La Cruzada alemana, 1197-1198

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Mark Cartwright
por , traducido por Miriam López
Publicado el 21 septiembre 2018
Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, francés, portugués, turco
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Holy Roman Emperor Henry VI (by Unknown Artist, Public Domain)
Emperador sacro romano Enrique VI
Unknown Artist (Public Domain)

El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Enrique VI (reinó entre 1191-1197) dirigió la Cruzada alemana de 1197, también llamada la "Cruzada del Emperador". Aunque Enrique VI murió en su camino hacia el este, su ejército arrebató Beirut a las tropas de la dinastía ayubí. Al enterarse de la muerte de Enrique en Sicilia, los cruzados abandonaron el asedio de Torón y, al igual que en la Tercera Cruzada (1189-1192), supuso una de esas situaciones de lo que podría haber pasado si un emperador romano hubiera dirigido la campaña en persona.

Enrique VI

Enrique VI de Hohenstaufen tenía un excelente pedigrí de caballero cruzado: su padre era Federico I Barbarroja (reinó entre 1155-1190), que había tomado la cruz y reunido un enorme ejército como parte de la Tercera Cruzada. Desafortunadamente, Federico murió de camino a Tierra Santa en algún lugar del sur de Cilicia. En ese momento, la mayoría de los alemanes abandonaron la Cruzada, que, a pesar de contar con las habilidades y los ejércitos de Ricardo I de Inglaterra (reinó entre 1189-1199) y Felipe II de Francia (reinó entre 1180-1223), no consiguió recuperar Jerusalén de manos de Saladino, sultán de Egipto y Siria (reinó entre 1174-1193). Tras la muerte de Saladino en 1193, la dinastía ayubí que fundó continuó gobernando la mayor parte de Levante, pero hubo serias disputas sobre la sucesión y cuál de sus herederos debía gobernar. Tres de sus hijos gobernaron Egipto, Damasco y Alepo y compitieron, sin éxito, con el hermano de Saladino, Saif al-Adin, por la supremacía. Era una rivalidad que distraía y que podía ayudar a las ambiciones de los cruzados en la región.

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En la Pascua de 1195, Enrique VI "tomó la cruz" y juró emprender una cruzada en Tierra Santa para recuperar el control cristiano. En realidad, el emperador estaba menos preocupado por la reconquista de Jerusalén que por enfrentarse al Imperio Bizantino. La cruzada de Enrique VI fue, en efecto, una maniobra militar calculada para extorsionar al emperador bizantino Alejo III (reinó 1195-1203) una enorme suma de dinero para mantener su trono. Sin duda, Alejo vio la amenaza como real e impuso un impuesto a su pueblo en 1197, conocido amargamente como el impuesto Alamanikon o "alemán", para recaudar los fondos necesarios y así pagar al emperador del Sacro Imperio.

Enrique VI vislumbró la creación de un imperio Hohenstaufen que se expandiera por el Mediterráneo.

Otro acontecimiento que ayudó a Enrique en sus ambiciones orientales fue la adquisición de Chipre, entregada como parte del cuantioso rescate que le pagaron por liberar a Ricardo I, a quien Enrique había apresado desde 1192 hasta 1194 bajo la falsa acusación de estar implicado en el asesinato de Conrado de Montferrato, rey de Jerusalén, que había muerto misteriosamente unos días antes de su coronación en abril de 1192. Muchos señalaron a Ricardo, incluido el emperador del Sacro Imperio. Chipre resultaría ser una valiosa etapa para muchas futuras cruzadas. Enrique ya tenía el control de Sicilia (su esposa Constanza era la heredera) por lo que con algunas adquisiciones más en el Levante y el sometimiento financiero de los bizantinos, Enrique pudo vislumbrar la creación de un imperio Hohenstaufen que se expandiera por el Mediterráneo.

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El Levante

En diciembre de 1195, con el apoyo del Papa Celestino III (papado entre 1191-1198), Enrique en persona repartió cruces a los nuevos cruzados en la catedral de Worms. Poco a poco, mientras los predicadores recorrían Alemania, Inglaterra y Francia en busca de reclutas, el emperador reunió un ejército para su cruzada, aunque la mayoría de los guerreros procedían de tierras alemanas. Entre los nobles importantes que se unieron a la aventura estaban el duque Enrique de Brabante, el conde Enrique del Palatinado del Rin, el duque Federico de Austria, el duque de Dalmacia y el duque de Carintia.

Map of The Latin East, 1190 CE
Mapa del Oriente Latino, 1190
Mapmaster (CC BY-SA)

La salida se fijó para el día Navidad de 1196. los cruzados partieron de la costa del Mar del Norte y se detuvieron en Portugal, como era habitual en la época. La flota, que transportaba unos 4.000 caballeros y 12.000 infantes, volvió a reunirse en Bari, en el sur de Italia, en el verano de 1197. El 22 de septiembre, la fuerza alemana llegó a Acre, en Tierra Santa, y resultó un momento de lo más oportuno ya que los estados cruzados, o el Oriente latino, como se les conocía colectivamente, se enfrentaban a dos crisis.

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La primera crisis fue la inesperada muerte, 12 días antes de la llegada de los alemanes, de Enrique II, conde de Champaña, rey de Jerusalén (entre 1192-1197), quien, mientras pasaba revista a las tropas en Acre, se había precipitado desde una ventana en circunstancias extrañas, al ser arrastrado por un enano artista que se había caído por accidente (o viceversa, según la versión de la historia). El rey murió por las heridas, la mayoría causadas por la caída del enano sobre él, lo cual dejó temporalmente al oriente latino sin un líder. En teoría la reina Isabel, viuda de Enrique II, seguía en el trono, pero sus vástagos no eran mayores de edad y además eran todas niñas. Así que el lugarteniente de Enrique VI, Conrado de Maguncia, se puso inmediatamente al frente de loz cruzados que presionaron para que se celebrara un nuevo matrimonio por conveniencia política y estratégica. Su elección fue Aimery de Chipre (también conocido como Amalric), y el matrimonio unificaría así los dos reinos de Chipre y Jerusalén. Además, como Enrique VI había dado a Aimery su trono en Chipre, el emperador tendría a su protegido como el gobernante más importante del oriente latino. Así fue, y la boda entre Isabel y Aimery tuvo lugar en enero de 1198.

La historia se repitió de forma extraordinaria y trágica al morir en la cruzada ambos emperadores, padre e hijo.

La segunda crisis fue el fin de la tregua acordada con la dinastía ayubí. Al-Adin ya había superado a su sobrino en Damasco y tuvo tiempo de repeler a un primer grupo de cruzados que había hecho una incursión en Galilea. Al-Adin fue entonces a sitiar Jaffa, que cayó a los pocos días. La guerra entre cristianos y musulmanes había comenzado de nuevo.

Abandono

El ejército principal de los cruzados no perdió el tiempo y, tras hacerse con el control de Sidón, actualmente en ruinas, llevó a cabo con éxito un rápido asedio a la importante sede musulmana de Beirut, dejando a Jaffa a su suerte por el momento. El siguiente objetivo, el 28 de noviembre de 1197, fue la ciudad de Toron, que resultó ser un hueso más duro de roer que Beirut, y los cruzados se vieron obligados a acampar para iniciar un auténtico asedio. Fue entonces cuando la Cruzada recibió un duro golpe cuando finalmente llegaron noticias de Sicilia: el 28 de septiembre de 1197 Enrique VI, que nunca gozó de una salud física muy robusta, había muerto de malaria en Mesina. La historía se repetía de forma extraordinaria y trágica al morir en la Cruzada ambos emperadores, padre e hijo, antes de llegar a Tierra Santa.

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Sin su líder y preocupados por lo que podría ocurrir ahora en Europa y por una sucesión disputada (el heredero de Enrique era su hijo Federico, de tres años de edad), los cruzados abandonaron su asedio a Toron el 2 de febrero de 1198. La mayor parte del ejército alemán volvió a casa. Aimery y al-Adil llegaron a un acuerdo de tregua durante 5 años y 8 meses, desde julio de 1198 hasta 1204. Según los términos del acuerdo, los cristianos conservarían Beirut y los musulmanes Jaffa.

Alejo III debió de alegrarse enormemente al enterarse de la muerte de Enrique y encontrarse con una conveniente reserva de dinero que no tendría que entregar sino que podía guardar para algún otro fin útil. Los estados latinos se sintieron decepcionados por otra oportunidad perdida de reforzar su dominio sobre las zonas costeras de Palestina y Siria, pero al menos quedaba la esperanza de una nueva cruzada. Otro aspecto positivo para los cristianos era que la orden militar de los Caballeros Teutónicos había sido oficialmente establecida y reconocida por el Papa. La orden, al igual que los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios, reforzaría el número de caballeros profesionales disponibles para la defensa del Oriente Latino. De hecho, el nuevo Papa, Inocencio III (papado entre 1198-1216), convocó la Cuarta Cruzada (1202-1204) pero, desviada por las ambiciones comerciales venecianas, esa Cruzada acabaría atacando Constantinopla con lo que solo una fuerza simbólica e ineficaz de caballeros occidentales llegaría a Oriente Medio.

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Sobre el traductor

Miriam López
I'm a translator and interpreter in an ever-changing world. I love languages and getting to know other cultures. Travelling has become the nearest way to learn from each other these days.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2018, septiembre 21). La Cruzada alemana, 1197-1198 [German Crusade 1197-8 CE]. (M. López, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-17394/la-cruzada-alemana-1197-1198/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "La Cruzada alemana, 1197-1198." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. Última modificación septiembre 21, 2018. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-17394/la-cruzada-alemana-1197-1198/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "La Cruzada alemana, 1197-1198." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 21 sep 2018. Web. 23 dic 2024.

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