En la mitología griega, el Minotauro era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza y rabo de toro. El Minotauro fue fruto de la unión de la reina cretense Pasífae con un magnífico toro. A causa de su aspecto monstruoso, el rey Minos ordenó al artesano Dédalo y a su hijo Ícaro que construyeran un enorme recinto, conocido como el Laberinto, para albergar a la bestia. El Minotauro permaneció encerrado en el Laberinto, alimentándose de muchachos y doncellas que le eran ofrecidos en sacrificio cada año. Con el tiempo, murió a manos del héroe ateniense Teseo.
La palabra Minotauro es un término compuesto del antiguo nombre griego Minos, o «Minos», y tauros, «toro». Por tanto, viene a significar el «toro de Minos». Pero el nombre de pila del Minotauro fue Asterión, en griego antiguo asterion, que significa «el estrellado», lo cual sugiere un vínculo con la constelación de Tauro.
Minos y el toro del mar
En el mito griego, Minos era uno de los tres hijos nacidos de la unión entre Europa y Zeus, a quien este poseyó adoptando la forma de un toro. El esposo de Europa fue el rey de Creta, Asterión, que cuidó a los tres niños como si fueran suyos. Cuando Asterión murió, no quedaba claro quién de los tres ascendería al trono. Los tres hijos eran Minos, Sarpedón y Radamante. Fue Minos, cuyo nombre en cretense significa, de hecho, «rey», quien estaba destinado a ser rey de Creta, aunque su ascensión al trono no fue fácil, pues antes tuvo que librarse de sus hermanos. Minos, sin embargo, tenía una ventaja por encima de sus rivales. Proclamó que gozaba del apoyo y la autoridad de los dioses para ocupar el gobierno, y alardeó diciendo que podía probarlo pidiendo lo que quisiera; los dioses se lo concederían. Un día, mientras se disponía a ofrecer un sacrificio a Poseidón, pidió que un toro surgiera desde las profundidades del mar. Minos prometió a los cielos que lo sacrificaría a Poseidón una vez apareciera. Poseidón, entonces, hizo salir del mar un espléndido toro. Así Minos pudo validar su aspiración al trono, pues nadie osaba desafiar a los dioses y mucho menos al iracundo Poseidón, que dominaba todos los mares. Tras subir al trono, Minos expulsó a sus dos hermanos de Creta. Los tres volverían a reunirse en la otra vida, ya que a su muerte fueron nombrados jueces del inframundo. Su misión era juzgar a los muertos a fin de asignarles su lugar en el Hades, basándose en los méritos conseguidos durante su vida.
Pero Minos no cumplió su promesa a Poseidón. Conservó el espléndido toro para sí mismo y sacrificó a otro animal. Enfurecido por la ofensa, Poseidón tramó un castigo por la arrogancia e hybris del rey. Según algunas versiones del mito, fue Poseidón quien castigó a Minos inspirando en su esposa, Pasífae, una pasión arrebatadora por aquel toro surgido del mar. Sin embargo, el autor romano Higinio sostiene que fue Venus (Afrodita) quien maldijo a Pasífae, porque la reina no le había profesado la suficiente devoción durante cierto tiempo. La diosa la castigó infundiendo en ella una un perverso deseo hacia el majestuoso toro del mar. Otra versión cuenta que Poseidón, enojado con Minos, pidió ayuda a Afrodita para vengarse y ella maldijo a Pasífae por hacer un favor a Poseidón.
Pasífae y el nacimiento del Minotauro
La reina Pasífae, incitada por su acuciante deseo, buscó la ayuda de Dédalo e Ícaro. Dédalo construyó para la reina una vaca de madera forrada con piel de bovino y la colocó sobre unas ruedas. Ella se metió dentro de la estructura y él la hizo rodar hasta el campo donde su amado toro estaba pastando. Fue allí donde Pasífae copuló con el toro, pues el animal pensó que la vaca era real. De esta unión nació el Minotauro.
La reina llamó a la bestia Asterión (por el abuelo de Minos), y los cretenses sabían que este era el verdadero nombre del Minotauro. Al ver al niño, el rey descubrió la aventura bestial de su esposa y, como castigo, encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro en un calabozo por su complicidad, pero dejó libre a Pasífae. Ella cuidó del toro y lo amamantó mientras fue un ternero. Pero a medida que crecía se volvió más feroz y monstruoso, y la reina fue incapaz de seguir alimentándolo y cuidando de él. Asterión no encontraba el alimento adecuado, pues no era hombre ni era bestia, así que comenzó a devorar humanos. Para ocultar el desgraciado asunto, el rey acudió a un oráculo y ordenó a Dédalo construir un gran laberinto para albergar al hijo de su esposa, Asterión o Minotauro.
La muerte de Androgeo y el tributo de Atenas
Durante la construcción del laberinto, el hijo humano del rey Minos, Androgeo, había muerto. Algunas fuentes explican que lo mataron los atenienses, celosos ante su destreza en los juegos panatenaicos. Otra versión del mito afirma que el rey de Atenas, Egeo, se enojó ante las victorias de Androgeo y lo envió a matar el indómito toro de Maratón. El toro lo mató, pero indirectamente su muerte había sido causada por los atenienses.
Independientemente del cómo, Androgeo murió, y el rey Minos acusó a Atenas por la muerte de su hijo y la destrucción de su linaje. Navegó hacia Atenas y asedió la ciudad hasta que el rey Egeo accedió a pagar un precio por la muerte del príncipe. Minos exigió que Atenas pagara un tributo de siete doncellas y siete muchachos cada nueve años (aunque existe cierta contradicción entre las fuentes; algunas dicen que era cada año, otras que era cada nueve años). Los jóvenes atenienses eran conducidos al Laberinto, para ser devorados por el Minotauro. Varias fuentes relatan que las víctimas del tributo eran elegidas entre los jóvenes más apuestos y las vírgenes más bellas. Los atenienses consultaron el oráculo de Delfos, que aconsejó dar a Minos lo que pedía. No obstante, según Catulo, el asesinato de Androgeo provocó una peste devastadora en Atenas. Sólo entonces Egeo comprendió que la ciudad se salvaría si enviaba el tributo al rey de Creta, y accedió. Con reticencias, los atenienses se plegaron a las demandas de Minos y él regresó a Creta.
La muerte del Minotauro
Teseo, hijo del rey Egeo, se ofreció como voluntario en la tercera remesa de jóvenes. Y proclamó ante su padre y todos los atenienses que él mataría al Minotauro. También prometió que, en su viaje de retorno, colocaría velas blancas si triunfaba en su empresa, pero que dejaría las velas negras en la nave si fracasaba y moría. En Creta, las dos hijas del rey Minos, Ariadna y Fedra, se enamoraron de Teseo. Incapaz de soportar la idea de verlo morir devorado por su hermanastro, el Minotauro, Ariadna acudió a Dédalo pidiendo ayuda. Le rogó que le explicara cómo escapar del laberinto. Una vez él le reveló el secreto, ella fue junto a Teseo y, antes de que entrara en el laberinto, le dio un ovillo de lana para que pudiera guiarse y encontrar el camino de salida. Al entrar, Teseo ató un extremo de la hebra a la puerta y continuó adentrándose en el laberinto. Encontró al Minotauro en el rincón más remoto y lo mató a puñetazos (o, según otras versiones, robó la espada de Egeo y mató con ella al Minotauro). A diferencia de las víctimas anteriores, Teseo halló fácilmente el camino de vuelta gracias al ovillo de Ariadna. Cuando llegó afuera, liberó a los otros jóvenes atenienses y los hizo salir del palacio, se embarcó en su nave y regresó a Atenas con Ariadna y Fedra.
El retorno a casa
En su viaje de regreso, Teseo abandonó a Ariadna en la isla de Naxos y continuó navegando hacia Atenas con la que pretendía hacer su esposa, Fedra. En Naxos, Ariadna reflexionó amargamente sobre sus acciones y su ingenuidad, ayudando a matar a su medio hermano por amor a Teseo, con quien esperaba desposarse. Pero Ariadna fue descubierta por el dios Dioniso y acabó casándose con él. En algunas versiones del mito, es Dioniso quien se aparece a Teseo y le ordena que abandone a Ariadna, porque es él quien desea casarse con ella.
Teseo, entusiasmado por volver a casa con su esposa Fedra, olvidó cambiar las velas de su nave. Su padre, el rey Egeo, al divisar las velas negras en la distancia no pudo soportar el dolor y se arrojó desde un acantilado al mar. Teseo ascendió al trono como nuevo rey, y este relato nos explica el origen del nombre del mar Egeo.
Arte y representación
El mito de Teseo y el Minotauro aparece en una gran variedad de cerámicas antiguas. Muchas representaciones muestran a Teseo luchando con el Minotauro, que suele aparecer en una actitud sumisa o derrotada. Fue un tema muy popular en el arte, pues el mito encarna la clásica pugna entre la naturaleza y la cultura, entre el mundo salvaje y la civilización. Diversas monedas halladas en Creta representan una cabeza de toro y un laberinto en el reverso; esto sugiere que hay algo de verdad en este mito del laberinto y el Minotauro. Posiblemente surja de una combinación entre el culto al toro en Creta y la complejidad de sus palacios.