Gertrude Bell (1868 -1926) fue una arqueóloga, escritora de viajes, exploradora y administradora política, responsable de la creación de las fronteras de los países de Oriente Próximo tras la Primera Guerra Mundial y, especialmente, de la fundación del moderno estado de Irak. Es ampliamente respetada, aunque la partición ha sido criticada como un ejercicio de orientalismo.
El orientalismo es un término acuñado por el profesor Edward Said (1935-2003) en referencia a la perspectiva occidental del Oriente como inferior y a sus poblaciones como menos capaces de autogobernarse que las de Occidente. Esta idea, según Said, justificó el imperialismo occidental en Oriente a lo largo del siglo XX. La implicación de Bell en la partición de Oriente Próximo en la década de 1920 ha sido citada como un ejemplo de este concepto en acción, porque los británicos no consideraban a la gente de esa región capaz del autogobierno.
A pesar de que Bell hizo importantes aportaciones a la arqueología y a un mayor conocimiento de las culturas de Mesopotamia y la antigua Persia a través de sus libros, incluyendo el que aún es considerado como la mejor traducción de la obra del poeta persa Hafiz, se la recuerda más por el papel que desempeñó en la partición de Oriente Próximo. Es interesante el hecho de que ha sido más criticada por escritores occidentales que por los de Oriente, que en general reconocen sus esfuerzos para establecer un estado árabe libre e independiente en la región. Incluso hoy en día es recordada como al-Khatun, la mujer de la corte que aconsejaba al rey.
Infancia, educación y primer amor
Gertrude Margaret Lowthian Bell nació el 14 de julio de 1868 en Country Durham, Washington, Inglaterra. Su abuelo fue el industrial y político Sir Isaac Lowthian Bell, quien creó la fortuna familiar, y su padre Sir Hugh Bell (1844-1931), un empresario industrial de ideología liberal que estableció salarios justos y que pagaba las bajas por enfermedad de sus trabajadores. Su madre fue Marie Shield, que falleció en 1871, tras el nacimiento de su segundo hijo, Maurice.
Tras la muerte de su esposa, Sir Hugh se casó con Florence Olliffe (1851-1930), la dramaturga y escritora británica, con quien tendría tres hijos más, Hugh, Florence y Mary. Bell se mantuvo próxima a su padre y a su madrastra a lo largo de toda su vida, manteniendo correspondencia casi diaria con ambos.
En su juventud, Bell fue descrita como “llena de vida” por su madrastra, que explicaba que cuando no estaba leyendo o escribiendo se dedicaba a diversas “travesuras”, tales como trepar acantilados o escalar otras alturas. Parecía muy diferente de sus compañeras y por eso sus padres decidieron tratarla en consecuencia. La académica Janet Wallach escribe:
No importa lo brillantes que fueran, las niñas como Gertrude raramente eran enviadas a la escuela; en lugar de eso, eran educadas en casa y, a los diecisiete años, presentadas en la corte y en sociedad. Tras tres temporadas de salir, se esperaba que encontraran un marido. Pero Gertrude había mostrado una mente excepcional, demasiado aplicada para hacerla quedarse en casa. Florence y Hugh, ambos de pensamiento progresista, tomaron la decisión radical de enviarla a una escuela femenina en Londres. Eso calmaría el nivel de energía del hogar y, al mismo tiempo, alimentaría las ansias de aprender de Gertrude. El Queen’s College, una escuela para niñas en Harley Street, había comenzado en 1848 como una serie de clases para señoras. (15)
Al principio, a Bell no le hizo feliz ser enviada afuera, pero rápidamente se adaptó a la vida en la escuela y destacó en sus estudios. Pidió a su padre continuar su educación en la Universidad de Oxford, que hacía muy poco había autorizado una carrera que incluía mujeres, y él estuvo de acuerdo en que acudiera. Bell sería la primera mujer en graduarse en Historia en Oxford, en 1888, aunque, al tratarse de una mujer, el suyo era considerado un grado honorífico, no académico.
Más adelante ese mismo año, viajó a Bucarest con su tío, Sir Frank Lascelles, y su familia, y luego a París y otros sitios por Europa, antes de abandonar Inglaterra para unirse a Lascelles en Persia (el actual Irán) en 1892, donde él había conseguido el cargo de ministro británico en Teherán. Allí estudió árabe y persa, siendo ya excelente en otros idiomas, incluyendo francés y alemán.
En Teherán conoció a Henry Cadogan, uno de los secretarios de su tío, al que le unió el amor por la poesía de Hafiz. Cadogan parecía su igual intelectual, y pasaron bastante tiempo juntos antes de anunciar que estaban prometidos. Bell escribió a casa pidiendo permiso a su padre para casarse, pero este lo denegó. Cadogan provenía de una familia humilde y, como la propia Bell comprendió, incluso aunque su padre hubiera querido dar su aprobación, él no podía mantener otro hogar cuando ya era responsable del suyo.
En 1893 Bell volvió a Londres, todavía con la esperanza de conseguir la aprobación de sus padres para la boda, y allí se enteró de que Cadogan había fallecido por una neumonía (no por suicidio, como algunos escritores sugirieron en la película de 2015 La reina del desierto). Bell quedó destrozada y dejó Inglaterra para viajar por Italia y Suiza, donde se convirtió en una experta escaladora alpina, sobreviviendo en una ocasión más de 48 horas colgada de una cuerda en la pared de un precipicio.
Viajes y arqueología
En 1897, con su hermano pequeño Maurice (con el que tenía gran afinidad), Bell se embarcó en un viaje por el mundo, visitando México, los Estados Unidos, Japón, China y otros lugares de Oriente, regresando a Inglaterra a través de Egipto, Grecia y Turquía. En un viaje con su padre a Italia, en 1898, conoció al arqueólogo David Hogarth y comenzó un estudio en profundidad de antigüedades griegas.
De Italia viajó a Turquía, pasando por Praga y Alemania, antes de mudarse a Jerusalén para estar con los Rosens (amigos de la familia ubicados en el consulado alemán), antes de seguir para visitar los sitios de la antigüedad en Siria, Líbano (parando en Baalbek) y Atenas, a la vez que estudiaba hebreo y mejoraba su árabe. En 1899 marchó de Jerusalén, en su primer viaje sola a través del desierto, durante el que fotografió lugares como Petra, Palmira y Baalbek, antes de regresar a Inglaterra.
En 1901 dominaba la fotografía y el revelado y, a partir de entonces, siempre llevaría en sus viajes la cámara y el equipo fotográfico, capturando imágenes de lugares de la antigüedad que, todavía hoy en día, son valiosos para arqueólogos y académicos. En 1904 falleció su abuelo, dejándole una cuantiosa herencia, que utilizó para financiar un viaje arqueológico por Oriente Próximo. En 1905 contrató al hombre que se convertiría en su principal guía y confidente en futuros viajes, Fattuh, que le ayudó en la última parte de su viaje antes de su regreso a Inglaterra, para empezar la escritura de The Desert and the Sown, en el que presentó el universo de los antiguos lugares y la gente de las regiones por las que viajó.
De vuelta en Oriente Próximo en 1907, trabajó en Binbirkilise con el académico y arqueólogo Sir William Ramsay (a quien describe como un arquetipo de “profesor chiflado”) y conoció al oficial británico Charles “Richard” Doughty-Wylie (1868-1915), un hombre casado del que se enamoró. Ambos no obraron nunca según sus sentimientos, sino que mantuvieron una correspondencia, que se conserva, expresando claramente su mutua y profunda devoción. Doughty-Wylie es más conocido, aparte de su relación con Bell, por sus esfuerzos para detener el genocidio armenio en su primera fase y por organizar la asistencia a más de 20.000 armenios condenados a muerte por los turcos.
Cada uno siguió su camino, aunque se mantuvieron en contacto y su correspondencia incluye varios acontecimientos históricos entre el momento en que se conocieron y su muerte, incluyendo su encuentro con un joven T. E. Lawrence (“Lawrence de Arabia”, 1888-1935) en Karkemish, en 1909. En esa época ella estaba muy impresionada por la obra del historiador de arte Josef Strzygowski (1862-1941), quien mantenía que el arte y la arquitectura europeas estaban influenciadas por las de Oriente Próximo, así como los conceptos religiosos y culturales. Bell colaboró en eso con Strzygowski, escribiendo en relación con la influencia de la arquitectura armenia en los edificios europeos.
El mismo año fue publicada la obra que escribió junto con Ramsay, The Thousand and One Churches, basada en sus excavaciones y, todavía en 1909, Fattuh la condujo a la fortaleza de Ujaidir (ca. 750-775 d.C., cerca de Karbala, en el actual Irak), que ningún explorador occidental había visto todavía. Bell cartografió, esbozó, midió y fotografió Ujaidir, escribiendo a casa entusiasmada porque su descubrimiento le iba a crear un nombre como arqueóloga reconocida.
En su viaje de regreso, se detuvo en Babilonia, donde el arqueólogo alemán Robert Koldewey (1855-1925) trabajaba con su equipo. Quedó admirada por sus métodos, que encontró mucho más eficientes que otros que había visto. Explicó al equipo su trabajo en Ujaidir y, cuando continuó su viaje, algunos de ellos fueron rápidamente al sitio, lo cartografiaron y fotografiaron, adelantándose a Bell al publicar su trabajo en 1912, antes de que ella pudiera preparar y publicar el suyo en 1914.
En 1913, Bell viajó a la ciudad de Hail, contraviniendo los consejos de otros, para encontrarse con Ibn Rashid, donde fue retenida durante once días contra su voluntad (por motivos que nunca desveló y que ni siquiera ella pareció entender), antes de ser liberada. Viajó a través de Irak y Siria, tomando notas y fotografías para otro libro, antes de regresar brevemente a Inglaterra, poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914.
Trabajo para la Cruz Roja y el Gobierno
Bell contribuyó al esfuerzo de la guerra como voluntaria en la Cruz Roja, primero en Inglaterra y luego en Francia. Su hermano Maurice fue enviado al Frente Occidental, y ella recibió noticias de Doughty-Wylie, ahora teniente coronel, de que estaría al mando de las tropas en Galípoli. Murió en acción el 26 de abril de 1915, y Bell quedó muy afectada por su muerte. Meses más tarde, en noviembre de 1915, se informó de que una mujer sola llegó a la playa para colocar una corona en la tumba de Doughty-Wylie. Se supone que fue su esposa, pero los académicos modernos, incluyendo a Georgina Howell, afirman que fue Bell, que tenía los recursos y la experiencia para hacer ese viaje.
Tras la muerte de Doughty-Wylie, Bell se volcó en su trabajo, pero fue llamada a El Cairo para ayudar a la Inteligencia Militar Británica, debido a su extenso conocimiento de la región. En 1916 trabajaba para la Oficina Árabe, primero bajo el mando de Sir Gilbert Clayton (1875-1929) y luego de Sir Percy Cox (1864-1937). Como oficial de inteligencia, Bell estuvo entre los primeros en informar del genocidio en Armenia de 1915-1916, que Doughty-Wylie había intentado evitar.
El Imperio otomano, que estaba perpetrando el genocidio, se había unido a Alemania contra los aliados, como una de las Potencias Centrales , y había ordenado la construcción del ferrocarril del Hiyaz, que debía permitir movimientos rápidos de las tropas entre La Meca y Damasco. El líder árabe Sharif Hussein bin Ali, emir de La Meca, había intentado, desde 1908, unir a su pueblo contra los Jóvenes Turcos al ver cómo el gobierno prohibía las instituciones culturales árabes, ilegalizaba la lengua y arrestaba a ciudadanos árabes.
Los británicos contactaron con Sharif Hussein en 1915, prometiéndole armas y consejeros si lideraba una revuelta contra los otomanos y, cuando se ganara la guerra, la creación de un estado árabe. Sharif Hussein estuvo de acuerdo, y los británicos enviaron a T.E. Lawrence, quien ayudó a llevar a cabo una guerra de guerrillas contra los turcos, centrándose en el ferrocarril, lanzada como la Rebelión Árabe, el 5 de junio de 1916. Informes posteriores atribuyen los éxitos de Lawrence y Hussein a las informaciones sobre la región suministradas por Bell. Wallach escribe:
David Hogart atribuiría más tarde a Gertrude Bell buena parte del éxito de la Rebelión Árabe, al suministrar “información masiva” sobre los “elementos tribales de la zona entre el Ferrocarril del Hijaz y el desierto de An-Nafud”. Esa fue la información, insistía Hogarth, que “Lawrence, basándose en sus informes, utilizó extensamente en sus campañas en Arabia.” (202)
El 10 de marzo de 1917, las fuerzas británicas conquistaron Bagdad y Bell fue llamada por Cox para unírsele en el cargo de Secretario Oriental. Debido a su fluidez en el idioma y su conocimiento de la cultura, historia y población de la región, actuaría como enlace entre los británicos y el gobierno, que iba a formarse próximamente, de un estado árabe independiente.
Fundación de Irak
En ese momento, ni Bell ni nadie más estaban al tanto del Acuerdo Sykes-Picot de 1916, entre Gran Bretaña, Francia, el Reino de Italia y la Rusia imperial, que se repartían el Próximo Oriente entre ellos, ignorando las promesas hechas a Sharif Hussein y su gente. Sólo sería revelado por los rusos tras la revolución bolchevique de octubre de 1917.
Los Estados Unidos, que habían entrado en la guerra en el bando aliado en abril de 1917, también ignoraban el Acuerdo Sykes-Picot, y luchaban con la idea general de un Próximo Oriente autónomo al finalizar la guerra. Sin embargo, el mismo año, el secretario de Asuntos Exteriores británico, Arthur Balfour, emitió la Declaración Balfour prometiendo Palestina (en ese momento parte de Transjordania) al movimiento sionista, como un estado judío autónomo. Se había hecho creer a Sharif Hussein que recibiría Palestina, mientras que los franceses pensaban que sería suya, según el Acuerdo Sykes-Picot, y los sionistas la reclamaban como propia según la Declaración Balfour.
Los Estados Unidos apoyaron la Declaración, pero Bell la rechazó, junto con el Acuerdo Sykes-Picot, apoyando el estado árabe libre prometido a Hussein y dejar Palestina en manos árabes, y Lawrence estuvo de acuerdo con ella. No obstante, la Declaración Balfour fue aprobada en octubre-noviembre de 1917 y Bell fue, poco después, ingresada en un hospital por agotamiento. La Primera Guerra Mundial finalizó en noviembre de 1918 y se le asignó a Bell la difícil tarea de resolver el “Problema de Oriente Medio” a satisfacción de todos. En 1919 escribió un informe oficial “Autodeterminación en Mesopotamia” que detallaba la creación del estado independiente de Irak, aunque las autoridades británicas no creían a su gente capaz del autogobierno.
Los británicos – y ahora también los franceses, italianos y norteamericanos – estaban interesados en un gobierno alineado con los intereses occidentales. Sin embargo, el pueblo de Irak no estaba a favor de dichos intereses, con lo que estalló la revolución iraquí de 1920, que unía a toda la gente de la región para expulsar la dominación extranjera. Intentando solucionar el problema, Bell y T.E. Lawrence, que habían pasado la mayor parte del tiempo entre la gente, propusieron a Faisal bin Hussein (r. 1921-1933), teniendo en cuenta que no solamente era el hijo del héroe de la guerra al que se habían hecho las promesas, sino también que podría ser capaz de unificar la nueva nación porque pertenecía a la familia real hachemita, y era musulmán suní, pero descendiente de chiitas.
Esa recomendación fue aprobada en la Conferencia de El Cairo de 1921, asignando a Bell la responsabilidad de preparar y asesorar a Faisal I sobre cómo gobernar. Ella también le animó a dedicar energías a la preservación de la vasta historia de Mesopotamia y, en 1922, le ayudó a crear el Museo de Antigüedades de Bagdad (actualmente Museo de Irak), con las piezas iniciales donadas de su colección privada. La gente la saludaba respetuosamente como al-Khatun, consejera del rey, aunque en realidad fue mucho más que eso, porque en realidad fue la creadora del rey y su gobierno. Bell definió las fronteras del nuevo país, así como las de Jordania y Arabia Saudita, y asesoró a Faisal I hasta llegar a la frustración, antes de regresar a Inglaterra en 1925, aquejada de diversos problemas de salud.
Conclusión
Volvió a Bagdad más tarde, ese mismo año, aunque permaneció alejada de la política, alegando que era demasiado agotadora. En junio de 1926 presidió la inauguración de la primera sala del Museo de Antigüedades y, el mismo mes, recibió a su vieja amiga Vita Sackville-West en su casa. El 11 de julio se retiró temprano, después de dar instrucciones a su asistenta de despertarla por la mañana y, el día 12, fue encontrada muerta en su cama por una sobredosis de píldoras para dormir. El informe oficial indicó que la sobredosis fue accidental, haciendo alusión a sus instrucciones a la asistenta, pero en privado se reconoció que se había suicidado.
No se sabe si fue así, pero a lo largo de su vida sufrió depresiones y sus fotografías sugieren una mujer profundamente infeliz, a pesar de sus numerosos logros. Fue enterrada en el cementerio británico de Bagdad y asistieron a su funeral cientos de personas que fueron a rendir homenaje a la mujer a la que habían considerado como al-Khatun, la gran señora de la corte.
Aunque su trabajo en la partición del Próximo Oriente ha sido criticado como representación y práctica del orientalismo, y que la propia Bell reconocía (al menos en privado) que la gente se beneficiaría de la influencia “civilizadora” de un modelo británico, sigue siendo respetada por sus esfuerzos de lealtad a la tierra y a la gente que amó.
Bell fue a la vez admirada y denostada por muchos personajes notables de su época, incluyendo a T.E. Lawrence y la exploradora y escritora británica Freya Stark (1893-1993), quien rechazó escribir la biografía de Bell, para no despertar más interés por ella. A menudo se describe a Bell como abrupta, arrogante, y contrita, aunque también fue generosa, elocuente y siempre deseosa de aprender y enseñar.
Sus obras siguen siendo reeditadas y citadas regularmente por los orientalistas actuales y otros académicos. Testimonios recientes del interés duradero por Bell son las películas La reina del desierto (2015) y Cartas desde Bagdad (2016), así como libros, artículos e incluso novelas gráficas, todas las cuales intentan, con un éxito sólo parcial, explicar la historia de la brillante y compleja Gertrude Lowthian Bell.