Reino del Congo

El Reino del Congo (ss. XIV-XIX) se encontraba en la costa occidental de África Central, en el territorio que ocupan actualmente la República Democrática del Congo y Angola. Próspero en el comercio regional de cobre, marfil y esclavos a través del río Congo, la riqueza del reino creció gracias a la llegada de los comerciantes portugueses a finales del siglo XV, que hizo que aumentara aún más el comercio con esclavos en la región. Los reyes del Congo fueron convertidos al cristianismo , pero las relaciones con los europeos empeoraron, dado que cada parte intentaba dominar a la otra. Las guerras civiles y las derrotas frente a reinos vecinos rivales finalmente provocaron el hundimiento del Estado congoleño a principios del siglo XVIII. Los portugueses devolvieron a los monarcas a su lugar y el Estado siguió adelante aunque solo de nombre hasta bien entrado el siglo XIX, pero sus días como la mayor potencia de África occidental y central habían quedado ya como un lejano recuerdo.

Formación y territorio

Situado en la costa occidental de África Central y al sur del río Congo (antes conocido como río Zaire), el reino surgió a finales del siglo XIV tras la alianza de diversos principados locales que existían desde la segunda mitad del primer milenio d.C. . La capital del Congo, entonces dominado por hablantes de Bantu, era Mbaza Congo, conocida por los congoleños como Banza, que significa "residencia del rey", y se encontraba en una meseta fértil y bien irrigada en el extremo occidental del río Congo. El reino expandió su territorio gracias a un proceso gradual de conquista militar, motivada principalmente por el deseo de adquirir esclavos. Durante su apogeo, en los siglos XV y XVI el reino controlaba 240 km (150 millas) de costa, desde el río Congo-en el norte- hasta los aledaños del río Cuanza en el sur, y se extendía 400 km (250 millas) hacia el interior del centro de África hasta el río Kwango.

Comercio y gobierno

El Reino del Congo, con una población de más de 2 millones de habitantes en su apogeo, prosperó gracias al comercio de marfil, cobre, sal, pieles y esclavos. El comercio de estos últimos era especialmente lucrativo y estaba bien regulado, con mercados organizados en las ciudades en días fijos de la semana que vendían esclavos comprados en el tramo superior del río Congo. Además de adquirir bienes de otros lugares, el reino producía sus propios bienes, fabricados por grupos especiales de artesanos como los tejedores (que producían las famosas telas de rafia del Congo), los alfareros y los trabajadores del metal.

El nivel de comercio llevado a cabo entre los habitantes del bosque y las dehesas del oeste y centro de África queda patente dado el uso de conchas como moneda: las conchas nzimbu en forma de espiral, procedentes de Luanda, una isla ubicada a 240 km. Utilizadas al principio como una forma de almacenar riqueza y como una medida estándar del valor de otros bienes, las conchas terminaron utilizándose como monedas para pagar por bienes y trabajo. El reino no concentraba todo el comercio de la región, sino que rivalizaba con otros reinos de África ecuatorial, incluyendo Loango y Tio, que se encontraban al norte del Congo y la confederación de tribus libre de Ndongo al sur (la actual Angola).

El reino del Congo estaba altamente centralizado y gobernado por único rey o nkani, que nombraba gobernadores regionales a lo largo de su territorio. A su vez, estos gobernadores nombraban funcionarios locales y recogían los tributos, tales como marfil, mijo, vino de palma y piel de leopardo y león de los jefes locales, que se entregaban al rey en Mbaza Congo. Los tributos se pagaban en lujosas ceremonias anuales en las que se festejaba y se bebía cerveza. A cambio de sus ofrendas, los jefes y funcionarios recibían el favor del rey, su protección militar y algunas recompensas materiales, como alimentos y ropa. También había un trasfondo religioso en el pago de tributos, ya que se consideraba una manera de mantener tanto el favor divino como el real.

Los reyes del Congo destacaban por sus símbolos oficiales, que incluían un tocado, un escabel real, un tambor y joyería hecha de cobre y marfil. Para fortalecer su mando, el rey se apoyaba en un ejército formado por esclavos; dicho ejército estaba compuesto a finales del siglo XVI por 16.000-20.000 hombres. Los reyes se entendían como un vínculo directo con el mundo espiritual, un guardián en la tierra que protegía al pueblo de desgracias como enfermedades y hambruna. Uno de los títulos ostentados por el rey era el de nzambi mpungu, que significa "espíritu superior" o "creador supremo", aunque no se consideraba sagrada a su persona, sino tan solo su cargo. Para reforzar esta creencia, los reyes se casaban con descendientes de un célebre guardián de santuario, el mani kabunga, que había mantenido dicho santuario desde mucho antes de que se estableciera el reino.

A nivel más temporal, el rey era aconsejado por un consejo de una docena de ancianos que eran miembros reconocidos de la aristocracia (la mwisikongo) que dominaba la sociedad congoleña. Los aristócratas pertenecían a diversas familias de antiguo linaje y su fortuna procedía mayormente del comercio, dado que la presencia de la mosca tse-tse en la región impedía la cría de ganado a gran escala y la región estaba tan escasamente poblada que la posesión de tierras no tenía sentido. Entre los puestos clave en el gobierno central se encontraban el cobrador de impuestos y su equipo, el jefe del tribunal de justicia, el jefe de policía y el oficial al cargo del servicio de mensajería. El resto de la sociedad estaba compuesta de los ciudadanos libres o babuta (artesanos y agricultores) y los ciudadanos no libres o babika (esclavos que eran prisioneros de guerra o personas incapaces de pagar sus deudas).

Contacto con los europeos y el cristianismo

Desde 1470, con la colonización portuguesa de las islas de Santo Tomé y Príncipe, junto a la costa, se produjo una explosión de los mercados de esclavos del Congo. A cambio, los congoleños recibían ropa de algodón, seda, porcelana esmaltada, espejos, cuchillos y abalorios de cristal. El consumo de estos lujosos artículos estaba muy controlado por el rey, de forma que solo la élite que contaba con su favor los recibiera.

Algunos reyes del Congo se convirtieron al cristianismo. El primero en hacerlo fue el rey Affonso I (r. 1506-1543) tras los esfuerzos de los misioneros cristianos que llegaron por primera vez a la región en 1491. La nueva religión con sus extrañas y brillantes ceremonias y la asociación implicita con los acaudalados comerciantes europeos acrecentó el prestigio del rey a ojos de su pueblo. El catolicismo se convirtió en la religión oficial de la casa real, la capital cambió su nombre a Sao Salvador, se construyeron iglesias y Affonso consiguió que el Papa admitiera a un obispo en el Congo. Durante la segunda mitad del siglo XVII el cristianismo recibió un impulso aún mayor, cuando los misioneros capuchinos italianos se fijaron en el Congo. La religión tendría un efecto duradero en el arte del reino, que incorporó elementos como la cruz y las convenciones europeas de las proporciones, que se mezclaron con la pasión indígena por el estilo y la decoración geométrica para producir estatuas características, cerámica, máscaras y grabados en relieve en diversos materiales, desde cobre a marfil, además de tela tejida.

Además de la religión, los portugueses trajeron consigo conocimientos técnicos (albañilería, carpintería, ganadería) y cultivos procedentes de América como maíz, yuca y tabaco, como parte de un gran plan para occidentalizar el Congo y convertirlo tanto en un socio comercial como en la base para hacerse con grandes sectores de África Central. Sin embargo, como sucedió en otras zonas de África en los que los portugueses tuvieron influencia, la codicia y la deficiente interferencia política y religiosa de los europeos tan solo trajeron un hundimiento tanto suyo como del gobierno local.

Las relaciones se estropearon cuando los portugueses afincados en la isla de Santo Tomé comenzaron a saltarse la autoridad del rey del Congo y a realizar asaltos para obtener esclavos del interior de África o simplemente secuestrar a los propios congoleños. En este momento, era necesario un gran número de esclavos para trabajar en las plantaciones de azúcar en Santo Tomé y Brasil. Los portugueses también querían controlar las minas de cobre del reino, imponer su propio sistema de leyes y convertir a todo el pueblo al cristianismo, no solamente a la élite. Los reyes del Congo, del mismo modo, se dieron cuenta del valor de eliminar a los portugueses de sus asuntos comerciales y sabían que, si construían su propia flota, podrían enviar sus propios productos a los mercados que los esperaban en Europa. Así, dio comienzo un tira y afloja entre ambas partes que hizo que aumentara la desconfianza en las intenciones de la otra. Los reyes del Congo empezaron a percatarse de que el secuestro incontrolado de esclavos y la difusión del cristianismo, aún cuando la versión local de esta religión se asentó y coexistió con las creencias tradicionales indígenas, estaba menoscabando su autoridad como líderes políticos, religiosos y económicos del reino.

Declive

El declive del reino se produjo a mediados del siglo XVI cuando los portugueses, movidos por su interferencia en la normativa comercial del Congo, empezaron a trasladarse hacia el sur, hacia la región de Ndongo. Dicho reino ya había derrotado al ejército del Congo en el 1556. Los reyes del Congo también tenían problemas internos debido a la incipiente agitación, pues el pueblo estaba resentido por los crecientes impuestos que les imponía la aristocracia, en su afán de adquirir bienes de lujo. Los gobernadores regionales también eran un problema, ya que para el rey era cada vez más difícil mantener su lealtad por la tentación de ttratar directamente con el creciente número de comerciantes europeos en la región, como los neerlandeses, que llegaron en el siglo XVII.

Una crisis aún mayor llegó desde fuera del reino cuando, alrededor de 1568 un misterioso grupo de guerreros conocidos como los Jaga invadió el Congo desde el sur (o el este) y el pueblo, disgustado y excesivamente grabado con impuestos, se alzó a su favor. Aunque la realeza congoleña consiguió escapar a una isla lejos de la costa y contraatacar con la ayuda de los portugueses, las guerras civiles entre aspirantes rivales al trono continuaron hundiendo el reino. En 1665, el Congo sufrió una importante derrota a manos de su vecino del sur en la batalla de Mbwila. Los reyes del Congo nunca se recuperaron de este traspiés. Las guerras civiles se recrudecieron e incluso Sao Salvador fue saqueada y abandonada en 1678. En el 1710., el reino del Congo se había desvanecido como estado independiente, aunque el título de rey del Congo se seguía utilizando. La región cayó en manos de diferentes grupos de comerciantes que establecieron no Estados, sino comunidades de comerciantes y redes de alianzas. La región del Congo fue finalmente absorbida por la colonia portuguesa de Angola a principios del siglo XX.