La carabela (inglés: caravel; portugués: caravela), fue un tipo de barco de tamaño medio que, por su bajo calado y sus velas latinas (triangulares), se hizo ideal para la exploración desde el siglo XV en adelante. Rápida, maniobrable, y con una tripulación reducida, la carabela fue fundamental en la Era de los Descubrimientos cuando los europeos cruzaron los océanos que les habían sido desconocidos hasta ese momento.
El diseño
El barco de vela llamado carabela fue desarrollado a partir de un bote pescador portugués de mediados del siglo XV, cuando el príncipe Enrique el Navegante de Portugal (infante dom Henrique, 1394-1460) buscaba explorar el mundo y acceder a los mercados comerciales lejanos. En Sagres, en el extremo sur de Portugal, Enrique reunió un grupo de cartógrafos, navegantes, astrónomos y diseñadores de barcos, y les encargó diseñar un barco capaz de navegar en alta mar. Antes de que este comité uniera sus cerebros y consiguiera desarrollar la carabela, los barcos europeos dependían de dotaciones de remeros, de las velas fijas o de ambos para su propulsión; la barca de velas cuadras era lo más común.
Las primeras carabelas no pesaban más de 80 toneladas, eran pequeñas en comparación con los barcos de las exploraciones posteriores, como el HMS Bounty del capitán Bligh (215 toneladas) y el HMS Endeavour de James Cook (370 toneladas). Algunas versiones posteriores alcanzaron las 100 a 150 toneladas. La carabela tenía un timón de popa y altos castillos de proa y de popa. Una carabela tenía típicamente una relación eslora-manga de 3,5:1 y un bajo calado. También era muy maniobrable y rápida. Estas características eran las que la hacían ideal para explorar mares desconocidos y aguas costeras poco profundas donde los barcos más grandes podían varar en los bancos de arena o ser dañados por rocas. Al mismo tiempo, la carabela podía enfrentar las grandes olas y las tormentas del mar abierto.
Por lo general, una carabela tenía dos o tres mástiles (muy rara vez cuatro), y cargaba velas latinas. La vela latina era triangular y su nombre deriva de "latín" aunque estaba inspirada en las velas de los veleros árabes, particularmente el dhow con su única vela latina. Anteriormente, los barcos que usaban una vela cuadra solo podían navegar con el viento directamente de popa, pero la vela latina, más flexible, permitía que un velero navegara a cinco puntos del viento y aún más, navegar dando bordadas (hacia adelante en zigzag) con viento en contra. Otra ventaja de la carabela latina era que no necesitaba de una tripulación numerosa. Esto era un factor importante en los viajes de exploración, cuando el escorbuto, los accidentes y los enfrentamientos violentos, en un viaje de uno o dos años, podía reducir significativamente el número de personal disponible en la expedición. Las carabelas no fueron construidas solamente en los astilleros europeos, sino que también en las colonias, como la portuguesa Goa.
Una de las desventajas de la carabela era que no podía llevar mucha carga, como otros tipos de barco tales como la carraca. Esta limitada capacidad de carga se convirtió en una seria desventaja cuando, por ejemplo, los portugueses tuvieron acceso al comercio de las especias en Asia y querían transportar cargas valiosas a Europa por las rutas marítimas. Para esas rutas comerciales se usaban las carracas, barcos más grandes que podían cargar hasta 2000 toneladas.
Para solucionar el problema del limitado espacio de carga, el diseño de la carabela fue modificado para crear la carabela redonda. Este tipo era más grande y ancho que una carabela normal y podía pesar hasta 300 toneladas. La carabela redonda normalmente tenía mástiles con vela cuadra para conseguir mayor velocidad y bauprés con cebadera. Una tercera variante era una carabela con cuatro mástiles diseñada para ser usada como barco de guerra. En este caso, tres mástiles cargaban velas latinas y uno velas cuadras. En gran medida, este tipo de carabela fue la precursora del galeón del siglo XVI. De hecho, el desarrollo de las carabelas de mayor tamaño fue también una respuesta al creciente número de ataques que sufrían los barcos portugueses por parte de los holandeses desde el siglo XVI en adelante. Un barco más grande podía llevar más cañones.
El Imperio portugués
En el siglo XV los portugueses estaban muy interesados en explorar la costa occidental de África y por qué no, acceder a las rutas comerciales del interior del continente prescindiendo así de los comerciantes norafricanos. El primer gran obstáculo en este plan era geográfico: ¿cómo circunnavegar el Cabo Bojador y luego ser capaces de regresar a Europa, navegando en contra de los prevalecientes vientos del norte y las corrientes desfavorables? Después de 12 años de repetidos fracasos en rodear el cabo, la respuesta se encontró en un barco mejor diseñado, esto es, la carabela con velas latinas. Tomando un temerario rumbo lejos de la costa africana y usando los vientos, las corrientes y las áreas de alta presión, los portugueses pudieron navegar de regreso a casa con seguridad. Así se pudo superar el traidor Cabo Bojador en 1434.
Con barcos como las carabelas, la Corona portuguesa ahora era capaz de comerciar con las localidades del África Occidental y atacarlas en algún caso, buscando oro, esclavos y otras mercaderías valiosas. Las carabelas permitieron a los portugueses colonizar tres archipiélagos deshabitados: Madeira (1420), las Azores (1439) y Cabo Verde (1462) en el Atlántico frente a las costas de África Occidental.
Usando estas islas como trampolines, los marineros comenzaron a explorar aún más lejos hacia el Sur y más allá del Atlántico hacia otros mares. En 1488 Bartolomé Diaz (c. 1450-1500) navegó bajando por la costa de África Occidental con una flotilla de dos carabelas y un barco de suministros, tal vez una carabela redonda. Díaz realizó el primer viaje registrado doblando el Cabo de Buena Esperanza, el extremo sur del continente africano (hoy Sudáfrica).
Carabelas famosas
Aunque las carabelas fueron diseñadas para la navegación costera, podían resistir muy bien los largos viajes por mar con muchas semanas lejos de tierra firme. Una carabela famosa que navegó en esas condiciones, fue la Matthew de Juan Caboto (Giovanni Caboto c. 1450-1498), el famoso explorador italiano que visitó la costa oriental de Canadá en 1497 y 1498. Caboto fue patrocinado por Enrique VII de Inglaterra (que reinó de 1485 a 1509) para buscar una ruta marítima al Asia, y aunque Caboto "descubrió" los que el italiano llamó "Newe Founde Launde", no consiguió su objetivo principal. La Matthew tenía tres mástiles y medía 24 metros de largo y pesaba 50 toneladas. El barco ya tenía una larga carrera en el comercio marítimo y la continuaría después que Caboto la dejó de usar.
Dos famosas carabelas redondas fueron la Niña y la Pinta, parte de la flotilla de Cristóbal Colón (1451-1506) quien navegó al Nuevo Mundo en 1492. Cada una de esas carabelas tenía alrededor de 20 tripulantes. La Niña estaba aparejada con velas latinas y cuadras, lo que la convertía en el barco más rápido de los tres que mandaba Colón.
Otra carabela destacada fue la Bérrio, que formaba parte de la pequeña flota con que Vasco da Gama (c. 1469-1499) navegó alrededor del Cabo de Buena Esperanza y llegó a la India entre 1497 y 1499. La expedición de Vasco da Gama fue la primera en encontrar una ruta directa entre Europa y Asia.
Representaciones gráficas de las carabelas
Las carabelas y las carracas aparecieron en todo tipo de lugares además del mar. Esos barcos fueron tan importantes en la cultura marítima y para los imperios, que aparecen en innumerables pinturas, ilustraciones de libros, manuscritos bellamente iluminados, y en escudos de armas. Las carabelas aparecen incluso en el arte no europeo, como en biombos japoneses fabricados en el Nagasaki portugués. Tal vez el libro más famoso, lleno de imágenes de carabelas y otros barcos del período dominado por las flotas exploradoras, es el Livro das Armadas, de mediados del siglo XVI y actualmente en la Academia de Ciencias de Lisboa. Otro interesante catálogo de barcos es el Livro das Traças de Carpintería, el cual es, en efecto, un manual de construcción que contiene ilustraciones de las partes específicas de los barcos en detalle.
Las carabelas y las carracas ocupan un lugar destacado en los mapas de los siglos XVI y XVII. Por ejemplo, en el famoso mapa gigante del mundo dibujado en 1500 por Juan de la Cosa (c. 1450-1510) muestra unas carabelas frente a la costa de África y rodeando el Cabo de Nueva Esperanza. El mapa está actualmente en el Museo Naval Nacional de Madrid, y sus imágenes de las carabelas enfatizan cuán importante fue este tipo de barcos para la tarea de aumentar el conocimiento geográfico del mundo durante la Era de los Descubrimientos.