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La revuelta del 13 de vendimiario del año IV (5 de octubre de 1795) fue un levantamiento monárquico en París durante la Revolución francesa (1789-1799). En respuesta a las políticas antimonárquicas de la Reacción termidoriana, 25.000 parisinos se rebelaron, pero fueron aplastados por los soldados republicanos franceses bajo el mando del general Napoleón Bonaparte (1769-1821), célebre por utilizar metralla para dispersar a los insurrectos.
Los objetivos de los rebeldes eran tanto antitermidorianos como promonárquicos. Los termidorianos fueron la facción que derrocó a Maximilien Robespierre en julio de 1794 con lo que pusieron fin al Reinado del Terror. Los termidorianos tomaron el control de la Convención Nacional, el gobierno provisional de la Francia revolucionaria y a continuación implementaron políticas impopulares que empeoraron las tasas de hambruna y pobreza, lo que provocó que muchos ciudadanos sintieran nostalgia por los días comparativamente estables de la monarquía. A medida que crecía el sentimiento monárquico, los termidorianos aprobaron una ley que efectivamente impedía que los monárquicos lograran una mayoría en el próximo gobierno, el Directorio nacional. En respuesta a esta exclusión, 7 de las 48 secciones de París se rebelaron el 5 de octubre de 1795 y se dirigieron hacia el Palacio de las Tullerías, donde se reunía la Convención.
Nunca llegaron a palacio, ya que fueron derrotados por unos 6000 soldados franceses comandados por Napoleón Bonaparte, en aquel momento un joven general desempleado. Las acciones de Bonaparte impulsarían su carrera, ya que su victoria el 13 de vendimiario llevaría directamente a que se le ofreciera el mando del ejército de Italia sólo cinco meses después; su crueldad al reprimir la revuelta también sería recordada durante mucho tiempo, inmortalizada por el historiador inglés Thomas Carlyle, quien escribió que Napoleón "les dio a probar a los insurrectos el olor de la metralla" (717).
Rumores de rebelión
El verano de 1795 encontró a Francia en su sexto año de revolución. Mucho había sucedido desde que comenzara la Revolución con la convocatoria de los Estados Generales de 1789; un monarca había sido derrocado y ejecutado, se había declarado una república, ejércitos de ciudadanos franceses habían luchado contra los soldados de los Antiguos Regímenesde Europa y se había impuesto el Terror para librar a la naciente República de sus enemigos. Sin embargo, en medio de estos seis años llenos de acontecimientos de progreso y caos, de triunfos y fracasos, el pueblo de Francia seguía siendo tan pobre y estando tan hambriento como siempre.
MUCHOS CULPARON A LAS POLÍTICAS CONSERVADORAS DE LA REACCIÓN TERMIDORIANA DE LA ESCASEZ DE ALIMENTOS.
En París, el invierno de 1794-1795 fue uno de los más amargos que se recuerdan. A medida que el precio del pan y la leña se disparaba, la gente moría congelada en sus propios hogares o pasaba hambre en las calles. Muchos culparon a las políticas conservadoras de la Reacción termidoriana por la escasez de alimentos, ya que los termidorianos habían reintroducido una economía de libre mercado justo antes de que llegara el mortal frío invernal. Algunos ciudadanos temblorosos recordaron con cariño los días del Terror, cuando al menos el pan y la madera habían sido asequibles. Cuando llegó la primavera y todavía no había comida, el pueblo de París se levantó en una última revuelta popular, la insurrección de prairial, el 20 de mayo de 1795. Exigieron pan y la Constitución de 1793, que se había redactado durante el gobierno jacobino pero nunca se había implementado.
El levantamiento finalmente fue aplastado y sus cabecillas fueron castigados. En lugar de adoptar la Constitución de 1793, que se había convertido en una demanda común para la disidencia, la Convención Nacional decidió redactar su propia Constitución, más conservadora, del Año III (1795). Esta constitución, compuesta por la asombrosa cantidad de 377 artículos, introdujo un nuevo gobierno en la República que sería conocido como el Directorio. Dicho órgano incluiría una legislatura bicameral compuesta por una cámara alta, el Consejo de los Ancianos, y una cámara baja, el Consejo de los 500. El poder ejecutivo se dividiría entre cinco directores electos, para garantizar la separación de poderes. La constitución fue adoptada el 22 de agosto de 1795 y estaba previsto que el Directorio entrara en funciones el 2 de noviembre.
Había facciones dentro de Francia que veían la próxima transición gubernamental como una excelente oportunidad para ganar poder. Uno de esos grupos eran los monárquicos, que sólo un año antes se habían visto obligados a esconderse para evitar un desafortunado encuentro con la guillotina. En agosto de 1794, después del fin del Terror, los aristócratas y emigrados franceses que habían huido de Francia durante el colapso del Antiguo Régimen habían sido indultados e invitados a regresar, lo que hizo que muchos monárquicos se sintieran lo suficientemente seguros como para expresar abiertamente su preferencia por una monarquía. El movimiento creció durante el desastroso invierno de 1794-95, cuando muchos comenzaron a ver la restauración de la monarquía como un intercambio justo a cambio de comida para sus estómagos y un gobierno estable. Naturalmente, lo que defendían no era el Antiguo Régimen opresivo de 1789, sino una monarquía constitucional más liberal, similar a la que Francia había experimentado brevemente en 1791. Algunos monárquicos esperaban vencer en las elecciones al Directorio para formar pacíficamente un gobierno.
El monarquismo superado
La Convención Nacional saliente no fue ciega ante este aumento del sentimiento monárquico. Si bien la Convención pudo haber sido un organismo más conservador bajo los termidorianos que bajo el gobierno jacobino, eso no significaba que estuviera lista para devolverles el poder a los monárquicos y presenciar la muerte de la República. Para evitar que una mayoría monárquica echara raíces en el Directorio, los termidorianos promulgaron la Ley de los Dos Tercios, que establecía que dos tercios de los diputados en ese momento presentes en la Convención Nacional también debían servir en el Directorio. Esto garantizaría una mayoría termidoriana en el próximo gobierno, independientemente de los resultados de las otras elecciones.
Por todo París circularon periódicos de derecha que denunciaban la ley de los dos tercios y exigían el retorno a una monarquía constitucional.
La Ley de los dos tercios conmocionó al público, que se había cansado de la Convención y sus tratos corruptos. El malestar era palpable el 10 de agosto, cuando un festival organizado por la Convención para honrar el tercer aniversario del derrocamiento de la monarquía fue recibido con tibio entusiasmo. Un espía de la policía informó de la razón de esta indiferencia: "Las mujeres del mercado dijeron que hubiera sido mejor hacer algo para bajar el precio de las cosas en lugar de celebrar festivales inútiles y costosos" (Doyle, 320-21). Aunque la Ley de los Dos Tercios había sido promocionada como "un decreto contra los medios para acabar con la Revolución", acabó con todas las esperanzas de que Francia se librara de la corrupta y tediosa Convención. Ahora, el Directorio vería a las mismas personas en el poder, sólo que con un orden diferente.
La Ley de los dos tercios fue impopular en toda Francia. Una cuarta parte de las provincias se opusieron, al igual que todas menos una de las 48 secciones de París. Estas secciones se habían vuelto significativamente más conservadoras de lo que habían sido durante la insurrección de prairial en mayo, cuando la Convención nacional había arrestado y destituido a la mayoría de los líderes de izquierda que habían participado en esa insurrección. El resultado imprevisto fue que estos nuevos líderes conservadores comenzaron a volverse también contra la Convención, descontentos con la postura abiertamente antimonárquica de aquella.
Por todo París circularon periódicos de derecha que denunciaban la Ley de los Dos Tercios y exigían el regreso a una monarquía constitucional. Como contrapeso, la Convención ordenó la liberación de los líderes izquierdistas jacobinos y sans-culotte encarcelados después del Levantamiento de Prairial, con la esperanza de que estos enemigos naturales del realismo se ocuparan del problema por ellos. Pero fue demasiado tarde. A finales de septiembre, las distintas asambleas de las secciones ya se habían declarado en sesión permanente e ignoraron las órdenes de la Convención de dispersarse.
La revuelta monárquica
El 3 de octubre estalló un motín monárquico en Dreux a 40 millas al oeste de París, y fue violentamente aplastado por los soldados republicanos. La noticia del incidente se extendió a París al día siguiente y se hizo un llamado a los representantes de cada una de las secciones para que se reunieran y comenzaran a planificar su curso de acción. Sólo 15 de las 48 secciones terminaron reuniéndose, pero se trataba de una porción de la ciudad lo suficientemente grande como para alarmar a la Convención, que estacionó soldados en lugares clave. La mañana del 4 de octubre, siete de las secciones se declararon en abierta insurrección y comenzaron a movilizar a sus Guardias Nacionales.
La Convención confió la defensa de la ciudad al general Jacques-François Menou, a quien sólo se le asignaron 5000 hombres; por el contrario, se decía que los monárquicos superaban los 20.000. Por la noche, Menou envió sus tropas a la sección de Le Peletier, que era el centro de la resistencia. En lugar de arriesgarse a un enfrentamiento violento con las tropas regulares de Menou, los monárquicos prometieron desarmarse. Menou, también ansioso por evitar una batalla, aceptó tomarles la palabra y se retiró. Por supuesto, estas promesas no se cumplieron. A la mañana siguiente, unos 25.000 monárquicos se habían reunido al sur del Sena y comenzaron una marcha hacia el Palacio de las Tullerías, donde se reunía la Convención Nacional. Menou fue relevado del mando y reemplazado por Paul Barras, un prominente termidoriano que asumiría un papel principal en el próximo Directorio.
Al no haber ocupado un mando militar desde 1783, Barras ciertamente estaba fuera de su elemento y sabía que necesitaría ayuda si quería cumplir con sus instrucciones de "salvar la Revolución" (Roberts, 65). Afortunadamente, Barras ya conocía a un joven oficial que tal vez podría hacer el trabajo sucio por él, uno que se había distinguido brillantemente en el sitio de Toulon. En las primeras horas de la mañana del 5 de octubre, mientras los insurrectos monárquicos se estaban reuniendo, Barras envió a buscar a Napoleón Bonaparte.
Entra Bonaparte
En octubre de 1795, Napoleón Bonaparte era un general de brigada de 26 años en busca de trabajo. Nacido en la isla de Córcega, pasó su infancia en escuelas militares francesas. Como oficial de artillería, había desempeñado un papel fundamental en la recuperación de la ciudad portuaria de Toulon de manos de los británicos en 1793. Por esta acción fue ascendido a general de brigada con sólo 24 años. Sin embargo, a pesar de sus prometedoras capacidades, su asociación anterior con Augustin Robespierre y los jacobinos ahora deshonrados le dificultaron encontrar un mando adecuado. El otoño de 1795 lo encontró viviendo en París, trabajando para la Oficina topográfica, que era esencialmente un purgatorio para un oficial tan ambicioso como Bonaparte.
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La tarde del domingo 4 de octubre Bonaparte se encontraba en el Teatro Feydeau, cuando escuchó rumores de que las secciones planeaban una insurrección al día siguiente. Sólo unas horas más tarde, fue convocado por Barras, quien había quedado impresionado con las historias de las hazañas de Bonaparte en Toulon. Como señala el biógrafo Andrew Roberts, es una casualidad del destino que no hubiera oficiales superiores en París que estuvieran dispuestos a aceptar el mando; quizá fuese simplemente que Bonaparte era el que menos reparos tenía en disparar contra civiles. Tres años antes, durante la manifestación del 20 de junio de 1792, Bonaparte se había preguntado por qué la guardia suiza del rey había permitido a los manifestantes marchar hacia las Tullerías y acosar al rey con tanta impunidad, preguntando: "¿por qué no se llevan por delante a cuatrocientos o quinientos de ellos con un cañón? El resto se alejaría muy rápidamente" (Roberts, 39). Había atribuido la posterior caída de la monarquía a la falta de acción decisiva de la guardia suiza. Ahora Bonaparte no estaba dispuesto a cometer el mismo error.
Aceptó el mando de Barras a condición de que le diera completa libertad de movimiento. Una vez concedida, el joven general se puso manos a la obra inmediatamente. Ordenó al subteniente Joaquín Murat del regimiento 12º de cazadores de caballería acudir al campamento militar de Sablons a dos millas de allí con 100 jinetes de caballería. Murat tenía que capturar los cañones en Sablons y llevarlos de vuelta a París lo antes posible; debía matar a cualquiera que se le interpusiera. Aun si los insurreccionistas hubiesen pensado también en los cañones y hubiesen enviado hombres para tomarlos, Murat llegó antes y se los llevó a la ciudad tal y como le habían ordenado.
Entre las 6 y las 9 de la mañana, Bonaparte preparó las defensas de la ciudad. Seleccionó cuidadosamente a los oficiales en cuya lealtad podía confiar. Cuando Murat regresó con 40 cañones, Bonaparte los colocó en puntos defensivos clave. A continuación, alineó a su infantería detrás de los cañones y envió reservas para defender el propio Palacio de las Tullerías en caso de que los monárquicos abrumaran su línea. Finalmente, colocó su caballería en la Plaza de la Revolución, donde la sangre de los presuntos traidores había corrido tan libremente durante el reciente Terror. El propio general Bonaparte pasó el resto de la mañana cabalgando entre estas posiciones, asegurándose de que todo estuviera listo. Estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para lograr la victoria; Más tarde defendería sus acciones de ese día al escribir: "La gente buena y honrada debe ser persuadida por medios suaves. La chusma debe ser movida por el terror." (Roberts, 66).
“El olor de la metralla”
A primera hora de la tarde, la turba monárquica se había reunido, compuesta por entre 25.000 y 30.000 personas. Lo único que se interponía entre ellos y los diputados de la Convención en las Tullerías eran 4500 tropas regulares y 1500 gendarmes comandados por el general Bonaparte. Durante horas, los líderes de la insurrección entablaron negociaciones infructuosas con los republicanos; cuando se dieron cuenta de que no llegarían a ninguna parte sólo con palabras, eran las cuatro de la tarde y la insurrección había perdido su impulso. Solo entonces la columna rebelde comenzó a avanzar poco a poco, tímidamente, hacia las líneas republicanas.
Como consecuencia de la anterior insurrección de prairial, las secciones de París habían sido completamente desarmadas por la Convención. Las secciones no tenían cañones y los rifles que tenían estaban escasos de pólvora y proyectiles. Aun así, tenían la ventaja de los números. Debe reconocerse que Bonaparte se abstuvo de dar la orden de disparar hasta que estuvo seguro de que no habría otra alternativa. En algún momento entre las 4:15 y las 4:45 de la tarde, se escucharon disparos de mosquete provenientes de las líneas monárquicas. Bonaparte respondió con su artillería.
Los cañones republicanos estaban cargados con metralla, consistente en una carcasa de metal cargada con cientos de balas de mosquete que se abre tan pronto se dispara el cañón. Estos proyectiles se lanzan a una velocidad incluso mayor que la de un disparo de mosquete normal, con un alcance máximo de 600 metros. Antes del 13 de vendimiario, usar metralla contra la población civil, incluso en una insurrección, era algo inaudito. Sin embargo, Napoleón Bonaparte nunca fue alguien carente de originalidad.
Cuando los hombres de las secciones intentaron cruzar los puentes sobre el Sena, se encontraron con "el olor de la metralla", frase acuñada más tarde por el historiador inglés Thomas Carlyle para describir el encuentro. Los disparos atravesaron telas, carne y huesos, y derribaron entre gritos a muchos monárquicos. A medida que los cadáveres se amontonaban, el avance monárquico se ralentizó aún más y los rebeldes quedaron atrapados en los puentes o en las calles sin ningún lugar adónde ir. El pánico aumentó con las descargas constantes de los mosquetes republicanos. En la mayor parte de la ciudad, la metralla había funcionado y la insurrección había terminado en su mayor parte a las 6 de la tarde.
En la iglesia de Saint-Roch, que se había convertido en el cuartel general de la insurrección, los combates continuaron hasta bien entrada la noche. Los francotiradores escondidos en los tejados o detrás de las barricadas atacaron a los monárquicos cuando regresaban con sus heridos. La iglesia siguió resistiendo hasta que Bonaparte situó sus cañones a 60 metros. Los monárquicos optaron entonces por la rendición antes de ser aniquilados. La batalla había terminado después de seis horas de combates dispersos. Alrededor de 300 insurrectos monárquicos murieron y cientos más resultaron heridos. Los republicanos sólo contaron entre sus filas 30 muertos y alrededor de 60 heridos. Fue una victoria contundente para la Convención Nacional, que pasaría a convertirse en Directorio menos de un mes después, una vez implementada la Ley de los Dos Tercios. El pueblo de París no volvería a representar una amenaza seria para el gobierno durante el resto de la Revolución.
Secuelas
La represión de los monárquicos después del 13 de vendimiario fue menos severa que la de los jacobinos después de la insurrección de prairial. Sólo dos líderes de sección fueron ejecutados, aunque quedó en manos del general Bonaparte supervisar la expulsión de algunos simpatizantes monárquicos de los ministerios y vigilar las producciones teatrales. La revuelta del 13 de vendimiario es más notable por su importancia en la historia del propio Napoleón. Barras quedó tan impresionado con la conducta de Bonaparte, que consiguió el nombramiento del joven general al mando del ejército de Italia sólo cinco meses después, mando que haría famoso a Napoleón. A través de su nueva amistad con Barras, Napoleón también conoció a la viuda Josefina de Beauharnais, quien había sido brevemente la amante de Barras. Napoleón y Josefina se casaron en marzo de 1796, lo que desató uno de los romances más famosos y complicados de principios del siglo XIX.
A corto plazo la conducta de Bonaparte el 13 de vendimiario aumentó enormemente el prestigio de su familia. Le concedieron un salario anual de 48.000 francos y su hermano José consiguió un trabajo en el servicio diplomático. Su crueldad al reprimir la rebelión sería recordada durante mucho tiempo, y algunos se referirían burlonamente a él a sus espaldas como el "General vendimiario". Lejos de intentar ocultar este capítulo sangriento de su historia, Bonaparte ordenaría que el aniversario de la victoria se celebrara a nivel nacional una vez que se convirtió en Primer Cónsul. Al defender la matanza afirmó: "Un soldado es sólo una máquina de obedecer órdenes" (Roberts, 67). Pero como señala el biógrafo Roberts, Napoleón no mencionó que él era quien había dado las órdenes.
Para Thomas Carlyle, la revuelta del 13 de vendimiario marcó el final de la Revolución francesa, ya que fue el momento en que "lo que específicamente llamamos Revolución francesa es totalmente aniquilada" (717). Si bien la revuelta ciertamente marcó el fin de los levantamientos populares, muchos estudiosos modernos coinciden en que la desgastada Revolución se prolongaría en un limbo de cuatro años, hasta que finalmente fuera liquidada por el propio Bonaparte en el golpe del 18 de brumario, en noviembre de 1799.
La revuelta del 13 de vendimiario fue una insurreccion realista que ocurrió en París el 5 de octubre de 1795 durante la Revolución francesa. Fue aplastada por el general Napoleón Bonaparte
¿Qué hizo Napoleón Bonaparte en 13 de vendimiario?
El 13 de vendimiario del año IV (5 de octubre de 1795), Napoleón Bonaparte comandó la defensa de la Convención Nacional frente a los insurrectos monárquicos. Aplastó la insurrección al disparar metralla contra la turba, matando a 300 y haciendo que el resto huyera. Su actuación le valió el mando del Ejército de Italia cinco meses después.
¿Qué causó la revuelta del 13 de vendimiario?
La revuelta del 13 de vendimiario del año IV (5 de octubre de 1795) fue causada por la frustración con el gobierno revolucionario, la Convención Nacional, así como el creciente número de partidarios monárquicos. Cuando la Convención negó la posibilidad de una mayoría monárquica en el próximo gobierno, los simpatizantes se levantaron en revuelta.
¿Qué fue "el olor de la metralla"?
"El olor de la metralla" es el término utilizado por el escritor e historiador inglés Thomas Carlyle para describir las acciones de Napoleón Bonaparte el 13 de vendimiario. Bonaparte disparó metralla contra los insurrectos matando a 300 y dispersando al resto.
Soy un joven graduado de inglés y ruso. Me encanta la historia, el arte y la filosofía. A través de la traducción puedo ayudar a acceder al conocimiento para entender mejor el mundo y tomar buenas decisiones.
Mark, H. W. (2022, diciembre 12). 13 de vendimiario [13 Vendémiaire].
(L. M. C. González, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21364/13-de-vendimiario/
Estilo Chicago
Mark, Harrison W.. "13 de vendimiario."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. Última modificación diciembre 12, 2022.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21364/13-de-vendimiario/.
Estilo MLA
Mark, Harrison W.. "13 de vendimiario."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 12 dic 2022. Web. 21 dic 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Harrison W. Mark, publicado el 12 diciembre 2022. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.