El gobierno islándico altomedieval, o Islandia vikinga, se ha catalogado como una forma incipiente de democracia o parlamentarismo democrático; no obstante, el sistema realmente no se parecía en nada a sus contrapartes europeos, sean los medievales o los contemporáneos. La historiografía prefiere el término "Estado libre". Como lo sugiere el nombre, este se refiere a una entidad política organizada libremente, con algunos elementos de la categoría de Estado pero sin llegar a serlo. Al contrario, los colonos de Islandia, los héroes de la literatura de las sagas, crearon desde muchos puntos de vista una sociedad sin Estado. Tenían un sistema judicial bien definido y un consejo de legisladores (lögrétta), pero ningún rey ni nadie que pusiera en práctica las decisiones judiciales. Existían diferencias entre los caudillos y los comuneros (plebeyos), pero no tan grandes como en muchos otros lugares. Los caudillos o jefes tribales tenían poco poder ejecutivo y, al menos en los siglos X y XI, no estaban organizados jerárquicamente. Los colonos dejaron Noruega y otras regiones para comenzar de nuevo y organizar su mundo como en ningún otro lugar de Europa.
Caudillos
Los colonos (landnámnsmenn en nórdico arcaico) llegaron con tradiciones políticas desde el continente y muchos de ellos provenían de la misma clase social. Islandia abandonó la capa aristocrática de la sociedad vikinga continental y, en general, la jerarquía de señores de la guerra, condes, hombres libres y hombres parcialmente libres. Llegó a ser una sociedad de granjeros terratenientes que no estaban tan entusiasmados con las élites y sus funciones. De hecho, esto podría haber sido lo que les motivó en primer lugar a alejarse. Buscaban evitar la concentración de poder en ciertos grupos y que cada uno tuviese una cuota de control sobre los otros. Los caudillos (góðar en nórdico arcaico) se beneficiaban de una mayor autoridad, pero esta figura era temporal y no territorial. Dependía de cuántos seguidores tuviesen, de si ofrecían apoyo en las disputas, de si podían hacer cumplir la ley y de si tenían suficiente prestigio. Mientras en Escandinavia los granjeros perdían sus derechos ante la creciente autoridad de los reyes y de otros líderes, los islandeses rechazaron un Estado centralizado. En palabras de Jesse Byock, esto representa “un ejemplo de un patrón autolimitado de la formación del Estado” (Viking Age Iceland, 66), lo que quiere decir que no querían evolucionar, sino regresar a formas de coexistencia más simples.
LOS GRANJEROS PODÍAN CAMBIAR SUS LEALTADES DE UN CAUDILLO A OTRO, SE EVITABA LA CONCENTRACIÓN DE PODER Y LA AUTORIDAD ERA UN CONCEPTO BASTANTE LAXO.
Los hombres influyentes locales pueden considerarse como líderes, pero sólo a pequeña escala. Algunos caudillos, pero también granjeros (bændr en nórdico arcaico), tenían más riquezas y prestigio que otros, siendo así similares a sociedades no igualitarias o estamentales. Los caudillos podían tener esclavos, arrendatarios, o jornaleros, aunque la esclavitud desapareció en el siglo XI. Los goðar usualmente competían no sólo por la riqueza y el estatus sino también por los seguidores (thingmenn en nórdico arcaico), quienes eran muy importantes para afirmar el dominio. Estos arbitraban en las disputas, lo cual era un asunto riesgoso que podía implicar la muerte, aunque quizás valía el riesgo considerando los beneficios económicos. Transferían propiedades, otorgaban préstamos a los granjeros e incrementaban su prestigio al ofrecer regalos, una práctica que consolidó alianzas. Organizaban festines cuidadosamente planificados, especialmente durante la época de cosecha, donde hacían gala de su generosidad e importancia.
Parece que los caudillos obtenían muchos menos ingresos de lo que se podría esperar, debido a la economía relativamente simple y a la escasez de recursos. Una fuente principal de riqueza, además de alquilar la tierra o el ganado, era intervenir y resolver una disputa. Técnicamente, los granjeros también podían hacer esto, pero los caudillos estaban más calificados porque ellos conocían mejor la ley. No obstante, las barreras sociales podían saltarse, ya que los granjeros podían convertirse en goðar, y el rango dependía de la ley y las convenciones. Los granjeros podían cambiar sus lealtades de un caudillo a otro, se evitaba la concentración de poder y la autoridad era un concepto bastante laxo. Esta situación cambiaría en el siglo XIII, una vez que grupos pequeños adquirieron más poder, estimulados, entre otros factores, por la Iglesia medieval.
La economía era sencilla, la unidad principal la constituía la granja autosuficiente, dependiente del pastoreo, la caza y la recolección. No había ciudades y los conflictos, algunas veces, se resolvían mediante contiendas. ¿Eran los islandeses incapaces de fundar un Estado? Lo más probable es que no estuvieran interesados. Los nórdicos del siglo X eran muy emprendedores: conquistaron y colonizaron partes de Inglaterra y establecieron rutas comerciales hasta llegar al Imperio bizantino. Se debe deducir que, cuando los colonos llegaron a Islandia, llevaban consigo una parte importante del código social de las comunidades escandinavas. Esto puede observarse en las sofisticadas leyes dedicadas a la propiedad y a la tenencia, semillas de descontento y competencia profusamente explotadas en la literatura medieval, las sagas.
La colonización de Islandia
Max Naylor (Public Domain)
La sociedad de Islandia era, por otro lado, diferente de las tribales, con señores de la guerra y tierras, caracterizadas por el poder establecido en una cierta zona. Los islandeses abandonaron parte de la cultura vikinga, aquella de las proezas militares, las conquistas y la realeza, optando en su lugar por el consenso. Los granjeros convinieron en el hecho de que ningún caudillo debería dominar y convertirse en un gobernante supremo. Su organización se basaba en relaciones sociales que reemplazaron a la categoría de Estado. Soñador como podría sonar, esto no estaba exento de serios inconvenientes. Los intrincados acuerdos sociales formados por el parentesco, las alianzas o las amistades podían poner límites a los conflictos, pero no evitar la violencia. Las sagas relatan los casos en los que las contiendas escalaban al punto sin retorno y se hacían mortales.
Islandia era una sociedad de inmigrantes libres que competían por los escasos recursos. Emigraron en una época en la que los derechos de los granjeros comunes estaban amenazados por reyes quienes buscaban expandir su poder. Es comprensible, por lo tanto, que se desvincularan de la sociedad progenitora y que no tuviesen interés en construir el mismo sistema. Para el siglo IX la isla parecía atractiva porque en otras partes de Europa los gobernantes, como Alfredo el Grande (r. 871-899) en Inglaterra, estaban comandando campañas contra los invasores vikingos. En Noruega, de donde provenía la mayoría de los colonos, el rey Harald Cabellera Hermosa (hárfagri, r. c. 872-933), proveniente del sureste, buscaba el control de la región completa y, junto con los condes de Lade de Trondelag, en el norte, subyugaron a los granjeros y a los líderes militares locales llamados hersar.
Estatua de Harald Cabellera Hermosa
Pixabay (Public Domain)
El autor islandés Snorri Sturluson, en el siglo XIII, escribe que la tiranía del rey Harald ahuyentaba a la gente. Aunque Snorri podría haber exagerado, esto es parte de un mito nacional: el rechazo a los acuerdos jerárquicos y el establecimiento de un parlamento primitivo llamado el Althing.
El rey Harald reclamaba la posesión de todas las tierras allí donde él ganaba poder y hacía que cada granjero, poderoso o no, le pagase un impuesto por la tierra. Designó un jarl en cada fylki [provincia] quien emitiría juicios según la ley y recaudaría las multas y los impuestos a la tierra; el jarl se quedaría con un tercio del impuesto para su alimentación y manutención. Cada jarl tendría a su cargo cuatro o más hersar y cada uno de éstos percibía una renta de veinte marcos. Cada jarl suministraría para el ejército del rey sesenta soldados y cada hersir aportaría veinte hombres. (Heimskringla, cap. 6, traducción al inglés de Jesse Byock, 54).
Cuando la gente llegó por primera vez a Islandia solo se encontró a unos monjes irlandeses que luego se marcharon. Los primeros colonos tomaron grandes porciones de terreno, lo que causó una disputa con los recién llegados posteriores. El Landnámabok, o Libro de los asentamientos, cuenta que al rey Harald se le pidió que interviniera y él decidió que nadie debería poseer un área más grande que donde podría cargar con el fuego en un día. En generaciones sucesivas, las tierras llegaron a estar divididas entre muchas granjas pequeñas para que nadie podía reclamar autoridad real alguna. La geografía tampoco favorecía a un sistema de vasallaje, así que los lazos de dependencia pronto desaparecieron en favor de la propiedad privada. La carencia de amenazas externas también desalentó la formación de redes defensivas dominadas por los señores. Sin embargo, a medida que se incrementaba la población, se hizo evidente la necesidad de un derecho consuetudinario.
Se creó la asamblea común, el Althing. Según el historiador Ari el erudito en Islendigabók, o El libro de los islandeses, un hombre llamado Úlfljótr fue a Noruega en la década de 920 para adaptar las leyes de los noruegos del oeste de la asamblea Gula a los requerimientos islandeses, clarificar cuestiones legales y traer de regreso un código legal. Debido a la falta de similitud con la Grágás, la ley del ganso gris usada en en el siglo XIII pero que probablemente preservaba algunas leyes más viejas, el relato de Ari no es muy convincente. En todo caso, tuvo lugar una reunión o encuentro y 39 hombres se hicieron góðar, basándose en su parentesco y prestigio local. Este término podía significar caudillo-sacerdote, y ya que no había sacerdocio reconocido, probablemente realizaban sacrificios oficiales. Los caudillos necesitaban celebrar las things locales (asambleas) y, para el siglo X, probablemente había 13 de estas.
Todos los caudillos y sus thingmen se reunían en la asamblea de verano, el Althing, sobre la Thingvöllr (explanada o llanura) en el suroeste. Era entonces cuando el consejo de la ley (lögrétta en nórdico arcaico) se reunía, para aprobar o revisar las leyes. El tribunal también representaba a Islandia en asuntos exteriores. Todo era público, con la gente sentada en bancos en tres círculos. Después de la conversión al cristianismo, se construyó una pequeña iglesia en el sitio; aparte de eso, la gente vivía en tiendas o en cabañas de turba. No había funcionarios, excepto por el portavoz de la ley (lögsögumaðr), con un periodo de tres años. Como el nombre sugiere, su tarea principal era recitar de memoria un tercio de las leyes y, a pesar de su prestigio, el cargo no llevaba aparejado poder real alguno. Había otro cargo más resonante, pero de nuevo sin autoridad. Se suponía que el caudillo (allherjargoði) debía consagrar el Althing y limitar las secciones de la asamblea. Este cargo pertenecía a los herederos de Thorsteinn, hijo de Ingólfr Arnarson, el primer colono de Islandia.
Ingolfr Arnarson funda Reikiavik
Haukurth (Public Domain)
En la década de 960, a continuación de un conflicto mortal, se introdujeron algunas reformas. Los casos de homicidio involuntario, lo cual se consideraba público y diferente del asesinato, el cual era un crimen oculto y vergonzoso, serían presentados ante el Althing en vez de la reunión o congregación o concejo local. Se constituyeron los tribunales de distrito y la isla se dividió en cuatro distritos. Los distritos oriental, occidental y meridional tenían tres congregaciones o reuniones o concejos conducidos por tres caudillos cada una, pero el septentrional tenía una más debido a su geografía. El desequilibrio potencial en el Althing se compensaba con la adición de otros tres goði en cada uno de los otros distritos, con lo que el número total de caudillos ascendía a 48. Sin embargo, los nuevos caudillos no tenían derecho a nombrar jueces. Esto condujo a un sistema jurídico más centralizado, pero al mismo tiempo, el país permaneció muy descentralizado, basándose en la relación entre el caudillo y el granjero.
Otra reforma fue la asamblea de distrito (fjórðungathing), dedicada a los asuntos de cada distrito, aunque se sabe poco de ella y podría haber quedado ensombrecida por los tribunales del Althing. El panel de jueces elegidos por sorteo tenía que ponderar los hechos y emitir un veredicto. El proceso tenía un reglamento y estaba abierto al público. Cualquiera tenía acceso a los tribunales, pero el éxito dependía de cuán hábil se era para atraer respaldo. La resolución de una disputa requería negociaciones entre los caudillos. En 1005 se añadió un quinto tribunal (fimtardómr), para cuando los procesos llegaban a un punto muerto. La última reforma a este sistema fue la incorporación de dos obispos a la lögrétta.
EL COMBATE INDIVIDUAL O SIMPLE NO ERA TAN FRECUENTE y se terminó ILEGALIZAndo EN EL SIGLO XI.
Estos tribunales no sólo eran una expresión del orden social aceptado, sino también un ambiente apropiado para que los caudillos expusieran sus ambiciones. Se reunían con los granjeros para zanjar disputas, negociar poder, defender posturas, captar seguidores. Tales acciones eran cruciales ya que Islandia no tenía poder ejecutivo para hacer cumplir el veredicto. La intrincada estructura de los tribunales, con todos los procedimientos, también suponía otras maneras de llegar a un acuerdo. Las partes podían llegar a un compromiso y una parte, incluso, podía ofrecer sjálfdæmi, lo que le permitía a la otra parte fijar los términos del compromiso. El combate sencillo o individual, o hólmgange, no era tan frecuente y se terminó ilegalizando en el siglo XI. La negociación era más atractiva.
La enemistad de sangre, tema examinado de preferencia por las sagas, era otra opción para el agraviado. Sin embargo, la búsqueda de venganza dependía del apoyo de parientes y seguidores y, a menudo, se tornaba desorganizada e interminable, así que las partes finalmente tenían que ir al tribunal. La opción menos formal de arbitraje involucraba a otras personas más neutrales. El arbitraje les permitía a todos esquivar situaciones peligrosas y disfrutar de un fallo aceptable.
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Noruega, a diferencia de Islandia, tenía un sistema que también tomaba en cuenta las funciones y roles de reyes, líderes militares o clérigos. Los islandeses en el siglo X desarrollaron los derechos arcaicos de los hombres libres en el mundo germánico sin todos los estratos de la sociedad nórdica. Propagaron la antigua idea de reuniones locales de plebeyos o comuneros y las usaron en vez del crecimiento de los reinos más centralizados y piramidales que se desarrollaban en el continente. Esto no quiere decir que la Islandia primigenia no estuviese estratificada, pero los caudillos islandeses tenían mucha menos autoridad que sus contrapartes escandinavas. Hasta el predominio de los señores feudales en el siglo XIII, no había barrera formal para la movilidad social. Sin embargo, un jefe necesitaba probar sus habilidades para mantener a los thingmen a su alrededor. Había que pagar la amistad; algo no siempre fácil de hacer dada la limitada riqueza de la isla.
La enemistad en Islandia también tenía sus características. Aquí, a diferencia del continente, esto era un asunto público. Los islandeses mantuvieron algunos de los valores militares traídos desde el continente; podían fungir como guerreros feroces, pero las batallas descritas en las sagas son de pequeña escala y se limitaban a las familias. Los colonos, encarados con una localidad más pacífica y una naturaleza aún más agreste que había que domar, pronto se percataron de la importancia de la moderación. En ocasiones puede que un grupo pequeño tuviera motivación para matar a algunos oponentes, pero los pleitos jamás alcanzaron el nivel de luchas abiertas a gran escala. En la gran aldea de Islandia, se obtenía mucho honor y prestigio actuando como un mediador o conteniendo comportamientos problemáticos.
Un relato de derecho y enemistad
En la Saga del pueblo de Eyri (Eyrbyggja saga), el goði Arnkel decide apoderarse de una propiedad sobre la cual no tenía derecho, disgustando a otros granjeros quienes se alían con un enemigo de Arnkel. El relato tiene lugar en la pequeña región de Snæfellsnes, al oeste de Islandia. Bólstaðr, la granja de Arnkel, es muy pequeña para satisfacer sus ambiciones. Él ha puesto sus ojos en Kársstaðir, la granja en el punto más interno del fiordo, con salmón y prados de heno. Los hijos de Thornbrand, quienes viven aquí, intuyen la ambición territorial de Arnkel, la cual se confirma cuando él reclama propiedades al oeste y les corta su ruta hacia Helgafell, un poco más al norte, donde vive su caudillo Snorri y tiene lugar la asamblea.
El padre de Arnkel, Thorolf, había sido un vikingo que adquirió muchas tierras mediante duelos. Posteriormente, les vendió algunas de las tierras a Ulfar y Orlyg, dos esclavos liberados por Thorbrand. Un día, Ulfar confronta a Thorolf por robarle parte de su heno, pero el viejo vikingo conspira para matarlo incitando a su esclavizado a prender fuego a su casa. Ulfar, temeroso de la muerte, se coloca bajo la protección de Arnkel y le transfiere su propiedad a cambio. Los hijos de Thorbrand no están tan entusiasmados con esto, ya que se consideran los dueños de su granja. En esto la ley era imprecisa, estableciendo que el antiguo dueño podía convertirse en el heredero si el anterior esclavo no la podía administrar o no tenía hijos. Ulfar no tiene hijos, pero le va bastante bien.
Pueblo vikingo reconstruido de Hofn, Islandia
adriana serra (CC BY-NC-SA)
Los hijos de Thorbrand no son caudillos, por lo que tienen poco poder contra el viejo vikingo. En vez de convocar a Arnkel directamente a la asamblea, los hermanos piden la ayuda del caudillo al que son leales, Snorri. El padre de Arnkel también acude a Snorri, furioso por la muerte de sus esclavos quienes trataron de asesinar a Ulfar. Él no consiguió compensación alguna por ellos y como un acto de revancha contra su hijo, Thorolf está dispuesto a negociar con el oponente de Arnkel. Snorri acuerda favorecer a Thorolf en el enjuiciamiento de su hijo después de que le transfiera algunas propiedades con un bosque valioso. Ante el tribunal, Snorri declara que Arnkel debería haber matado a los esclavos cuando fueron atrapados quemando la casa de Ulfar, no después. Después del arbitraje, Arnkel paga una pequeña suma a Snorri, enfureciendo aún más a Thorolf, ya que renunció a su tierra por esto. Arnkel también está disgustado porque su padre transfirió ilegalmente su legítima propiedad.
Para afirmar su control sobre el bosque, un día mata a uno de los hombres de Snorri al que captura sacando madera. Al mismo tiempo, él toma la propiedad de Orlyg, el hermano de Ulfar, esta vez ilegalmente. Se acerca cada vez más a la la granja de Kársstaðir. Los humillados hijos de Thorn tampoco consiguen esta vez la ayuda de Snorri, pero él se preocupa cuando lo acusan de no ser capaz de mantener su autoridad si no hace nada al respecto. Ulfar es asesinado por uno de los hombres de Thorolf, y Arnkel reclama gustoso su propiedad. Les advierte a los hijos de Thorbrand que no lo reten. Snorri les recuerda a sus seguidores que, al final, la propiedad se encuentra entre su granja y la de Ankel y caerá en manos del más fuerte. Arnkel se ha hecho muy fuerte y ha acabado controlando casi todo el fiordo, pero los hijos de Thorbrand tienen el apoyo de otro caudillo y esperan el momento perfecto para asestar el golpe, cuando Arnkel esté sólo con unos pocos esclavos para ocuparse de su heno.
La leyenda muestra los peligros que un líder encaraba cuando se dejaba llevar por sus ambiciones. Se podía engañar a los granjeros, pero no ignorarlos. Los granjeros tenían que saber como ejercer sus derechos. Tanto el compromiso como la violencia eran opciones, pero con el apoyo adecuado y en el momento correcto. Tales historias señalan la baja probabilidad de que los caudillos disfrutasen de mucho poder por demasiado tiempo.
Carlos es ingeniero metalúrgico de Barquisimeto, Venezuela. Desde la infancia se sintió muy atraído por la geografía y la historia antigua. Leer sobre estos temas se convirtió en una afición y fortaleció sus conocimientos sobre historia.
Una mente curiosa y abierta, fascinada por el pasado. Historiadora con un gran interés por los mitos nórdicos y la era vikinga, además de profesora de historia y de idiomas. Oriunda de Bucarest (Rumanía), actualmente reside en Sajonia (Alemania).
Manea, Irina-Maria. "Gobierno islándico medieval."
Traducido por Carlos A Sequera B. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 29, 2021.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-19625/gobierno-islandico-medieval/.
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Manea, Irina-Maria. "Gobierno islándico medieval."
Traducido por Carlos A Sequera B. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 29 mar 2021. Web. 25 mar 2025.
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Escrito por Irina-Maria Manea, publicado el 29 marzo 2021. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.