El Pacto nazi-soviético, también denominado Pacto Ribbentrop-Mólotov en reconocimiento a los respectivos ministros de asuntos exteriores de la URSS y Alemania, fue un acuerdo de no agresión firmado en agosto de 1939. El pacto le permitió al líder de la Alemania nazi Adolf Hitler (1889-1945) atacar Polonia y después Europa occidental sin tener que enfrentarse de manera simultánea al ejército soviético. Por la otra parte, el líder de la URSS, Iósif Stalin (1878-1953), adquirió libertad de acción en Europa del este, y ganó tiempo para continuar su rearme.
El pacto nazi-soviético dividió Europa central y del este en dos esferas de influencia, una para cada signatario, abrió el camino a la ocupación directa de países libres, e influyó de manera sensible en la determinación de los escenarios donde se librarían combates durante los dos primeros años de la Segunda Guerra mundial (1939-45). No obstante, el acuerdo quedó roto cuando Alemania atacó a la URSS en junio de 1941.
Para comprender las causas por las que en 1939 la URSS firmó un tratado con Alemania y no con Gran Bretaña ni Francia, es necesario retomar los convulsos acontecimientos por los que atravesaban los asuntos europeos durante la década de 1930. Cuando en 1933 Adolf Hitler asumió el poder en Alemania, puso en práctica una agresiva política exterior dirigida a apoderarse de los territorios vecinos. Hitler había escrito sobre el tema en 1925, en su libro Mein Kampf, donde describía la necesidad de que el pueblo alemán contara con un espacio vital, «Lebensraum», lo cual implicaba la obtención de nuevas tierras donde poder prosperar. Estas tierras se buscarían en el este. Además, hacía tiempo que Hitler había prometido al pueblo alemán que vindicaría las humillantes pérdidas y restricciones impuestas por el Tratado de Versalles, documento que tras la derrota de Alemania dió formal conclusión a la Primera Guerra Mundial (1914-18). En 1935 se recuperó la región del Sarre, mientras 1936 fue testigo de la remilitarización de la región de Renania, y del comienzo del rearme alemán. Más tarde, en 1938, el Tercer Reich absorbió a Austria, y Hitler fijó su mirada en Checoslovaquia.
RESULTA muy significativo que no se invitara a stalin a la conferencia de Múnich de 1938.
La Sociedad de las Naciones, creada al finalizar la Primera Guerra Mundial para promover la paz en el mundo y precursora de la actual Organización de las Naciones Unidas, había demostrado su ineficacia en el manejo de las agresiones lanzadas por estados poderosos contra países más débiles. En particular, su insuficiencia se había hecho evidente al producirse la invasión de Japón a la Manchuria china en 1931, y el ataque de Italia a Abisinia, hoy Etiopía, en 1935. La Liga también había fracasado en producir respuestas sustantivas a las agresiones orquestadas por Hitler. Por estas razones, las sucesivas expansiones de Alemania hacia el este habrían despertado profunda consternación en el líder de la URSS, Iósif Stalin.
Los llamamientos de Hitler relativos a la incorporación de los Sudetes checos como parte de Alemania desencadenaron lo que se conoce con el nombre de Crisis Checa. En 1935 la URSS y Francia habían firmado un tratado mediante el cual se comprometían a proteger a Checoslovaquia de cualquier agresión externa, pero la URSS se obligaba a actuar solo tras la movilización previa de Francia. Hitler consideraba improbable que Francia actuara primero, y menos sin Gran Bretaña, que parecía determinada a evitar la guerra a cualquier costo. El primer ministro de Francia, Edouard Daladier (1884-1970) era plenamente consciente de que su país no se encontraba en absoluto preparado para entrar en una guerra.
De manera significativa, Stalin no fue invitado a la Conferencia de Múnich celebrada los días 29 y 30 de septiembre de 1938. Los líderes de Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania se reunieron en Múnich con el propósito de evitar el estallido de una guerra causada por las ambiciones de Hitler respecto a Checoslovaquia. El primer ministro de Gran Bretaña, Neville Chamberlain (1869-1940) no confiaba en Stalin. Tampoco se había invitado a Múnich al gobierno de Checoslovaquia, puesto que la decisión de todas las partes involucradas era simple: entregar los Sudetes. Debido a la política de aislamiento seguida por los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia no se encontraban preparadas para una confrontación militar con Alemania, por lo que seguían una política de apaciguamiento. Esto, en la práctica, significaba satisfacer las demandas de Hitler, con la esperanza de que sus exigencias fueran las últimas. Visto en retrospectiva, la insensatez de esta política quedó demostrada por el hecho que Hitler estaba decidido a apoderarse de toda Europa. El Acuerdo de Múnich estipulaba que Alemania debía comprometerse a respetar la soberanía del resto de Checoslovaquia, pero la ocupación de la parte remanente de ese país en marzo de 1939 dejó bien claras sus intenciones. Acto seguido, comenzó a pronunciarse acerca de la invasión de Polonia de 1939. Las esperanzas de Múnich y el apaciguamiento sufrieron un descalabro definitivo.
Según señaló un diplomático soviético, la ausencia de la URSS en Múnich acarreó el significado de no apoyar «el pie en una tabla podrida» (Taylor, 237). En 1939 a Stalin también le parecía claro que en caso que Alemania atacara a la URSS, ninguna de las grandes potencias, ni la Liga de las Naciones, acudirían en su ayuda. En ese momento el mejor camino para apartar a la URSS de una guerra parecía ser el de entrar en algún arreglo con Alemania. Aunque un pacto con Hitler no constituyera más que un respiro temporal, Stalin ganaría valioso tiempo para rearmarse, y podría negociar algunos territorios adicionales que le permitieran crear una zona de contención entre los dos estados. Más aún, si Alemania atacaba a Gran Bretaña y a Francia, los tres ejércitos podrían desgastarse y debilitarse a tal grado, que la situación así creada le proporcionaría a Stalin una oportunidad que explotaría con gran provecho.
Alianzas cambiantes
Hitler había asegurado el flanco sur de Alemania en 1936 mediante la firma de una alianza con el dictador fascista Benito Mussolini (1883-1945). La coalición se denominó Eje Roma-Berlín. Durante la Conferencia de Múnich, Hitler y Mussolini habían arribado al acuerdo informal de proveerse apoyo mutuo en caso del estallido de una guerra. El 22 de mayo de 1939 Italia y Alemania firmaron una alianza militar, el «Pacto de Acero». A continuación Hitler se propuso consolidar su flanco oriental. El Tratado Antikomintern firmado por Alemania, Italia y Japón en 1936 y renovado en 1937, establecía la cooperación mutua para la formación de imperios y la creación de un frente unido contra el comunismo, pero no impidió que Hitler considerara las ventajas de mantener a raya a la URSS mientras asolaba a Europa occidental. El acuerdo de no agresión que Stalin había firmado con Polonia en 1932 tampoco lo disuadió de iniciar negociaciones con Hitler para determinar cuánto de ese país podía arrebatar. Ambos dictadores no eran más que un par de pragmáticos oportunistas.
el nombramiento de mólotov por stalin envió a hitler la señal de que podría existir alguna oportunidad de negociación.
Mientras tanto, en el verano de 1939 existía en Gran Bretaña la fuerte creencia de que la URSS podría ser un aliado de suma utilidad en el enfrentamiento contra Hitler. Entre los defensores más notables de un tratado con la URSS se incluían el Partido Laborista de la oposición, y personalidades como Winston Churchill (1874-1965). Una encuesta realizada en junio de 1939 reveló que el 84% del público británico apoyaba una alianza con Stalin. Sin embargo, Chamberlain mantenía una inflexible posición antiestalinista, y en todo caso, se pensaba que de una u otra forma la URSS tampoco sería un aliado tan provechoso, debido a las brutales purgas a las que Stalin había sometido a sus fuerzas armadas. Se decidió enviar a Moscú a William Strang, un funcionario de menor categoría del Ministerio de Relaciones Exteriores, para sondear el estado de ánimo existente allí. Por otra parte, el gobierno polaco constituía un obstáculo permanente para lograr algún progreso, debido a que se negaba a permitir la presencia de tropas soviéticas en su territorio en caso que fuera atacado por otro país. Al final, las tibias conversaciones británico-soviéticas se congelaron.
Vyacheslav Mólotov (1890-1986) era un veterano de la revolución bolchevique de 1917 y había adquirido experiencia durante el gobierno de Vladimir Lenin (1870-1924). Bajo Stalin, Mólotov ocupaba el cargo de Comisario del Pueblo para Asuntos Extranjeros, tras haber relevado en 1939 a Max Litvinov (1876-1952). Litvinov, ministro de asuntos extranjeros durante el decenio de 1930, había logrado la entrada de la URSS en la Liga de las Naciones y adoptado una fuerte y terminante posición frente a la Alemania nazi, actitud coherente con la prosecución de una política de seguridad colectiva que incluyera la participación potencial de Gran Bretaña y Francia. Por esto, el nombramiento de Mólotov por Stalin constituyó para Hitler una señal de que podría existir la oportunidad de emprender algún tipo de negociación entre Alemania y la URSS. Mólotov, por su parte, gozaba de la merecida reputación de ser un negociador duro; de hecho, el significado de su nombre es «martillo».
La contrapartida de Mólotov en Alemania era Joachim von Ribbentrop (1893-1946), apenas iniciado en el cargo en febrero de 1938. Ribbentrop era un veterano de la Primera Guerra Mundial y tenía experiencia de vivir en el extranjero. Durante un breve período ocupó el puesto de embajador en Gran Bretaña, tiempo en que se las ingenió para ofender a casi todos los que conoció, incluido el no poco sonado caso de dispensar un saludo nazi al Rey Jorge VI de Gran Bretaña (r. 1936-52). Es difícil encontrar a alguien que alguna vez pronunciara una palabra positiva acerca de Ribbentrop, pero gracias a su firme lealtad a Hitler había conducido las negociaciones del Acuerdo Naval Anglo-Germano de 1935, y su participación había sido crucial para que que Japón firmara el Tratado Antikomintern.
Características del Pacto nazi-soviético
Alemania y la URSS comenzaron negociaciones diplomáticas en junio de 1939, y al menos según la versión oficial, las conversaciones solo trataron asuntos comerciales. Las cosas comenzaron a moverse con más rapidez en agosto, cuando Ribbentrop le comunicó al embajador alemán en Moscú que le pasara un mensaje directo a Mólotov:
No existen verdaderos conflictos de intereses entre Alemania y Rusia… No existe asunto alguno entre el Báltico y el mar Negro que no pueda ser resuelto a la completa satisfacción de ambas partes. (Taylor, 314).
Mólotov recibió la notificación, pero indicó que el proceso de las negociaciones entre los dos estados sería prolongado y requeriría incorporar tres etapas: un acuerdo comercial, un pacto de no agresión, y por último, un acuerdo sobre temas territoriales. Hitler estaba presionado por el tiempo debido a que tenía la firme intención de invadir Polonia el 1 de septiembre bajo cualquier circunstancia; el ejército comenzaba a movilizarse y las lluvias de otoño obstaculizarían la operación, por lo que estableció comunicación directa con Stalin y le aseguró que estaba dispuesto a dar rienda suelta a la URSS en Europa oriental. El 21 de agosto se acordó un tratado comercial entre los dos países. A continuación se invitó a Ribbentrop a Moscú, y con notable rapidez los dos ministros de asuntos exteriores firmaron el 23 de agosto de 1939 en esa ciudad, lo que se denominó Tratado germano-soviético de no agresión. El acuerdo se desnudó de toda clase de banales convencionalismos diplomáticos, debido a que, como expresó el propio Stalin, «el gobierno soviético no podía de súbito ofrecer garantías de amistad germano-soviética al público, después que el gobierno nazi la había cubierto con cubos de inmundicias a lo largo de seis años.» (Taylor, 318). El convenio sería un descarnado instrumento de despiadado pragmatismo acordado entre dos líderes que se mantenían a distancia y evitaban infligirse daños mutuos. Según el pacto, ninguno de los Estados atacaría al otro, y además establecía que si uno fuera atacado por un tercero, el otro se abstendría de proporcionar cualquier tipo de ayuda a dicho tercero y a sus aliados.
Pronto siguió un acuerdo más amplio entre los dos estados, cuyo contenido abordaba asuntos relacionados con Europa central y Europa del este. Así, el 28 de septiembre se firmó el Tratado Germano-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación. Tomados de manera conjunta, todos estos acuerdos reciben por convención la denominación de Pacto Ribbentrop-Mólotov, o Pacto nazi-soviético.
La única parte del Pacto nazi-soviético que trata sobre no agresión expresa que las dos naciones se comprometen a no atacarse una a la otra; todos los demás países eran blancos legítimos. Los protocolos secretos del acuerdo permitían a Alemania y a la URSS atacar a sus vecinos, y repartirse entre ellas toda Europa central y del este. Las cláusulas secretas se descubrieron en 1945, tras la captura de importantes documentos de los archivos alemanes. Los soviéticos negaron la existencia de protocolos secretos hasta el final del siglo XX. La URSS gozaría de libertad de acción en el este de Polonia, Besarabia (Moldavia), Finlandia, Estonia, y Letonia, lista que después incluiría a Lituania. Las esferas de influencia de Alemania comprenderían el occidente de Polonia y los estados ubicados al sur de ese país. Por último, «Stalin prometió suministrar a Hitler materiales estratégicos y alimentos a cambio de equipos y maquinaria industriales» (Boatner, 687).
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Reacción al Pacto
Este nuevo y peligroso acontecimiento conmocionó a los políticos y diplomáticos de Gran Bretaña y Francia. Muchos comunistas de fuera de la URSS tomaron distancia de Stalin por sus negociaciones con Hitler, un hombre que en repetidas ocasiones había atacado a los comunistas alemanes. Ni Chamberlain ni Daladier podían creer que Hitler hubiera dado un giro diametral a su conocida posición anticomunista. Stalin, decían, le había otorgado un «cheque en blanco» a Hitler, para que atacara a occidente. Es posible, incluso, que Hitler abrigara la esperanza de que el Pacto nazi-soviético condujera a que ambas, Gran Bretaña y Francia, revocaran su compromiso de proteger a Polonia, firmado la primavera anterior. En relación a este tema, en agosto de 1939 Hitler expresó a sus generales que «La probabilidad de que occidente no intervenga todavía es grande. Debemos asumir el riesgo con implacable determinación… El este nos suministrará granos, ganado, carbón, plomo, y zinc». (Hite, 394-5), Hitler se equivocó respecto a Gran Bretaña y Francia. Con anterioridad, el 22 de agosto el gobierno británico había emitido una categórica declaración en la que afirmaba que cualquier alianza acordada entre Alemania y la URSS no alteraría la obligación de Gran Bretaña de defender a Polonia. El embajador francés en Alemania le comunicó a Hitler idéntica garantía durante un encuentro cara a cara efectuado el 25 de agosto.
Estalla la guerra
Hitler invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939. Gran Bretaña y Francia, en cumplimiento de su compromiso, declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre, con lo que comenzó la Segunda Guerra Mundial. El 17 de septiembre el Ejército Rojo de la URSS invadió la mitad oriental de Polonia. Alegaron la inverosímil excusa de que entraban con el único propósito de salvaguardar el futuro de los eslavos bielorrusos y ucranianos que se encontraban en Polonia. La carencia de armamento moderno de las fuerzas armadas polacas constituyó una revelación. Durante los dos primeros días de la invasión los bombarderos alemanes destruyeron la mayor parte de la fuerza aérea polaca mientras se encontraba en tierra. Las tácticas alemanas de blitzkrieg consistentes en ataques realizados a gran velocidad con fuerzas combinadas aéreas y terrestres mecanizadas, produjeron dividendos. Cracovia se capturó el 6 de septiembre. Varsovia, la capital, se rindió el 27 de septiembre. Los combates de mayor envergadura concluyeron el 7 de octubre. Polonia había quedado dividida a lo largo del eje del río Bug, por lo que al ser algo mayor la parte alemana, se permitió a la URSS que hiciera su voluntad con Lituania. El 28 de septiembre el Tratado Germano-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación reconoció las nuevas fronteras. La URSS convirtió a Estonia, Letonia y Lituania en estados satélites; Finlandia, sin embargo, presentó una tenaz resistencia a los ataques del Ejército Rojo, y en marzo de 1940 se firmó un tratado de paz entre ambos países.
A la postre, Hitler se volvió hacia el este y lanzó la Operación Barbarroja, que inició el ataque a la URSS el 22 de junio de 1941. Una vez más, los nazis inventaron endebles excusas, entre ellas que la URSS amenazaba al Tercer Reich con su decisión de concentrar tropas en Europa del este, y que realizaba actos de sabotaje en territorio alemán, lo cual era contrario al espíritu del Pacto nazi-soviético. Por otra parte, Stalin acusó a Hitler de incumplir el pacto al movilizar tropas alemanas contra Rumanía y Bulgaria. Según expresa el historiador W. L. Shirer: «Los ladrones… habían comenzado a pelearse por el botín» (801).
En realidad, Stalin no aprovechó la demora de la entrada de la URSS en la guerra para reforzas sus defensas en Europa del este y en las fronteras occidentales de la URSS. No se conoce con certeza cuáles eran las intenciones de Stalin. Pudiera ser que esperara que la campaña de Alemania en Europa occidental durara varios años, como había ocurrido durante la Primera Guerra Mundial, y que lo tomara por sorpresa la rapidez con que en 1940 Alemania lograba ocupar los Países Bajos y Francia. Las batallas entre Alemania y la URSS costaron millones de vidas. Al final, al producirse la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, Stalin demostró ser el vencedor de las maniobras diplomáticas en las que había participado con Hitler, puesto que en 1945 la URSS había obtenido el control no solo de Europa central y del este, sino también de la mitad oriental de Alemania.
¿Cuál fue la importancia del Pacto nazi-soviético?
La importancia del Pacto nazi-soviético radicó en que le permitió a Hitler atacar Polonia y más tarde a los países de Europa occidental sin tener que combatir contra la URSS en un frente oriental.
¿Por qué firmó Stalin el Pacto nazi-soviético?
Stalin firmó el Pacto Nnzi-soviético porque evitaba la guerra entre la URSS y Alemania, al menos de manera temporal. Además, Gran Bretaña y Francia parecían aliados poco fiables debido a que no era seguro que hicieran frente a la amenaza de Alemania de invadir Polonia.
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2024, noviembre 22). Pacto nazi-soviético [Nazi-Soviet Pact].
(W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-23759/pacto-nazi-sovietico/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Pacto nazi-soviético."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación noviembre 22, 2024.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-23759/pacto-nazi-sovietico/.
Estilo MLA
Cartwright, Mark. "Pacto nazi-soviético."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 22 nov 2024. Web. 14 ene 2025.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 22 noviembre 2024. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.