Solimán el Magnífico (también Süleyman I o Solimán I) fue el décimo sultán del Imperio Otomano y el de más largo reinado: de 1520 a 1566. Considerado durante su vida como un hábil comandante militar, un gobernante justo y un monarca ungido por Dios, su reino se extendió desde Hungría hasta Irán y desde Crimea hasta el norte de África y el Océano Índico. Mientras mantenía ásperas rivalidades con los Habsburgo católicos y los safávidas chiítas, gobernó un imperio multilingüe y multirreligioso que prometía paz y prosperidad a sus súbditos.
Juventud
Solimán nació en 1494 o 1495 en Trebisonda, en la costa del Mar Negro. Su padre Selim servía allí como gobernador provincial y su madre Hafsa era una concubina en el harén de su padre. Solimán creció en un pueblo multiétnico y multirreligioso. Si bien llevó una vida privilegiada, también vivió en un distrito donde proliferaban las enfermedades contagiosas y la escasez de alimentos, incluso para las clases altas. Recibió una educación de élite bajo la supervisión de tutores, incluida una sólida formación poética. También recibió entrenamiento militar, y fue siempre un entusiasta y hábil jinete y cazador hasta el final de su vida.
La adolescencia y la juventud de Solimán transcurrieron bajo la sombra de su padre Selim, un hombre violento y autoritario. Cuando llegó a la pubertad, al igual que otros príncipes otomanos, se volvió elegible para servir como gobernador de distrito. Tras una tensa negociación entre su padre y el palacio, fue destinado a Caffa, en la península de Crimea. Posteriormente, su padre, Selim, utilizó Caffa como centro de operaciones en su intento de reemplazar al sultán gobernante, Bayezid II (quien reinó de 1481 a 1512). Después de convertirse en sultán en 1512, Selim I (quien reinó de 1512 a 1520) mató a sus hermanos y sobrinos, detuvo el avance del movimiento safávida sobre los territorios otomanos al derrotar a su líder Ismail en 1514 y ocupó el Sultanato mameluco de Egipto en 1516 -17.
Después de que su padre, Selim, ascendiera al trono, Solimán recibió otro cargo de gobernador de distrito en el oeste de Anatolia. Los recursos a su disposición aumentaron considerablemente, ya que llegó a presidir, como heredero aparente, una muy activa residencia. Durante las campañas de Selim, actuó como representante de su padre y se mudó a Edirne, la puerta de entrada a las provincias balcánicas, donde se familiarizó con la gestión del imperio al más alto nivel.
Estos fueron los años durante los cuales Solimán comenzó a ocupar el centro de atención de la vida política y cultural otomana. Comenzó a escribir poesía, signo de madurez intelectual y de refinamiento cultural. También comenzó a tener hijos con sus concubinas, asegurando la continuidad de la dinastía otomana y la transición de la adolescencia a la paternidad.
El control que Selim, el padre de Solimán, tenía sobre las ciudades santas de La Meca y Medina, y su lucha inquebrantable contra el islam no sunita, dio un tono particular a la identidad político-religiosa otomana en los años que precedieron a la llegada de Solimán al trono. Además, las conquistas de Selim hacia el este y el sur permitieron que los otomanos se beneficiaran de las redes comerciales globales que se extendían por tierra hasta China por el este y por mar desde el Mediterráneo Oriental y el mar Rojo hasta el océano Índico. Un imperio verdaderamente global, con un gran territorio, una participación en el comercio regional y global, y una identidad cultural sofisticada, comenzó a surgir bajo Selim. Solimán heredó de su padre esta geografía y mentalidad imperial y las llevó más lejos de lo que jamás hubiera imaginado ningún gobernante otomano antes que él.
Ascenso al poder y conquista militar
Solimán llegó al trono otomano en el otoño de 1520, tras la muerte de su padre. En ausencia de sobrinos, tíos o hermanos que pudieran disputar su ascenso, no tuvo mayores problemas. A pesar de esto, tuvo que superar algunas desventajas fundamentales. No era conocido por grandes sectores de la élite gobernante, no había comandado nunca una fuerza en el campo de batalla y no tenía su propia camarilla dentro de los círculos del gobierno.
Su primer paso fue promocionarse a sí mismo como un gobernante justo, una virtud por la que su padre no era conocido. Su segundo paso fue dirigir a los ejércitos otomanos hacia objetivos que su padre había ignorado. Tomó Belgrado de manos de los húngaros en 1521; capturó Rodas de manos de los Caballeros Hospitalarios en 1522; y derrotó a Luis II de Hungría (quien reinó de 1516 a 1526) en la Batalla de Mohács en 1526, marcando así el comienzo del colapso del Reino de Hungría. Su tercer paso fue elevar a un sirviente doméstico llamado Ibrahim al rango más alto, el de gran visir. Este es también el momento en que comenzó una relación de por vida con una concubina llamada Hürrem.
Después de 1526, Solimán se enfrentó a muchos rivales poderosos en el frente europeo. Estos fueron los hermanos Habsburgo Fernando, archiduque de Austria (1503-1564), y Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (de 1519 a 1556). Solimán se enfrentó a ellos por el control de Europa Central, pero no logró tomar Viena en 1529 y una gran campaña que organizó en 1532 produjo resultados diversos. Así comenzó un costoso estancamiento en las fronteras occidentales del Imperio Otomano. Solimán dirigió entonces su atención hacia el Este. Una campaña contra los safávidas, entre 1534 y 1536, logró capturar grandes territorios, incluida Bagdad, pero no logró derrotar decisivamente a los safávidas y sus partidarios.
Imagen pública y administración
Los desafíos de Solimán no fueron solo de carácter militar. Constantemente buscaba nuevas formas de presentarse como un emperador poderoso. Con la ayuda de su compañero de mucho tiempo y gran visir Ibrahim, tomó prestadas ideas de las tradiciones culturales islámicas y de Asia Central, como la noción de un gobernante universal nacido bajo la auspiciosa conjunción de las estrellas. También jugó con ideas europeas/cristianas, como la del Último Emperador Mundial. A fines de la década de 1520 y principios de la de 1530, Solimán se presentaba cada vez más como una figura mesiánica que reuniría al islam y al cristianismo bajo un mismo manto. Su competencia con Carlos V no fue solo por el control de Europa Central y el Mediterráneo, sino también por el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que ostentaba Carlos. Solimán y sus seguidores más cercanos argumentaban que Solimán era el único y verdadero emperador sobre la tierra.
Cuando el gran visir y compañero cercano de Solimán, İbrahim, fue ejecutado por orden suya en 1536, el sultán encontró otros colaboradores que lo ayudaron a administrar el reino, en particular su yerno Rüstem. En las décadas de 1530 y 1540, las empresas militares otomanas se hicieron aún más destacadas, con campañas a gran escala contra los safávidas, enfrentamientos en Europa central y oriental, una presencia naval más fuerte en el Mediterráneo e intervenciones en el océano Índico.
El aparato burocrático se amplió aún más para asegurar el control del gobernante sobre los recursos del Estado. Además, hubo importantes intentos de armonizar la Sharía con la ley dinástica (Kanun). Se puso un énfasis creciente en la justicia, tanto como una herramienta de gestión del imperio como un ideal político universalista que exigía la lealtad de los súbditos del imperio a cambio de paz y prosperidad. También en este período, Solimán y Hürrem comenzaron a crear sus primeras obras de caridad a gran escala, ya conscientes de sus legados.
Desafíos
Desde principios de la década de 1540, todo lo que rodeaba a Solimán le recordaba que estaba entrando en la vejez. Había motas grises en su barba y cabello. Enfermó de gota, cuyo dolor debilitante lo afectaba cada vez más a pesar de los agresivos tratamientos de sus médicos. Hubo rumores persistentes y cada vez mayores acerca de que él sería reemplazado por uno de sus hijos. Se sentía cada vez más solo. Murió su tutor Hayreddin, su fiel compañero desde la adolescencia. Su hijo favorito, Mehmed, sucumbió a una enfermedad contagiosa a la tierna edad de 21 años.
Su vida política también estuvo llena de frustraciones. En sus primeros años en el trono, había soñado con subyugar a todos sus enemigos y gobernar Oriente y Occidente con justicia. Después de muchas campañas largas y costosas, lo que consiguió fue un punto muerto en ambos frentes, ya que sus rivales Habsburgo y Safávidas se retiraron inicialmente y luego se reagruparon. En cuanto a sus aliados, como los húngaros anti-Habsburgo y los franceses, los consideraba débiles, indiferentes y poco fiables. Solimán se convirtió en un hombre malhumorado. Reprendía abiertamente a los enviados extranjeros durante las audiencias, abandonando su comportamiento generalmente austero. Cada vez consultaba más a un geomántico para averiguar si su salud mejoraría, si sería capaz de permanecer en el trono y si podría llevar a sus ejércitos a la victoria.
Su vida se complicó más en la década de 1550. Ordenó la ejecución de uno de sus hijos por sospecha de rebelión. Unos años más tarde, otro hijo se rebeló, fue derrotado, escapó a Irán y fue ejecutado allí siguiendo sus instrucciones. Con el tiempo, la salud de Solimán siguió empeorando. Luego murió su amada esposa Hürrem. El imperio que había expandido y la maquinaria burocrática que había ayudado a construir sufrieron una sobreextensión. Los problemas sociales y económicos persistieron, y se volvieron cada vez más difíciles de ignorar como sucesos casuales o fortuitos.
Arte y arquitectura
Pero una vez más, Solimán estuvo a la altura de los desafíos que se le presentaban y su respuesta fue crear un legado autogestionado. Ordenó la construcción de un importante complejo de caridad centrado alrededor de una mezquita en Constantinopla. Solimán repartía por todo el reino las señales de su caridad y su riqueza, desde puentes hasta estaciones de paso para peregrinos, desde acueductos hasta murallas de ciudades, y desde casas de oración grandes y pequeñas hasta comedores de beneficencia.
Como lector y compositor de poesía de toda la vida, reunió sus composiciones para perpetuar su voz, quizás la parte más íntima de su legado. También decidió que se escribiera la historia de su reinado desde su propia perspectiva. El resultado fue una historia profusamente ilustrada en persa y en verso, llamada Sulaymannama (también conocida como Süleymanname - "Libro de Solimán"). Describió tres décadas y media del sultanato de Solimán, desde su ascenso al trono en 1520 hasta mediados de la década de 1550. La obra fue compuesta por un historiador de la corte, caligrafiada por un escriba y decorada por artistas.
Última campaña y muerte
El 1 de mayo de 1566, Solimán salió de Constantinopla al frente de las tropas metropolitanas. En la vejez, devastado por la gota y los problemas digestivos, todavía tenía que liderar personalmente a su ejército para asediar un castillo menor, para demostrar que estaba lo suficientemente sano, que era lo suficientemente poderoso, y que era todavía un sultán capaz de mantenerse en el trono. En las primeras etapas de la campaña, todavía era visible para sus hombres en ocasiones ceremoniales. Sin embargo, a fines de julio, estaba demasiado enfermo para montar en su caballo, incluso por períodos cortos de tiempo. Todo molestaba a Solimán. Las carreteras se convirtieron en barro bajo las fuertes lluvias, lo que obstaculizó el avance de las fuerzas otomanas. Las líneas de suministros comenzaron a interrumpirse. Enojado y cansado, descargó sus frustraciones sobre sus propios hombres, ordenando despidos y palizas públicas.
Cuando llegó frente a la fortaleza de Szigetvár, el objetivo de la campaña, ya estaba exhausto. Mientras los otomanos sitiaban la fortaleza, su salud siguió deteriorándose. Murió la noche del 6 al 7 de septiembre de 1566 por causas naturales, justo antes de que la fortaleza finalmente cayera ante las fuerzas otomanas. El cuerpo de Solimán fue lavado, colocado en un sudario blanco y enterrado debajo de su tienda. Dada la necesidad de la posterior exhumación y sepultación en Constantinopla, el cadáver se preservó envolviéndolo con tiras de tela tratada con cera y aplicándole perfumes y esencias. Los soldados no fueron notificados de la muerte del sultán, para evitar disturbios y motines en el campamento del ejército. La noticia fue compartida solo con un pequeño grupo de confidentes. Se emitieron decretos imperiales en nombre del sultán, y los médicos continuaron entrando en su tienda para crear la apariencia de un tratamiento continuo, mientras se enviaban mensajeros a su hijo Selim, el heredero aparente.
Finalmente se llevó a cabo una oración fúnebre pública por Solimán en las afueras de Belgrado, en el camino de regreso, luego de que se anunciara su muerte a los soldados. Luego, su cadáver fue enviado a Constantinopla, donde tuvo lugar otra oración fúnebre. Fue enterrado junto a la mezquita que había construido a su nombre, la Solimániye, cerca de la tumba de su esposa Hürrem. Así terminó su vida en este mundo. Su mito, partes del cual ya habían sido construidas y circulaban durante su reinado, comenzó a tener vida propia.
Legado
Ya durante su vida, Solimán era considerado como un hábil comandante militar, un gobernante justo y un monarca por unción divina. Para sus contemporáneos europeos, que lo llamaban el "Gran Turco", fue una figura imponente. Presidió una gran Casa Real y un gran ejército, y su riqueza era legendaria. Los observadores europeos de la época describieron también a Solimán como un tirano, cuyas conquistas habían asestado golpes mortales a la cristiandad y que ordenó cruelmente el asesinato de sus propios hijos y nietos. Los rivales de Solimán más al este, los safávidas de Irán, mostraron una ambigüedad similar. Bajo la doble amenaza de violencia militar y acusaciones de herejía por parte de sus vecinos otomanos sunitas, los safávidas lo trataron con una mezcla de aprensión y receloso respeto.
La imagen de Solimán se basaba en parte en sus hazañas como comandante militar. Él personalmente viajó a través de largas distancias, desde las llanuras de Europa Central hasta las tierras montañosas del oeste de Irán. Sus flotas navegaron a través del Mediterráneo y hacia el océano Índico, y sus ejércitos marcharon hacia el Cáucaso, Yemen, Hungría y Austria. También es recordado hoy por sus contribuciones a la práctica legal y burocrática otomana. De hecho, después de su muerte, los autores le dieron el apodo de "Kanuni", es decir, "el formulador de la ley dinástica", nombre bajo el cual es ampliamente conocido hoy en día entre el público de habla turca.
En el período moderno, varios movimientos conservadores adoptaron a Solimán como padre fundador del ideal de un imperio musulmán universalista construido sobre la eficiencia burocrática y la justicia. Desde el comienzo de la Guerra Fría a fines de la década de 1940 hasta el reciente resurgimiento de nuevas formas de islam político, Solimán podía encontrar un lugar en los discursos políticos modernos. Como lo atestigua la popularidad mundial de una reciente serie de televisión hecha en Turquía, “El siglo magnífico”, la vida de Solimán sigue fascinando al público en una amplia área geográfica que se extiende desde el sureste de Europa, a través del norte de África y Oriente Medio, hasta Bangladesh y Pakistán.
Solimán dejó una variedad de legados que continúan siendo objeto de debate en la actualidad. A diferencia de muchos gobernantes otomanos, se casó con una concubina del harén y permaneció fiel a ella la mayor parte de su vida; el nivel de amor entre ellos es visible a través de la poesía de Solimán y las cartas de Hürrem. La defensa del islam sunita como identidad política, junto a una religiosa o cultural, fue otro legado que se desarrolló aún más durante su reinado. Durante su reinado se estableció una administración estatal para administrar los recursos económicos y los asuntos legales en todo el reino. El creciente énfasis en la supremacía de la ley y la relación contractual entre el gobernante y los gobernados finalmente cambió la naturaleza de la política otomana.
Solimán fue coetáneo de figuras similares a él, quienes heredaron empresas dinásticas que posteriormente ampliaron o construyeron ellos mismos. Estos incluyeron a Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra en Europa, el Shah Ismail y el Shah Tahmasb en Irán, Iván IV en Rusia y Babur y Akbar en India. Al igual que Solimán, estas figuras recurrieron a la guerra como instrumento de construcción del imperio, mientras buscaban establecer el control sobre sus propias élites y aristocracias, con quienes competían por los recursos disponibles. Todos ellos pusieron particular atención en crear y mantener una reputación en múltiples niveles como gobernantes, mecenas, soldados, estadistas, etc. Todos buscaron establecer un control central sobre los asuntos religiosos durante una época de intensos debates teológicos e inquietudes espirituales. También eran muy conscientes los unos de los otros, y competían abiertamente entre ellos por el control de la tierra y los recursos y por el prestigio.
Estas figuras y sus cortes crearon una forma muy moderna de gobierno en este período. Los cimientos de los estados y burocracias modernos, y de las economías capitalistas modernas, se establecieron en medio de la primera ola genuina de globalización en la historia humana. Al mismo tiempo, Solimán y otros como él vivieron y trabajaron en sociedades en las que las jerarquías basadas en el género, la raza y la religión crearon sistemas sociales y regímenes políticos conservadores y centrados en los hombres. Nuestro mundo de hoy surgió del de ellos, al destruir su mundo a través del mecanismo del estado-nación moderno y el capitalismo industrial. Pero algunas de sus visiones jerárquicas, sus ideas de liderazgo y sus nociones politizadas de la religión siguen con nosotros, y todavía esperan ser superadas.