENTRE CRISTIANOS Y MUSULMANES.

Mientras el reino se establecía, se cometieron masacres contra la población local. No obstante, los occidentales rápidamente entendieron que para retener sus conquistas debían contar con el apoyo de la increíblemente diversa población autóctona. En consecuencia, creció la tolerancia de las religiones no cristianas, si bien es cierto que había ciertas restricciones y contaban con un estatus jurídico inferior al de los cristianos católicos. Por ejemplo, los judíos y los musulmanes podían visitar Jerusalén, pero no podían vivir allí, aunque en el Oriente latino nunca se produjeron pogromos contra los judíos como los hubo en Europa en aquel momento. Había muchos cristianos orientales en el reino, especialmente armenios, pero había muchos más musulmanes en una proporción quizás de 5 a 1. La población local había vivido según un sistema feudal durante el dominio los selyúcidas, y ese sistema se mantuvo a la llegada de los colonos occidentales, quienes, junto con sus familias tan solo contaban unos pocos miles.

Como la mayoría de los cruzados procedía de Francia, el idioma oficial del reino era langue d'oeil, que por entonces hablaban los normandos del norte de Francia. Las barreras lingüísticas y religiosas, así como aquellas que separaban a gobernantes y gobernados, hicieron que la integración cultural entre los grupos fuese mínima; más bien, el contacto se limitaba a asuntos legales, económicos y administrativos. Si hubo alguna integración cultural, se sintió más del lado de los francos, quienes adoptaron vestimentas, prácticas culinarias y de higiene más adecuadas al clima de Oriente Medio. Además, patrocinaron a muchos artistas y arquitectos locales. La mayoría de las ciudades del reino conservaron su carácter cosmopolita gracias a un comercio robusto independiente de la política o la raza a pesar del estado de guerra casi permanente entre cristianos y musulmanes.

Golgotha Crucifix, Jerusalem
Crucifijo del Gólgota, Jerusalén
Markus Bollen (Public Domain)

Los francos eran pocos y, como resultado, su influencia sobre las áreas rurales de los estados cruzados fue mínima. De hecho, las fronteras del Reino de Jerusalén no estaban bien definidas, especialmente entre el reino y los territorios alrededor de Damasco. Cada ciudad intentaba, con éxito mayor o menor éxito, imponer su dominio sobre las tierras circundantes mediante el control de las fortificaciones aledañas. La política regional de los diversos estados musulmanes y las ciudades semiindependientes contribuyeron a la inestabilidad; Damasco, en particular, deseaba permanecer independiente de la dinastía ayyubí egipcia (1171-1260) y, en ocasiones, acordaba treguas y alianzas con el Reino de Jerusalén.

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El nuevo reino atrajo a un flujo pequeño pero constante de colonos de occidente, alentados por la entrega de tierras siempre que el 10% de su producción se pagara al señor local. Los francos les permitieron a los agricultores que ya estaban establecidos mantener sus tierras, pero tenían que contribuir con hasta un tercio de su producción (o la mitad en el caso de las aceitunas y el vino) a sus nuevos señores francos. También llegaron comerciantes, en particular de las ciudades italianas de Venecia, Génova y Pisa, aunque las altas tasas de mortalidad, especialmente entre los niños, impidieron un crecimiento significativo de la población cristiana local. También había muchos peregrinos que pagaban impuestos por el privilegio de visitar la ciudad santa y compraban recuerdos como hojas de palma y guías de los lugares sagrados. Algunos peregrinos también sirvieron temporalmente en el ejército que protegía la capital. Aun así, la situación era que los estados cruzados seguían dependiendo del apoyo occidental, ya fuera en tropas, dinero o armas. Por tanto, los estados cruzados no eran colonias en el sentido moderno del término, donde se explotaban tierras lejanas para obtener recursos en beneficio de la patria. Tampoco hubo una migración a gran escala hacia los nuevos territorios, otro rasgo típico de la colonización. Más bien, los estados se beneficiaron de una afluencia irregular de colonos y soldados occidentales que participaban en las cruzadas y luego regresaban a casa, del mismo modo que los peregrinos cristianos de la época.

Economía

Las llanuras costeras del Reino de Jerusalén eran una gran fuente de riqueza por su particular fertilidad. Los acueductos y canales de riego romanos que aún estaban en uso y los nuevos construidos por los francos aumentaban su productividad. La caña de azúcar era una gran fuente de ingresos; de hecho, la mayor parte del azúcar que se consumía en Europa en los siglos XII y XIII provenía de los estados cruzados. Otros cultivos incluían trigo, mijo, cebada, frutas, aceite de oliva, vino y algodón. Igualmente se exportaban tejidos, especialmente seda y lino. El comercio que fluía de oriente a occidente como especias, tintes, madera, marfil, metales y productos manufacturados, era una lucrativa fuente de ingresos ya que se imponían aranceles del 4 al 25% del valor o volumen de los bienes. Acre, por ejemplo, había reemplazado a Alejandría como el puerto comercial más importante del Mediterráneo oriental y acogía a comerciantes de Bizancio, el norte de África y Arabia. Aunque el reino tenía una pequeña flota propia, los barcos generalmente se alquilaban según se necesitasen desde Sicilia, el Imperio bizantino y las ciudades italianas de Venecia, Pisa y Génova. Las personas también estaban sujetas a impuestos, más aún en tiempos de guerra cuando había que reclutar soldados. El reino acuñó sus propias monedas de oro y plata, pero por lo general le faltaba efectivo a pesar de los beneficios de la agricultura y el comercio, en gran parte debido al enorme gasto de construir fortificaciones, castillos y mantener un ejército bien equipado, además de soportar pérdidas en territorios y bienes debido a la guerra con sus vecinos musulmanes.

Latin Surrender to Saladin, 1187 CE
Rendición latina ante Saladino, 1187 d.C.
Said Tahsine (Public Domain)

La segunda cruzada

En el transcurso de los siglos XII y XIII los líderes occidentales lanzarían más cruzadas para defender los intereses del Oriente latino. La segunda cruzada (1147-1149) se lanzó para recuperar Edesa en la Alta Mesopotamia que había caído en 1144 ante Zangi (que reinó de1127-1146), el gobernante musulmán independiente de Mosul (en Irak) y Alepo (en Siria). La cruzada fue un completo fracaso y el sucesor de Zangi, Nur ad-Din (a veces también llamado Nur al-Din, que reinó de 1146-1174), capturó Antioquía en 1149 y luego eliminó el estado latino de Edesa. Era un presagio ominoso de lo que le esperaba a Jerusalén.

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La tercera cruzada

Saladino, el sultán de Egipto y Siria (que reinó de 1174-1193), fue el siguiente gran enemigo de los estados cruzados. Infligió una grave derrota al ejército del Reino de Jerusalén en la Batalla de Hattin en julio de 1187 y poco después tomó Jerusalén en septiembre, que había quedado indefensa. Este desastre hizo que el Papa Gregorio VIII (pontífice en 1187) lanzara la tercera cruzada (1189-1192). Le fue un poco mejor que a la cruzada anterior: Acre fue capturada en 1191 pero, al carecer de recursos suficientes para capturarla y conservarla, Jerusalén permaneció en manos musulmanas. Acre se convirtió así en la nueva capital del Reino de Jerusalén y de todo el Oriente latino.

La sexta cruzada

Cuando la cuarta cruzada (1202-1204) atacó Constantinopla en lugar del mundo musulmán, y la quinta cruzada (1217-1221) acabó desastrosamente en el Nilo, parecía que los cristianos nunca volverían a gobernar Jerusalén. Sin embargo, la esperanza es lo último que se pierde y, contra todo pronóstico, la ciudad volvió a manos cristianas entre 1229 y 1243, esta vez gracias a la diplomacia, no a la guerra. La sexta cruzada (1228-1229), dirigida por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II (que reinó de 1220-1250) negoció con el sultán ayyubí de Egipto y Siria, al-Kamil (que reinó de 1218-1238), la entrega de la Ciudad Santa en 1229. En ese momento, Al-Kamil estaba teniendo problemas internos en Damasco además de tener que enfrentarse a una amenaza en sus territorios del norte de Irak, por lo que la concesión de Jerusalén le evitó una guerra costosa por un objetivo de poco valor económico o militar. Según el acuerdo, los musulmanes debían abandonar Jerusalén, pero podían visitar libremente sus propios lugares sagrados en peregrinación.

Frederick II & Al-Kamil
Federico II y Al-Kamil
Unknown Artist (Public Domain)

Destrucción

A pesar de la recuperación de Jerusalén, Acre siguió siendo la capital del Reino de Jerusalén, lo que demostraría ser una sabia decisión dado que la Ciudad Santa pronto se perdería una vez más. Esta vez fueron los aliados de la dinastía ayyubí, los nómadas corasmios (kwarismianos) quienes la conquistaron el 23 de agosto de 1244. El control ayubí de Oriente Medio se fortaleció enormemente cuando un gran ejército latino y sus aliados musulmanes de Damasco y Homs fueron derrotados en la batalla de La Forbie (Harbiya) en Gaza el 17 de octubre de 1244. Más de 1.000 caballeros murieron en la batalla, un desastre del que los estados cruzados nunca se llegaron a recuperar. Se lanzó una séptima cruzada (1248-1254), pero al igual que la quinta cruzada, se atascó en Egipto y terminó en un fracaso. Su líder, Luis IX de Francia (que reinó de 1226-1270) se quedó en el Medio Oriente y ayudó a fortificar algunas de las ciudades del Reino de Jerusalén, en particular Sidón, Jaffa y Cesarea. Una gran cruzada final, la octava cruzada (1270), nuevamente dirigida por Luis IX y nuevamente contra los ayyubíes en Egipto, fue otro fracaso, y esta vez fue la última.

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Entre estas dos últimas cruzadas, una nueva amenaza había aparecido en la región: el Imperio mongol. Los mongoles avanzaron implacablemente hacia el oeste e hicieron incursiones en Ascalón y Jerusalén, establecieron una guarnición en Gaza y poco después atacaron Sidón en agosto de 1260. Mientras tanto, los mamelucos de Egipto (1250-1517) habían tomado el relevo de los ayyubíes. Su líder fue el brillante general Baibars (que reinó de 1260-1277) que logró hacer retroceder a los mongoles hasta el río Éufrates y apoderarse de gran parte del este latino, de modo que solo quedaron dos focos cristianos alrededor de Acre y Antioquía. Luego, la poderosa Antioquía cayó en 1268 y Acre en 1291; el Reino de Jerusalén y el Oriente latino ya solo existían en el refugio de Chipre y los cristianos perdieron definitivamente la Tierra Santa.

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Sobre el traductor

Luis Mario Caso González
Soy un joven graduado de inglés y ruso. Me encanta la historia, el arte y la filosofía. A través de la traducción puedo ayudar a acceder al conocimiento para entender mejor el mundo y tomar buenas decisiones.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2018, octubre 02). Reino de Jerusalén [Kingdom of Jerusalem]. (L. M. C. González, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-17229/reino-de-jerusalen/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Reino de Jerusalén." Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 02, 2018. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-17229/reino-de-jerusalen/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Reino de Jerusalén." Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 oct 2018. Web. 20 nov 2024.

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