Los cátaros (cuyo nombre proviene de la palabra griega katharoi que significa "puros") fueron una secta religiosa dualista medieval que surgió en el sur de Francia en el siglo XII y cuestionó la autoridad de la Iglesia católica. También se los conoció como albigenses, de la ciudad de Albi, que era un centro importante de la fe cátara.
Los sacerdotes cátaros llevaban una vida sencilla, sin posesiones, no cobraban impuestos ni imponían castigos, y consideraban a hombres y mujeres como iguales: todo ello aspectos de la fe que atrajeron a muchos que en aquella época estaban desilusionados con la Iglesia. En última instancia, las creencias cátaras derivaban del maniqueísmo, una religión persa, pero la relación más directa era con otra secta religiosa primitiva búlgara conocidos como los bogomilos, que aunaron el maniqueísmo con el cristianismo.
Los cátaros creían que Satanás había engañado a varios ángeles, los había hecho caer en desgracia y después los había encerrado en sus cuerpos. El propósito de la vida era renunciar a los placeres y los atractivos del mundo y, a través de encarnaciones repetidas, lograr regresar al cielo. Para ello, los cátaros tenían una jerarquía estricta:
- Perfecti: aquellos que renunciaban al mundo, los sacerdotes y los obispos.
- Credentes: creyentes que todavía interactuaban con el mundo, pero se dedicaban a renunciar.
- Simpatizantes: los no creyentes que ayudaban a las comunidades de cátaros.
Los cátaros rechazaron las enseñanzas de la Iglesia católica porque las consideraban inmorales y que la mayoría de los libros de la Biblia estaban inspirados por Satanás. Rechazaban la Iglesia por lo que consideraban la hipocresía del clero y la adquisición de la Iglesia de tierras y riqueza. La respuesta de la Iglesia fue condenar a los cátaros por herejía y masacrarlos en la cruzada albigense (1209-1229), que también devastó pueblos, ciudades y la cultura del sur de Francia.
Orígenes y creencias
Casi todo lo que se sabe de los cátaros proviene de las confesiones de los "herejes" recogidas por el clero católico durante la inquisición que le siguió a la cruzada albigense. La estructura de sus creencias se remonta fácilmente al maniqueísmo que viajó por la Ruta de la Seda desde el Imperio bizantino y Oriente Medio hasta Europa, donde se mezcló, en circunstancias concretas, con las creencias y la simbología cristianas.
La opinión ortodoxa de la Iglesia católica era que había un único Dios con tres aspectos, padre, hijo y espíritu santo; pero esta ortodoxia no formaba parte de la visión del cristianismo primitivo y no se aceptó de manera generalizada hasta que el Concilio de Nicea de 325 (convenido por Constantino, el primer emperador cristiano de Roma) la aprobó. Incluso después del concilio la interpretación nicena del cristianismo se enfrentó a otras interpretaciones durante siglos. Los llamados movimientos herejes de la Edad Media, tales como los bogomilos, los cátaros y los valdenses, no eran sino los cuestionamientos más recientes de la Iglesia, pero fueron importantes porque fueron los primeros en asentarse como una alternativa legítima al catolicismo.
Entre las creencias cátaras encontramos:
- Reconocimiento del principio femenino de la divinidad: Dios era tanto masculino como femenino. El aspecto femenino de Dios era Sofía, la sabiduría. Esta creencia alentaba la igualdad entre los sexos en las comunidades cátaras.
- Metempsicosis (reencarnación): un alma volvería a nacer una y otra vez hasta que renunciara por completo al mundo y escapara de la encarnación.
- Dualidad cósmica: la existencia de dos deidades poderosas en el universo, una buena y otra malvada, que estaban en un estado constante de lucha. El objetivo de la vida era servir al bien mediante el servicio a los demás y escapar del ciclo de renacimiento y muerte para regresar al hogar de Dios.
- Vegetarianismo: aunque comer pescado estaba permitido para credentes y simpatizantes.
- Celibato para los perfecti: el celibato también se alentaba en general ya que creían que todas las personas que nacían no eran más que otra alma más atrapada por el demonio en un cuerpo. En general el matrimonio no se alentaba.
- Dignidad del trabajo manual: todos los cátaros trabajaban, los sacerdotes igual que los laicos, muchos de ellos de tejedores.
- El suicidio (conocido como el ritual de endura) como una respuesta racional y digna en ciertas circunstancias.
Otras herejías anteriores, como por ejemplo el arrianismo, aunque seguían estando condenadas, al menos seguían el dogma básico de la Iglesia; los cátaros rechazaron y repudiaron todos los aspectos de la Iglesia, incluidos la mayoría de los libros de la Biblia. El experto Malcolm Barber apunta:
Creían que el Diablo era el autor del Antiguo Testamento, a excepción de estos libros: Job, los Salmos, los libros de Salomón (Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares), el Libro de Jesús hijo de Sirach (más conocido como Eclesiasticus), Isaías, Ezequiel, David y los doce profetas. (93)
El libro de los dos principios
Los únicos libros del Nuevo Testamento que aceptaban eran los evangelios, y rechazaban por completo las epístolas de Pablo y los demás, con especial énfasis en el Evangelio según san Juan. Su texto religioso central era El libro de los dos principios, cuyos pasajes podía leer uno de los perfecti a la congregación y que otro miembro del grupo podía interpretar para ellos. El libro de los dos principios hablaba, entre otros aspectos de la fe, de la naturaleza de la vida y de cómo los seres humanos, que antaño habían sido espíritus divinos de luz, habían acabado atados a la carne mortal y corrompible.
La historia dice que el demonio llegó a las puertas del cielo y pidió que lo dejaran entrar, pero no le dejaron. Esperó fuera durante mil años, con la esperanza de encontrar la oportunidad de entrar, y un día la oportunidad llegó. Una vez dentro, reunió una audiencia de espíritus divinos en torno a él y les dijo que no estaban disfrutando todo lo que podían si seguían amando y sirviendo a Dios, que nunca les dio nada. Les dijo que no eran más que esclavos, ya que Dios eran el verdadero dueño de todo lo que tenían. Sin embargo, si lo seguían y se iban del cielo, él podría darles toda clase de placeres, como viñedos y campos fértiles, mujeres hermosas y hombres atractivos, riquezas increíbles y el mejor vino.
El diablo sedujo a muchas almas y durante nueve días y nueve noches cayeron por un agujero que había creado el diablo. Dios les permitió salir a aquellos que querían salir, pero había otras almas cayéndose por el agujero, por lo que lo selló. Después de que las almas se cayeran, se encontraron en el reino del diablo sin ninguna de las cosas buenas que había prometido y, al recordar la dicha del cielo, se arrepintieron y le preguntaron al diablo si podían regresar. El diablo respondió que no porque les había construido cuerpos que los atarían a la tierra y harían que se olvidasen del cielo.
El diablo no tuvo problemas en crear los cuerpos, pero no podía unir las almas a ellos de manera que pudieran pensar, sentir y moverse; enfadado, le pidió ayuda a Dios. Dios entendió que las almas que habían caído tendrían que encontrar su camino de vuelta a la gracia, y que podrían hacerlo esforzándose en estos cuerpos, así que hizo un trato con el diablo: el diablo podría hacer lo que quisiera con los cuerpos, pero las almas que nos animaban le pertenecían a Él. El diablo aceptó y así se crearon los seres humanos.
Atrapada en uno de esos cuerpos, el alma viviría, moriría y volvería a nacer en otro mientras el alma permaneciera atada al cuerpo y a los placeres que el diablo le había prometido en el cielo. Una vez el alma renunciara al cuerpo y todas sus tentaciones, sería libre de regresar a Dios y recuperar su estado anterior. Así, el único propósito de la existencia humana era la lucha contra el diablo (conocido como Rex Mundi, "el rey de este mundo") y la prisión de la carne.
El conflicto con la Iglesia
Esta idea suponía un contraste marcado con la visión de la Iglesia del Jardín del Edén en el que la mujer, en la forma de Eva, había sido la causa de la caída de la humanidad al seducir a Adán para que comiera del fruto del Árbol del conocimiento del bien y el mal y la redención posterior de la humanidad a través del sacrificio de Jesucristo, el hijo de un único dios masculino todopoderoso. El suicidio era, y sigue siendo, un pecado serio para la Iglesia, que también alentaba el matrimonio y rechazaba la reencarnación y el concepto de dualidad. En la creencia cátara, Dios y el diablo eran dos fuerzas con el mismo poder eternas, no creadas; en el cristianismo, el diablo es un ángel caído creado por Dios y en última instancia, subordinado de este.
Además de estas diferencias, también estaba la insistencia cátara en que Jesús no había nacido de una mujer ni se había hecho carne; nunca había sufrido ni muerto y por tanto nunca había resucitado. Todos estos hechos, tal y como se cuentan en la narrativa de los evangelios, se interpretaban como un ideal, una especie de alegoría del estado del alma que nace en el mundo atrapada en un cuerpo y debe sufrir y morir, y que al final será libre solo cuando haya conseguido dominar el cuerpo y haya renunciado a las cosas de este mundo.
Por tanto, los cátaros repudiaban el símbolo de la cruz y la interpretación literal de cualquiera de los libros de la Biblia. Consideraban que la cruz era un símbolo del Rex Mundi y creían que tenían que destruirla allá donde la encontraran porque era una representación del mal. Decían que la cruz no era más que un símbolo del poder terrenal y también rechazaban los sacramentos de la Iglesia, incluidos el bautismo infantil y la comunión.
Los cátaros que no eran célibes seguían prácticas anticonceptivas y practicaban el aborto, porque creían que el sexo era un aspecto natural de la condición humana y se podía realizar por placer, no solo con fines procreativos. Las mujeres se valoraban como iguales a los hombres y se destacaban las figuras femeninas de la Biblia, especialmente María Magdalena y la virgen María. Algunos estudiosos han sugerido que, de hecho, el crecimiento del culto de la Virgen María en la Europa medieval, que se convirtió en un movimiento cada vez más popular e influyente, se vio alentado por la elevación cátara de la feminidad.
Crecimiento y organización
Los cátaros vivían en comunidades de diferentes tamaños que podían ir de 60 a 600 individuos. Compartían sus posesiones y cuidaban unos de otros como una familia. Esta fe se afianzó con fuerza en Italia y el sur de Francia gracias a su atractivo para el campesinado. El estudioso Martin Erbstosser apunta que "el componente clave fue la vida de los perfecti más que las enseñanzas de los herejes" (92). Se creía que los perfecti llevaban vidas tan incorruptas, y estaban tan deseosos de ayudar a los demás, que inspiraban a seguidores devotos.
La fe no tardó en extenderse más allá del campesinado y se esparció por la jerarquía medieval pasando de artesanos como tejedores y alfareros a escritores y poetas, a mercaderes y empresarios, miembros del clero católico y finalmente la nobleza. Leonor de Aquitania (en torno a 1122-1204) y su hija María de Champaña (1145-1198) ambas se asociaron con los cátaros como simpatizantes.
Los cátaros vestían de manera sencilla con túnicas oscuras con capuchas o gorros, iban descalzos y los hombres solían lucir barbas largas. Aparecen unos pocos en registros ya desde la década de 1140 en Francia, pero para 1167 ya había suficientes comunidades en la región como para que fuera necesaria una asamblea que estableciera normas y límites. El sínodo de Saint-Félix de 1167 organizó las comunidades cátaras en obispados, cada una con un obispo responsable tan solo de su parroquia. No había una autoridad central como el papa de Roma. El sínodo fue presidido por un clero bogomilo llamado Nicetas (década de 1160), lo que establece claramente a los bogomilos como una fuente directa de los cátaros.
Para convertirse no había más que declarar la fe y recibir el consolamentum, un acto de bendición y bienvenida mediante la imposición de manos. Para convertirse en perfecti había que renunciar completamente al mundo y superar un período de privación y purificación antes de asumir el cargo. Tanto hombres como mujeres podían ser perfecti. No había misas ni servicios oficiales como en la Iglesia, sino reuniones informales que parece que se celebraban en las casas de los fieles.
En el sur de Francia, donde la Iglesia nunca había sido muy fuerte, los cátaros vivían y trabajaban dentro de las comunidades más amplias y realizaban sus encuentros sin mayor problema. En otras partes tenían que tener más cuidado y esconder su fe. Esta práctica, según algunos estudiosos, creó el género literario más popular de la Edad Media: la poesía del amor cortés.
El amor cortés y los cátaros
La poesía del amor cortés se desarrolló en el sur de Francia al mismo tiempo que la herejía cátara. El tema común en esta rama de literatura medieval es la mujer hermosa que atrae la adoración y el servicio de un caballero noble, valiente y cortés. El famoso motivo literario de la doncella en apuros que tiene que ser rescatada proviene de este género, y su autor más célebre fue el poeta francés Chrétien de Troyes (en torno a 1130 - en torno a 1190), cuya patrona era María de Champaña. Chrétien es más conocido por crear algunos de los elementos más célebres de la leyenda artúrica, tales como la aventura de Lanzarote con Ginebra, la esposa de Arturo o la búsqueda del Grial y también es el primero en llamar Camelot a la corte de Arturo.
A menudo estos poemas hablan sobre una aventura o algún tipo de lucha por encontrar o rescatar a una dama que ha sido secuestrada o está cautiva. La mujer suele tener un papel importante en estas historias y, en una versión inversa de los motivos literarios medievales anteriores, es un personaje central; en vez de ser un personaje secundario, propiedad del hombre, el hombre le sirve a ella. Algo aún más importante es que los poemas celebraban el amor romántico, que, en este género se consideraba algo bastante diferente y muy superior al matrimonio, porque en el matrimonio la pareja no tenía elección (la unión la acordaban los padres) mientras que aquí cada uno elegía tener aventuras amorosas antes o fuera del matrimonio.
El estudioso C. S. Lewis apunta que, hoy en día, estos temas parecen muy comunes y para nada sorprendentes, pero si se compara la poesía de la Provenza del siglo XII con obras como la historia de Beda o Beowulf, es fácil ver cómo de diferente era. Lewis, entre otros, cita el catarismo como una inspiración probable para estas obras y afirma que eran alegorías de la visión cátara. La dama en apuros era el principio femenino de Dios, Sofía, que había sido secuestrada por la Iglesia católica, y el valiente caballero era el fiel cátaro que la amaba y la servía y había jurado rescatarla. Según esta teoría, el catarismo se expandió tanto y tan rápido como lo hizo gracias a los trovadores que viajaban por Francia representando estas obras.
La cruzada albigense
Tanto si la poesía era una alegoría religiosa que ayudó a expandir la fe como si los cátaros sencillamente parecían ofrecer una alternativa mejor que la Iglesia medieval, para finales del siglo XII el catarismo estaba ganando más adeptos que nunca. Se enviaron legados papales al sur de Francia para tratar de recuperar a los herejes y devolverlos a la ortodoxia, y se convocaron concilios para hablar del problema; sin embargo, ninguna de estas acciones logró nada.
En 1208 el papa Inocencio III (pontífice 1198-1216) envió a Pierre de Castelnau, monje y abogado, al sur de Francia para captar la ayuda de Raimundo VI, conde de Toulouse (en el cargo de 1194-1222), para suprimir la herejía. Raimundo no solo era un ardiente protector y defensor de los cátaros, sino que también era el obispo de la orden en Toulouse. Se negó a cooperar con el legado del papa y lo mandó de vuelta; más tarde, se descubrió a Castelnau asesinado.
El papa Inocencio convocó después una cruzada contra el sur de Francia por la que les prometió a los nobles del norte que se podrían quedar con todas las tierras y riquezas de sus vecinos del sur una vez que hubiesen matado a los cátaros y extinguido a sus simpatizantes. Los nobles del norte aceptaron y la cruzada albigense comenzó en 1209.
Como la mayoría de los cátaros eran mujeres, fueron principalmente mujeres y niños los que se masacraron en la cruzada, pero a menudo se quemaron pueblos enteros, matando a toda la población. Se cuenta que, en el asedio convertido en masacre de la ciudad de Béziers, cuando le preguntaron a Arnaud Amaury (el monje cisterciense al mando de las fuerzas de la Iglesia) cómo diferenciar entre herejes y católicos, dijo: "matadlos a todos; el Señor sabrá diferenciar a los suyos" (Bryson & Movsesian, 12). Según los documentos de la Iglesia, 20.000 herejes fueron asesinados en Béziers y alrededores, y la ciudad fue pasto de las llamas.
Después de 1209 y el saqueo de Carcasona, el duque Simon de Montfort (en torno a 1175-1218) lideró la cruzada que continuó con la destrucción de la región mientras enriquecía a los barones norteños que participaron. Para 1229, la cruzada "oficial" había terminado, pero todavía se perseguía a los cátaros y los ejércitos del norte siguieron saqueando pueblos y asesinando a gente inocente. Entre mayo de 1243 y marzo de 1244 el bastión cátaro de Montsegur resistió el asedio, pero acabó cayendo y con él la última defensa cátara. En la consecuente masacre, 200 perfecti fueron quemados vivos en la hoguera.
Conclusión
Según los estudiosos Bryson y Movsesian, la cruzada albigense destruyó la cultura tolerante del sur de Francia y la sustituyó por la visión mucho más rígida de la Iglesia medieval, pero no logró acabar con el propio catarismo. Los cátaros que sobrevivieron a la purga de principios del siglo XIII siguieron viviendo como lo habían hecho hasta entonces, solo que con mayor cuidado y en secreto.
La supervivencia de estas comunidades se conoce gracias a los documentos de la Iglesia de las inquisiciones que continuaron a lo largo del siglo XIV. Como secta religiosa organizada, el catarismo se extinguió en el sur de Francia en Montsegur, pero continuó como una fe viva. Los movimientos "herejes" posteriores todos han tomado prestados elementos del catarismo que, al enfrentarse a la autoridad de la Iglesia medieval, fue predecesor de la Reforma protestante.