George Washington (1732-1799) fue un militar y estadista estadounidense que condujo al Ejército Continental a la victoria durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1775-1783) y fue el primer presidente de Estados Unidos (1789-1797). A menudo considerado el «Padre de la Patria», Washington sigue siendo una de las figuras más veneradas y emblemáticas de la historia de Estados Unidos.
Primeros años
George Washington nació a las 10 de la mañana del 22 de febrero de 1732 en la plantación de Pope's Creek, en el condado de Westmoreland, Virginia. Fue el primero de los seis hijos de Augustine Washington, un rico terrateniente de Vurginia, y su segunda esposa, Mary Ball Washington. También tuvo cuatro hermanos mayores provenientes del primer matrimonio de su padre. Poco se sabe de la infancia de George: sus primeros años transcurrieron principalmente en la propiedad familiar de Ferry Farm, en el río Rappahannock, y probablemente asistió a la escuela en Fredericksburg, Virginia, donde destacó en las asignaturas de geometría, trigonometría y cartografía. Cuando su padre murió repentinamente en 1743, George, de once años, heredó Ferry Farm, así como diez personas esclavizadas. Demasiado joven para valerse por sí mismo, se fue a vivir con su hermano mayor, Lawrence Washington (nacido en 1718), a Mount Vernon. George idolatraba a Lawrence, a quien llegó a considerar tanto una figura paterna como su mejor amigo.
La aptitud de George para las matemáticas le llevó a considerar una carrera como agrimensor, un camino respetable hacia la riqueza y el ascenso social. En 1748, a la edad de 16 años, se embarcó en su primera expedición al valle de Shenandoah para inspeccionar la propiedad de su influyente vecino, Thomas Fairfax. Al año siguiente obtuvo la licencia de agrimensor y, gracias al patrocinio de Fairfax, fue nombrado agrimensor del condado de Culpeper. Durante los tres años siguientes, Washington realizó 200 expediciones topográficas y midió un total de 60.000 acres a lo largo de la frontera occidental de Virginia. Sin embargo, justo cuando la carrera de George despegaba, Lawrence enfermó de tuberculosis, por lo que en noviembre de 1751 viajó a la isla caribeña de Barbados con la esperanza de que el aire tropical mejorara su estado. George le acompañó, y contrajo un doloroso caso de viruela durante su breve estancia en la isla, de la que se recuperó pronto. Por desgracia, Lawrence no tuvo tanta suerte, ya que murió poco después de regresar a Virginia en 1752. Tras la muerte de su hermano, George comenzó a arrendar Mount Vernon a la viuda de Lawrence y se convirtió en el propietario legal de la propiedad tras la muerte de ella en 1761.
En 1753, George alcanzó la madurez y estaba ansioso por encontrar la forma de hacerse un nombre. Pronto tendría una oportunidad: los franceses habían empezado a construir fuertes en las bifurcaciones del río Ohio, territorio fértil que había sido reclamado por Virginia. En noviembre, Washington fue enviado para exigir a los franceses que abandonaran de inmediato la región del Ohio. En su viaje hacia el oeste, se le unieron Christopher Gist, un colonizador y guía experimentado, y Tanacharison, un líder indígena llamado el «Medio Rey» por la gente de Virginia. Fue Tanacharison quien dio a Washington el nombre seneca de Conotocaurius o «Devorador de pueblos», en referencia al bisabuelo de Washington, que había ayudado a expulsar a los indígenas de sus tierras en Virginia. El pequeño grupo llegó al fuerte francés LeBoeuf durante una tormenta de nieve; y aunque fueron recibidos cordialmente por el comandante del fuerte, las demandas de Washington fueron firmemente rechazadas. El grupo se embarcó entonces en su viaje de regreso a Virginia, que incluyó varios episodios peligrosos: por ejemplo, mientras cruzaba el helado río Alleghany en una balsa, Washington cayó por la borda y probablemente se habría ahogado si Gist no le hubiera rescatado.
Guerra franco-india
En abril de 1754, Washington fue nombrado teniente coronel en el recién formado Regimiento de Virginia y fue enviado de nuevo al Territorio del Ohio, esta vez con una compañía de 159 hombres, para exigir de nuevo que los franceses se marcharan. Acampó en un prado llamado Great Meadows, donde uno de los exploradores de Tanacharison le informó que un grupo de soldados franceses estaba acampando cerca. En la madrugada del 28 de mayo de 1754, Washington y Tanacharison emboscaron el campamento francés; en la breve escaramuza que siguió, murieron varias tropas francesas, incluido su comandante, Joseph Coulon de Jumonville. Washington se retiró inmediatamente a Great Meadows, donde sus hombres construyeron apresuradamente un fuerte llamado Fort Necessity. Sin embargo, cuando los franceses atacaron el 3 de julio, el fuerte no pudo resistir; tras ocho horas de combate, Washington aceptó rendirse con la condición de que sus hombres supervivientes pudieran regresar a Virginia. Este incidente exacerbó las tensiones entre Gran Bretaña y Francia, contribuyendo al estallido de un conflicto mundial: la Guerra de los Siete Años (1756-1763).
Al año siguiente, el general de brigada Edward Braddock desembarcó en Virginia con dos regimientos de regulares británicos, con la misión de capturar Fort Duquesne y expulsar a los franceses del Territorio del Ohio de una vez por todas. Cuando la Expedición de Braddock partió en mayo de 1755, Washington la acompañó como uno de los ayudantes de campo de Braddock, pero se vio obligado a quedarse atrás durante gran parte de la campaña a causa de su disentería. Sin embargo, estaba con el ejército cuando este cayó en una emboscada de los franceses y sus aliados indígenas el 9 de julio en la batalla del Monongahela. A pesar de que le mataron dos caballos, Washington consiguió reunir al ejército británico presa del pánico y ayudó a dirigir la retirada. Más de 800 soldados británicos y provinciales sufrieron bajas en la emboscada, entre ellos Braddock, que resultó herido de muerte. Durante los dos años siguientes, Washington, ahora coronel al mando del Regimiento de Virginia, supervisó la defensa de la frontera occidental de la colonia. En 1758, se unió a la Expedición Forbes, que logró capturar Fort Duquesne sin disparar un solo tiro. Esta campaña ayudó a cambiar el rumbo de la Guerra franco-india, que finalmente se saldó con una victoria británica en 1763.
Matrimonio y vida en una plantación
Frustrado porque sus hazañas no le habían valido un nombramiento en el ejército regular británico, Washington renunció al regimiento de Virginia y regresó a Mount Vernon. Fue elegido miembro de la Cámara de los Burgueses en 1758 y, en enero del año siguiente, se casó con la rica viuda Martha Dandridge Custis. El matrimonio dio a Washington el control de la finca de Custis, de 18.000 acres, así como de 84 personas esclavizadas, lo que le convirtió en uno de los terratenientes más influyentes de Virginia. Él y Martha nunca tuvieron hijos juntos; de hecho, algunos estudiosos han especulado que el ataque de viruela que sufrió Washington en 1751 le dejó estéril. En cambio, Washington trató a los hijos del primer matrimonio de Martha, John Parke Custis y Martha «Patsy» Parke Custis, como si fueran suyos. Desafortunadamente, terminaría sobreviviéndolos a ambos: Patsy murió de un ataque epiléptico en 1773, a la edad de 17 años, mientras que John murió de tifus en 1781, mientras servía en Yorktown. Tras la muerte de ambos, Washington se alegró de criar a los hijos de John.
Washington pasó la década de 1760 cuidando de su querida casa de Mount Vernon, donde el trigo y el tabaco eran cultivados y cosechados por cientos de esclavos; a lo largo de la vida de Washington, 577 personas esclavizadas vivieron y trabajaron en Mount Vernon. Aunque Washington no era considerado un esclavista cruel según los estándares de la época, sus esclavos a menudo tenían que subsistir con raciones insuficientes, vivir hacinados en viviendas de una sola habitación y estar perpetuamente bajo la supervisión de los capataces de Washington; Washington tampoco tenía reparos en azotar o vender a quienes intentaban huir. Sus opiniones sobre la institución de la esclavitud evolucionaron con el tiempo y, al llegar la Revolución, la consideraba aborrecible. Sin embargo, hizo poco por la abolición de la esclavitud y, de hecho, siguió alquilando y comprando personas hasta su muerte.
Mientras Washington se ocupaba de su vida en Mount Vernon, las tensiones entre Gran Bretaña y las Trece Colonias iban en aumento: el desacuerdo sobre los derechos y libertades de los colonos (expresado en la autoridad constitucional del Parlamento para dictar políticas fiscales como la Ley del Timbre y las Leyes Townshend, políticas que los colonos nunca habían consentido) provocó disturbios e incidentes violentos como la Masacre de Boston (1770). Washington se alineó cada vez más contra el Parlamento; su condición como uno de los ciudadanos más prósperos de Virginia lo convirtió automáticamente en líder del movimiento whig o patriota de la colonia. En 1774 asistió al Primer Congreso Continental en Filadelfia y ayudó a entrenar a las milicias de Virginia para un posible conflicto con los soldados británicos. Cuando estallaron las batallas de Lexington y Concord el 19 de abril de 1775, Washington estaba dispuesto a luchar por su patria.
Comandante en Jefe
El 14 de junio de 1775, el Segundo Congreso Continental adoptó el Ejército Continental y nombró a Washington su comandante en jefe; su decisión se debió tanto a la experiencia militar de Washington como a que pensaban que era más probable que las colonias del sur apoyaran a uno de los suyos. El 2 de julio, Washington cabalgó hasta el cuartel general del ejército en Cambridge, Massachusetts, donde el Ejército Continental estaba llevando a cabo el sitio de Boston. Washington se sintió consternado al comprobar que su nuevo ejército era poco más que un amasijo de milicias coloniales indisciplinadas, e inmediatamente se puso manos a la obra para adiestrar a las tropas e imponer una disciplina estricta. A principios de 1776, encontró por fin la oportunidad de ganar el asedio, cuando el coronel Henry Knox llegó con artillería pesada capturada del fuerte Ticonderoga, que Washington situó en los altos de Dorchester, con vistas a Boston. En lugar de enfrentarse a un bombardeo de artillería, los británicos evacuaron la ciudad por mar el 17 de marzo, y Boston volvió a caer en manos estadounidenses.
A continuación, Washington dirigió su ejército a la ciudad de Nueva York, que predijo correctamente que sería el próximo objetivo de los británicos. En julio, mientras preparaba las defensas de la ciudad, recibió la noticia de que el Congreso había declarado la independencia de Estados Unidos; el 9 de julio, Washington reunió a su ejército y leyó en voz alta la Declaración de Independencia a sus soldados, entre vítores. Mientras tanto, un ejército británico de 32.000 hombres se reunía en la cercana Staten Island. Los británicos atacaron finalmente en la Batalla de Long Island (27 de agosto de 1776), expulsando a los hombres de Washington de sus fortificaciones en lo alto de Guan Heights e infligiendo más de 2.000 bajas estadounidenses. Los británicos podrían haber derrotado al Ejército Continental allí mismo, si Washington no hubiera sido capaz de evacuar con éxito a sus tropas de Long Island durante la tormentosa noche del 29 al 30 de agosto. Sin embargo, se vio obligado a abandonar la ciudad de Nueva York, que fue ocupada por los británicos el 15 de septiembre.
Durante las semanas siguientes, Washington fue perseguido por la parte baja de Nueva York y Nueva Jersey, librando acciones desesperadas en Harlem Heights (16 de septiembre), White Plains (28 de octubre) y Fort Washington (16 de noviembre), mientras su ejército era mermado por el desgaste. A mediados de diciembre, su ejército se había reducido a apenas 3.000 hombres, y muchos supusieron que no sobreviviría al invierno. No obstante, Washington había llegado a creer que el éxito de toda la Revolución dependía de la supervivencia de su ejército y, por tanto, estaba decidido a preservarlo a toda costa. Esto le llevó a adoptar una táctica fabiana, según la cual evitaría las batallas campales siempre que fuera posible, prefiriendo desgastar al enemigo con incursiones menores y tácticas de tierra quemada. Sin embargo, esto no significaba que Washington fuera un comandante tímido, ya que buscaba constantemente oportunidades para atacar al enemigo cuando este bajaba la guardia. En una de esas ocasiones, cruzó el helado río Delaware la noche del 25 de diciembre de 1776, sorprendiendo y derrotando a una guarnición hessiana en la batalla de Trenton a la mañana siguiente. Esta victoria y la que siguió en la batalla de Princeton (3 de enero de 1777) dieron un apoyo renovado a la Revolución.
Al año siguiente, Washington marchó a Pensilvania para defender Filadelfia, la capital de Estados Unidos. Perdió dos duras batallas en Brandywine (11 de septiembre) y Germantown (4 de octubre) y no pudo evitar que los británicos ocuparan Filadelfia a finales de septiembre. De todas formas, la pérdida de la capital no tuvo el efecto adverso en la moral estadounidense que esperaban los británicos. En diciembre, Washington trasladó su ejército a Valley Forge, donde pasó el invierno llevando a cabo reformas vitales en materia de suministros, vacunando a sus soldados contra la viruela y defendiéndose de una amenaza política a su liderazgo conocida como la Conway Cabal. Durante este tiempo, oficiales como el Barón Friedrich von Steuben entrenaron al Ejército Continental para convertirlo en una fuerza de combate más disciplinada y eficaz. Cuando el Ejército Continental partió de Valley Forge en junio de 1778, estaba ansioso por poner a prueba sus nuevas habilidades: en la Batalla de Monmouth (28 de junio), los Continentales enfrentaron a los británicos en un combate que terminó en un empate bajo el sofocante calor del verano. Ese mismo año, Francia entró en la guerra como aliado de las colonias.
Washington trasladó entonces su ejército a las afueras de Nueva York, donde mantuvo esa posición durante los dos años siguientes mientras el foco de la guerra se desplazaba hacia el sur. Washington envió a su general de confianza, Nathanael Greene, a dirigir el ejército del sur, mientras él permanecía en el norte para vigilar la considerable presencia británica en Manhattan. En otoño de 1781, Washington dirigió finalmente un ejército combinado franco-estadounidense hacia el sur para asediar a un ejército británico al mando de lord Charles Cornwallis, que estaba atrapado en Yorktown, Virginia. Atrapado entre el ejército de Washington en tierra y la armada francesa en el mar, Cornwallis no tuvo más remedio que rendirse a Washington el 19 de octubre de 1781, poniendo fin a la fase activa de la guerra. Dos años más tarde, se firmó el Tratado de París de 1783 y, en noviembre, los últimos soldados británicos evacuaron la ciudad de Nueva York.
Crisis constitucional
En diciembre de 1783, Washington dimitió como comandante en jefe del Ejército Continental y regresó a Mount Vernon, con la intención de retirarse a una vida de terrateniente. En los años siguientes, supervisó su querida plantación, mientras crecía la preocupación nacional por la debilidad de los Artículos de la Confederación. Bajo estos Artículos, que limitaban el poder del gobierno federal para preservar la soberanía de los estados, el Congreso no tenía autoridad para recaudar impuestos ni para sofocar insurrecciones armadas como la Rebelión de Shays (1786-87). Finalmente, Washington concluyó que los Artículos debían ser completamente reemplazados y, aunque con reservas, aceptó presidir la Convención Constitucional que se reunió en Filadelfia en mayo de 1787.
La Convención elaboró un nuevo marco de gobierno (la Constitución de Estados Unidos) que fue ratificado por los nueve estados necesarios en 1788. La nueva Constitución preveía la elección de un presidente como jefe ejecutivo de la nación. Nunca se puso en duda que Washington fuera el hombre adecuado para el cargo y, de hecho, no se consideró seriamente a ningún otro candidato. En las elecciones presidenciales de 1789, los electores votaron unánimemente por él como primer presidente, y John Adams fue elegido vicepresidente. Washington fue investido el 30 de abril de 1789 en el Federal Hall de Nueva York, con la responsabilidad de definir el cargo presidencial y guiar a la joven y frágil república en los tumultuosos años venideros.
Presidencia
Durante sus dos mandatos, Washington utilizó la misma cautela que tan bien le había servido en el campo de batalla. Se abstuvo de adoptar cualquier título o procedimiento oficial que oliera a monarquía (prefiriendo utilizar el humilde título de «Sr. Presidente») y se mantuvo al margen del partidismo que bullía en su gabinete. En los primeros años de la administración Washington, el secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, propuso un controvertido programa financiero que preveía que el gobierno federal asumiera las deudas de los estados y la creación de un banco nacional. El secretario de Estado, Thomas Jefferson, y sus partidarios sureños se opusieron firmemente a este plan. Hamilton y Jefferson se enfrentaron con frecuencia en las reuniones del gabinete hasta el Compromiso de 1790, en el que Jefferson aceptó apoyar el plan de Hamilton a cambio de que la nueva Ciudad Federal (que se llamaría en honor de Washington) se construyera en el río Potomac. Sin embargo, las luchas partidistas no habían hecho más que empezar y se intensificarían durante el resto de la presidencia de Washington y más allá.
En 1794 estalló la Rebelión del Whisky en el oeste de Pensilvania, cuando los granjeros se rebelaron contra un nuevo impuesto sobre el consumo de licores impuesto por Hamilton. Aunque en un principio se mostró reacio a recurrir a la fuerza militar, Washington reunió una milicia federalizada de 13.000 hombres que sofocó la rebelión sin tener que librar una sola batalla, lo que reforzó la autoridad del gobierno federal. La administración de Washington también llevó a cabo la Guerra India del Noroeste (1790-1795), librada entre Estados Unidos y una coalición de naciones indígenas por el control del Territorio del Noroeste. El general Anthony Wayne (llamado «el loco») condujo a las tropas estadounidenses a la victoria en la batalla de Fallen Timbers, obligando a los indígenas a ceder sus reclamos sobre el territorio a Estados Unidos en el Tratado de Greenville. Los británicos, que habían ofrecido apoyo clandestino a los indígenas, también se vieron obligados a abandonar sus fuertes en la región.
Gran parte del segundo mandato de Washington estuvo marcado por la Revolución Francesa (1789-1799), que estaba sumiendo a Europa en una guerra total. Aunque Jefferson y el emergente Partido Demócrata-Republicano le instaron a apoyar a la Francia revolucionaria, Washington siguió una política de neutralidad y se negó a involucrarse en las guerras revolucionarias francesas. La controversia sobre esta decisión se vio agravada por el Tratado Jay de 1794, que reforzaba los lazos económicos de Estados Unidos con Gran Bretaña. Ambas cuestiones alimentaron la creciente rivalidad entre los demócratas-republicanos y el Partido Federalista de Hamilton.
Jubilación y muerte
Al final de su segundo mandato, Washington decidió no presentarse a la reelección; su negativa a presentarse a un tercer mandato sentó un precedente seguido por todos los presidentes estadounidenses posteriores, excepto Franklin D. Roosevelt. Washington pronunció su discurso de despedida el 19 de septiembre de 1796, en el que advirtió de los peligros de los partidos políticos. Dejó el cargo al expirar su mandato el 4 de marzo de 1797 y regresó a Mount Vernon. La noche del 12 de diciembre de 1799, tras pasar un día bajo la lluvia supervisando las actividades agrícolas a caballo, Washington regresó a la casa con dolor de garganta. Cayó gravemente enfermo a la mañana siguiente y sus médicos le practicaron cuatro sangrías. Murió a las 10 de la noche del 14 de diciembre de 1799, a la edad de 67 años. Su muerte fue llorada tanto en Estados Unidos como en todo el mundo occidental, donde fue aclamado como paladín de la libertad.