La Iglesia medieval

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Joshua J. Mark
por , traducido por Antonio Elduque
Publicado el 17 junio 2019
Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, francés, alemán, polaco, portugués, turco
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Vladimir I Converting to Christianity (by Viktor Mikhailovich Vasnetsov, Public Domain)
Conversión de Vladimir I al cristianismo
Viktor Mikhailovich Vasnetsov (Public Domain)

La práctica religiosa en la Europa medieval (entre alrededor del 476 y el 1500) estuvo dominada e inspirada por la Iglesia católica. La mayoría de la población era cristiana, lo que en aquel momento era sinónimo de católica, ya que inicialmente no existía ninguna otra forma de dicha religión. La aparente corrupción de la Iglesia medieval, sin embargo, inspiró el movimiento que hoy conocemos como la Reforma protestante.

Los primeros llamados protorreformistas como John Wycliffe (1330-1384) y Jan Hus (c. 1369-1415) inspiraron a Martín Lutero (1483-1546) y fueron inspirados por sectas religiosas anteriores, condenadas como heréticas por la Iglesia, como los bogomilos y los cátaros, entre muchas otras, que llamaron la atención sobre la corrupción y los abusos de la Iglesia. Aun así, al mismo tiempo que estas críticas podían tener mérito, la Iglesia no perdió de vista su visión de trabajar en beneficio del pueblo a través de sus diversas instituciones que cuidaban de los enfermos, los pobres, las viudas y los huérfanos, y ofrecían oportunidades educativas y profesionales para las mujeres.

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Si bien es cierto que en la Edad Media la Iglesia se centraba en regular y definir la vida del individuo, aunque se rechazaran sus enseñanzas, y el clero no solía ser el más calificado, seguía siendo reconocida como la manifestación de la voluntad y la presencia de Dios en la tierra. Los dictados de la Iglesia no debían cuestionarse, ni siquiera cuando parecía evidente que muchos de los clérigos trabajaban más en su propio interés que en el de Dios, porque, aunque los instrumentos de Dios fueran defectuosos, se entendía que el Creador del universo seguía teniendo el control.

Un golpe dramático a la autoridad de la Iglesia llegó con la pandemia de peste negra de 1347-1352, durante la cual la gente empezó a dudar del poder de los instrumentos de Dios, que no podían hacer nada para evitar que la gente muriera o que la peste se extendiera. Aunque la peste negra no fue la única causa de la fractura del poder de la Iglesia, puso en tela de juicio la afirmación de que comprendía y representaba la voluntad de Dios. Este desafío quedó sin respuesta y animó a clérigos como Wycliffe y Hus a seguir cuestionando y, finalmente, las objeciones de Lutero, que lanzaron la Reforma protestante (1517-1648) y quebraron el poder de la Iglesia medieval.

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Estructura y creencias de la Iglesia

La Iglesia reclamaba para sí la autoridad divina, recibida a través de Jesucristo quien, según la Biblia, designó al apóstol Pedro como “la piedra sobre la que construiré mi iglesia”, a quien entregó las llaves del reino de los cielos (Mateo 16:18-19). Pedro era considerado, por tanto, como el primer papa, la cabeza de la Iglesia, y todos los demás como sus sucesores, dotados con la misma autoridad divina.

Durante la Edad Media, la Iglesia tenía una jerarquía establecida:

  • El papa: la cabeza de la Iglesia
  • Cardenales: consejeros del papa; administradores de la Iglesia
  • Obispos/Arzobispos: autoridades eclesiásticas en una catedral o diócesis
  • Sacerdotes: autoridades eclesiásticas en una parroquia, aldea o iglesia de una población
  • Órdenes monásticas: religiosos en monasterios, supervisados por un abad o abadesa

La Iglesia mantenía la creencia de que Jesucristo era el único hijo engendrado del único y verdadero Dios, revelado en las Escrituras hebreas, y que esas obras (que se convertirían en el Antiguo Testamento cristiano), profetizaban la venida de Cristo. La fecha de creación de la Tierra y la historia de la humanidad estaban reveladas a lo largo de las Escrituras, que constituyeron la Biblia cristiana (considerada la palabra de Dios y el libro más antiguo del mundo) que se entendía como una guía de vida según la voluntad divina, para conseguir la vida eterna en el cielo, tras la muerte.

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Urban II at the Council of Clermont
Urbano II en el Concilio de Clermont
Jean Colombe (Public Domain)

La interpretación de la Biblia, sin embargo, era una responsabilidad demasiado grande para un ciudadano normal, según las enseñanzas de la Iglesia, con lo que el clero era una necesidad espiritual. Para poder hablar con Dios o interpretar la Biblia correctamente, había que basarse en el sacerdote, porque este estaba ordenado por su superior, quien a su vez lo estaba por otro, todos bajo la autoridad del papa, el representante de Dios en la Tierra.

La jerarquía eclesiástica reflejaba la jerarquía social. Uno nacía dentro de una cierta clase, seguía la profesión de sus padres y moría como ellos lo habían hecho. La movilidad social era extremadamente rara, porque la Iglesia enseñaba que era voluntad de Dios que uno naciera dentro de un cierto contexto, y que intentar mejorar la propia vida era como decir que Dios se había equivocado. La gente, por tanto, aceptaba su destino e intentaba sacar el mayor provecho de él.

La Iglesia en la vida cotidiana

La vida de la gente en la Edad Media giraba en torno a la Iglesia. Se sabía que la gente, en especial las mujeres, iba a la iglesia de tres a cinco veces diarias para rezar y al menos una vez por semana para la misa, la confesión y los actos de contrición, en arrepentimiento. La Iglesia no pagaba impuestos y era financiada por los ciudadanos, que eran responsables de mantener al párroco y la iglesia en general a través de un diezmo del diez por ciento de sus ingresos. Se pagaban diezmos por los bautizos, las confirmaciones y los funerales así como en las fiestas de los santos y las fiestas de guardar, como por ejemplo las celebraciones de Pascua. Además, apoyaban a instituciones sociales como asilos de pobres, orfanatos, escuelas y órdenes religiosas que no podían mantenerse por sí mismas.

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Christian Pilgrimage in the Middle Ages, c. 1000
Peregrinación cristiana en la Edad Media, c. 1000
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

Las enseñanzas de la Iglesia eran una certeza para la gente de la Edad Media. No había lugar para la duda y no se toleraba cuestionarlas.

El centro de la vida de la congregación en la iglesia de una pequeña población o en la catedral de una ciudad no era el altar, sino la pila bautismal. Era una pila de piedra, independiente, a menudo grande y profunda, que se utilizaba para el bautismo de un niño o un adulto, y que también servía para determinar la culpabilidad o inocencia de una persona, cuando era acusada de un delito.

Para limpiar el propio nombre, había que someterse a una ordalía, en la que uno era atado y arrojado a la pila. Si el acusado flotaba, era una señal clara de culpabilidad; si se hundía, indicaba inocencia, aunque el acusado a menudo se ahogaba.

Bajo el reinado del rey inglés Athelstan (quien reinó de 924 a 939), el procedimiento para la ordalía estaba codificado como ley:

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Si alguien promete pasar por la ordalía, debe acudir tres días antes al sacerdote de la misa, cuyo deber es consagrarla [la ordalía], y alimentarse solamente de pan, agua, sal y verduras hasta que se lleve a cabo, y acudir a la misa en cada uno de esos tres días, y hacer su ofrenda y comulgar el día en que vaya a la ordalía, y jurar su inocencia de esa acusación según la ley ordinaria, antes de ir a la ordalía. (Brooke, 107)

También había una ordalía de hierro, en la que el acusado era obligado a agarrar un atizador candente. Si era capaz de aguantar el hierro al rojo sin quemarse las manos, entonces era inocente. No hay registros de nadie que fuera encontrado inocente. La ordalía de agua también se llevaba a cabo en torrentes, ríos y lagos. Por ejemplo, a las mujeres acusadas de brujería, se las solía atar dentro de un saco con su gato (considerado como su familiar demoníaco) y se las arrojaba al agua. Si lograban escapar y volver a la superficie, se las consideraba culpables y se las ejecutaba, aunque la mayoría se ahogaban.

Las ordalías, igual que las ejecuciones, eran una forma de diversión pública que, igual que los festivales, bodas y otros eventos de la vida comunitaria, eran financiadas mediante el diezmo de la gente a la Iglesia. La clase más baja, como es habitual, se llevaba la peor parte de los gastos de la Iglesia, aunque la nobleza también era obligada a donar grandes sumas para asegurarse un sitio en el cielo o para reducir el tiempo de estancia en el purgatorio.

Las enseñanzas de la iglesia sobre el purgatorio (un espacio después de la muerte, entre el cielo y el infierno, donde las almas permanecen hasta haber pagado por sus pecados) generaron grandes riquezas para una parte del clero, que vendía unos documentos conocidos como indulgencias, con la promesa de una estancia más corta en el purgatorio, a cambio de un precio. Las reliquias eran otra fuente de ingresos, y era frecuente que clérigos sin escrúpulos vendieran astillas falsas de la cruz de Cristo, un dedo de un santo, un frasco de agua de Tierra Santa, o cualquier objeto que presuntamente trajera suerte o alejara la desgracia.

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Dante, Florence Cathedral
Retrato de Dante conservado en la catedral de Florencia
Vitosmo (CC BY-NC-SA)

Las enseñanzas de la Iglesia eran una certeza para la gente de la Edad Media. No había lugar a dudas, y no se toleraba cuestionarlas. O bien se estaba dentro de la Iglesia o fuera de ella, y si se estaba fuera, las interacciones con el resto de la comunidad estaban limitadas. Los judíos, por ejemplo, vivían en sus propios vecindarios, rodeados por cristianos, y a menudo eran maltratados. El rey francés Carlos Martel (que reinó del 718 al 741), repelió la invasión musulmana de Europa en la batalla de Tours (también conocida como batalla de Poitiers, 732), con lo que, en esa época, los musulmanes no eran frecuentes fuera de España, salvo los mercaderes.

Un ciudadano europeo, por lo tanto, que no pertenecía a ninguna de esas dos creencias, tenía que adherirse a la visión ortodoxa de la Iglesia para interactuar con su familia, su comunidad, y ganarse la vida. Si eso no era posible (al menos en apariencia), la única opción era una de las llamadas sectas heréticas.

Corrupción y herejía

Las sectas heréticas de la Edad Media fueron respuestas sistemáticas a la corrupción aparente de la Iglesia. Sus inmensas riquezas, acumuladas mediante diezmos y copiosos regalos, solamente inspiraban el deseo de hacerlas crecer, que se traducía en poder. Un arzobispo podía (y a menudo lo hacía) amenazar con la excomunión por cualquier motivo a un noble, a una ciudad o incluso a un monasterio, con la cual se quedaba excluido de la Iglesia y por tanto de la gracia de Dios, y del comercio con los vecinos. Incluso las figuras religiosas devotas y bien conocidas, como Hildegarda de Bingen (1098-1179), fueron sometidas a la "disciplina" en ese sentido, por estar en desacuerdo con un superior eclesiástico.

Depiction of Hildegard of Bingen in the St. Foy Church
Representación de Hildegarda de Bingen en la iglesia de Santa Fe
Ralph Hammann (CC BY-SA)

Los sacerdotes frecuentemente eran corruptos y, en muchos casos, solo mantenían su cargo por la influencia y favores de sus familiares. El académico G.G. Coulton cita una carta de 1281, en la que el autor advierte cómo “la ignorancia de los sacerdotes precipita a la gente en la zanja del error” (259), y más adelante cita la correspondencia del obispo de Angers, Guillaume Le Maire, que escribe:

El sacerdocio incluye numerosas personas despreciables, de vida abyecta, totalmente indignas en conocimiento y moral, de cuyas vidas execrables y perniciosa ignorancia surgen infinitos escándalos, los sacramentos son despreciados por los laicos y en muchos distritos estos consideran a los sacerdotes como [viles]. (259)

La mística medieval Margery Kempe (c. 1342-1438) instó a los clérigos enriquecidos a abandonar su corrupción, tal como habían hecho aproximadamente 200 años antes Hildegarda de Bingen y otros como John Wycliffe y Jan Hus.

Algunos de los que se oponían a las políticas de la Iglesia se unieron a sectas religiosas alternativas e intentaron vivir pacíficamente en sus propias comunidades. Los más conocidos fueron los cátaros del sur de Francia, que, aunque interactuaban con las comunidades católicas cercanas o en las que vivían, tenían sus propios servicios, rituales y sistema de creencias.

Estos tipos de comunidad fueron sistemáticamente condenados por la Iglesia y destruidos, sus miembros masacrados y sus tierras confiscadas como propiedad de la Iglesia. Incluso una comunidad ortodoxa que se adhirió a las enseñanzas católicas, como la de las beguinas, fue condenada porque había surgido de manera espontánea como respuesta a las necesidades de la gente y no había sido iniciada por la Iglesia. Las beguinas eran mujeres laicas que vivían como monjas y servían a su comunidad, manteniendo en común sus posesiones y llevando una vida de pobreza y servicio a los demás, pero no fueron aprobadas por la Iglesia y por tanto condenadas; fueron desmanteladas, junto con sus equivalentes masculinos, los begardos, en el siglo XII.

Pope Innocent III & the Albigensian Crusade
El papa Inocencio III y la cruzada albigense
Unknown Artist (Public Domain)

Esos grupos y otros similares intentaban reivindicar su autonomía espiritual, basada en la autoridad de la Biblia, sin ninguno de los rituales de la Iglesia. Los cátaros creían que Cristo no murió en la cruz y por lo tanto no resucitó, sino que el hijo de Dios se había ofrecido espiritualmente por la remisión de los pecados, en un plano superior. Las historias de los evangelios, según ellos, había que entenderlas como alegorías que utilizaban un lenguaje simbólico, más que como historias inalterables de hechos pasados. También defendían el principio femenino en lo divino, venerando un principio femenino de la divinidad (conocido como Sophia), al que dedicaron sus vidas.

Los cátaros vivían con sencillez y servían a la comunidad próxima, no acumulaban riquezas, sus sacerdotes no poseían nada y eran muy respetados como hombres santos incluso por los católicos, con las comunidades cátaras ofreciendo productos y servicios. Las beguinas, que nunca proclamaron ninguna creencia más allá de la ortodoxia, eran igual devotas y altruistas en sus esfuerzos por ayudar a los pobres y, en especial, a las madres solteras pobres y sus hijos. Ambos movimientos, sin embargo, ofrecían a la gente una alternativa a la Iglesia que las enseñanzas de esta condenaban.

Reforma

John Wycliffe y sus seguidores (conocidos como lolardos), venían pidiendo una reforma desde el siglo XIV, y si resulta difícil para un lector de hoy en día entender por qué no se hizo ningún intento serio en ese sentido, es porque la era moderna ofrece múltiples opciones legítimas para la expresión religiosa, pero en la Europa medieval era inconcebible que hubiera un sistema de creencias cristiano válido por fuera de la Iglesia católica.

El cielo, el infierno y el purgatorio eran, para la gente de la Edad Media, sitios reales, y uno no podía arriesgarse a ofender a Dios criticando a su Iglesia y condenándose así al tormento eterno, en un lago de fuego rodeado de demonios. Lo chocante no es que no hubiera más gente pidiendo una reforma, sino cómo alguien tuvo el suficiente valor para hacerlo.

La Reforma protestante no surgió como un intento de derrocar al poder de la Iglesia, sino como un esfuerzo más de reforma de la corrupción y el abuso eclesiásticos. Martín Lutero (1483-1546) fue un sacerdote y monje alemán, de un alto nivel de educación, que pasó de la preocupación a la indignación por lo que él veía como abusos de la Iglesia. Sus 95 Tesis (1517) criticaban la venta de indulgencias como sistema para conseguir dinero, sin ninguna autoridad bíblica ni valor espiritual, contrario a las enseñanzas de la Iglesia en muchos otros aspectos.

Martin Luther
Martín Lutero
Sergio Andres Segovia (Public Domain)

Lutero fue condenado en 1520 por el papa León X, que le exigió renunciar a su crítica o afrontar la excomunión. Cuando Lutero rechazó retractarse, el papa León procedió a su excomunión, en 1521, y Lutero quedó fuera de la ley. Al igual que Wycliffe, Hus y otros antes que él, Lutero sólo pedía una reforma de la política y la práctica de la Iglesia. Como Wycliffe, tradujo la Biblia del latín a la lengua vernácula (Wycliffe al inglés medio y Lutero al alemán), se opuso al concepto del sacerdotalismo, por el que era necesario un sacerdote como intermediario entre el creyente y Dios, y defendió que la Biblia y la oración eran todo lo que se necesitaba para comunicarse directamente con Dios. Por supuesto, con esas afirmaciones, no solamente socavaba la autoridad del papa sino que dejaba a ese cargo, igual que el de los cardenales, obispos, arzobispos, sacerdotes y otros, como inefectivo y obsoleto.

Según Lutero, la salvación era concedida por la gracia de Dios, y no por las buenas obras de los seres humanos, de forma que todos los trabajos que la Iglesia exigía de los fieles no tenían utilidad eterna, sino que servían solamente para llenar las arcas de la Iglesia y construir sus grandes catedrales. Debido al clima político de Alemania, al carisma del propio Lutero y al hábil uso de la imprenta, su esfuerzo reformador, a diferencia de iniciativas anteriores, tuvo éxito. Otros reformadores, como Huldrych Zwingli (1484-1531) y Juan Calvino (1509-1564) continuaron el movimiento en sus propias regiones y muchos otros siguieron su ejemplo posteriormente.

Conclusión

El monopolio que la Iglesia mantenía en la creencia y la práctica religiosa se rompió, lo que dio inicio una nueva era de mayor libertad espiritual, aunque tuvo sus costos. En su celo por liberarse de la autoridad de la Iglesia medieval, los protestantes recién liberados destruyeron monasterios, bibliotecas y catedrales, cuyas ruinas todavía salpican el paisaje europeo en la actualidad.

La Iglesia, según entendieron sus propios representantes en el Concilio de Trento, no había sabido ser su mejor versión y su clero se caracterizaba con frecuencia por querer más los bienes y placeres terrenales que las ocupaciones espirituales, pero al mismo tiempo, como se mencionó anteriormente, la Iglesia había construido hospitales, escuelas y universidades, sistemas sociales para la atención a los pobres y enfermos, y mantenía unas órdenes religiosas que daban a las mujeres una salida a su espiritualidad, imaginación y ambiciones. Esas instituciones cobraron una importancia especial durante la pandemia de la peste negra de 1347-1352, cuando la Iglesia hacía todo lo posible por atender a los enfermos y moribundos cuando nadie más lo hacía.

La Reforma protestante, desafortunadamente, destruyó gran parte de lo bueno que la Iglesia medieval había hecho al reaccionar ante lo que los reformadores entendían como corrupción y su percepción de fracaso a la hora de afrontar el reto de proporcionar una razón, y una solución, para el brote de peste. Finalmente, los diferentes movimientos se organizaron en sectas protestantes cristianas, reconocibles hoy en día (luteranos, presbiterianos, episcopalianos, etc.) y constituyeron sus propios institutos de educación superior, hospitales y programas sociales. Cuando comenzó la Reforma, solo existía una Iglesia, el centro monolítico de la Edad Media, que luego pasó a ser solamente una entre muchas otras opciones de expresión religiosa cristiana.

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Preguntas y respuestas

¿Qué era la Iglesia medieval?

La Iglesia medieval en Europa era la Iglesia católica romana.

¿Cuál era el papel de la Iglesia medieval?

El papel de la Iglesia medieval era servir de representante de la voluntad de Dios en la tierra.

¿Por qué era tan poderosa la Iglesia medieval?

La Iglesia medieval era tan poderosa porque se entendía como la única representante de la voluntad de Dios.

¿Qué rompió el poder de la Iglesia medieval?

El poder de la Iglesia medieval se quebró con la Reforma protestante iniciada por Martín Lutero en 1517.

Sobre el traductor

Antonio Elduque
Soy doctor en Química y trabajo en el sector biomédico. También licenciado en Humanidades, especialmente aficionado a la Historia. Me gusta traducir porque obliga a una lectura lenta y cuidadosa, buscando el sentido del texto más que el significado de las palabras.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2019, junio 17). La Iglesia medieval [The Medieval Church]. (A. Elduque, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-18341/la-iglesia-medieval/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "La Iglesia medieval." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. Última modificación junio 17, 2019. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-18341/la-iglesia-medieval/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "La Iglesia medieval." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 17 jun 2019. Web. 20 dic 2024.

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