Martín Lutero (1483-1546) fue un sacerdote, monje y teólogo alemán, figura central del movimiento religioso y cultural conocido como la Reforma protestante. Aunque otros reformadores anteriores ya habían expresado los mismos puntos de vista que Lutero, su personalidad carismática y el uso eficiente de la imprenta estimularon la aceptación generalizada de su visión del cristianismo.
Nació en el seno de una familia de la clase baja, que esperaba que él llegara a ser banquero, pero su insistencia en definir verdades incuestionables, junto con una llamada al auxilio divino que hizo durante una tormenta, le llevaron a convertirse en un monje agustino. Era un devoto, aunque inconformista, sacerdote de la iglesia católica en Wittenberg, Alemania, hasta que su indignación por la política de la Iglesia, especialmente por la venta de indulgencias, le llevó a cuestionar la autoridad de la Iglesia.
La intención inicial de Lutero no era desafiar la jerarquía eclesiástica ni al papa. Sus 95 Tesis de 1517 fueron una invitación a discutir las políticas y las prácticas de la Iglesia que él encontraba conflictivas y en contra de la Biblia. El documento original, escrito en latín, iba dirigido a una audiencia eclesiástica, pero fue traducido al alemán por sus amigos y seguidores y, gracias a la llegada de la imprenta alrededor de 1440, sus tesis se difundieron por toda Alemania y otras naciones, lo que puso en marcha la Reforma protestante.
Los primeros años y el juramento
Lutero nació en 1483 en Eisleben, en la actual Alemania, por aquel entonces parte del Sacro Imperio Romano. Sus padres eran campesinos acomodados porque, aunque su padre no estaba vinculado a la tierra como granjero, poseía varias minas de cobre. El académico Roland H. Bainton comenta:
Su padre, Hans Luther, y su madre, Margaretta, eran [campesinos] alemanes fornidos y de tez morena. No se dedicaban a la labranza porque, como hijo sin herencia, Hans había cambiado la granja por las minas. En las entrañas de la tierra, había prosperado con la ayuda de Santa Ana, la patrona de los mineros, hasta que llegó a convertirse en propietario de media docena de fundiciones; aunque no era suficientemente rico, y su mujer tenía que ir al bosque a recoger leña para su casa. El ambiente en la familia era el de los campesinos: duro, áspero, a veces grosero, crédulo y devoto. El viejo Hans rezaba junto a su hijo y Margaretta era una mujer devota. (10-11)
Lutero era el mayor de varios hermanos, y su padre pensó que, al tener una buena educación, podía llegar a ser abogado y ascender en la jerarquía social a una posición más acomodada. Lutero estudió primero en Magdeburgo y Eisenach, antes de entrar en la universidad de Erfurt en 1501, con 17 años de edad. Según sus escritos posteriores, Lutero tuvo dificultades en sus estudios y abandonó la carrera de derecho, que finalmente consideró sin sentido.
Su búsqueda de significado de la vida, algo concreto e invariable, le condujo a la filosofía, aunque tampoco la encontró satisfactoria, porque sintió que se basaba en la razón e interpretación humanas de circunstancias cambiantes, en las que no se podía confiar, porque el razonamiento intelectual fallaba ya que, forzosamente, los seres humanos estaban a merced de interpretaciones subjetivas de sus experiencias. Creía en Dios como la verdad última pero no tenía idea de cómo alcanzar una comunión significativa o duradera. Había crecido en el temor de Dios, como un juez estricto e implacable, y no podía concebir otra imagen de la divinidad.
En julio de 1505, mientras Lutero volvía por la carretera hacia la universidad, estalló una tormenta y un rayo impactó en un árbol cercano. Asustado, gritó “¡Santa Ana, ayúdame, me haré monje!” (Bainton, 5). Lo consideró un juramento solemne y, al llegar a la universidad, vendió sus libros y abandonó, ingresando el mismo mes, el 17 de julio de 1505, en el monasterio de San Agustín, para gran disgusto de su padre.
Crisis espiritual y revelación
Lutero se tomó tan en serio su juramento a Santa Ana porque tenía terror a la muerte, y atribuyó a la santa su salvación aquel día de la tormenta. Su miedo a la muerte provenía directamente de su creencia en Dios como un ser divino, todopoderoso y omnisciente, que veía en el interior de los corazones humanos y les castigaba por sus fallos. Al reconocerse como un ser humano con muchos fallos, Lutero no veía la forma de obtener el perdón divino y la vida eterna en el cielo, y solo imaginaba los tormentos eternos del infierno.
Se marcó una disciplina estricta de oración, ayuno, confesión de los pecados casi permanente y estudio de las Escrituras, pero aún así no podía concebir un Dios de amor y misericordioso. Más tarde, Lutero escribió su visión de Dios en ese momento:
¿No es contrario a toda razón natural el hecho de que Dios, por su mero antojo, abandone a los hombres, les haga sufrir penalidades, les maldiga, como si estuviera contento con los pecados y con los tormentos eternos de los miserables, Él que es considerado tan bondadoso y misericordioso? Eso parece inicuo, cruel e intolerable en Dios, algo por lo que muchos se han sentido ofendidos en todas las épocas. ¿Y quién no lo estaría? Yo mismo, más de una vez, me vi abocado al abismo de la desesperación, deseando no haber sido creado. ¿Amar a Dios? ¡Yo le odiaba! (Bainton, 44)
Lutero se quejaba de sus dificultades con su mentor, Johann von Staupitz, quizás con la esperanza de ser liberado de la orden, pero, por el contrario, Staupitz lo instó a obtener el doctorado y conseguir su cátedra de Biblia en la universidad de Wittenberg. Lutero no recibió con alegría ese consejo y alegó que esa carrera acabaría con él, pero Staupitz le aseguró que encontraría mucho con qué ocupar su lugar en el cielo.
Lutero recibió su doctorado en 1512, logró el puesto de Staupitz, pasó a ser miembro de la facultad universitaria y, hacia 1513, tuvo una revelación relativa a la naturaleza de Dios mientras leía la epístola de San Pablo a los romanos. El fragmento del pasaje de Romanos 1:17 que dice, “el justo vivirá por la fe” le llegó muy adentro. Más tarde, escribiría sobre ese momento:
Yo reflexionaba noche y día, hasta que vi la conexión entre la justicia de Dios y la afirmación de que “el justo vivirá por su fe”. Entonces entendí que la justicia de Dios es por la que, por medio de la gracia y la misericordia verdadera, Dios nos justifica a través de la fe. Inmediatamente me sentí renacer y entrar por las puertas abiertas en el paraíso. Toda la Escritura tomó un nuevo sentido y, mientras que antes la “justicia divina” me llenaba de odio, ahora me resultó dulce en el amor, de manera inexpresable. Ese pasaje de San Pablo se convirtió para mí en una puerta hacia el cielo. (Bainton, 51)
Esta experiencia también dejó impresa en Lutero la primacía de la Escritura sobre las enseñanzas de la Iglesia, que había sido incapaz de ofrecerle nada significativo para superar sus dificultades espirituales, mientras que el pasaje bíblico le abrió el camino para una comunión completa con la divinidad.
Las 95 Tesis
Una vez entendida la naturaleza de Dios revelada por la Escritura, Lutero comenzó a cuestionar seriamente la visión de ese Dios promovida por la Iglesia medieval. Si uno se salvaba solamente mediante la fe, pensaba, ¿qué objeto tenían todas las políticas, reglas y diezmos que la Iglesia imponía sobre los creyentes? ¿En qué lugar de la Biblia había alguna base para la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio, la zona intermedia entre el infierno y el cielo, donde los pecadores sufrían tormentos en el fuego hasta que purgaban sus pecados y podían entrar en el paraíso? Incluso, ¿dónde estaba la justificación bíblica para el papa?
Las preguntas de Lutero se hicieron más urgentes en 1516, cuando el arzobispo de Maguncia, Alberto de Brandenburgo, pidió permiso al papa León X para vender en su región indulgencias (loa documentos por los que presuntamente se reducía el tiempo a pasar en el purgatorio). En aquel momento, Alberto estaba fuertemente endeudado y acordó dividir el dinero de las indulgencias con León X, que lo necesitaba para la reconstrucción de la Basílica de San Pedro en Roma. León X envió al fraile dominico Johann Tetzel a la región, en 1516, y Lutero, que desconocía el pacto al que habían llegado el arzobispo y el papa, protestó escribiendo su Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias, conocida más tarde como sus 95 Tesis.
Según la tradición, Lutero clavó el documento en la puerta de la iglesia de Wittenberg el 31 de octubre de 1517, víspera de la fiesta de Todos los Santos, aunque los académicos modernos lo ponen en duda. La historia de Lutero y la puerta de la iglesia fue difundida más tarde por su colega y amigo Felipe Melanchthon (1497-1560), quien ni siquiera estaba en Wittenberg en aquel momento. Sin embargo, los expertos aceptan que clavar sus argumentos en la puerta de la iglesia es un gesto teatral por el que Lutero sería conocido. Sus tesis fueron traducidas al alemán por sus seguidores, impresas y difundidas, y provocaron desafíos generalizados a la autoridad eclesiástica en Alemania y, en una fase posterior, en Inglaterra, Francia y otras regiones.
Sin embargo, las 95 Tesis no tenían la intención de ser un desafío directo a la Iglesia, ni tampoco eran nada nuevo. Las 97 tesis de Lutero, presentadas solo un mes antes, en septiembre, planteaban sus objeciones a la teología escolástica. Sus 95 Tesis, escritas en latín, solamente proponían 95 puntos de diálogo a discutir, pero se convirtieron en el catalizador de la Reforma, una vez traducidas y distribuidas porque, para la gente, cuestionaban la autoridad de la Iglesia.
Aunque fueron presentadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg, Lutero envió las 95 Tesis a Alberto de Brandenburgo, que las revisó por si implicaban herejía, y las remitió a Roma. El papa León X envió diversas delegaciones para persuadir a Lutero de que estaba equivocado, especialmente en lo relacionado con su solicitud de que el papa debería ser quien financiara la construcción de la Basílica de San Pedro, en lugar de pedir dinero a los pobres.
Entre los delegados estaba el teólogo Johann Eck (1486-1543), un antiguo amigo de Lutero que, en la disputa con este y su compañero reformista Andreas Karlstadt (1486-1541) en Leipzig, en 1519, mantuvo la tesis de que, si no hubiera una autoridad central que interpretara la Escritura, cualquiera que la leyera podría interpretarla por sí mismo, lo cual llevaría al caos, porque no todos pueden comprender las Sagradas Escrituras correctamente. La Iglesia, según Eck, se basaba en una tradición de eruditos (el propio Lutero se había quejado de eso en septiembre de 1517) para la interpretación de la Biblia, lo que significaba que su comprensión era correcta y que las propuestas de Lutero relativas a la justificación por la fe estaban equivocadas. Lutero rechazó retractarse y, en 1520, se emitió una bula papal amenazándole con la excomunión, que Lutero quemó públicamente en Wittenberg, aquel diciembre.
Worms y Wartburg
Lutero fue excomulgado en enero de 1521, y su caso fue remitido a las autoridades seculares, que convocaron a Lutero a una audiencia en la Dieta de Worms. Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano, la presidió, y Johann Eck (diferente del citado antes) representó a la Iglesia, presionando nuevamente a Lutero para que se retractara. Lutero recibió un salvoconducto, para ir y volver de la audiencia, por parte de Federico III (el sabio, 1463-1525), un elector de Sajonia (uno de los nobles que escogían al emperador), que simpatizaba con las opiniones de Lutero.
El 18 de abril de 1521, Lutero rechazó retractarse, con su famoso discurso, que incluía estas líneas:
A menos que me convenza por el testimonio de las Escrituras o por la razón diáfana (porque no confío ni en el papa ni en los concilios por sí solos, porque es bien sabido que a menudo se han equivocado o contradicho), estoy comprometido por las Escrituras que he citado y mi conciencia es cautiva de la palabra de Dios. No puedo retractarme, ni voy a hacerlo, de nada, porque no es ni seguro ni correcto ir contra la conciencia…no puedo hacerlo de otro modo, y aquí estoy, que Dios me ayude. Amén. (Roper, 172)
Se dice que, cuando acabó de hablar, levantó el brazo en el saludo tradicional del caballero después de vencer en un combate. Igual que con las 95 Tesis, los académicos actuales cuestionan la inclusión de su famosa frase “aquí estoy” en el discurso de Lutero en la Dieta de Worms, ya que solo aparece en transcripciones posteriores de la audiencia, aunque en general es considerada auténtica.
Lutero fue condenado como delincuente el 25 de mayo de 1521, lo que significaba que cualquiera que le ofreciera asistencia podía ser acusado, y que a él se le podía dar muerte sin consecuencias. Durante su regreso a Wittenberg desde Worms, fue raptado por soldados de Federico III, disfrazados de bandoleros para no levantar sospechas, quienes lo llevaron al castillo de Federico en Wartburg, donde quedó bajo su protección. Durante su estancia allí Lutero no paró de escribir y tradujo el Nuevo Testamento del latín al alemán, que rápidamente se convirtió en un éxito de ventas, gracias a la velocidad y eficiencia de la imprenta.
Guerra de los campesinos
De hecho, la imprenta fue el arma secreta de Lutero que permitió no solamente la difusión rápida de sus ideas, sino también las ilustraciones que lo mostraban como una figura heroica y un “hombre del pueblo” que desafiaba a las autoridades, que mantenían políticas de desigualdad y tenían sumida a la gente en la pobreza. Los llamados “protorreformistas” anteriores, como John Wycliffe en Inglaterra (1330-1384) y Jan Hus en Bohemia (1369-1415) no tuvieron acceso a una tecnología como la imprenta, todavía no inventada. Tenían que basarse en la impresión con planchas de madera, que costaba más tiempo y producía textos de inferior calidad. La imprenta de la época de Lutero podía producir rápidamente panfletos, pósters, libros, etc., y ponerlos a disposición del público.
Aunque la mayoría de la población era analfabeta, podían acceder a esos materiales a través de la lectura de otros, y Lutero se convirtió en un héroe para la gente que, animada por los líderes locales, empezó a rebelarse en Wittenberg, dando inicio a la Guerra de los campesinos alemanes (1524-1525). Los campesinos esperaban que Lutero apareciera como defensor de su causa pero, en lugar de eso, denunció la violencia, citando a la Escritura al referirse a la importancia de obedecer a la autoridad temporal y, en seis sermones pronunciados en Wittenberg, acabó con la revuelta.
Más tarde cambiaría de opinión y exhortaría a la resistencia contra la autoridad injusta, aunque al mismo tiempo creía obedecer a su conciencia condenando la violencia y manteniendo el status quo. Los críticos han señalado que, sin embargo, podría haber estado motivado por su relación con Federico III, cuyas tierras y riquezas, y por consiguiente la protección de Lutero, estaban amenazadas por la revuelta.
Matrimonio y luteranismo
Lutero se casó en junio de 1525 con Catalina de Bora (1499-1552), una antigua monja que, en 1523, había escrito a Lutero pidiéndole ayuda para liberarla a ella y algunas compañeras de su convento. Lutero organizó un escape en un carro de barriles de arenque y encontró alojamientos adecuados para todas, salvo para Catalina, que quiso casarse con él, quien ya había llegado a la conclusión de que no había una base bíblica para el celibato de los clérigos. Tras algunas dudas iniciales, siguió adelante con el matrimonio.
Lutero y Catalina eran muy próximos y su matrimonio sirvió de inspiración para que otros clérigos siguieran su ejemplo. Catalina se encargó de la gestión de las tierras de Lutero, le dio seis hijos y lo ayudó en la formulación de lo que se convertiría en el luteranismo. Entre 1526 y su muerte, Lutero, Catalina, Felipe Melanchton y otros, se ocuparon de la organización y administración de la nueva iglesia, se concentraron en la educación de la gente, de forma que pudiera interpretar las Escrituras de acuerdo con su propia comprensión.
Lutero escribió en 1529 su Catecismo Mayor para educar a los sacerdotes y su Catecismo Menor para los laicos, y en 1534 publicó la Biblia completa en alemán. También escribió numerosos himnos, todavía populares en la actualidad (especialmente Una poderosa fortaleza es nuestro Dios), trabajos teológicos, y participó en el Coloquio de Marburg, un intento de unificar los diversos movimientos protestantes en Europa. En la conferencia, Lutero y el reformador suizo Ulrico Zuinglio (1484-1531) expresaron opiniones diferentes en cuanto a la interpretación de la Eucaristía, a la vez que surgieron otras diferencias infranqueables entre las diversas tendencias protestantes, a las que se dejó desarrollar sus propias visiones.
Conclusión
Lutero murió de un ataque cerebral el 18 de febrero de 1546, a la edad de 62 años, en su ciudad natal de Eisleben. Fue enterrado delante del púlpito de la iglesia del castillo de Wittenberg, la misma iglesia en cuya puerta había publicado sus 95 Tesis, años antes. En el momento de su muerte era un héroe internacional para las sectas protestantes y un diablo irredimible para los católicos, que lo veían como un agente de Satanás que había roto la unidad de la Iglesia.
Incluso entre sus admiradores, Lutero fue objeto de críticas y censurado por su actuación en el escándalo que implicó a Felipe I de Hesse, a quien Lutero aconsejó mentir sobre su bigamia, y por su rechazo a comprometerse con otros líderes protestantes en Marburg. Lutero fue también un virulento antisemita, publicó diversas obras en las que condenaba a los judíos como “los otros” y perpetuó su imagen como “asesinos de Cristo” y un pueblo caído que ha rechazado la gracia divina.
Aunque los académicos modernos han ofrecido diversas apologéticas de ese aspecto de su carácter, resulta imposible explicar fácilmente que Lutero fuera simplemente un “hombre de su tiempo”, ya que fue claramente extraordinario en muchos aspectos. Su poderosa retórica y su habilidad como escritor siguieron animando el antisemitismo y los crímenes de odio después de su muerte. De hecho, los trabajos de Lutero fueron muy admirados por el partido nazi alemán en los años 30 y principios de los 40, y fueron utilizados como justificación del genocidio.
Su testarudez fue destacada por su amigo Melanchton y su actitud hacia el judaísmo parece un síntoma de ella, porque una vez que tomaba una decisión sobre algo era poco probable que cambiara su postura. No hay evidencias de que tuviera ninguna relación significativa con ninguna persona judía, y lo más probable es que desarrollara su antisemitismo, igual que muchos lo hacen todavía hoy en día, sin cuestionar lo que oyen sobre gente a la que nunca han conocido.
Este aspecto de su personalidad no concuerda con un hombre que no tenía miedo de cuestionar los preceptos de la Iglesia, que se presentaban como la llave del cielo y el infierno. La historia, sin embargo, presenta ejemplos de muchos grandes hombres y mujeres que, a pesar de sus logros, tenían sus puntos débiles en mayor o menor grado y Martín Lutero no es la excepción.