Isabel de Este (1474-1539) fue la importante mujer de la Italia renacentista que financió los trabajos de artistas de tanto renombre como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. Muchas de las más grandes obras de arte del Renacimiento no existirían hoy si no fuera por el mecenazgo de Isabel, considerada la versión femenina del "Hombre del Renacimiento", quien trabajó sin descanso para aumentar sus conocimientos.
Infancia y juventud
Isabel fue hija del duque Hércules de Este, de Ferrara, y Leonor de Aragón, hija del rey Fernando de Nápoles. Isabel era la mayor de seis hijos; su hermana Beatriz de Este se convirtió en la duquesa de Milán y, a los 6 años de edad, Isabel fue prometida a Francisco II Gonzaga (1466-1519). Isabel vivió toda su niñez sabiendo que un día sería la esposa del Marqués de Mantua. Isabel fue más afortunada que la mayoría de niñas del Renacimiento, porque sus padres creían en la igualdad de educación para ambos sexos. Eso significó crecer con la mejor formación clásica, llegando a practicar el canto, el baile y tocar el laúd con talento. Le gustaba montar a caballo, los juegos de cartas, y dominaba el latín y el griego (aunque solamente continuara con el latín en su edad adulta).
El 11 de febrero de 1490, con 15 años de edad, Isabel se casó con Francisco y pasó a ser la marquesa de Mantua. Tuvieron cinco hijos que llegaron a la edad adulta; su hija Leonor Gonzaga se convirtió en duquesa de Urbino, su hijo Federico II Gonzaga sucedió a su padre como marqués, pasando a ser el primer duque de Mantua, y su hijo Hércules fue cardenal de la iglesia católica.
Isabel como corregente de Mantua
Cuando su marido Francisco fue convocado como oficial a las órdenes de algunos de los príncipes más poderosos de Europa, Isabel se ocupó de la gestión de los asuntos administrativos y diplomáticos de Mantua. Se demostró a sí misma ser pragmática y competente mientras estuvo a cargo de la región, aunque tuvo cuidado en presentar las acciones y decisiones que tomó como hechas según las órdenes de su marido. Mientras fue corregente, utilizó su posición para hacer cambios y recomendaciones sobre múltiples áreas dentro de su región, que incluyeron la justicia criminal, el sistema judicial, la gestión agrícola y del territorio, la salud pública, los matrimonios de los oficiales de la corte, y la defensa de la seguridad y el patrimonio de las mujeres.
Aunque trabajaba bajo las limitaciones impuestas a las mujeres en la época del Renacimiento, Isabel utilizó todo el poder y la influencia que pudo ejercer en nombre de su marido lo más hábilmente posible. Incluso teniendo que trabajar dentro de los límites de la aprobación de su marido, Isabel lo hizo mejor que Francisco en la gestión de Mantua. Durante su matrimonio, Francisco Gonzaga tuvo una aventura con Lucrecia Borgia, esposa de Alfonso, hermano de Isabel, y duquesa de Ferrara. Se cree que el detonante fue el sentimiento de inferioridad de Francisco, debido a la eficiencia de Isabel. Mientras Francisco estaba en casa, Isabel aprovechaba la ocasión para viajar como representante diplomática de su corte y de Mantua. Negoció acuerdos en nombre de los Gonzaga y representó los intereses de Mantua por toda Italia.
Las cartas de Isabel nos aportan una visión única de las vidas de mujeres de la alta sociedad en el periodo renacentista. A lo largo de su vida, Isabel escribió correspondencia frecuente a Francisco tanto cuando actuaba como su representante en casa como cuando viajaba por negocio o placer. Sus cartas con descripciones de festivales y ceremonias de sus viajes son todavía algunos de los registros más detallados que sobreviven de su época. Isabel archivaba sus cartas, de las cuales sobreviven más de 12.000, como si quisiera que se conservaran el mayor tiempo posible. Su correspondencia, cuando Francisco estaba fuera, documenta con gran detalle sus actividades en la corte como su representante política.
En agosto de 1509, Francisco fue capturado por los venecianos y mantenido como rehén; durante su cautiverio, hasta su liberación en julio de 1510, Isabel gobernó sola Mantua. En esa época, defendió su región con éxito de agresores extranjeros que pretendían hacerse con los territorios de los Gonzaga. A la muerte de Francisco en 1519, su hijo Federico le sucedió como marqués de Mantua y pasaría a ser el primer duque de Mantua. Como sólo tenía 19 años al morir su padre, Isabel desempeñó el papel de regente. Durante los siguientes 20 años, viajó tanto por placer como por labores diplomáticas y, en 1525, adquirió el territorio conocido como Solarolo, donde actuó como mandataria única y donde pudo implementar sus propios procedimientos y decisiones. En 1527 fue testigo del saqueo de Roma y convirtió su hogar en un centro de acogida para gente que necesitaba refugio, donde acabó alojando a cerca de 2.000 personas. Quizás por suerte, la casa de Isabel fue una de las pocas que permaneció indemne.
Mecenas
Isabel fue una diplomática habilidosa y un formidable activo para Mantua desde el punto de vista administrativo y político, tal como ha quedado para la posteridad a través de sus cartas a Francisco, pero su legado es como mecenas y amante de las artes. Desde poco después de su boda, Isabel comenzó a relacionarse con artistas para la decoración de una suite especial en sus apartamentos, en la que trabajaría en los siguientes 20 años, destinada a exponer las pinturas, antigüedades, camafeos, retratos, libros y otros objetos de valor que coleccionaba. En el espacio central se ubicaba el studiolo o estudio, decorado con pinturas encargadas por Isabel, que mostraban escenas mitológicas. El studiolo estaba conectado por una escalera que una habitación más pequeña, situada directamente debajo, conocida como la grotta, que se utilizaba para exponer las obras que ejemplificaban sus valores filosóficos, su aprendizaje y sus virtudes y gustos personales. Habría sido el espacio privado que Isabel utilizaba para atender a visitantes selectos de la corte. Tras la muerte de su marido, trasladó tanto el studiolo como la grotta a un lugar distinto del palacio.
Ser mecenas significaba ser el respaldo financiero de una obra de arte, a menudo ejerciendo el control del argumento, tamaño y materiales de dicha obra. Isabel fue retratada por grandes artistas como Leonardo da Vinci y Tiziano y su colección incluyó obras de Giovanni Bellini, Miguel Ángel, Francesco Francia y muchos otros. También se considera a Isabel como una posible modelo para Leonardo da Vinci en su famosa Mona Lisa.
Debido a su mecenazgo y su afición al coleccionismo, aumentó la deuda de la familia Gonzaga, porque sus aficiones artísticas estuvieron por encima de sus posibilidades. Por fortuna, pudo utilizar su estatus como un incentivo para que los artistas trabajaran para ella, al tratarse de una patrona destacada, lo que implicaba un prestigio compartido por artista y mecenas. Al igual que en su correspondencia con Francisco, Isabel también escribió cartas detalladas de sus adquisiciones, que documentan la magnitud y calidad de su colección. Esa correspondencia nos trae la voz de Isabel en forma epistolar, así como información sobre el mecenazgo y sus procesos en el Renacimiento.