María de Francia (quien escribió alrededor de los años 1160-1215 d. C) fue una poetisa y traductora multilingüe, la primera mujer poeta de Francia y una voz literaria muy influyente en la Europa del siglo XII. Se le atribuye la creación del género literario de la literatura caballeresca (aunque esto es discutido), la contribución al desarrollo de la Leyenda Artúrica y el desarrollo del lai bretón (un poema corto) como forma de arte. Entre las obras publicadas por María se encuentran:
- Lais (incluyendo las obras artúricas Chevrefoil y Lanval)
- Las fábulas de Esopo (una traducción del inglés medio al francés) y otras fábulas
- El purgatorio de San Patricio (también conocido como La leyenda del purgatorio de San Patricio)
Era trilingüe, ya que escribía en el dialecto franciano (parisino) y dominaba el latín y el inglés medio. Sus lais se desarrollaron a partir de la forma poética de los lais bretones, por lo que debió de conocer el bretón celta y estar familiarizada con Bretaña. Sus obras influyeron en poetas posteriores, sobre todo en Geoffrey Chaucer, y sus imágenes del Purgatorio de San Patricio serían utilizadas por escritores posteriores en las representaciones del más allá cristiano.
Las obras de Marie eran populares en los círculos aristocráticos, aunque con frecuencia presentaban a personajes de la clase baja como más dignos y nobles que sus supuestos superiores sociales, y siempre presentaban a las mujeres como personajes centrales fuertes. Su visión de la igualdad de la mujer ha hecho que se la califique de proto-feminista en la actualidad, y sus obras siguen siendo tan populares como lo fueron durante su vida.
Identidad
Su verdadero nombre no se conoce: «María de Francia» es un seudónimo que se le dio recién en el siglo XVI. Todo lo que se sabe de ella procede de su obra, en la que se identifica como María de Francia. A partir de los detalles de su obra, como el conocimiento de ciertos topónimos y de geografía, y de las fuentes de las que se sirvió, los investigadores han determinado que María pasó un tiempo considerable en Inglaterra, en la corte de Enrique II (quién reinó entre 1154 y 1189) y de su esposa Leonor de Aquitania (1122-1204).
Los estudiosos sugieren que María pudo haber sido la media hermana de Enrique, que quizás lo acompañó desde Normandía hasta Inglaterra cuando fue coronado rey en 1154. Los Lais de María de Francia están dedicados a «un noble rey» que muy probablemente sea Enrique II, pero no está claro qué quiso decir María con esta dedicatoria. La poesía de María presenta a menudo a mujeres encarceladas o maltratadas por los hombres, y este tema refleja la relación de Enrique con Leonor.
Durante todo su matrimonio, Enrique le fue infiel a su esposa en numerosas ocasiones y mantuvo un amorío abierto con la noble Rosamunda Clifford. Cuando los hijos de Enrique se rebelaron en 1173-1174 con el apoyo de Leonor, el rey la hizo encarcelar por los siguientes 16 años. Este mismo tipo de relación, a menudo con detalles similares, aparece en varias obras de María. Además, Enrique no parece haber sido tan aficionado a la poesía y a los poetas como su esposa, por lo que es posible interpretar la dedicatoria de María como algo sarcástico.
En los estudios modernos, casi siempre se atribuye a María la creación del género de la literatura caballeresca, pero esto parece poco probable, ya que sus obras claramente se inspiran en una tradición preexistente de literatura de amor cortés de la que ella invierte los motivos centrales. En la poesía de amor cortés, el caballero rescata a la damisela en apuros; en las obras de María, el caballero es a menudo el que la ha encarcelado en primer lugar o, a veces, el que necesita ser rescatado.
Amor cortés y romance artúrico
El amor cortés era posiblemente un juego social de las cortes francesas medievales o una representación alegórica de la secta herética de los cátaros (nadie lo sabe), pero el concepto de un amor exaltado y apasionado entre una dama casada y un caballero soltero fue fundamental en la poesía de los trovadores del sur de Francia en el siglo XII. El más grande de estos poetas fue Chrétien de Troyes (1130-1190), que estableció algunos de los aspectos más reconocibles de la leyenda artúrica, como el romance de Lancelot con Ginebra, la búsqueda del Grial y el nombre de la corte de Arturo como Camelot. Los autores de la literatura medieval escribían bajo el mecenazgo de un miembro de la nobleza que les pagaba por su trabajo, y la patrona de Chretien era María de Champaña (1145-1198), hija de Leonor de Aquitania, que probablemente fue la mecenas de María de Francia.
Las obras de Chrétien ilustran el mundo del amor cortés estableciendo modelos de conducta caballeresca en los que una dama exige la devoción total de un caballero y el caballero aguanta cualquier adversidad o humillación por el honor de servirla. El mejor ejemplo de ello es Lancelot, el caballero de la carreta, de Chrétien, en el que Ginebra es raptada por el villano Meleagant y Lancelot los persigue. Cuando su caballo muere, Lancelot debe continuar a pie, pero pronto se encuentra con un enano que conduce una carreta y que dice que le ayudará si el caballero acepta ir montado en ella. Las carretas estaban asociadas a los criminales y a la clase baja, por lo que Lancelot vacila, tan solo un momento, para luego montar en la carreta.
Durante el resto de la obra, Lancelot es humillado repetidamente por montar en la carreta, pero finalmente llega hasta Ginebra en su torre e intenta rescatarla. Sin embargo, ella le reprende por su vacilación anterior; él había antepuesto su propio honor y la opinión de los demás a su devoción por ella. Lancelot debe entonces recuperarla demostrando su valor, llegando incluso a perder contra competidores menos dignos en un torneo cuando Ginebra se lo pide. Al final, sin embargo, Ginebra es rescatada por su caballero. Esta era la visión del amor cortés, y fue este mundo el que María de Francia invirtió.
En Yonec, un poema de María, por citar un ejemplo, el viejo señor del pueblo de Caerwent se lleva a una joven y bella doncella a su castillo. Es tan bonita que su señor teme que le sea infiel, así que la encierra en una torre alta. Con el paso de los años, la doncella empieza a marchitarse por falta de amor y reza a Dios para que le envíe un campeón que la salve, el mismo tipo de héroe del que ha leído en la literatura romántica.
Un día, después de sus oraciones, ve a un halcón acercarse a su ventana que se convierte en un apuesto caballero, Muldumarec, que termina convirtiéndose en su amante. Cada vez que el viejo señor se ausenta, Muldumarec visita a la doncella. El señor tiene a su hermana vigilando a la doncella, pero la hermana nunca nota nada sospechoso hasta que la doncella empieza a brillar de belleza por su nuevo amor. Al observar más de cerca, la hermana ve llegar a Muldaumarec como un halcón y se apresura a decírselo al señor. El señor pone entonces púas de hierro en la ventana y, la siguiente vez que el halcón se posa, resulta mortalmente herido. Consigue huir, y la doncella salta de su torre y lo sigue, encontrándolo finalmente en una ciudad de plata. Moribundo, le dice que está embarazada, y le da un anillo mágico que hará que su señor se olvide de su aventura. También le da una espada y le pide que le dé a su hijo, que un día vengará la muerte de su padre.
La doncella vuelve a su encierro con el señor y da a luz a un hijo, al que llama Yonec. Cuando el niño ha crecido, ella se encuentra de viaje con él y su señor, y llegan al lugar donde estaba la ciudad de plata, ahora una abadía. Allí se encuentra la gran tumba del príncipe Muldumarec, y la doncella se derrumba de dolor al recordar a su amante. Le cuenta a su hijo la historia de su padre y le da la espada, y luego muere a los pies de la tumba. Yonec mata al señor, hace enterrar a su madre junto a Muldumarec y se convierte en el nuevo señor de Caerwent.
Esta historia de una mujer encarcelada que espera ser rescatada, se aparta evidentemente de los temas más característicos del cuento de Chrétien en varios puntos, pero lo más destacado es que la mujer se ve obligada a salvarse a sí misma. La doncella reza por un héroe y toma a ese héroe como amante, pero Muldumarec no puede rescatarla. La doncella escapa de su torre y luego, al encontrarse en el mundo exterior sin protección ni sustento, se somete de nuevo a su encierro y finalmente es instrumental para vengar a su amante. En sus obras, María presenta con frecuencia al matrimonio como una prisión y las relaciones amorosas adúlteras como una libertad, desafiando las opiniones y la autoridad de la Iglesia y la aristocracia medievales.
Las dos obras artúricas de María continúan con este tema, ya que Chevrefoil («madreselva», tema central del poema) celebra el amor adúltero de Tristán e Isolda en un desfile organizado por el marido de Isolda (y tío de Tristán), Marco. Sin embargo, Lanval va más allá, al describir a Ginebra, la reina casada, como infelizmente unida a un hombre al que no ama, mientras que la princesa de las hadas (que elige a Lanval como amante) es brillante y alegre siendo soltera. Lanval invierte aún más el paradigma del amor cortés, ya que, en este poema, es la dama la que salva al caballero.
Lanval abandona la corte del rey Arturo tras sentirse insultado y llega al reino de la princesa de las hadas. Los dos se enamoran y la princesa le hace jurar que mantendrá en secreto su relación. Cuando Lanval regresa a la corte, Ginebra le propone matrimonio y él la rechaza. Ella le acusa de ser un cobarde que debe ser un homosexual para rechazarla, y él siente que no tiene más remedio que decirle que está enamorado de la princesa de las hadas, rompiendo así su juramento. Ginebra, ofendida, le cuenta a Arturo que Lanval se le ha insinuado, y Lanval es llevado a juicio.
Todo parece indicar que será condenado, pero la princesa de las hadas llega justo a tiempo, montada en un modesto palafrén, y lo rescata, subiéndolo a su caballo. La imagen final del poema —el caballero montado en un palafrén (en lugar de un caballo de guerra) agarrado a la cintura de su dama— le da una vuelta de tuerca al tema del caballero que rescata a la damisela en apuros y se la lleva a caballo hacia el atardecer.
No está claro hasta qué punto las obras de autores como Chrétien reflejaban el ideal de la alta sociedad en cuanto a las relaciones románticas, pero las de María representan sistemáticamente esas relaciones de una forma más acorde con lo que se sabe de la posición de la mujer en la sociedad medieval. María describe la relación de una pareja casada como unilateral, en la que el hombre tiene el control y la mujer tiene que confiar en su propia fuerza y habilidades para escapar de una situación intolerable. La infelicidad matrimonial era en gran parte la situación en la que se encontraban las mujeres que la leían, y el entusiasmo de estas por su obra la hizo lo suficientemente popular como para ser traducida a otras lenguas e incluso merecer la crítica de otros autores.
Obras y criticismo
Como ocurre con todos los aspectos de la vida y la obra de María, cualquier intento de determinar una fecha para sus poemas y fábulas es especulativo. Algunos estudiosos creen que comenzó su carrera como traductora y que, por tanto, sus Fábulas de Esopo y otras fábulas fueron las primeras, mientras que otros afirman que los poemas fueron anteriores y las fábulas posteriores. Es más probable que las fábulas fueran lo primero porque, en el prólogo de su Lais, María comenta a los que han criticado su obra injustamente, por lo que, obviamente, debe haber publicado algo antes.
Aunque los estudiosos sospechan que probablemente hubo importantes críticas a la obra de María, solo se conservan los comentarios de un crítico, los del monje Denis Piramus (alrededor del año 1180) de la abadía de Bury St. Edmunds, que denuncia que una tal «Señora María», que escribe obras «que no son en absoluto verdaderas» pero que «agradan a las damas; las escuchan con alegría y de buen grado, pues son justo lo que desean» (Lindahl et al., 255). No es de extrañar que un monje critique el trabajo de María, ya que va directamente en contra de las enseñanzas de la Iglesia de que las mujeres valen menos que los hombres. María responde a esta crítica, posiblemente a Piramus específicamente, en el prólogo de su poema Guigemar:
Escuchad, señores, lo que dice María, que no pierde su tiempo. La gente debe alabar a quien hace que hablen bien de él mismo, pero cuando en algún sitio hay un hombre o una mujer de gran mérito, los que envidian su posición a menudo hablan mal: intentan rebajar su valía y obran como el mal perro cobarde, avieso, que muerde a traición. No quiero dejar de hacer mi propósito, aunque los burlones y maldicientes me lo recriminen.
El poema que sigue a este pasaje, el Guigemar, es una de las pocas obras de María que tiene un final feliz donde el caballero salva a su dama. No obstante, siguiendo su línea habitual, la dama debe rescatarse primero a sí misma. El poema presenta al caballero Guigemar, que sufre una herida al principio y solo puede ser curado por una mujer que le ama tanto como él la ama a ella. El caballero tropieza con una barca que le lleva contra su voluntad a una tierra lejana donde es curado por una doncella y su dama que están encerradas en una torre. Guigemar y la dama se enamoran, pero son descubiertos por el marido de la dama, que destierra al caballero y encierra de nuevo a su esposa. Antes de separarse, la dama le da a Guigemar un nudo que solo ella puede desatar y él le da un cinturón que solo él puede aflojar.
La dama no puede soportar más su encarcelamiento y escapa, tomando el mismo barco misterioso que trajo a Guigemar hasta ella, y llega a las tierras de Bretaña, pero es secuestrada por otro señor y encarcelada. El cinturón que Guigemar le dio impide que el señor la viole, y Guigemar sabe que la dama es realmente suya cuando esta le desata el nudo que le dio antes; a continuación, la rescata tras una sangrienta batalla en la que el malvado señor acaba muerto.
Esta clase de temas también se exploran en las 102 fábulas de María, muchas de las cuales son traducciones de la obra de Esopo con algo de composición propia (o, al menos, de arreglos propios). Siguiendo el ejemplo de Esopo, muchas de las fábulas de María están protagonizadas por animales, y la dinámica de la relación entre los sexos está tan cargada de peligros en el mundo natural como lo está en el de los caballeros, las damas y las cortes. Las hembras suelen ser engañadas, timadas, violadas o amenazadas con ser violadas, y deben encontrar la manera de librarse o sucumbir.
En la fábula de María La ratona y la rana, por ejemplo, una ratona feliz es engañada para que abandone su casa y siga a la rana a través de un campo pantanoso. La ratona solo logra escapar tras hacer ruido, lo que atrae a un pájaro que se lanza en picado y se lleva a la rana, dejando que la ratona regrese a su casa. En El lobo y el cordero, un lobo enfadado y prepotente se siente molesto por la forma en que un cordero está bebiendo agua río abajo y comienza una discusión que termina con la muerte del pequeño cordero. En esta fábula, el cordero es macho, pero se ve obligado a adoptar la posición de muchos personajes femeninos de la obra de María, al tener que someterse a una poderosa figura patriarcal. Cuando el cordero se niega a someterse, el lobo lo mata, y María concluye la fábula señalando que el lobo es como los jueces y los nobles que destruyen la vida de la gente común por su prepotencia y arrogancia.
Conclusión
La compasión de María por las clases bajas también es evidente en El purgatorio de San Patricio, que es su propia versión de una obra eclesiástica escrita hacia 1180 por el monje Henry de Saltry. La obra de Henry hacía hincapié en las enseñanzas de la Iglesia sobre el pecado y el castigo mientras que la de María se centra en el viaje del héroe Owen por el infierno y su redención por sus propios méritos, no los de la Iglesia. Las almas que Owen encuentra en su viaje son representadas con simpatía, no siempre merecedoras del destino que la Iglesia les ha asignado. El académico Pack Carnes comenta:
Efectivamente, todas las obras de María que se conservan están cargadas de un sentido de la compasión poco habitual en su época, una compasión que va incluso más allá de su simpatía por la situación de las mujeres. (Lindahl et al., 257)
Carnes señala además que los campesinos que aparecen en las obras de María son siempre inteligentes, nobles y dignos de respeto, a diferencia de las representaciones de otros autores de la época. Las mujeres, los caballeros, la nobleza y los campesinos de María influirían en escritores posteriores como Christine de Pizan, Geoffrey Chaucer, Dante Alighieri y Thomas Malory. En el epílogo de sus Fábulas, ella escribe:
Al concluir esta obra, que he escrito y narrado en francés, me nombraré para la posteridad: María es mi nombre y soy de Francia. Es posible que muchos escritores reclamen mi obra como propia, pero no quiero que nadie se la atribuya. Quien se deja caer en el olvido hace un mal trabajo.
Resulta que María no tenía nada que temer, ya que su nombre ha estado siempre unido a la obra que ha sido admirada desde su publicación. La extraordinaria capacidad imaginativa y la habilidad artística de María se aseguraron de que fuera recordada, ya que sus poemas y fábulas fueron tan populares en su época que se copiaron y volvieron a copiar; hoy en día se conserva más de su obra intacta que la de la mayoría de los escritores de su tiempo. En la actualidad, 800 años después de su vida, sigue siendo considerada una de las más grandes poetas de la Edad Media.