Ana de Austria (1601-1666), como esposa del rey Luis XIII de Francia (que reinó de 1610-1643), fue reina consorte de Francia y de Navarra cuando el Reino de Navarra fue anexado por la Corona francesa. También actuó como regente de su hijo, el rey Luis XIV de Francia (1638-1715), durante los primeros años de su reinado.
Primeros años
Ana nació en Valladolid, España, el 22 de septiembre de 1601, hija del rey Felipe III de España (que reinó de 1598 a 1621) y de Margarita de Austria (1584-1611). Su infancia transcurrió en el Real Alcázar de Madrid. Durante su infancia, Ana visitaba monasterios constantemente y terminó volviéndose muy religiosa, al igual que sus padres. En 1611, su madre murió dando a luz, por lo que la responsabilidad de criar a sus hermanos menores recayó sobre ella.
Aunque era española, Ana tenía ascendencia austriaca y se la consideraba una archiduquesa austriaca (además de princesa de España y Portugal), por lo que se la llama «de Austria». Ana fue descrita como una muchacha muy hermosa, incluso a una edad temprana, con un pelo rubio con grandes rizos, ojos azul verdoso, y una cara ovalada. Su belleza y su posición política ayudarían a Ana a atraer la atención de muchos pretendientes.
El más exitoso de los pretendientes de Ana no fue otro que el rey Luis XIII de Francia (1601-1643), y cuando se anunciaron sus esponsales al pueblo de París el 18 de marzo de 1612, se celebró por toda la ciudad: hubo bailes, banquetes y fiestas de celebración en el Louvre (residencia de la realeza francesa), el palacio de Fontainebleau y St. Germain. Se trataba de un matrimonio político, y el padre de Ana pensó que sería una buena oportunidad para incorporar a Francia al mundo de los Habsburgo. La pareja se casó en 1615, cuando Ana tenía 14 años.
Resultó que la unión entre Ana y Luis fue muy fría. Luis le daba prioridad a las actividades comunes para los jóvenes de clase alta, como cazar conejos en el jardín del palacio de las Tullerías, y se permitía ser gobernado plenamente por sus consejeros favoritos en la corte; debido a esto, apenas tenía relación con Ana.
Reina consorte de Francia
La vida de Ana como reina consorte estuvo llena de desafíos: la vida en la corte francesa no era tranquila, y su transición a vivir en Francia no fue fácil. A su llegada, Ana estaba acompañada únicamente por sus damas españolas, quienes constituían su único vínculo social. Al no expandir su círculo y aferrarse principalmente a las costumbres españolas que le resultaban familiares, Ana no logró dominar el idioma francés, lo que la llevó a ser percibida y ridiculizada como la «Reina extranjera». Charles d'Albert (1578-1621), duque de Luynes y uno de los consejeros del rey, notó la distante relación entre Luis y Ana, tomando la iniciativa de integrar a Ana en la cultura francesa. En primer lugar, despidió a todas las damas de compañía españolas y las reemplazó por damas francesas. Posteriormente, comenzó a orientarla en su forma de vestir y comportarse, guiándola hacia un estilo que abandonara cualquier atisbo de manerismo español.
Aunque las acciones del duque ayudaron a unir a Ana y Luis, la reputación de Ana en la corte se vio empañada por sus numerosos embarazos fallidos, que terminaban en abortos espontáneos o fetos nacidos muertos. Luis se enfadó especialmente cuando Ana perdió un embarazo tras caerse mientras corría con dos amigas en 1622. No fue hasta más de 15 años después cuando Ana pudo finalmente dar a luz a dos hijos: el futuro rey Luis XIV y Felipe I, duque de Orleans (1640-1701).
Uno de los mayores adversarios de Ana en la corte fue Armand Jean du Plessis, también conocido como el cardenal Richelieu (1585-1642), ministro principal de Luis y su consejero de mayor confianza tras la muerte del duque de Luynes. Richelieu creía firmemente que la monarquía era la forma más natural de gobierno y veía el dominio de los Habsburgo en Europa como una amenaza para el poder del rey francés. Francia estaba rodeada por los territorios de los Habsburgo y también se enfrentaba a desafíos internos, por lo que, en lugar de entrar en un conflicto directo, Richelieu estableció alianzas con otros estados en un intento de disminuir el poder de los Habsburgo. En su afán por convertir a Francia en una potencia mundial, Richelieu también comenzó a construir una armada. Gracias a sus esfuerzos, en 1635 el poder naval francés superaba al inglés y estaba a la altura del español.
El intento de Richelieu de aumentar la autoridad de la Corona francesa se hizo a menudo a costa de los hugonotes, los protestantes franceses, especialmente en La Rochelle, bastión protestante de la Reforma francesa. El sitio de La Rochelle (1627-1628) acabó con el poder político hugonote y marcó el cambio hacia una monarquía más fuerte. A pesar de las tensiones entre el gobierno francés y los hugonotes, Richelieu creó alianzas con los estados protestantes durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) con el fin de debilitar a los Habsburgo católicos y, de este modo, consolidar la autoridad francesa.
Mientras Richelieu ostentaba un inmenso poder y contaba con el favor del rey, Ana, como Habsburgo, era desatendida, aislada y objeto de desconfianza en la corte. Para vigilarla, Richelieu envió a Madeline du Fargis a espiar a Ana como dama de su círculo. Su plan, sin embargo, resultó contraproducente, ya que ambas se hicieron amigas íntimas. En 1630, Ana conspiró junto con su suegra, María de Médicis (1575-1642), para conseguir que Luis destituyera a Richelieu de la corte francesa, pero su plan fracasó: Richelieu permaneció y Luis nunca volvió a confiar realmente en Ana después de este suceso. Como castigo, Luis redujo el número de damas que Ana tenía en su círculo a la mitad de las que tenía originalmente y destituyó a du Fargis, su favorita.
También hubo rumores de que Ana estaba trabajando con Henri de Talleyrand-Périgord, conde de Chalais (1599-1626) para derrocar a Richelieu cuando, en 1632, se encontraron cartas de du Fargis a diferentes personas en París, en las que se describían planes para casar a Ana con Gastón, el hermano menor de Luis, tras la muerte de este. Al ser interrogada, Ana negó saber nada del contenido de las cartas. Chalais fue ejecutado y, aunque Ana salió ilesa, el asunto no mejoró en nada su relación con Luis ni con Richelieu.
Ana pasaba mucho tiempo en el convento de Val-de-Grâce, por lo que Richelieu colocó a un monje en el lugar con la esperanza de que pudiera transmitir cualquier información sobre la correspondencia de Ana con sus parientes españoles, enemigos de Francia, lo que llevó a descubrir que Ana siempre dejaba y recogía sus cartas en el convento de Val-de-Grâce. En 1637, cuando tuvo pruebas suficientes, Richelieu decidió revelar que ella se comunicaba con su hermano, Felipe IV de España (que reinó de 1621 a 1665). Francia llevaba dos años en guerra con España, por lo que estaba cometiendo traición. Durante el interrogatorio, Ana negó inicialmente todas las acusaciones, pero acabó cediendo. A partir de ese momento, todo lo que escribía debía ser inspeccionado por Richelieu, ya no podía visitar conventos sin permiso y siempre estaba rodeada de personas leales a Luis o a Richelieu.
Reina regente
Tras muchos años de infortunios, Ana lleva por fin a término un embarazo y el 5 de septiembre de 1638 nació el futuro Luis XIV. Fue considerado un milagro y Francia se alegró del nacimiento de un heredero. Fue aún más sorprendente cuando 15 meses más tarde, Ana concibió otro hijo. El 21 de septiembre de 1640 nació Felipe I. Aunque Ana por fin le había dado hijos, Luis seguía tratando a Ana con frialdad debido a sus acciones pasadas, por lo que la reina pasaba gran parte de su tiempo con sus hijos.
El 14 de mayo de 1643, Luis XIII murió de tuberculosis. En su testamento final, Luis incluyó una disposición que impediría a Ana convertirse en la regente de Luis XIV, pero Ana logró convencer al Parlamento de París para que anulara el testamento. Ana era consciente de que carecía de las capacidades necesarias para dirigir Francia por sí sola, por lo que nombró a Giulio Raimondo Mazzarino, también conocido como cardenal Jules Mazarin (1602-1661), su Ministro Principal. Sorprendentemente, Ana no se dedicó a deshacer todo lo que habían hecho el difunto Richelieu y su marido, sino que continuó sus políticas, incluida la guerra contra España, y se centró en asegurar los derechos de su hijo y su trono.
Una de las mayores amenazas a las que se enfrentó Ana como reina regente fue la Fronda, una serie de guerras civiles y rebeliones aristocráticas en Francia entre 1648 y 1653. Para fortalecer la monarquía, Richelieu había ordenado la destrucción de los castillos o fortalezas de los nobles que participaran en la planificación de una revuelta o de aquellos que no prestaran la lealtad y los servicios esperados al reino. También había convencido al rey para que introdujera un duro castigo contra quienes se batieran a duelo, castigo que incluía la pérdida de la función pública y de la pensión y, posiblemente, un destierro de tres años. Durante su administración, Richelieu había molestado incluso al poder judicial: muchos de los parlamentos regionales se quejaron de la reducción y retención de salarios y de que se eludiera la forma en que los tribunales revisaban la ley. En esencia, las políticas de Richelieu habían despojado a los nobles de sus privilegios, los habían relegado a sus regiones específicas y los habían sometido aún más a la autoridad del rey. La reacción a estas políticas se manifestó durante la regencia de Ana.
La primera mitad, la «Fronda parlamentaria», vio cómo los nobles exigían poner un límite al poder de la monarquía. Tras mucha violencia, el gobierno francés estableció la Paz de Rueil (1649), que puso fin temporalmente al conflicto pero dejó a Francia en un estado de paz frágil. Durante la segunda parte, la «Fronda de los Príncipes», se publicaron los llamados «panfletos de la Mazarinade» en los que se criticaba tanto a Mazzarino como a Ana. Los panfletos criticaban el gobierno de Ana y la forma en que educaba a sus hijos y empezaban a hablar de cómo había sido corrompida por Mazzarino a través de alguna fuerza sobrenatural y que, por tanto, estaba corrompiendo al gobierno. Había rumores de que amaba a Mazzarino más que a sus propios hijos, y algunos especulaban con la posibilidad de que ambos se hubieran casado. Tras muchas batallas, el exilio de varios nobles, intentos de destituir definitivamente a Mazzarino y la falta de control de los parlamentos sobre la corona, la Fronda llegó a su fin y Ana y Mazzarino salieron victoriosos en 1653.
Aunque la regencia de Ana terminó en 1651 cuando se anunció que Luis XIV era mayor de edad para reinar, ella siguió trabajando con su hijo y con Mazzarino. Con el poder de Luis XIV consolidado, Ana tomó la iniciativa de retomar el contacto con sus parientes españoles. Tras retirarse de la política, la exreina se trasladó al convento de Val-de-Grâce, donde permaneció hasta su muerte por cáncer de mama en 1666.