La batalla de Salamina fue un combate naval entre las fuerzas griegas y persas en el Golfo griego de Sarónico, en septiembre del 480 a.C., cuando el rey persa Jerjes I (que reinó del 486 al 465 a.C.) y su ejército se lanzaron a la conquista de Grecia. Un mes antes, en agosto del 480 a.C., los griegos habían perdido la batalla de las Termópilas y la batalla naval de Artemisio, que se desarrolló al mismo tiempo, quedó sin ganador claro. Los griegos ganaron en Salamina, una de las mayores y más significativas victorias militares de la antigüedad.
Contexto: las guerras persas
En los primeros años del siglo V a.C., el Imperio persa aqueménida, bajo el gobierno de Darío I (que reinó del 522 al 486 a.C.), se estaba expandiendo a Europa continental y había subyugado Tracia y Macedonia. El siguiente objetivo era sofocar los estados rebeldes en la frontera occidental del imperio. En el 490 a.C., las fuerzas griegas dirigidas por Atenas se enfrentaron a los persas en la batalla de Maratón y derrotaron a los invasores. La batalla tomaría un carácter mítico entre los griegos, pero en realidad fue simplemente el inicio de una larga guerra con varias otras batallas que pasarían a la historia. En el 486 a.C., Jerjes se convirtió en rey e invadió primero las Cícladas y luego el continente griego después de la victoria en las Termópilas en agosto de 480 a.C. contra una fuerza griega inferior. En la indecisa batalla naval de Artemisio (también en agosto de 480 a.C.), los griegos contuvieron la flota persa, pero se vieron obligados a reagruparse en Salamina.
Grecia quedó entonces abierta a los invasores y las fuerzas persas que avanzaban arrasando las polis o ciudades-estado, e incluso llegaron a saquear la propia Atenas. Sin embargo, unas 30 polis se estaban preparando para defenderse y la batalla de Salamina mostraría a Jerjes que Grecia, o al menos una gran parte de ella, estaba lejos de ser conquistada.
La flota persa
El vasto imperio persa se extendía desde el Danubio hasta Egipto y desde Jonia hasta Bactriana, así que Jerjes pudo recurrir a una enorme cantidad de recursos para formar una gran fuerza de invasión. Ariabignes, el hijo de Darío, comandó las flotas Jónica, Cariana, Acaya y Egipcia. Cybernis, el rey de Xanthos, lideró la flota Licia de 50 barcos. Artemisia, el tirano de Halicarnaso, dirigió la flota Doria de 30 barcos y otros comandantes conocidos incluyeron a Prexaspes, Megabazus y Aqueímenes. Técnicamente, los persas, y especialmente los fenicios, eran mejores marineros, pero como la flota provenía de todas partes del Imperio, los niveles de motivación y comunicación eran quizás menores que los de sus oponentes, que hablaban el mismo idioma y que luchaban no solo por su propia supervivencia, sino también por la de sus familias y su forma de vida.
Se desconoce la cantidad exacta de barcos en la flota persa. Heródoto en sus Historias (440-430 a.C.) ofrece listas detalladas, pero se cree que son exageradas y por lo tanto poco confiables. Además, su lista es de la flota persa que originalmente navegó aguas griegas en la época de Salamina; muchos se habrán quedado para proteger puertos y rutas de suministro o se habrán perdido en tormentas (especialmente en Magnesia) y en la Batalla de Artemisio un mes antes. A continuación se presentan las cifras para trirremes (barcos de guerra con tres bancos de remos). Se incluyen las contribuciones de las ciudades griegas conquistadas o en favor de los persas:
- Fenicios 300
- Egipcios 200
- Ciprianos 150
- Cilicios 100
- Jónicos 100
- Helespontinos 100
- Carios 70
- Eolios 60
- Licios 50
- Panfilios 30
- Dóricos 30
- Cicládicos 17
Una fuente alterna, Esquilo, el escritor de tragedia griega, parece apoyar a Heródoto en su Persae (472 a.C.), donde afirma que la flota persa tenía 1207 barcos en comparación con la fuerza griega de solo 310. Teniendo en cuenta las pérdidas sufridas de la manera descrita anteriormente, se estima que tal vez alrededor de 500 trirremes se enfrentaron a los griegos en Salamina, pero no hay consenso académico sobre siquiera una cifra aproximada. También habría habido muchos barcos más pequeños, como el penteconter (50 remos) y el triacóntero (30 remos), pero la cifra de 3000 de Heródoto parece bastante exagerada.
La flota griega
La flota aliada griega estaba comandada por el espartano Euribíades, una elección sorpresiva teniendo en cuenta que era Atenas la gran potencia naval y suministraba la mayoría de los barcos. Los otros dos comandantes superiores fueron Temístocles de Atenas y Adeimanto de Corinto. En efecto, la táctica y la estrategia fueron decididas por un consejo de 17 comandantes de cada uno de los contingentes reunidos. Sin embargo, es a Temístocles, el brillante comandante naval, gracias a su experiencia de 20 años y el éxito en Artemisio contra una flota muy superior, a quien se le atribuye ampliamente la planificación de la victoria griega, con la decisión de mantener una posición en Salamina en lugar de retirarse al istmo de Corinto.
Las cifras de Heródoto son una vez más incoherentes, su gran total de 380 trirremes que componen la flota griega es 15 veces más que la suma de sus contribuciones individuales de cada estado:
- Atenas 200
- Corinto 40
- Egina 30
- Megara 20
- Esparta 16
- Sición 15
- Epidauro 10
- Eretria 7
- Ambracia 7
- Trecén 5
- Naxos 4
- Hermíone 3
- Leucas 3
- Estira 2
- Ceos 2
- Citnos 1
Las cifras de algunos estados son sospechosamente similares a las dadas antes de la Batalla de Artemisio, lo que sugiere de manera inverosímil que no sufrieron casi pérdidas en ese conflicto o que hubo un rápido reemplazo de naves. Esquilo afirma una cifra total de 310 y Tucídides, 400. En resumen, solo podemos decir que la flota persa parece haber superado significativamente en número a la griega.
El trirreme
Ambos bandos tenían barcos muy similares, los trirremes (triērēis), que eran barcos de guerra hechos de madera, con entre 40 y 50 toneladas de desplazamiento y de hasta 40 metros de largo. Ligeros, delgados y maniobrables, eran impulsados en batalla por 170 remeros divididos en tres filas a cada lado de la nave. Capaz de acelerar rápidamente, romper, zigzaguear y girar 360 grados en solo dos longitudes de barco, una buena tripulación podía colocar al barco en una posición ventajosa para embestir al barco enemigo, haciendo uso del ariete de bronce instalado en la proa. Esta era la estrategia principal en la guerra naval de la época. Los trirremes también llevaban un pequeño grupo de soldados, al menos diez hoplitas y cuatro arqueros. Los persas generalmente llevaban más: 14 combatientes y 30 medos armados con arco, lanza y espada. Estas tropas adicionales cerraban filas cuando estaban cerca del enemigo y en el caso de abordar un barco enemigo.
Los trirremes tenían algunas desventajas; solo podían operar eficazmente en mares relativamente tranquilos con olas de menos de 1 metro de altura, de lo contrario, el agua entraría a través de los puertos de remo e inundaría el barco. Además, tenían que permanecer cerca de la costa, ya que cada noche debían varar para que la madera ligera no se encharcara, y de esta forma evitar que el rendimiento del barco se viera afectado. Como había poco espacio a bordo y estaba destinado principalmente a las provisiones, por las noches las tripulaciones desembarcaban en las playas para dormir. Antes de la batalla, los barcos griegos fueron varados en varias bahías de la isla de Salamina desde Cinosura hasta Paloukia, donde también estaba gran parte de la población evacuada de Atenas y Ática. Los persas, mientras tanto, estaban anclados en la bahía de Falero, a menos de 10 km de distancia a través del golfo Sarónico y cerca del Pireo capturado.
Estrategias
Los comandantes dirigían la batalla desde primera línea, cada uno desde su propio barco. Las órdenes eran transmitidas a los otros barcos de la flota con banderas y trompetas. Sin embargo, una vez que la batalla estaba en pleno desarrollo, el enfrentamiento de las flotas derivaba en una lucha de uno contra uno más que en una acción coordinada de cada una de las flotas.
Antes de entrar en batalla, los comandantes más experimentados solían hacer uso de dos estrategias: la primera era navegar alrededor de la línea enemiga (periplous) y la segunda era irrumpir a través de las brechas en la línea enemiga para atacar por el flanco trasero (diekplous). Ambas tenían como finalidad ubicar el barco en una posición ventajosa para embestir el punto más débil del enemigo, que solía ser el lado o el cuarto de popa. El objetivo era abrir un agujero en el barco enemigo o romper un número suficiente de sus remos para inmovilizarlo. Para evitar dañar los propios remos, las tripulaciones estaban entrenadas para retirarlos en cuestión de segundos (generalmente en un solo lado del barco mientras que el otro lado mantenía el impulso del barco). Como defensa contra estas dos tácticas, un comandante experimentado se aseguraría de que uno de sus flancos del barco estuviera del lado de aguas poco profundas o de cara a la costa y que la tripulación estuviera lo suficientemente entrenada para mantener un orden cerrado. En aguas abiertas, los barcos podían organizarse en un círculo defensivo o un arco (más práctico con flotas más grandes) con proas apuntando hacia afuera (kyklos).
La batalla
Los detalles disponibles sobre la batalla son incompletos y a menudo contradictorios entre las fuentes antiguas. Sin embargo, en función de los aspectos sobre los que hay más consenso, podemos decir que la primera acción de la batalla fue la deserción de dos barcos jónicos a la flota griega aliada. Temístocles, tal vez enviando mensajes a las flotas estatales griegas en favor de los persas, esperaba más deserciones de este tipo, pero no ocurrieron. Uno de los barcos, que era de Tenos, informó a los griegos que los persas se estaban agrupando en el estrecho, bloqueando la flota griega. Los persas se habían movido a su posición durante la noche con la esperanza de sorprender al enemigo, pero era poco probable que esta estrategia tuviera éxito teniendo en cuenta la corta distancia entre las flotas y el ruido que hacían los remeros. También existe la posibilidad de que Temístocles hubiera enviado mensajes a Jerjes insinuando que la frágil alianza griega se estaba rompiendo y la flota estaba a punto de retirarse.
Probablemente, las dos flotas se alinearon a lo largo de un eje oblicuo este-oeste con los persas cerca de la costa continental y ambas flotas con una costa amiga detrás de ellos. De hecho, la proximidad a la costa continental opuesta habría sido evitada por los barcos griegos debido a la presencia de un contingente de arqueros persas allí. En el ala occidental (derecha) los fenicios se enfrentaron a los atenienses y los jónicos contra los espartanos. En el flanco izquierdo de los persas estaban los Carios y los Dorios. Detrás de la línea griega principal, el contingente de Egina y algunos de los barcos atenienses esperaban en la reserva. Los corintios estaban ubicados al oeste de las líneas de batalla que protegían el paso a Eleusis, mientras que los Ciprianos, Cilicios y Helespontinos en favor de los persas se mantuvieron hacia el sur, protegiendo la salida hacia El Pireo. Según Diodoro Sículo, Jerjes envió su flota egipcia para sellar los estrechos entre Salamina y Megara y enfrentarse a cualquier barco griego que se separara de la flota principal.
Desde su puesto de mando, a primera hora de la mañana, Jerjes no vio un enemigo a punto de retirarse, sino más bien una flota griega formada en un arco de unos 3 km de largo, tal vez de 130 barcos, contra el frente principal persa de 150 barcos. Los persas avanzaron, teniendo que acortar la distancia entre los propios barcos conforme se acercaban hacia el enemigo y el paso se hacía más estrecho. Los griegos mantuvieron su posición y esperaron por los persas. Las naves persas comenzaron a chocar entre sí en el estrecho espacio a la vez que luchaban por mantener el orden. Entonces, los soldados armados a bordo habrían entrado en acción con hoplitas y arqueros luchando en las cubiertas como en una batalla terrestre. Con más barcos persas que llegaban desde la retaguardia y los corintios que se unían desde un lado, el avance se convirtió en un caos de barcos maltrechos y hombres ahogados, particularmente entre los persas, que no tenían costa a la que retirarse y muy probablemente la mayoría no sabía nadar.
Con más espacio para maniobrar, los barcos griegos pudieron recoger los barcos persas que no podían retirarse porque sus líneas eran ahora varios barcos de profundidad. Por la tarde, la victoria griega estaba asegurada y los barcos persas restantes se retiraron a Asia Menor. La etapa final de la batalla fue la transferencia de la fuerza hoplita griega en Salamina al continente para enfrentar con éxito a las fuerzas terrestres persas.
Una vez más, se había demostrado que el críptico oráculo de Apolo en Delfos tenía razón: "solo una pared de madera te mantendrá a salvo". Al igual que en Artemisia, los barcos de madera de la flota griega combinada habían rechazado, por segunda vez, el avance persa.
Las consecuencias
Después de la derrota, Jerjes regresó a Susa y dejó al talentoso general Mardonio a cargo de la invasión. La posición persa seguía siendo fuerte a pesar de la derrota: todavía controlaban gran parte de Grecia y su gran ejército terrestre estaba intacto. Después de una serie de negociaciones políticas, quedó claro que los persas no obtendrían la victoria en tierra a través de la diplomacia así que los dos ejércitos se enfrentarían en la Batalla de Platea en agosto de 479 a.C. Los griegos, con el ejército hoplita más grande jamás visto, ganaron la batalla y finalmente terminaron con las ambiciones de Jerjes en Grecia.