El período Meiji se refiere al período de la historia japonesa que va de 1868 a 1912, durante el cual gobernó el emperador Meiji. Tras el derrocamiento del shogunato Tokugawa en la Restauración Meiji de 1868, los nuevos líderes de Japón se embarcaron en un programa de reforma radical destinado a fortalecer el país para que pudiera resistir la amenaza del imperialismo europeo. Se estableció una nueva estructura política inspirada en las de Europa y el país se industrializó rápidamente. Al construir un ejército y una armada modernos, Japón luchó con éxito en guerras contra China y Rusia en 1894 y 1905, respectivamente. Al final del período Meiji, Japón no solo era el país más fuerte del este de Asia, sino que también se había convertido en una potencia mundial.
La herencia Tokugawa
Tanto los observadores extranjeros contemporáneos como las generaciones posteriores de historiadores quedaron sorprendidos por la velocidad con la que cambió la sociedad japonesa durante el período Meiji. Esto tuvo mucho que ver con la forma en que los europeos tendían a ver a otros países. El siglo XIX fue una era de "racismo científico" en Europa, y mucha gente creía que los europeos eran innatamente superiores a los asiáticos. Algunos sectores de Europa terminaban de pasar por la Revolución industrial, y el nivel de vida y de tecnología eran mucho más altos que en otras partes del mundo. Sin embargo, a pesar de las apariencias externas, los cambios que habían tenido lugar en la sociedad japonesa durante el período Edo (1603-1867) hicieron que el país estuviera bien preparado para enfrentar la amenaza de las potencias europeas.
Japón había estado en paz durante 250 años y, en general, el país estaba bien gobernado. Japón tenía un sistema de gobierno descentralizado en el que el poder se dividía entre los bakufu, un gobierno militar controlado por la familia Tokugawa, y unas 270 familias daimyo que gobernaban sus propios territorios llamados han. Si bien Japón estaba políticamente dividido, tenía un sistema de transporte y una economía integrados a nivel nacional. Aunque la economía japonesa se basaba en la agricultura, existía la producción proto industrial a gran escala de una serie de productos básicos importantes, incluidos el algodón, la seda, el papel, la cera y la sal.
El nivel de educación en Japón era, en general, alto para los estándares de la época. Durante el período Edo, la clase guerrera se transformó de luchadores en administradores civiles. Muchos daimyo habían establecido escuelas locales para educar a los hijos de sus servidores guerreros para que tuvieran las habilidades necesarias para llevar a cabo sus deberes como funcionarios locales. Muchos plebeyos también recibieron educación a través de escuelas privadas llamadas terakoya. La tasa de alfabetización se vio favorecida en gran medida por el desarrollo de la impresión con bloques de madera, y apareció una élite intelectual que tenía amplios conocimientos de las sofisticadas teorías del neoconfucianismo. Aunque los Tokugawa básicamente no permitían la libertad de expresión, estos intelectuales tenían la capacidad de analizar y comprender problemas sociales y políticos complejos.
La amenaza del imperialismo europeo
Durante el período Edo, los Tokugawa impusieron una política de aislamiento nacional en el país. A los japoneses se le restringió la salida al extranjero, y los únicos extranjeros a los que se les permitía ir a Japón eran de China, Corea y los Países Bajos. Los holandeses estaban restringidos a un puesto comercial en Nagasaki. El gobierno pudo implementar esta política de exclusión en la década de 1630 porque el nivel de tecnología en Japón y en otros países era aproximadamente el mismo. Sin embargo, desde finales del siglo XVIII, algunos países europeos, en particular Gran Bretaña, comenzaron a experimentar la Revolución industrial. Esto dio a estos países una ventaja tecnológica cuando trataban con los de otras partes del mundo.
Aproximadamente al mismo tiempo, Gran Bretaña, Francia, Rusia y los Estados Unidos comenzaron a enviar barcos a Japón, intentando abrir el comercio. Los Tokugawa inicialmente lo rechazaron todo, pero en 1852, el comandante estadounidense Matthew Perry llegó con una flota de barcos de guerra a vapor exigiendo la apertura del país. Los Tokugawa se vieron incapaces de negarse a esta demanda y firmaron un tratado con Estados Unidos que permitía la apertura de algunos puertos y la entrada de algunos extranjeros a Japón. A este le siguieron tratados con otras potencias europeas. Esto enfureció a los opositores al gobierno que querían mantener la política de aislamiento nacional. Usaron el lema "venerar al emperador, expulsar a los bárbaros" para pedir el derrocamiento de los Tokugawa, la restauración de la autoridad política de la familia imperial y la expulsión de los extranjeros.
En respuesta a los ataques a barcos extranjeros, los buques de guerra europeos bombardearon algunos puertos japoneses. Quedó claro que "expulsar a los bárbaros" no era algo que pudiera lograrse fácilmente y que era necesario desarrollar una estrategia alternativa para hacer frente a la amenaza extranjera. El gobierno de Tokugawa hizo algunos esfuerzos para tratar de mejorar la capacidad militar de Japón, pero antes de que pudiera lograrse mucho, fue derrocado por una coalición de las fuerzas de los han Choshu, Satsuma y Tosa.
Estos eventos se suelen considerar como una confrontación de Japón con Occidente, pero esa visión ignora el hecho de que los países que componían Occidente eran bastante diversos. Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia y los Estados Unidos no solo tenían diferentes sistemas sociales y políticos, sino que también eran rivales en la escena internacional y luchaban entre sí.
El nuevo gobierno
Aunque el bakufu había sido derrocado en nombre de la restauración del gobierno directo de la familia imperial, el poder real estaba en manos de las personas que habían liderado la rebelión. Estos incluyeron a Okubo Toshimichi (1830-1878) y Saigo Takamori (1822-1877) de Satsuma e Ito Hirobumi (1841-1919), Yamagata Aritomo (1838-1922) y Kido Takayoshi (1833-1877) de Choshu. Establecieron un Gran Consejo de Estado para gobernar el país y utilizaron el nombre de la familia imperial para legitimar sus acciones, de la misma manera que lo habían hecho los Tokugawa.
En 1869, la capital se trasladó de Kioto a Edo, que pasó a llamarse Tokio (capital del este). El castillo de Edo pasó a llamarse Palacio Imperial y se convirtió en la residencia de la familia imperial. En 1871, se abolieron los han y se creó un nuevo sistema de prefecturas. Después de esto, se abolió el sistema de clases hereditario que había existido en el período Edo. A los antiguos samuráis se les otorgó un estatus especial como shizoku y se les pagó estipendios para compensar la pérdida de ingresos y de estatus. El ejército y la marina se reorganizaron siguiendo los patrones europeos y se estableció un sistema de reclutamiento nacional. También se creó un nuevo impuesto territorial para ayudar al gobierno a financiar sus reformas.
Uno de los objetivos del gobierno de Meiji era asegurar una revisión de los tratados que los Tokugawa se habían visto obligados a firmar con varios países extranjeros. Estos tratados eran muy perjudiciales para Japón porque restringían el derecho del país a establecer aranceles sobre los bienes importados y también estipulaban que los extranjeros no estaban sujetos a la ley japonesa. El gobierno necesitaba cambiar no solo las leyes e instituciones japonesas, sino también ciertas costumbres sociales para convencer a los socios del tratado de que Japón también era un país "civilizado" digno de ser tratado como un igual. Para facilitar esto, la Misión Iwakura, que consistía en un grupo de destacados estadistas y eruditos, partió de Japón en 1871 para visitar los Estados Unidos y Europa y observar cómo eran las condiciones en países extranjeros. Aunque no aseguraron la revisión de los tratados, adquirieron una gran cantidad de conocimientos para ayudar a Japón en futuras negociaciones.
Después de que se levantaron las restricciones del período Edo, la cultura extranjera inundó Japón. Esta consistía no solo en nuevos productos y modas, sino también en nuevas ideas. Uno de los principales defensores de la cultura europea fue Fukuzawa Yukichi (1835-1901), quien ayudó a establecer la revista Meiroku Zasshi en la que destacados intelectuales discutían temas de actualidad. La introducción de la impresión con tipos móviles condujo a un auge en la publicación, y aparecieron muchas otras revistas.
Todos estos cambios provocaron una oposición considerable y, en la década de 1870, los participantes en el Movimiento por la Libertad y los Derechos Populares protestaron contra las políticas gubernamentales y exigieron un sistema de gobierno más democrático. Estas protestas fueron violentamente reprimidas por la policía, pero el gobierno prometió crear una Constitución y alguna forma de gobierno representativo. En 1877, Saigo Takamori, uno de los líderes del movimiento de Restauración, encabezó una rebelión contra el gobierno. Tokio envió parte de su nuevo ejército de reclutas a Kyushu y reprimió la rebelión en lo que resultó ser la última batalla samurái en la historia de Japón.
En 1885, se estableció un sistema de gabinete de gobierno con miembros designados directamente por el emperador. En 1889, el gabinete supervisó la promulgación de la Constitución Meiji, un documento emitido en nombre del emperador. Este preveía el establecimiento de un Parlamento Nacional compuesto por una Cámara de Representantes y una Cámara de los Pares. Los miembros de la Cámara de Representantes eran elegidos por voto popular, mientras que los de la Cámara de los Pares procedían de la nobleza o eran designados por el emperador. La Cámara de Representantes solo podía ofrecer consejos, y su única autoridad real era el poder de aprobar el presupuesto. La primera elección se llevó a cabo en 1890, pero solo alrededor del 1% de la población tenía derecho a votar. A pesar de esto, los políticos formaron partidos políticos y pelearon por tener influencia.
La industrialización
Una de las características más destacadas del período Meiji fue la velocidad con la que Japón se industrializó. Durante la era del dominio Tokugawa, Japón desarrolló una economía comercial en la que no solo se comerciaba a gran escala con arroz y otros productos alimenticios, sino también con productos como algodón, seda, papel y sal. Los daimyo estaban constantemente cortos de dinero, por lo que, para aumentar la producción, cooperaban con los mercaderes locales para desarrollar nuevos cultivos y aumentar la producción. El mismo tipo de cooperación entre el gobierno y el sector privado fue una característica de la industrialización en el período Meiji. El gobierno promovió activamente la industrialización por razones tanto económicas como estratégicas. Invirtió directamente en áreas que no eran atractivas para el sector privado, como el hierro, el acero y los ferrocarriles, pero que eran necesarias para la seguridad nacional. Aprobó leyes que proporcionaban estabilidad y seguridad para que el sector privado pudiera desarrollarse. No había escasez de empresarios en Japón porque se había desarrollado una economía comercial en el período Edo. Entre ellos, los más destacados fueron los llamados zaibatsu (pandillas financieras) como Mitsubishi, Sumitomo y Mitsui, que utilizaron sus activos familiares para invertir en nuevos proyectos industriales.
Lo que comúnmente se conoce como la Revolución industrial en Europa tuvo dos fases bien diferenciadas. Japón comenzó a industrializarse a la mitad de la primera fase y al comienzo de la segunda fase. La primera fase fue la revolución mecánica que comenzó c. 1780 en Inglaterra. Se centró en la creación de nuevas máquinas, en particular la máquina de vapor que se utilizó para impulsar tanto los nuevos medios de transporte (trenes y barcos de vapor) como otras máquinas, incluidas las bombas utilizadas en la minería y las máquinas de hilar en las industrias textiles. Estos cambios tuvieron un impacto revolucionario porque ahora las personas ya no dependían solo de la fuerza humana o animal para producir cosas. La revolución mecánica hizo otro avance en las décadas de 1850 y 1860 cuando las técnicas involucradas en la producción en masa se desarrollaron por primera vez en los Estados Unidos. Esto implicaba la producción de piezas individuales para máquinas que luego se ensamblaban en artículos como pistolas y bicicletas. Hoy en día damos por sentado este tipo de producción, pero a mediados del siglo XIX, era difícil hacer las piezas con la precisión suficiente para que pudieran encajar bien entre sí.
Si bien los japoneses se sorprendieron cuando se encontraron por primera vez con barcos de vapor y trenes, la tecnología involucrada en estas cosas no era tan buena como para que los artesanos locales no pudieran dominarla rápidamente. La industrialización japonesa temprana se centró en la mecanización de la producción de seda y algodón. Durante el período Edo, las telas de algodón y seda se producían a gran escala, por lo que la industrialización implicó mecanizar una industria existente en lugar de comenzar desde cero. Afortunadamente para Japón, hubo una escasez mundial de seda en la segunda mitad del siglo XIX. La moneda extranjera que Japón ganó con la exportación de seda se utilizó para pagar la industrialización en otros sectores de la economía.
La segunda fase de la Revolución industrial fue la revolución química que comenzó tanto en Alemania como en los Estados Unidos en la década de 1870. Las máquinas que formaron la base de la revolución mecánica se inventaron empíricamente mediante prueba y error, pero los procesos involucrados en la revolución química se basaron en la ciencia. Esto implicó la capacidad de alterar la materia fundamentalmente para fabricar productos como tintes y fertilizantes artificiales, productos a base de petróleo, telas sintéticas y después los plásticos. Aunque los japoneses tenían acceso a algunos libros científicos europeos en el período Edo, no había una tradición científica en Japón como la había en Europa. El gobierno de Meiji, sin embargo, decidió invertir mucho en educación, especialmente en educación técnica. Pronto las universidades japonesas estaban produciendo graduados que podían leer las últimas revistas científicas de Europa y América. Debido a que la revolución química estaba ocurriendo más o menos al mismo tiempo que Japón se estaba industrializando, pudo ponerse al día con bastante rapidez.
Las guerras extranjeras
Aunque Japón comenzó a industrializarse en el período Meiji, la economía siguió siendo fundamentalmente agrícola. Además, los avances económicos de Japón tuvieron un costo terrible en términos de sufrimiento humano. Los agricultores pagaban fuertes impuestos y las condiciones de trabajo en las nuevas industrias a menudo eran muy duras. Sin embargo, con la riqueza que Japón generó a través del crecimiento económico, el gobierno pudo desarrollar el ejército y la marina.
La primera de las guerras extranjeras de Japón se produjo en 1894 cuando el país luchó contra China en una disputa sobre Corea. A diferencia de Japón, Corea había tardado en responder a la amenaza del imperialismo europeo. Históricamente, Corea había estado dominada por China, pero al gobierno japonés le preocupaba que, si los rusos lograban tomar el control, la península de Corea sería como una daga apuntando al corazón de Japón. Aunque China era un país mucho más grande que Japón, su gobierno y su ejército estaban menos organizados, por lo que Japón pudo obtener una victoria para sorpresa de la comunidad internacional. Como resultado de la guerra, Japón extendió su influencia política y económica en el continente asiático.
La segunda guerra de Japón fue contra Rusia. Como resultado de la Guerra Sino-Japonesa, Japón desarrolló intereses no solo en Corea sino también en otras partes del norte de China. En Tokio existía la percepción de que Rusia era una amenaza para esos intereses y, como resultado, estalló la guerra en 1904. Una vez más, para sorpresa de la comunidad internacional, Japón ganó. Aunque los términos de paz no fueron tan favorables para Japón como esperaba Tokio, era la primera vez que un país de Asia derrotaba a una potencia europea. Estableció a Japón como una potencia mundial solo 50 años después de que el país se viera obligado a renunciar a su política de aislamiento nacional. En 1910, el propio Japón se convirtió en una potencia colonial cuando anexó Corea.
Educación
Japón tenía una tasa de alfabetización bastante alta durante el período Edo y había una gran variedad de escuelas. Sin embargo, como parte de su política de centralización, el gobierno creó un sistema completamente nuevo. Esto comenzó con la escuela primaria haciendo obligatoria la asistencia a la escuela para los niños. Se creó un pequeño número de escuelas secundarias y un número aún menor de universidades. Desde el principio, el gobierno puso gran énfasis en la educación técnica, ya que estaba interesado en expandir el número de personas con las habilidades necesarias para expandir la base industrial de Japón.
Desde la década de 1890, el sistema educativo también se utilizó para fomentar un sentido de nacionalismo entre la población. Durante el período Edo, Japón se dividió en unos 270 han diferentes. El gobierno quería acabar con el sentido de provincianismo local y animar a la gente a pensar en sí misma como japonesa. Al gobierno también le preocupaba que mucha gente fuera demasiado aficionada a la cultura extranjera, lo que podría debilitar su sentido de solidaridad nacional. Desde fines de la década de 1880, intelectuales muy vinculados al gobierno comenzaron a desarrollar una ideología nacionalista basada en el culto a la familia imperial. Basándose en los mitos sintoístas, argumentaron que Japón era diferente y superior a los países extranjeros porque la familia imperial descendía de los dioses. También argumentaron que la lealtad al trono era otra característica única del pueblo japonés. Estas ideas se incluyeron en el Rescripto Imperial sobre Educación que se promulgó en 1891 y se convirtió en la base para las clases de moralidad nacional. En las escuelas, se llevaron a cabo varios tipos de ceremonias para honrar a la familia imperial.
El cristianismo, que se había vuelto bastante popular desde la apertura del país, se convirtió en un objetivo particular de la represión del gobierno. Se argumentó que el tipo de valores universales encarnados en el cristianismo eran incompatibles con ser japonés. Hacia el final del período Meiji, este argumento se extendió al socialismo, que también se había vuelto popular, especialmente entre los trabajadores del sector industrial. En 1910, un grupo de socialistas fue arrestado y juzgado por supuestamente conspirar para asesinar al emperador Meiji. Las pruebas contra los acusados eran débiles, pero 24 fueron condenados y once de ellos ejecutados.
Conclusión
Durante el período Meiji, Japón experimentó una gran cantidad de cambios sociales. Este cambio a menudo se conceptualiza en términos de occidentalización. Si bien muchas cosas se tomaron prestadas de los países de Europa y América del Norte, tal préstamo solo fue posible debido al desarrollo que el país había experimentado durante el período Edo. La fusión de la cultura japonesa y extranjera, que comenzó en el período Meiji, es una de las características distintivas de la sociedad japonesa moderna.