
Los siervos medievales eran trabajadores no libres que trabajaban la tierra de un terrateniente a cambio de protección física y legal y el derecho a trabajar una parcela de tierra aparte para cubrir sus necesidades básicas. Los siervos conformaban hasta el 75% de la población medieval pero no eran esclavos y solo se podía comprar su trabajo, no su persona.
Puede que los siervos no fueran esclavos, pero estaban sujetos a ciertas tasas y restricciones de movimiento que variaban según las costumbres locales. El centro de la vida de una comunidad rural medieval, y la razón de la existencia de un siervo, era la mansión o el castillo, la residencia privada del dueño de las tierras y el lugar donde se reunía la comunidad para lidiar con asuntos legales y administrativos. La relación entre el campesinado y estas mansiones y sus señores se conoce como señorío. La servidumbre entró en declive para el siglo XIV gracias a cambios socioeconómicos, especialmente el uso más amplio de la moneda, con la que se podía pagar a los siervos, permitiéndoles la posibilidad de comprar su propia libertad con el tiempo.
Origen
La idea de gentes de niveles sociales diferentes viviendo juntas en un mismo terreno por el beneficio común se remonta a la época romana, cuando las villas del campo producían comida en las tierras que las rodeaban. A medida que el Imperio romano entró en declive y las invasiones e incursiones extranjeras se hicieron más comunes, la seguridad que brindaba vivir juntos en un lugar protegido tenía ciertas ventajas importantes. Un señor le daba el derecho a vivir y trabajar en sus tierras al campesinado a cambio de su trabajo. Los campesino podían ser libres o no, y esta segunda categoría se conocía como siervo o villano (referido sencillamente al habitante de una villa, sin la connotación negativa que tiene hoy en día). La servidumbre evolucionó en parte a partir del sistema de esclavos del antiguo Imperio romano. Sin demasiadas propiedades a su nombre, los siervos renunciaban a su libertad de movimiento y su trabajo a cambio de beneficios como vivir en las tierras del señor.
Además de aquellos que habían nacido en la servidumbre, muchos trabajadores libres se convertían en siervos porque sus propias parcelas pequeñas no llegaban realmente a cubrir sus necesidades. En tales circunstancias como una enfermedad prolongada o una mala cosecha, muchos hombres libres se convertían en siervos para poder sobrevivir, una bajada de nivel atestiguado a menudo en el Libro de Domesday de 1087, un registro de terratenientes y trabajadores de la Inglaterra normanda.
Señoríos
Algunas tierras rurales no abarcaban nada más que unos pocos cientos de acres, que era básicamente la tierra suficiente para cubrir las necesidades de los que vivían en ellas. La unidad de tierra más pequeña era el señorío. Los señoríos podían pertenecer al monarca, a los aristócratas o a la Iglesia, y los más pudientes podían tener varios cientos señoríos, conocidos en conjunto como "honor". La mayoría de los señoríos eran como pueblos pequeños, porque creaban comunidades independientes y autosuficientes. Aparte del señorío y/o el castillo, en las tierras también había casas sencillas para los trabajadores, y puede que también hubiera un río pequeño o arroyo, una iglesia, un molino, graneros y zonas boscosas. Las tierras del señorío se dividían en dos partes principales. La primera era el dominio, reservado para la explotación exclusiva del terrateniente. Lo normal era que el dominio abarcara un 35-40% del total de las tierras. La segunda parte era la tierra en la que vivían los trabajadores, y también donde estaban las parcelas que usaban para cubrir sus necesidades cotidianas (tenencias), normalmente alrededor de 12 acres (5 hectáreas) por familia. Los siervos labraban tanto la tierra reservada para su uso propio como la del dominio.
Derechos y obligaciones
La labor más importante de los siervos era trabajar en los dominios de su señor dos o tres días a la semana, y más durante las épocas más laboriosas, tales como las cosechas. Toda la comida producida en esas tierras iba a parar al señor. A veces era posible que un siervo enviara a un miembro de la familia (siempre y cuando fuera capaz físicamente) a trabajar la tierra del dominio en su lugar. Los demás días de la semana, los siervos podían trabajar la tierra que les habían dado para cubrir las necesidades de su propia familia. A menudo los siervos no tenían el derecho legal a salir del señorío en el que trabajaban, pero lo bueno era que tenían el derecho a vivir en él, lo que les proporcionaba protección física y sustento.
Un siervo heredaba el estatus de sus padres, aunque en el caso de un matrimonio mixto (entre trabajadores libres y no libres), los descendientes normalmente heredaban el estatus de su padre si eran legítimos, o el de su madre si eran ilegítimos. En Inglaterra y Normandía, el hijo mayor heredaba la tierra en la que trabajaban sus padres siervos, mientras que las hijas solo heredaban si no tenían hermanos. Las viudas normalmente heredaban un tercio de las tierras de su difunto esposo. Por el contrario, en el centro y el sur de Francia, en Alemania y Escandinavia, la herencia era equitativa entre hijos e hijas de los siervos.
Un terrateniente podía vender a uno de sus siervos, pero el derecho de venta era por el trabajo, no por la posesión directa de la persona como esclava. En teoría, la propiedad personal del siervo le pertenecía al terrateniente, pero no es probable que se ejerciera ese derecho o que tuviera ninguna relevancia en la práctica.
Aparte del pago al señor por un porcentaje regular de la comida producida en su propia tierra, los campesinos tenían que pagarle un diezmo a la parroquia local, es decir, una décima parte de su cosecha. Esto se usaba para la manutención del sacerdote y la iglesia y para proporcionar un pequeño fondo de bienestar a los pobres. Además de estos dos elevados costes, un siervo estaba obligado a pagar multas y otras tarifas habituales al señor, tales como cuando se casaba la hija mayor del señor, o cuando se moría un siervo y su heredero tenía que pagar el impuesto de sucesiones. Durante la mayor parte de la Edad Media, las multas se pagaban en especie; por ejemplo, con el mejor animal que tuviera el siervo. Para garantizar generaciones futuras de siervos de un terrateniente existían costumbres como multar el matrimonio de la hija de un siervo con una persona ajena a las propiedades.
A menudo los siervos que nacían en una familia grande no recibían tierras propias, así que se veían obligados a seguir viviendo en la casa de sus padres, casarse con otro siervo con tierras o vivir en la casa de otro campesino y ofrecer sus servicios a modo de renta. Otras opciones eran negociar una nueva parcela de tierra con el señor, trabajar para un clérigo local o probar suerte en un pueblo o ciudad donde podría trabajar para un comerciante como por ejemplo un molinero o un herrero.
Como las costumbres variaban de una propiedad a otra y a lo largo del tiempo, había algunos trabajadores que ocupaban una zona intermedia de estatus entre libre y no libre. Una de estas categorías era la del siervo ministerial en algunas partes de Francia, Alemania y los Países Bajos. Estos siervos, que en términos legales seguían siendo no libres, en la práctica tenían más libertad de movimiento y podían tener propiedades y tierras porque eran hijos de siervos que habían servido a un señor como administradores o en algún puesto militar.
Vida diaria
Una descripción de las costumbres de la hacienda de Richard East en Inglaterra en 1298 recoge las siguientes tareas diarias que se esperaban de un siervo:
Arará y rastrará un cuarto de acre por cuenta propia. Y a lo largo del año trabajará cada segundo día, ya sea llevando o segando o cosechando o trasportando, o haciendo cualquier otro trabajo que le ordene su señor o su alguacil, excepto los sábados y las fiestas religiosas importantes. Y en época de cosecha encontrará dos hombres para cosechar durante dos días para el acostumbrado trabajo extra por cuenta propia; es decir, dos hombres cada día. Y al final de la época cosechará con un hombre durante todo el día por cuenta propia.
(citado en Sigman, 85)
El señor no era completamente despiadado y tenía una o dos obligaciones mínimas que cumplir:
Todos los villanos antes mencionados al final del transporte tendrán seis peniques para cerveza y una hogaza de pan cada uno. Y él [el señor] deberá proveer tres fanegas de trigo para hacer ese pan. Y cada uno de los cosechadores antes mencionados tendrá un pequeño hatillo de heno cada noche, todo lo que pueda segar con su guadaña.
(íbidem)
Los hombres realizaban el trabajo agrícola duro que se ha descrito mientras que las mujeres también hacían los trabajos menos pesados de la granja y ayudaban en la cosecha. A lo largo del año las mujeres tenían sus propias tareas tradicionales, como ordeñar, hacer mantequilla y queso, elaborar cerveza (con grano malteado), cocer pan, ocuparse de los árboles frutales, cocinar en general, trabajar la lana y hacer tela de lino y lana, cuidar de las aves de corral, limpiar la casa y (probablemente) cuidar de los hijos.
Una evaluación fiscal compuesta en 1304 para un tal Richar Bovechurch de Cuxham en Inglaterra nos da una idea de la riqueza media que podía tener un siervo, con el valor de cada artículo en chelines (s) y peniques (d). Cada chelín eran 12 peniques.
- 1 caballo: 2s
- 1 vaca: 4s
- 1 lechón: 6d
- 3 gallinas: 3d
- 1 fanega de judías (frijoles): 3d
- 2 acres sembrados de grano: 4s
- 2 acres sembrados de verduras: 2s
- 1 casa: 18d
- 1 cacerola de latón: 12d
- 1 cazuela: 3d
- 1 carro: 8d
Los siervos normalmente vivían en un edificio modesto de un piso construido con materiales baratos y fáciles de encontrar, tales como barro y madera para las paredes y paja para el tejado. En ella vivía una unidad familiar pequeña: los ancianos jubilados normalmente tenían su propia casa. Un gato y un perro, mejor recibidos que los suegros, solían ser útiles: el primero para reducir el número de ratas en el granero y el segundo para pastorear. Normalmente había un hogar en el centro de la casa que, aparte de echar mucho humo, proporcionaba calor y luz, al igual que las velas. Las ventanas de estas casas sencillas no tenían cristales, pero por la noche se cerraban con contraventanas de madera, y las camas estaban hechas de paja con mantas de lana. Los animales de granja se guardaban en un edificio diferente o adosado, mientras que una familia de siervos algo más pudiente puede que también tuviera un edificio para elaborar cerveza y un horno. El retrete normalmente no era más que un agujero sobre una fosa séptica, a veces dentro de una caseta por privacidad, pero no siempre. Estas construcciones domésticas se solían organizar en torno a un patio para protegerlo del viento.
Comida y ocio
La comida típica de los campesinos consistía en pan rústico de trigo y centeno o cebada y centeno; gachas de cebada o centeno; y sopa espesa hecha de cualquiera de los siguientes ingredientes: cereales, guisantes (arvejas), berza, puerros, espinacas, cebollas, alubias (frijoles), perejil y ajo. Los campesinos más pudientes tenían leche, queso y huevos, y la carne era otro lujo ya que los animales de granja valían mucho más vivos. La más común era el cerdo salado o el tocino (panceta, tocineta). También había pescado seco y salado, y anguilas, por un precio más elevado. Entre la fruta que se comía, normalmente cocinada, había manzanas, peras y cerezas, y también recolectaban bayas y frutos secos. Las bebidas principales eran cerveza suave o agua con miel. Pocos campesinos habrían tenido acceso a toda la comida mencionada y la mayoría tenía una dieta pobre en grasas, proteínas, calcio y vitaminas A, C y D.
Un siervo disfrutaba de tiempo libre los domingos y los días de fiesta y los pasatiempos más comunes eran beber cerveza, cantar y bailar en grupo al son de gaitas, flautas y tambores. También hacían juegos como los dados, juegos de mesa y deportes como el hockey y el fútbol medieval en el que el objetivo era mover la pelota hasta una meta establecida sin seguir muchas reglas, si es que había alguna. Los siervos tenían un día al año en el que vivían un poco mejor cuando la tradición era invitarlos a la casa del señor en Navidad para comer. Por desgracia, tenían que llevar sus propios platos y leña y, por supuesto, eran ellos los que habían producido toda la comida; pero sí que recibían cerveza y al menos era una oportunidad para ver como vivía la clase superior y descansar por un tiempo de la monotonía de un invierno rural.
Los tribunales del señorío
La mansión tenía su propia corte, o tribunales, gobernada por el señor o su administrador que se celebraba varias veces al año. En Inglaterra, se celebraba en el gran salón de un castillo o mansión y se conocía como hallmote o halimote. En esta corte se dirimían disputas entre miembros de la hacienda, como por ejemplo quién tenía derecho a usar ciertas áreas específicas de tierra, como bosques o turberas, aunque no se trataban las disputas entre el señor y un campesino. También se discutían las multas impuestas a los trabajadores o cualquier asunto criminal. Los crímenes serios como el asesinato, la violación o un incendio provocado se juzgaban en los tribunales de la Corona. Puede que el hallmote estuviera predispuesto a favor del terrateniente, pero este normalmente estaba sujeto a las costumbres establecidas por sus predecesores y la decisión final de la corte estaba en manos de un jurado, un panel de gente local elegida que normalmente eran otros trabajadores de la hacienda. Este panel, que normalmente constaba de 12 hombres, había evolucionado del jurado original de principios de la Edad Media que se refería a los hombres que llamaba el acusado como testigos de carácter. También había juzgados superiores a los que recurrir y los registros muestran que el campesinado, en conjunto, podía presentar casos contra el terrateniente.
Declive de la servidumbre
La institución de la servidumbre se fue debilitando poco a poco a causa de varios desarrollos en la Baja Edad Media. Los declives repentinos de población causados por guerras y plagas, especialmente la peste negra (que alcanzó su punto álgido entre 1347-1352), hicieron que hubiera pocos trabajadores y, por tanto, que resultaran caros. Otra tendencia consistió en que los trabajadores libres se marcharan del campo y buscaran fortuna en los crecientes pueblos y ciudades. Los siervos escapados también podían probar suerte, e incluso existía la costumbre de que si un siervo vivía un año y un día en un pueblo o ciudad, conseguía la libertad. A falta de mano de obra suficiente, muchas haciendas se acabaron abandonando. La situación les dio a los siervos la ventaja para poder negociar unas condiciones mejores e incluso recibir un pago por su trabajo. El aumento del uso de la moneda en la sociedad medieval ayudó a que esto fuera posible y que mereciera la pena. Con el dinero ahorrado, los siervos podían pagarles a sus señores en vez de trabajar en algunos casos o pagar una cantidad para poder librarse de parte del trabajo que se esperaba que hicieran, o incluso podían comprar su libertad.
Los siervos aumentaron su poder político al actuar de manera colectiva en las comunidades, que empezaron a celebrar sus propias cortes y que actuaban como contrapartida de las de la nobleza terrateniente. Por último, hubo algunas revueltas serias del campesinado contra sus señores: los años 1227 en el norte de los Países Bajos, 1230 en el bajo Weser en el norte de Alemania y 1315 en los Alpes suizos todos fueron testigos de violentos ejércitos de campesinos que se imponían a los de caballeros aristocráticos. En 1381 en Inglaterra tuvo lugar una rebelión importante aunque fracasada, la Revuelta de los campesinos, que exigía el fin de la servidumbre. Por toda Europa, todos estos factores se unieron para debilitar la situación tradicional de trabajadores no libres ligados a la tierra que trabajaban para los ricos, de manera que para finales del siglo XIV los trabajadores remunerados hacían más trabajo agrícola que los siervos no remunerados.