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El Tratado de Versalles, firmado en junio de 1919, fue un acuerdo entre los vencedores de la Primera Guerra Mundial (1914-18) que de nuevo dividía Europa e impuso restauraciones, limitación de armamento, y la culpa absoluta hacia Alemania de la guerra, uno de los perdedores del conflicto.
Si bien estaba diseñado para garantizar una paz duradera, anular los puntos más severos del tratado se convirtió en el objetivo de los próximos cancilleres alemanes y del siguiente líder nazi Adolf Hitler (1889-1945) durante los años 30. En efecto, el rencor hacia el tratado fue una de las razones para el incremento del socialismo nacional, y, en definitiva, una de las causas de la Segunda Guerra Mundial (1939-45).
La Primera Guerra Mundial se combatió entre los poderes centrales de Alemania y Austria-Hungría (además de sus aliados) y la Triple Entente de Gran Bretaña, Francia y Rusia (y sus aliados, incluidos Italia y Estados Unidos). Alemania y Austria-Hungría perdieron la guerra y se firmó una tregua el 11 de noviembre de 1918. Los vencedores, Gran Bretaña y Francia particularmente, estaban deseosos de imponer dichos términos de paz para que Alemania, nunca más volviera a amenazar la paz en Europa. Los horrores de la Primera Guerra Mundial, cuando siete millones de personas fueron asesinadas y 21 millones gravemente heridas, no debían volver a repetirse. También tuvo tremendos costos materiales. Según el historiador F. McDonough, “el costo total de la guerra se ha estimado 260.000 millones de libras” (43).
Se invitó a Alemania solamente a las etapas finales de la Conferencia de Paz de París.
Primero, los vencedores querían de Alemania un reconocimiento oficial como iniciadores de la guerra. Segundo, querían ser compensados por Alemania por algunos costos materiales del conflicto, obteniendo pagos de restauración y redistribución de parte de territorio alemán y todas sus colonias. La industria alemana permaneció intacta durante la guerra, y los vencedores temían su capacidad de reconstrucción. Para asegurarse de que las fuerzas armadas alemanas no llevasen a cabo otra guerra en el futuro, se impusieron varias restricciones en las competencias militares del país. Los vencedores no querían destruir Alemania por completo debido a que podría quedar como un mercado valioso para sus exportaciones, sin embargo, varios historiadores reconocen que los aliados fueron demasiado lejos con sus demandas, y que al final solo presionaron a Alemania hacia el destino que tanto esperaban evitar, otra guerra mundial. Los demás estados perdedores de la Primera Guerra Mundial, Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía, se resolverían en tratados separados igual de controvertidos.
El Tratado de Versalles se firmó en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles a las afueras de París el 28 de junio de 1919. Los representantes de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia, además de otras 28 naciones, se reunieron en la Conferencia de Paz de París, que se inauguró el 12 de enero de 1919. A los delegados les tomó casi cinco meses negociar los términos y decidir cómo se vería una nueva Europa ahora que varias dinastías reales habían sido destruidas y sus imperios reducidos en escombros. Las actas estuvieron dominadas por el “Consejo de los Cuatro”: El primer ministro británico David Lloyd George (1863-1945), el primer ministro francés Georges Clemenceau (1841-1929), el presidente estadounidense Woodrow Wilson (1856-1924) y el primer ministro italiano Vittorio Orlando (1860-1952). Hay una especie de mito sobre que Clemenceau fue el mayor responsable de los elementos más severos del tratado, pero, en realidad, se dio cuenta de que un acuerdo demasiado severo podría ser contraproducente para los intereses de Francia y crearía un resentimiento duradero. Clemenceau declaró: “Hay que hace lo posible para ser justos con los alemanes” (McDonough, 54). Por supuesto, la interpretación francesa y alemana sobre la justicia no era necesariamente la misma.
muchos alemanes veían como altamente deshonorables la “cláusula de culpabilidad”, como se hizo conocida, y los términos de paz en general.
No se invitó a la URSS a París porque en aquel momento se veía como un estado corrupto revolucionado que había destituido de forma ilegítima a su mandatario, el zar Nicolás II en la Revolución de 1917 y que se había retirado antes de tiempo de la guerra. Solo se invitó a Alemania a las etapas finales de la conferencia e incluso entonces solo fue para leer los términos de su derrota y firmar el tratado. A los delegados alemanes solo se les dio tres semanas para discutir entre ellos y sugerir cambios menores y luego una semana para firmar el borrador final. Con Renania ocupada por un ejército aliado y un bloqueo naval en posición, la cruda realidad para Alemania era una reanudación de la guerra como única alternativa a firmar el tratado.
Los puntos principales del Tratado de Versalles incluían:
Alemania debía aceptar la responsabilidad absoluta por la Primera Guerra Mundial,
Alemania tenía que pagar indemnizaciones a Francia, Gran Bretaña y Bélgica,
se devolvieron las regiones de Alsacia y Lorena a Francia,
a Alemania le quitaron el control del Sarre, una zona carbonífera,
se le entregó a Polonia la región industrial de Alta Silesia y un tramo hacia el mar Báltico,
Alemania perdió el control sobre Danzig (Gdansk),
Alemania perdió todas sus colonias,
Renania fue desmilitarizada,
el Ejército alemán se recortó a un límite de 100.000 hombres,
Alemania no podía construir tanques, aviones, submarinos o buques de guerra,
se creó la Liga de las Naciones, un nuevo cuerpo internacional de coorperación.
La cláusula de culpabilidad
El Tratado de Versalles, registrado especifícamente en el artículo 231, insistía en que Alemania y su aliado, Austria-Hungría, no solo habían iniciado un conflicto global deliberadamente y con premeditación, sino que también se resistieron a propósito a todos los esfuerzos de los Aliados para evitarlo. Muchos alemanes vieron esta “cláusula de culpabilidad”, como se conocía, y los términos de paz en general, como altamente deshonorables. De hecho, el gobierno alemán hizo un gran esfuerzo durante los años de entreguerras para persuadir a otras naciones de que no había sido la parte culpable, y reveló casi 16.000 documentos oficiales. En cierta medida, estos esfuerzos fueron exitosos, ya que para los años 30 había un consenso general de que la Primera Guerra Mundial era responsabilidad colectiva de todos los involucrados. Sin embargo, en la época del Tratado de Versalles, la cláusula de culpabilidad fue una justificación importante para la segunda etapa: las indemnizaciones.
Indemnizaciones
Francia y Bélgica estaban entusiasmadas por recuperar parte de los tremendos costos de la guerra: daño a la propiedad, infraestructuras como caminos y líneas de tren, agricultura, maquinaria, transporte y las deudas acumuladas en la compra de armas. Entre los vencedores, solo Estados Unidos no estaba en deuda después del conflicto. La producción industrial en Europa era un 30% menor que antes de la guerra, el comercio mundial estaba paralizado, y la inflación peligrosamente alta. Una inyección de dinero enorme y regular de parte de Alemania le daría un incentivo más llevadero a las economías de los vencedores. El estado de ánimo de la gente, y claramente de la prensa popular, en los países ganadores era hacer que Alemania pagara con creces por el caos. Tal y como decía un título de un diario en Gran Bretaña: “Estrujad el limón alemán hasta que las pepas se aplasten” (McDonough, 47). La primera estrujada consistió en tomar todos valores y activos financieros alemanes en el extranjero. La pregunta que quedaba era cuánto más había que estrujar en los próximos años en términos de los pagos regulares de reparación.
La realidad era que Alemania podía permanecer como un mercado importante de exportaciones para los vencedores si no se destruía económicamente. (Es interesante notar que entre la delegación británica en París estaba el economista John Maynard Keynes, 1883-1946, quien abogó por unas reparaciones indulgentes). Además, los británicos habían sufrido mucho menos daño material en la guerra que Francia y estaban más interesados en restringir el poder militar alemán, con la consecuencia de que imponer restauraciones más pesadas no era tan prioritario para ellos.
El Tratado de Versalles estableció el principio de las reparacionse alemanas, pero no los detalles. La falta de precisión respecto a las indemnizaciones conllevó después a una negociación más amarga, y a varios incumplimientos en los pagos. Recién hasta 1921, un Comité de Reparaciones fijó la suma a 6.600 millones de libras. Los pagos se esperaban cada año por las próximas seis décadas, primero con un anticipo considerable en oro y luego, si el efectivo no estaba disponible, en insumos útiles como carbón, ganado, madera y barcos. Con frecuencia, Alemania pagaba menos de lo que se suponía. En 1929, las reparaciones de Alemania se redujeron formalmente después de negociar más préstamos estadounidenses. En 1932, las indemnizaciones se cancelaron por completo. El problema de las reparaciones destaca la debilidad absoluta del Tratado de Versalles: la mayoría de sus términos dependían de que Alemania se ofreciera voluntariamente a acatarlos. La tarea práctica de imponer los términos desmostró estar por encima de las capacidades de los vencedores.
Redefinición de las fronteras alemanas
El tratado le quitó a Alemania varios territorios deseados de sus regiones limítrofes. Francia recibió de vuelta Alsasia y Lorena (había perdido estas regiones de habla alemana en 1871 tras la derrota en la guerra franco-prusiana), mientras que Bélgica y Dinamarca también recibieron algunos territorios nuevos, Eupen-Malmedy y Schleswig septentrional, respectivamente. La administración del Sarre, una región conocida por su zona carbonífera, se entregó a la Liga de las Naciones y se prometió un plebiscito en una fecha futura no especificada (cuando este se realizó finalmente en 1935, el 90% votó por reincorporarse a Alemania). En otro intento de mantener separada la población germánica, Alemania tenía prohibido para siempre unificarse con Austria. La mejor repartición, tal vez, fue para Polonia, quien ganó la región industrializada de Alta Silesia (práctica para reducir la probabilidad de rearmamento alemán, pensaron los vencedores), y un "tramo polaco" hacia el mar Báltico. El corredor tenía una mayoría polaca, pero el desafortunado resultado de este camino hacia la costa era que cortaba Prusia Oriental del resto de Alemania en su totalidad. Danzig, que tenía un población 90% alemana, se convirtió en una ciudad autónoma libre controlada por la Liga de las Naciones, pero con su política exterior y disposición de aduanas gobernadas por Polonia. El tramo y Danzig fueron probablemente los más molestos de todos los cambios geográficos de los vencedores.
Más allá de Europa, Alemania perdió todas sus colonias de preguerra, gobernadas ahora por la Liga de las Naciones como “mandatos”, aunque en la realidad los estaods vencedores indiduales se adueñaron de ellas. Las colonias africanas de Alemania, tales como Togolandia, la República de Tanganica, Camerún, y el África del Sudoeste alemana, en la práctica, estuvieron bajo mandato británico, francés, belga y sudafricano. Shandong (llamado Shantung en aquel entonces), el puerto en el noreste de China, había estado bajo mandato alemán pero ahora se le entregaría a Japón, lo que causó un resentimiento duradero en el gobierno chino, que también lo quería. Un puñado de islas del Pacífico se distribuyeron entre Japón, Nueva Zelanda y Australia. En total, estas perdidas constituían un trozo importante del territorio alemán de preguerra, alrededor del 13%. En esos territorios perdidos se encontraba alrededor del 10% de la población alemana de preguerra.
Controles de armamento
Para crear una zona de defensa segura entre Francia y Alemania, Renania se desmilitarizó, lo que significaba que las fortificaciones y tropas estaban prohibidas allí. Gran Bretaña tenía especial interés por mantener las fuerzas armadas de Alemania lo más mínimas posibles y reducir así cualquier amenaza hacia Imperio británico. El Tratado de Versalles impuso un límite de 100.000 hombres en el ejército de Alemania, mientras que su armada no podía tener más de 36 barcos y tenía una restricción similar en cuanto a su personal. El reclutamiento no estaba permitido. Alemania no podía poseer tanques, artillería pesada, aviación, buques de guerra o submarinos. El ejército alemán, que básicamente solo tenía permitido el mínimo necesario para proteger sus fronteras, era comparable con el de Grecia; es decir, que no suponía ningún tipo de amenaza para Gran Bretaña, Francia o cualquier otra potencia.
La Liga de las Naciones
Woodrow Wilson fue el mayor promotor de la idea de tener una organización internacional que podría de algún modo garantizar que las futuras disputas entre países por territorios y otros temas no llevara a una guerra a gran escala. El presidente de Estados Unidos elaboró 14 puntos para un nuevo mundo en 1918. El presidente identificó ciertas causas de la guerra que no quería que se volvieran a replicar nunca: la diplomacia secreta y egoísta, la represión de grupos en menoría con imperios y estados más grandes y regímenes autocráticos que ignoraban los deseos de su propio pueblo. Hacía falta una nueva organización internacional que pudiese erradicar estas tres enfermedades de la diplomacia mundial y defender en su lugar la democracia, la autodeterminación, y la apertura (aunque su énfasis en la autodeterminación claramente no aplicaba para los perdedores de Primera Guerra Mundial). Este nuevo modelo brillante de esperanza se llamaría la Liga de las Naciones.
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Por desgracia, cualquier oportunidad de la Liga de tener cualquier poder real contra naciones errantes se restringió severamente cuando, debido a políticas aislacionistas domésticas, Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, decidió no hacerse miembro. Una característica definitoria de la Liga era quién estaba incluido y quién no. Alemania solo se unió en 1926 y se retiró en 1933. No fue coincidencia que la URSS considerara adecuado unirse al año siguiente. Italia y Japón, que practicaban una política extranjera imperialista agresiva, desafiaron a la Liga a entrar en acción en los años de entreguerras, y no ocurrió nada, al menos no de gran importancia. Hitler no pasó por alto la falta de reacción de la Liga hacia la agresión internacional.
La Liga sí que logró cierto progreso a la hora de promover el bienestar y demostró la utilidad de una cámara de debate para asuntos internacionales no militares de todos los tipos, de tal manera que fue, a pesar de sus dificultades, una predecesora de las Naciones Unidas.
Impacto y evaluación
El acuerdo de Versalles desequilibró el poder a lo largo de Europa. A diferencia de muchos tratados después de tantas guerras, Alemania como país perdedor seguía estando “intacta en gran medida geográfica y económicamente, y preservaba su unidad política y su fuerza potencial como una gran nación” (Shirer, 58). El tratado, y otros similares, habían establecido nueve países nuevos en Europa oriental, y esta era una fórmula para la inestabilidad ya que todos ellos disputaban sus fronteras, y muchos contenían grandes grupos minoritarios quienes reclamaban ser parte de otro país. Alemania, Italia y la URSS, una vez recuperado el poder, observaron estos estados novatos con codicia imperialista. Italia había sido ignorada en gran parte de la conferencia de París a pesar de terminar en el lado de los vencedores. Las ambiciones italianas por controlar el puerto de Fiume se esfumaron en Versalles, lo que causó un resentimiento duradero (la delegación italiana se retiró de la conferencia debido a este asunto). Fiume se volvió un punto de honor nacional que el líder fascista Benito Mussolini (1883-1945) utilizó para impulsar su toma de poder en 1922.
En Alemania, el resentimiento fue inmediato y duradero. La gente, y no solo de ultraderecha, protestó en las calles. El tratado se conoció en general en la prensa como una “paz impuesta”, y los firmantes del tratado fueron tildados de inmediato como “los criminales de 1919”, incluidos los representantes alemanes. El nuevo presidente alemán, Friedrich Ebert (1871-1925), describió los términos como “irrazonables e insoportables” (McDonough, 2012, 7). Este resentimiento se avivó debido al mito de que el alto mando del ejército alemán había defraudado a su pueblo en la Primera Guerra Mundial, que lo había “apuñalado por la espalda”; muchos pensaron que, de otro modo, habrían ganado de la guerra. Así mismo, el tratado no era lo que la gente había pensado que Woodrow Wilson y sus proposiciones de autodeterminación permitirían que sucediera. Entonces, los términos del Tratado de Versalles supusieron un gran conmoción para muchos alemanes de a pie.
Los males del nuevo estado alemán, la República de Weimar (1918-33), se achacaron repetidamente al tratado, una carga en la espalda de Alemania que obstruía cualquier oportunidad de crecimiento y prosperidad. Varios cancilleres alemanes trataron de debilitar los términos del tratado. Adolf Hitler fomentó con persistencia los sentimientos nacionalistas usando el tratado. En su libro Mi Lucha, publicado en 1925, Hitler tenía la abolición del Tratado de Versalles como el objetivo número uno en su lista de objetivos de política exterior cuando cumpliera su sueño de convertirse en el líder de Alemania. En los discursos y entrevistas para la prensa extranjera, en varias ocasiones Hitler describió el tratado como un “instrumento de represión sin límites” (McDonough, 65) y “la penitenciaría de Versalles” (Range, 195). La humillación ignominiosa del Tratado de Versalles fue una de las razones de que los nazis ganaran popularidad y fueran capaces de tomar el poder legítimamente en Alemania desde 1933. Hitler repudió formalmente el tratado en marzo de 1935, aunque ya llevaba un tiempo rompiendo las reglas de restricción sobre las fuerzas armadas y armamento. Hitler tenía un interés especial en volver a obtener los territorios alemanes perdidos, así que empezó un ciclo de toma de territorios hasta que la invasión de Polonia en 1939 llevó al estallido de la Segunda Guerra Mundial el 3 de septiembre.
La retrospectiva es una cosa maravillosa, pero un delegado británico quien había estado en la Conferencia de Paz de París, no fue el único en reconocer en sus escritos en 1939 que los términos del Tratado de Versalles habían sido, al final, altamente contraproducentes:
El historiador, con total justificación, llegará a la conclusión que fuimos hombres muy estúpidos. Creo que fuimos… los tratados impuestos no eran sensatos ni justos… Habíamos aceptado para los demás un sistema que, a la hora de ponerlo en práctica, deberíamos negarnos a aplicárnoslo a nosotros mismos.
(McDonough)
La Gran Depresión de 1929 no ayudó a la situación mundial, ni tampoco los problemas económicos y sociales consecuentes y dramáticos que pusieron una presión enorme en las instituciones políticas tradicionales en todos lados. A la luz de estos eventos, las debilidades del Tratado de Versalles, que puede que de otro modo no hubiesen sido tan serias, comenzaron a fracturar Europa una vez más. Algunos historiadores habían apuntado también, que en lugar del tratado en sí, fueron la falta de unidad entre los vencedores de la Primera Guerra Mundial y su distintiva falta de voluntad de imponer los términos los que causaron las crisis internacionales de los años 30. No obstante, de una forma un otra el Tratado de Versalles fue sin duda a un contribuidor significativo, si bien no el único, al caos y los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo llevó el Tratado de Versalles a la Segunda Guerra Mundial?
El Tratado de Versalles llevó a la Segunda Guerra Mundial porque trató duramente a Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Adolf Hitler utilizó con frecuencia la cláusula de culpabilidad del tratado y la obligación a renunciar al territorio alemán, las limitaciones de armas y el pago de reparaciones para lograr apoyo para el Partido Nacionalista Socialista y como excusa por invadir varios países.
¿Quiénes son los Cuatro Grandes en el Tratado de Versalles?
Los "Cuatro Grandes" en las discusiones del Tratado de Versalles fueron el primer ministro británico David Lloyd George (1863-1945), el primer ministro francés Georges Clemenceau (1863-1929), el presidente estadounidense Woodrow Wilson (1856-1924), y el primer ministro italiano Vittorio Orlando (1860-1952).
¿Por qué fracasó el Tratado de Versalles?
El Tratado de Versalles fracasó porque sus términos eran demasiado severos para Alemania, lo que causó un resentimiento popular duradero, porque el territorio que se le quitó a Alemania tenía una mayoría alemana, y porque el pago de las reparaciones y las limitaciones de armamento dependían de la voluntad propia de Alemania.
Traductora de inglés a español con licenciatura en lenguas y letras desde 2017. Una persona entusiasta de la historia desde la secundaria (enseñanza media), contribuye a la enciclopedia como experiencia laboral como traductora.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2024, septiembre 23). Tratado de Versalles [Treaty of Versailles].
(C. Zepeda, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-22828/tratado-de-versalles/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Tratado de Versalles."
Traducido por Cyntia Zepeda. World History Encyclopedia. Última modificación septiembre 23, 2024.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-22828/tratado-de-versalles/.
Estilo MLA
Cartwright, Mark. "Tratado de Versalles."
Traducido por Cyntia Zepeda. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 23 sep 2024. Web. 21 dic 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 23 septiembre 2024. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.