El cobre fue, probablemente, el primer metal usado por las culturas ancestrales y los artefactos más antiguos fabricados con él datan del período Neolítico. El brillante metal de color marrón rojizo se usaba en joyería, herramientas, escultura, campanas, vasijas, lámparas, amuletos y máscaras mortuorias, entre otras cosas. Tan importante fue el metal para el desarrollo humano que le dio su nombre a la Edad del Cobre, hoy en día mejor conocida como el Calcolítico. El cobre era necesario para hacer el latón y, por supuesto, el bronce, el metal que le dio nombre al período de tiempo que sucedió a la Edad del Cobre, además de muchas otras aleaciones.
Desde Fenicia hasta Mesoamérica, el cobre fue una insignia de estatus de élite antes de convertirse en algo más accesible. Una forma práctica de intercambio en el comercio entre culturas, con el tiempo, los bienes simbólicos de cobre fueron reemplazados por lingotes más manejables que, a su vez, evolucionaron a las monedas, aún más convenientes. El oro y la plata pueden haber sido lo suficientemente comunes para los ricos y poderosos, pero si había un metal puro, sobre el cual la gente corriente del mundo antiguo podría poner sus manos, ese era el cobre.
Disponibilidad y minería
El cobre se hallaba fácilmente en su estado metálico en muchas áreas del mundo antiguo, eso sí, en cantidades relativamente pequeñas. El metal rojizo, anaranjado o marrón brillante, anaranjado fue usado por primera vez en los Balcanes, el Medio Oriente y el Cercano Oriente entre el 8000 y el 3000 a. C. Posteriormente, Egipto y Europa hicieron lo mismo y comenzaron a hacer sus propios artefactos de cobre. Al ser suave y maleable era un material ideal para fabricar bienes lujosos decorativos.
La explotación de menas o minerales ricos en cobre se extendió más a partir del II milenio a. C., cuando los trabajadores del metal se percataron de que se podía fundir usando hornos de carbón. Tales minerales estaban presentes en cantidades significativas en yacimientos alrededor del Mediterráneo antiguo: Chipre (cuyo nombre puede derivar del metal), Ática, las Cícladas (especialmente Citnos) y el Levante en particular. Las legendarias minas de cobre del rey Salomón ayudaron a construir la fortuna de Israel, incluso si pudiesen haber pertenecido a los edomitas. Otros depósitos de menor importancia se explotaron en Inglaterra, Gales, Francia, Italia (especialmente Elba, Cerdeña y partes de Etruria), España y Mauritania.
En el otro lado del mundo, las culturas mesoamericanas (c. 650-1200 d. C.) fueron dotadas con cantidades abundantes de cobre de minas a cielo abierto en el oeste de Guerrero y Oaxaca en la costa oeste de México y Veracruz en la costa este. Japón era una rica fuente del metal y, a partir de alrededor del año 1000 d. C., exportaba cantidades significativas a la vecina China que las convertía en monedas y enviaba toneladas de regreso para que los japoneses pudieran usarlas en su propio sistema monetario. En línea similar, Corea era rica en cobre y, el reino Goryeo en particular, lo exportaba a China, aunque acuñaban sus propias monedas de cobre. China tenía sus propias minas de cobre a lo largo de la ribera meridional del río Yangtzé, pero es posible que no hayan alcanzado para cubrir las enormes necesidades del país.
El primer yacimiento de fundición conocido se encuentra en Serbia y data del año 5000 a.C. Los hornos más antiguos solo podían crear una escoria rica en cobre, que luego se debía tratar en un crisol de arcilla, pero con el desarrollo de los hornos de carbón y el uso de fuelles, se pudo llegar a los 1200°C, de modo que se logró disponer de un producto mucho más refinado. El cobre funde a 1084°C, por lo que se podía reducir a un estado fundido de cobre puro que se recolectaba en la base del horno. Los lingotes se fabricaban vertiendo el metal en moldes de piedra o arcilla. Con más desarrollos tecnológicos, en particular por los romanos, se pudieron explotar las menas más difíciles de sulfuro de cobre. De hecho, los romanos se volvieron tan hábiles en extraer el cobre a gran escala que una de sus explotaciones mineras en Jordania todavía deja trazas intolerablemente altas de cobre en los animales y el trigo de la zona.
Usos
Muchas culturas antiguas utilizaban el cobre, con su lustre rojo-anaranjado cuando está pulido, como material para la fabricación de joyería y objetos de arte tales como pequeñas estatuillas. El metal también se usaba para herramientas extraordinariamente similares a través de las culturas, desde los etruscos en Italia hasta la civilización mochica en Suramérica, especialmente hachas, azuelas, cinceles, punzones, pinzas y agujas. El cobre bruñido era una selección popular entre las élites sociales como material para las vajillas y los platos para servir. El metal se usaba para fabricar partes de instrumentos musicales y quirúrgicos así como también para un material de incrustación decorativo. Los bienes de prestigio de cobre, en particular en Europa, indicaban el rango de la élite y tomaban la forma de coronas, mascarillas cabezas de maza y estandartes.
Un famoso tesoro de bienes de prestigio de cobre proviene de la cueva Nahal Mishmar en Israel, donde más de 200 de tales objetos fueron cuidadosamente envueltos en esteras de caña y enterrados en el período Calcolítico, quizá en el V milenio a. C. El color azul egipcio, al cual eran tan aficionados los pintores de fresco minoicos, se hacía de compuestos de cobre. El cobre también podía añadir rojo, verde y azul al vidrio antiguo. Los cartagineses hacían navajas de cobre simbólicas para enterrarlas con sus muertos. El cobre, al ser martillado hasta láminas delgadas, era una superficie de escritura útil, quizá más famosamente visto en los tres rollos de cobre encontrados en las cuevas Qumrán, Israel, donde también se descubrieron los manuscritos del Mar Muerto.
En la antigua Mesoamérica, las campanas pueden haber cumplido la función de mostrar el rango de élite de una persona, aunque la mayoría ha sido encontrada en un contexto funerario. Los aztecas eran muy aficionados al cobre y forzaban a las tribus conquistadas a dar un tributo que, generalmente, tomaba la forma de hachas de cobre. Estas hachas pueden haber servido como moneda primitiva, ya que eran muy delgadas para tener cualquier uso funcional. En la antigua Suramérica, los bloques de construcción del sitio de Tiahuanaco, cerca del lago Titicaca, usaban abrazaderas de cobre para mantenerlos en su lugar. Los incas, mientras tanto, usaban el cobre para un propósito aún más práctico, enfundando sus garrotes de guerra con crueles púas de cobre. Los guerreros incas portaban placas de metal, probablemente como símbolos de rango más que como armaduras propiamente dichas. Las de rango inferior se hacían de cobre y las de mayor rango, de oro.
El cobre se hizo todavía más útil al mezclarlo o alearlo con otros materiales o metales para fabricar una aleación de resistencia superior y, por lo tanto, más apropiada para resistir a la corrosión. Así, el bronce se fabricaba al unir cobre con arsénico, antimonio o estaño, mientras que el latón, un material más fácil de fundir, se formaba con cobre y cinc. La adición de plomo al cobre hacía un material con mejores características de vaciado. De forma similar, los romanos usaban el cobre para producir aleaciones más útiles. El cobre y el bronce fueron, finalmente, reemplazados en muchas instancias por el hierro, de más fácil acceso y capaz de cubrir el vacío que dejaban los déficits de estaño. Los mesoamericanos eran igual de expertos en la producción de aleaciones, sobre todo de cobre-plata, cobre-oro, cobre-arsénico y cobre-estaño. Más al sur, en la antigua Colombia, la aleación de oro y cobre conocida como tumbaga, era especialmente popular entre los orfebres.
Intercambio y moneda
El cobre, como un material útil y apreciado, se convirtió en una mercancía para el intercambio en forma de lingotes planos. En muchos yacimientos de la Edad del Bronce se han encontrado lingotes de cobre, tales como Agía Triáda o Hagia Triada (600 kg debajo del edificio del palacio) y Zakros en Creta y en el naufragio de Uluburun (que data de entre el 1330 y el 1300 a. C.), donde se transportaban 348 con un peso de alrededor de 10 toneladas. Muchos de estos lingotes tienen la pequeña asa en cada esquina, que es familiar a muchos otros de la Edad del Bronce en el Egeo. Un molde para tales lingotes, algunas veces llamados "piel de buey", se descubrió en Ras ibn Hani, el puerto de la antigua Ugarit en Siria. Otras formas comunes de los lingotes de cobre antiguos son los bollos circulares, los anillos, las hachas perforadas y las dagas.
El análisis químico en lingotes de cobre de Grecia y Cerdeña muestra que el cobre local se usaba para fabricar bienes, mientras que el cobre de Chipre permaneció como lingotes almacenados; lo que sugiere que había dos niveles de aplicación: uno para uso práctico y el otro como mercancía de almacenamiento o como un regalo de intercambio entre las élites. De hecho, fue probablemente la demanda de metales la que creó los primeros vínculos comerciales entre las culturas mediterráneas. Documentos tales como las cartas de Amarna evidencian que el cobre (probablemente de Chipre) se comercializaba entre Egipto, Asiria, Babilonia y el Imperio hitita en el siglo XIV a. C. Entonces, el cobre no solo se valoraba como un material sino que también se usaba como moneda.
Los fenicios transportaban el cobre alrededor del Mediterráneo y florecieron ciertos focos de metalurgia donde se lo trabajaba, almacenaba y transfería. Uno de esos centros estaba en Baréin, el cual suministraba cobre desde Mesopotamia a la cultura Harappa del valle del Indo en la India y Pakistán. El México occidental de los períodos Epiclásico y Posclásico se convirtió en un destacado centro para la producción de campanas de cobre, que se comercializaban por todo América Central. La civilización Lambayeque del norte del Perú, al igual que los aztecas, también producía hachas de cobre para usarlas como una forma de dinero y lingotes con la forma de I mayúscula, que se han descubierto apilados cuidadosamente en edificios de Batán Grande (llamada también Sicán).
Los griegos, romanos y chinos, entre otros, usaban el cobre en la acuñación de monedas. La plata tomó, ampliamente, el papel como metal preferido para las monedas, pero el cobre permaneció para las monedas de bajo valor como los as y nummus romanos y estaba siempre a disposición para mezclarse con oro y plata para fabricar monedas de mayor valor cuando había que apretar un poco el bolsillo del gobierno.