El Imperio portugués fue creado en el siglo XV y llegó a extenderse desde América hasta Japón. Aunque a menudo no fue más que una línea de centros comerciales costeros con fortificaciones defensivas, también hubo territorios coloniales mayores, como Brasil, Angola y Mozambique. Los europeos blancos dominaron el comercio, la política y la sociedad, aunque también hubo una notable mezcla de razas y, en muchos lugares, personas mestizas que alcanzaron posiciones de riqueza y poder en las colonias.
Los portugueses comenzaron su imperio como una exploración para acceder al oro de África occidental y después al comercio de especias de Oriente. Además, existía la esperanza de que hubiera estados cristianos en Asia que pudieran convertirse en aliados útiles en las batallas en curso de la Cristiandad con los califatos islámicos. La obtención de nuevas tierras agrícolas, las riquezas y gloria de las aventuras coloniales, y las ambiciones de la obra misionera, fueron motivos adicionales para la creación del imperio.
Las carracas crearon una red marítima que conectaba Lisboa con todas sus colonias al oeste y el Estado da India al este, tal como era conocido el imperio al este del cabo de Buena Esperanza. Productos como oro, marfil, seda, porcelana Ming, y especias, eran transportados y comercializados por todo el mundo. Otro comercio importante fue el de esclavos, capturados en África occidental y meridional y utilizados como mano de obra en las plantaciones de las islas del Atlántico Norte y en América.
Las colonias clave
Las colonias más importantes del Imperio portugués fueron:
- Madeira (fundada en 1420)
- Azores (1439)
- Cabo Verde (1462)
- Santo Tomé y Príncipe (1486)
- Cochín portuguesa (1503)
- Mozambique portuguesa (1506)
- Goa portuguesa (1510)
- Malaca portuguesa (1511)
- Ormuz portuguesa (1515)
- Colombo portuguesa (1518)
- Brasil portugués (1532)
- Macao portuguesa (ca. 1557)
- Nagasaki portuguesa (ca. 1571)
- Angola portuguesa (1571)
Las islas del Atlántico Norte
Los portugueses eran marinos intrépidos y por lo tanto es muy normal que sus primeras colonias fueran islas relativamente remotas. Buscando nuevos recursos de tierra para solucionar la falta de trigo en Portugal, los marinos navegaron hacia el desconocido Océano Atlántico central. Los navegantes portugueses pudieron organizar esas expediciones gracias al apoyo de personajes tan ricos y poderosos como el príncipe Enrique el Navegante (Infante Dom Henrique, 1394-1460). Otra enorme ventaja fue su diseño naval innovador y el uso de la vela latina triangular.
El primer grupo de islas en ser colonizado fue el deshabitado archipiélago volcánico de Madeira. Con un rico suelo volcánico, un clima suave y suficiente lluvia, las islas se utilizaron para cultivar trigo, viñas y caña de azúcar. Los portugueses iban a establecer ahí el modelo, en muchos aspectos, que luego copiarían todas las demás colonias. La Corona portuguesa dividió las islas y repartió ‘capitanías’ (donatarias) como parte de un sistema feudal diseñado para animar a los nobles a financiar el desarrollo agrícola y comercial. La Corona guardaba para sí la propiedad global, pero cada capitán (donatario) recibía ciertos privilegios financieros y judiciales; ellos, a su vez, repartían pequeñas parcelas de su tierra (semarias) para ser explotadas por sus seguidores, que tenían que desbrozarlas y empezar a cultivarlas dentro de un plazo de varios años. Esas capitanías se convirtieron en cargos hereditarios en muchos casos. Los colonos llegaban atraídos por la esperanza de una vida mejor, aunque allí había, como en todas las demás colonias que la siguieron, otros inmigrantes menos bienvenidos. Eran los indeseables (degregados), personas rechazadas por las autoridades en Portugal que eran llevadas a la fuerza a las colonias, tales como convictos, mendigos, prostitutas reformadas, huérfanos, judíos y disidentes religiosos.
Otro aspecto en el que Madeira se convirtió en modelo colonial fue el de las plantaciones de caña de azúcar, creadas a partir de 1455. El éxito de este cultivo y sus grandes necesidades de mano de obra llevó a la importación de esclavos de África Occidental para trabajar en ellas. El sistema de plantación basada en el trabajo de esclavos pasó a ser parte importante de la economía en el Nuevo Mundo, que dio origen al terrible tráfico de seres humanos que fue el comercio de esclavos a través del Atlántico.
Tras Madeira, y siguiendo el mismo patrón, siguió la colonización portuguesa de las Azores y el archipiélago de Cabo Verde. Todas esas colonias se convirtieron en puertos de escala de gran valor para las naves procedentes de India y las Américas. Portugal y España se disputaron la posesión de las Islas Canarias, pero el Tratado de Alcazobas-Toledo de 1479-80 y el Tratado de Tordesillas de 1494 establecieron, de forma atrevida, dos esferas de influencia, que abarcaban todo el globo terráqueo. La poca concreción de esos acuerdos fue el origen de problemas posteriores, tales como los derechos de Portugal sobre futuros descubrimientos en África y de España sobre islas más allá de las Canarias, intereses que fueron finalmente identificados como el Caribe e incluso las Américas.
Las islas del Atlántico Norte permitieron a la Corona portuguesa el acceso directo al oro de África occidental, evitando a los estados islámicos del Norte de África. Un obstáculo importante había sido el cabo Bojador, que al parecer bloqueaba a las naves en su paso hacia el sur y su posterior regreso a Europa. La solución vino de las islas del Atlántico y de un atrevido cambio de rumbo, lejos de la línea de costa africana, para aprovechar mejor los vientos y las zonas de alta presión. Los marinos portugueses ya podían navegar hacia el sur sin recelos, y el resultado final fue la apertura de Asia a las naves europeas.
África occidental y la esclavitud
Los portugueses, ansiosos de acceder al comercio del oro y la sal de África occidental, establecieron varios asentamientos comerciales fortificados a lo largo de la costa meridional (actual Ghana), como por ejemplo Elmina, en 1482. Sin embargo, los beneficios eran escasos debido a las enfermedades tropicales, la falta de mano de obra y las reticencias de los gobernantes locales en permitir la exportación de esclavos. Los jefes africanos querían intercambiar productos por armas de fuego, pero los portugueses estaban en contra. Una estrategia mejor se centró en las islas deshabitadas de Santo Tomé y Príncipe, localizadas frente a la costa meridional de África occidental, que fueron colonizadas a partir de 1486. Ambas islas participaron a fondo en el comercio de esclavos y, como en el Atlántico Norte, se utilizó el modelo de capitanías para su desarrollo.
Los colonos de las islas fueron autorizados a comerciar con las comunidades de África occidental, con mucho más éxito que los intentos hechos varias décadas antes. Se establecieron asentamientos comerciales portugueses en el continente hacia el sur, hasta Luanda (en la actual Angola), para aprovechar el comercio africano, bien organizado, que transportaba las mercancías desde el interior a lo largo de los ríos principales (p. ej. Gambia y Senegal) hasta la costa. Los productos adquiridos incluían oro, marfil, pimienta, cera de abejas, resinas y maderas para obtener colorantes. Los esclavos (hombres y mujeres) se adquirían en los reinos del Congo y de Benin, cuyos gobernantes deseaban conseguir mercancías europeas como tela de algodón, espejos, cuchillos y abalorios. Las islas servían de punto de concentración de esclavos y de aprovisionamiento para los barcos que transportaban la carga humana. Uno de cada cinco esclavos moría en el barco, cifra que ascendía a uno de cada dos esclavos entre la captura inicial y la llegada a su destino final. El comercio de esclavos por el Atlántico finalizó a mediados del siglo XIX, pero incluso después se continuó importando esclavos desde Santo Tomé y Príncipe, hasta la prohibición en 1908. En ese momento los esclavos fueron reemplazados por trabajadores africanos, que tenían que ser repatriados después de un cierto número de años, pero sus condiciones de vida no eran muy distintas de las que habían sufrido los esclavos que les precedieron.
Hubo pocos intentos de conquistas territoriales en África occidental, porque el comercio era boyante y los europeos no disponían de los recursos militares suficientes para desplegar esa política. Algunos asentamientos se fortificaron, aunque normalmente con la autorización del jefe tribal africano local. Los matrimonios mixtos entre europeos y africanos, reubicados en islas como las de Cabo Verde, dieron lugar a una cultura afro-portuguesa, con gran influencia religiosa y artística africana. Eran frecuentes los habitantes mestizos de Cabo Verde (mulatos) que se establecían en los asentamientos comerciales de la costa africana.
Hubo intentos de saltarse a los jefes africanos y adquirir esclavos directamente del interior, pero esa política estropeó las relaciones con el Congo. La situación se deterioró aún más tras una reacción contra los misioneros cristianos, al desmoronarse las tradiciones culturales y las lealtades tribales. Los europeos se vieron obligados a seguir descendiendo por la costa hasta el reino de Ndongo, en el que su interferencia originó una serie de guerras, en una región que pronto se convertiría en la Angola portuguesa.
África oriental
Cuando en 1498 el explorador Vasco de Gama (ca. 1469-1524) dobló el cabo de Buena Esperanza entrando en el Océano Índico, los portugueses consiguieron de repente el acceso a toda una nueva red de comercio entre africanos, indios y árabes, que había funcionado durante siglos, pero que con la llegada de los portugueses el comercio se transformó en violenta. Con su superioridad naval y artillera, los portugueses hundían las naves rivales, mataban o apresaban a sus tripulaciones y confiscaban sus cargamentos. El hecho de que la mayoría de los mercaderes fuera musulmana era un motivo adicional para los europeos, todavía impregnados de una mentalidad de cruzados.
Los ataques portugueses contra las ciudades comerciales independientes de la Costa Swahili y el reino insular de Mutapa, en el sur (Zimbabue / Zambia) no aportaron beneficios tangibles, porque los mercaderes simplemente los evitaron o se trasladaron hacia el norte. Cuando los portugueses conquistaron y fortificaron ciudades como Malindi, Mombasa, Pemba, Sofala y Kilwa, se encontraron con que ya habían perdido los socios comerciales de esas ciudades-estado. Entonces llegaron los árabes omaníes; deseosos de mantener el control de sus rutas comerciales por el Mar Rojo y reestablecer las antiguas redes, se desplazaron a la Costa Swahili, haciéndose con numerosas ciudades, incluyendo Mombasa portuguesa en 1698. El fracaso en el África Oriental empujó a los portugueses hacia el sur, hasta Mozambique, aunque ya estaban completamente distraídos por el potencial de otra zona del mundo recién descubierta: la India.
La India y las especias
Uno de los principales objetivos de Vasco de Gama era encontrar una ruta marítima hasta Asia, de forma que Portugal pudiera tener acceso directo al lucrativo comercio de las especias, como pimienta, jengibre, clavo, nuez moscada y canela, que alcanzaban precios elevados en los mercados, desde Inglaterra hasta China. Cuando llegó a la Costa Malabar de la India, el marino se encontró con un valioso mercado en funcionamiento. La ciudad de Calicut (Kozhikode) resultó poco amistosa, aunque en posteriores expediciones portugueses se encontró más prometedora a Cochín (Kochi), la gran rival de Calicut. Mediante un acuerdo con el gobernante local, los portugueses se establecieron allí para hacer grandes negocios, construyendo una fortaleza en 1503. Desafortunadamente, se encontraron con un grave problema: muy pocos estaban interesados en los productos europeos. En consecuencia, adoptaron la misma estrategia que en la Costa Swahili: la superioridad naval y artillera se utilizó para hacerse por la fuerza con la red comercial del Océano Índico y establecer un monopolio en el comercio de especias. Otras ciudades costeras fueron conquistadas, especialmente Goa, que en 1530 reemplazaría a Cochín como capital del Estado da India.
El virrey portugués de India, que residía en Goa, estaba en la cumbre de la pirámide de poder, creada con el objetivo principal de controlar el comercio. Era el gobernador civil y militar de la India portuguesa y rendía cuentas solamente al rey de Portugal. En Lisboa, el conselho ultramarino asesoraba al monarca sobre los asuntos de las colonias de ultramar, mientras que la Casa da India era la agencia de la corona que supervisaba todas las comunicaciones y el comercio con Asia.
En Goa, como en la mayoría de las demás colonias, había una cámara, un consejo que decidía sobre asuntos locales, como los impuestos. Los asuntos religiosos eran dirigidos por un arzobispo u obispo, y todas las grandes órdenes religiosas, especialmente la Compañía de Jesús, establecieron iglesias, monasterios, conventos y hospitales. La Hermandad de la Misericordia, a través de sus filiales, ofrecía a los pobres servicios esenciales de bienestar social. Los asuntos legales eran responsabilidad del Alto Tribunal de Goa y de tribunales locales en cada colonia. Un capitán mandaba sobre la fuerza militar local, que normalmente residía en un fuerte, y un factor era el responsable del comercio real y de recaudar los lucrativos derechos de aduana de los demás tipos de comercio. Así era el modelo aplicado en la mayoría de colonias.
Los portugueses hicieron serios esfuerzos para establecer un monopolio en el comercio de especias entre Asia y Europa, así como dentro de Asia. Los mares ya no eran libres, y los mercaderes sin licencia eran arrestados o ejecutados, y sus mercancías confiscadas. Ciertos puertos eran restringidos, las naves tenían que llevar un pasaporte emitido por los portugueses (cartaz) y a menudo estaban obligados a navegar en convoyes protegidos por los portugueses (cáfilas). Los derechos de aduana se cobraban en los puertos, y representaban aproximadamente el 60 % de todos los ingresos portugueses en Oriente. Sin embargo, muchos mercaderes evitaban a los europeos, algunas ciudades oponían resistencia armada y el imperio era demasiado grande y la mano de obra demasiado escasa para controlar incluso una pequeña parte del comercio en curso por Asia. Al ir madurando el imperio, esas consideraciones prácticas llevaron a los portugueses a relajar su manía por los monopolios comerciales.
Extremo Oriente
Otra estrategia portuguesa para controlar el comercio era encontrar el origen de las apreciadas especias, muchas de las cuales procedían de un pequeño grupo de islas de Indonesia, las Islas de las Especias (las islas Malukku o Molucas). La mayor parte era enviada a Malaca (Melaka), en la costa sudoccidental de la península malaya, desde la que se controlaba el estrecho de Malaca, que comunica el Océano Índico con el Mar de la China Meridional. Una flota portuguesa al mando de Alfonso de Albuquerque (1453-1515) conquistó Malaca en 1511, y a partir de 1512 se consiguió la madera de sándalo en los asentamientos informales en Timor.
Los portugueses querían acceder al lucrativo mercado de la seda china, por lo que fundaron la Macao portuguesa en una península en el delta del Río de las Perlas, en la China meridional, cerca de Guangzhou (Cantón). De manera análoga, en 1571 se fundó la colonia de Nagasaki portuguesa en la costa noroccidental de la isla japonesa de Kyushu, dando acceso a los productos comerciales de ese país, principalmente la plata. Los barcos portugueses, cargados de productos para comerciar, navegaban regularmente entre Lisboa, Goa, Malaca, Macao y Nagasaki, su colonia más oriental. En 1639 el gobierno japonés expulsó del país a todos los extranjeros, como parte de una política permanente de aislamiento y reacción contra la difusión del cristianismo, de forma que Nagasaki hubo de ser abandonada.
Brasil
Brasil fue 'descubierto' por los portugueses en 1500, y llegaría a ser su colonia más importante. Brasil era rica en recursos naturales tales como maderas duras, diamantes y oro (de la región de Minas Gerais). Se repartieron capitanías, con San Vicente como primer asentamiento portugués, en 1532. El primer gobernador fue nombrado en 1549, y Brasil se convirtió en una colonia oficial de la Corona, con capital en Salvador de Bahía (reemplazada por Río de Janeiro en 1763). En 1572 se nombró un virrey.
El modelo de plantación colonial con esclavos africanos o amerindios se introdujo aquí en mucho mayor escala que en ningún otro sitio, y Brasil se convirtió en el primer productor mundial de azúcar, y luego de tabaco. Sólo en el primer cuarto del siglo XVII se enviaron a Sudamérica, a través del Atántico, 150.000 esclavos africanos. La abolición del comercio de esclavos por un Brasil independiente, en 1853, daría fin a ese comercio transatlántico.
Otra víctima de la colonización, además de los esclavos, fueron los amerindios Tupí-Guaraníes, cuyos poblados y cultura fueron sistemáticamente destrozados, forzando a los que quedaron a huir hacia el interior de la selva pluvial. Hasta 1755 los amerindios no serían reconocidos como súbditos libres y de pleno derecho de la Corona portuguesa.
La sociedad colonial brasileña, como en otros sitios, se componía de varias capas. Los europeos tenían el estatus más alto, y la exhibición social se realizaba normalmente por medio de ropas extravagantes y del número de esclavos, sirvientes y gente armada de que disponían. Los europeos se dividían a su vez en tres clases: los nacidos en Europa, los nacidos en las colonias y los mestizos (había muy pocas mujeres europeas en las colonias). Por encima había otros cuatro niveles basados en la pertenencia a la nobleza, el clero, el ejército, y todos los demás (subdivididos en casados y solteros). También había visitantes europeos, como comerciantes marítimos y mercaderes locales de la zona. Finalmente estaba la población local, muy mayoritaria como en cualquier otra colonia , que podía estar dividida por sus propias escalas sociales y por factores tales como su conversión al cristianismo. En el nivel más bajo de la sociedad colonial estaban los esclavos.
África meridional
Los portugueses colonizaron la región de Angola a partir de 1571, que se convirtió en el primer territorio colonial europeo en África (frente a los simples asentamientos o ciudades-estado costeras). El reino de Ndongo (formado en ca. 1500) colapsó, no sin ser antes aprovechado como aliado contra el Congo, al norte. Los europeos disfrutaban de la ventaja de las armas de fuego, y así fue como empezó la primera conquista territorial portuguesa. Era un siniestro presagio de lo que iba a tener lugar en toda África en los siguientes siglos.
De nuevo los colonos portugueses se mezclaron con los locales en la región de Angola para crear una raza mixta conocida como luso-africana. Ellos y sus descendientes, basados en Luanda y otros pocos asentamientos costeros, trataron de conseguir el control del interior de Angola, donde emergía el nuevo reino de Matamba, en un siglo de luchas conocido como las Guerras de Angola. La colonia resultó decepcionante para Portugal. Las muy comentadas minas de plata del interior resultaron ser sólo una leyenda, los recursos eran limitados, y las esperanzas de difundir el cristianismo excesivamente ambiciosas. Algunos colonos privados y comerciantes prosperaron, asegurando la continuidad del principal comercio de la colonia: los esclavos. A finales del siglo XVI, de Angola salían unos 10.000 esclavos al año, que se enviaban directamente desde Luanda a Brasil y otros lugares de América. Las comunidades angoleñas, que ya se tambaleaban por causa de la viruela y otras enfermedades traídas por los europeos, resultaron devastadas por ese comercio.
Al otro lado del África meridional, los portugueses habían creado otro gran territorio colonial: Mozambique (tomando el nombre de África Oriental portuguesa en el siglo XIX). Los primeros colonos portugueses llegaron a la isla de Mozambique en 1506, al crearse una capitanía; no resultó ser tan rica en oro como se esperaba, pero había marfil y esclavos. Mozambique pasó a formar parte del Estado da India desde 1571 hasta 1752 y las carracas comerciaban directamente con Goa como parte de la ruta conocida como carreira da India. En el interior se desarrolló un sistema conocido como prazo, por el que los jefes africanos cedían tierras y derechos comerciales y tributarios a los portugueses y afro-portugueses, reconocidos formalmente por la Corona portuguesa. En contrapartida, quien era nombrado (un muzungo) tenía que asegurar la justicia en su territorio, supervisar los rituales tradicionales y dar el visto bueno a los jefes de aldeas más pequeñas dentro de su jurisdicción. Para mantener su posición, los muzungos tenían sus ejércitos privados de sirvientes armados (chicunda), que podían llegar a varios miles de africanos. Hacia 1637 existían al menos 80 prazos, la mayoría actuando con independencia de la débil administración portuguesa basada en la capital, Maputo.
La Corona portuguesa dejó que la colonia fuera explotada por empresas privadas como la Compañía de Mozambique y la Compañía de Niassa. La falta de una administración central y el éxito de los británicos en el África meridional dieron al traste con el sueño de conectar sus dos colonias africanas, Angola y Mozambique.
Decadencia, descolonización y legado
Además de la omnipresente amenaza por parte de los jefes locales, los portugueses afrontaron una dura competencia de otras potencias marítimas europeas, que pronto empezaron a fijarse en su imperio con envidia. Eso era así especialmente por la falta de mantenimiento de los fuertes portugueses y el aislamiento general de las ciudades costeras, que no tenían población local que pudiera acudir en su ayuda. Nada les gustaba más a los corsarios ingleses y franceses que capturar barcos mercantes portugueses, cuando estaban en alta mar. Otra gran amenaza llegó, irónicamente, personificada en un explorador portugués, Fernando de Magallanes (ca. 1480-1521) quien, al servicio de España en 1519-22, navegó a través del extremo sur de Sudamérica y fue el primero en abrir una ruta a través del Océano Pacífico hasta Asia Oriental. La expedición finalmente completó la vuelta al mundo, aunque lo crucial resultó ser el acceso al comercio de especias. Otros países europeos siguieron la estela de Magallanes, y de repente los portugueses perdieron todas las esperanzas de establecer un monopolio comercial en Oriente.
La amenaza más amplia y exitosa a los territorios portugueses vino de los holandeses, que atacaron Mozambique en la primera década del siglo XVII, Macao en 1622 y 1626, y Angola en 1641. En las décadas de 1620 y 1630, los holandeses atacaron y ocuparon partes del norte de Brasil. Conquistaron Malaca en 1641, Colombo en 1656 y Cochín en 1663. Los británicos eran la otra gran amenaza creciente, que ayudaron a los árabes a recuperar Ormuz en 1622.
En el siglo XVIII, los portugueses se vieron obligados a conceder en Brasil derechos comerciales muy favorables a las potencias marítimas superiores, Inglaterra, Francia y Holanda. Los británicos incluso ocuparon Goa entre 1799 y 1815. Hubo también amenazas internas. En Brasil, la gente quería igualdad de derechos para todos los ciudadanos, y consiguieron la independencia en 1822. Declararon a Pedro I (r. 1822-1831) como su rey y primer emperador de Brasil. Pedro era el hijo de Juan VI de Portugal (r. 1816-1826), y ambos países mantendrían lazos estrechos en lo sucesivo.
Durante el siglo XX, muchas colonias portuguesas se perdieron a manos de potencias rivales o bien por guerras civiles. De las que quedaban, Madeira y Azores pasaron a ser regiones autónomas de Portugal, y Goa a ser parte de la India en 1962. El gobierno portugués, por aquel entonces una dictadura militar bajo Antonio Oliveira Salazar (gobernó de 1932 a 1968) no quiso ver la inutilidad de luchar contra los movimientos de independencia africanos, lo que provocó guerras sangrientas tanto en Angola como en Mozambique. Las islas de Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe, Timor Oriental, Angola y Mozambique consiguieron la independencia de Portugal en 1975. Macao fue devuelta a China en 1999.
El imperio colonial portugués trajo consigo muchos desastres para la población indígena: esclavitud, guerras, ruptura de las redes comerciales, fin de las actividades culturales tradicionales, deforestación y enfermedades, por nombrar algunas. Otras consecuencias fueron la adopción del portugués como lengua principal y de la religión católica, en muchas partes del mundo actual. Los portugueses también fueron responsables de diseminar la flora y la fauna por todo el mundo, a veces con efectos desastrosos sobre ecosistemas locales, pero también con éxitos notables, porque cultivos como la yuca, el maíz y la caña de azúcar se hicieron comunes en sitios completamente nuevos. Finalmente, los portugueses fueron los primeros en crear un auténtico imperio global en varios continentes, aunque fuera disperso e inestable. Quizás su mayor legado es el hecho desafortunado de que otras potencias europeas se dieran cuenta de las posibilidades del imperialismo y empezaran a explotar a los pueblos de todo el mundo a una escala incluso superior, cuando el colonialismo se convirtió no sólo en una mera cuestión de control del comercio, sino del territorio, los recursos y la población.